Capítulo 6
Barbara
Me vestí con un vestido de noche negro, era a mitad de muslo, ceñido al cuerpo y strapless, con tacones igualmente negro de plataforma y un bolso también negro. Iba tan bien para una cena como para un funeral. Oh, como me gustaría que fuera lo segundo. Mi cabello estaba recogido en una cola de caballo muy pulcra.
Leonardo y Anthony se habían ido no hacía mucho. Y despedirme de Leo fue lo más incómodo que he experimentado en mi vida. ¿Ahora así iba a ser nuestra relación? ¿Me iba a sentir tan incomoda a su alrededor que preferiría estar sin él? Dios, no. Él era mi mejor amigo como lo era Tony. No sé qué seria de mi si perdiera alguno de los dos. Todo esto era mi culpa. Leonardo tenía razón. Beber como lo había hecho todas esas veces había sido muy malo. No por todos los hombres al azar con los que me había acostado, sino porque me había acostado con él. Mi mejor amigo. Y lo había arruinado todo.
Mi cabeza era un revoltillo de pensamientos de arrepentimientos y culpabilidad, pero eso no me había impedido notar que una vez que se fueron Leo y Tony, Richard había empezado a actuar extraño. Estaba de alguna manera gruñón e irritable. ¿Que se creía? ¡Estaba en mi casa! De todas formas no le preste atención y le avise que mi padre había llamado para lo de la cena con Tomas. Él había desaparecido en su habitación.
Una vez lista salí a la sala encontrándome con el sentado en el sofá, obviamente esperándome.
- “Te ves hermosa”- Comento con una media sonrisa, que me pareció muy sexy. No, todo él era sexy. Oh, vamos Barbara ya deja de fantasear con tu guardaespaldas. Bueno… al menos ya había dejado de gruñir.
- “No fue intencional”- Replique. En serio, no había tratado de arreglarme para Tomas. Solo me vestía para la ocasión porque sé que si iba como no es debido, Tomas se lo diría a mi padre y a continuación el me quitaría todo mi dinero.
Fabio me había enviado un mensaje con la dirección del restaurante en el que me esperaba Tomas. Salimos en mi auto pero Richard pidió manejar. No hablamos en todo el camino. No estaba muy preocupada por eso. De hecho, iba perdida en mis propios pensamientos. Preparándome psicológicamente para el encuentro con Tomas. Sabía que teníamos que ir a cenar juntos para mantener las apariencias de que éramos pareja. Él no podría hacer nada en un restaurant lleno de gente ¿verdad? Aun así mi estómago se retorció con miedo.
Cuando llegamos Richard me abrió la puerta y pude echarle un vistazo a la fachada del restaurante. El lugar gritaba por todos lados clase alta. Una edificación elegante de color blanco se extendía ante mí. Largas ventanas que dejaban ver las mesas redondas con manteles blancos, dos fuentes en forma de sirenas estaban a ambos lados de la puerta principal y hermosas flores rosas se adherían a la pared.
Bien, este lugar se veía caro y lo mínimo que podía hacer Tomas después de lo que me había hecho era gastar una fortuna en mí. Y da por hecho que pediré el plato más caro.
Entre en el lugar con Richard detrás de mí. Me dirigí al hombre anciano de las reservas. El levanto la vista aburrida hacia mí y al darse cuenta de quién era, puso una sonrisa en su rostro. Dios, como odiaba a todos estos lame pisos.
- “Señorita Williams, por favor sígame. Su prometido la está esperando en la mesa privada”- Dijo el con el tono de voz más lambiscón que jamás haya oído. Pero lo que me molesto más fue la palabra “prometido”.
Leí "mesa privada" y mi estómago se apretó aún más. Prefería estar en el infierno que en una mesa privada con Tomas. De hecho no quería estar en nada con la palabra “privado” con Tomas. Mire por encima de mi hombro y Richard me dio una mirada tranquilizadora. Al menos estaba segura de que Richard no se despegaría de mi trasero.
Seguí al anciano hasta una zona apartada, donde había puertas con letras doradas que decían VIP. El abrió una de esas puertas y adentro estaba Tomas esperándome en una mesa muy elegante. El mantel de fondo era blanco, encima de este tenía uno color vino tinto y unas velas largas rojas estaban encendidas en el centro. ¿Esperaba que tuviéramos una cena romántica? El vestía un esmoquin que debía admitir lo hacía verse muy atractivo.
Él se levantó cuando me vio entrar y frunció el ceño cuando poso su mirada en Richard.
- “Barbara”- Saludo el tomando mi mano y depositando un beso en esta. Ugh ¿Acaso iba a hacer esto cada vez que no viéramos? Era jodidamente repugnante.
- “Cariño”- Dije forzando una sonrisa en mi cara, después de todo el anciano aun nos estaba mirando y tenía que actuar como si estuviera feliz de ver a mi prometido. Deje que Tomas me guiara a la mesa y tome asiento en la silla que el acomodo para mí. Él se sentó al frente a mí, mirándome con una sonrisa que enviaba escalofríos por mi columna.
- “Les traeré a mi mejor mesera”- Dijo el anciano de las reservaciones y salió de la habitación. Tan pronto como el salió, la sonrisa de mi rostro desapareció.
- “¿Que hace el aquí?”- Cuestiono Tomas desagradablemente, refiriéndose a Richard.
- “Es mi guardaespaldas y él se queda”- Respondí bruscamente. Tomas entrecerró los ojos hacia Richard pero no dijo nada. Richard estaba recostado en la pared, sus grandes brazos cruzados frente a su pecho, luciendo bastante intimidante. Me hizo sentir segura.
Una mesera apareció en la habitación. Era una chica petiza, asiática, su cabello estaba atado en un moño. Ella anoto nuestros pedidos (cumpliendo mi promesa de pedir el plato más caro) y pude ver como Tomas coqueteaba con la chica. No sé por qué me molesto tanto, él ya me había hecho mucho daño antes, debería de darme igual lo que el haga. Pero la verdad es que aún seguía doliendo y me odiaba por eso.
Cuando la mesera se fue, Tomas se inclinó en la mesa a verme.
- “¿Cómo has estado?”- Pregunto el casualmente. Esa solo pregunta tan inocente y común me hizo enfurecerme como el infierno.
- “Vamos a dejar algo claro”- Comencé yo, inclinándome sobre la mesa para verlo directamente a los ojos –“Primero, no me vengas con la mierda de "¿Cómo has estado?", se muy bien que te da igual cómo demonios este. Segundo, esto es una relación de APARIENCIAS ¿Entiendes? Tú no tienes ningún poder sobre mí. Solo vine hasta aquí para cumplir con el trato de mi padre. Y tercero, no pienso hablar contigo el resto de lo que queda de la noche”- Sintiéndome satisfecha con lo que había dicho, me recosté en el espaldar de la silla y sonreí.
Pero mi sonrisa no duro demasiado en mi rostro, la mirada dura y furiosa que me lanzo Tomas fue suficiente para asustarme. Su mandíbula estaba tensa y sus puños apretados sobre la mesa. Oh, Dios ¿Qué mierda hice? Tomas se puso de pie y escuche a Richard acercarse, yo solo me encogí en mi asiento. Y antes de que pudiera pasar nada, la puerta se abrió con la mesera llevando una bandeja llena de comida frente a ella.
Eso era un maldito tiempo record en preparar la comida pero nunca me había sentido más aliviada y agradecida de tener esta clase de beneficios por ser la hija del Alcalde. Después de todo me había salvado el trasero de esta.
Empezamos a comer y no hablamos en ningún momento. Estaba nerviosa y tenía problemas con los cubiertos por mis manos temblorosas pero primero me clavaba el tenedor en mi palma antes de dejar que Tomas supiera que estaba aterrorizada. Al menos Tomas parecía haberse calmado o eso aparentaba, igualmente solo me atrevía a verlo de vez en cuando de soslayo. La cena pareció una maldita eternidad pero finalmente acabo. Me levante de la mesa. Tomas no dijo nada, yo tampoco pensaba hablarle así que salí de la habitación VIP con Richard siguiéndome los pasos.
Solté un suspiro de alivio cuando estuve lejos de Tomas. Dios, no me había dado cuenta que ni siquiera había estado respirando bien. Por lo menos ya había acabado y volvería a mi dulce hogar con mi delicioso guardaespaldas sin que hubiera ningún incidente.
- “Adelántate tú. Necesito ir al baño”- Informe. El asintió.
Una vez que salí del baño me detuve abruptamente al ver a Tomas esperándome justo afuera. Mire frenéticamente alrededor por Richard, pero recordé como estúpidamente le había dicho que se adelantara. Tomas me empujo de nuevo dentro del baño y estaba lista para gritar pero el tapo mi boca con una de sus manos, la otra agarraba la cola de mi cabello halándola para que lo mirara al rostro. Trague duro y trate como el infierno no hiperventilarme.
- “Escúchame bien niña. Nunca, nunca, nunca vuelvas a hablarme de la manera que hiciste hoy ¿entendido? No te abofetee en ese momento porque la mesera te salvo tu puto trasero. No creas que he olvidado el incidente de ayer. Es una lástima que alguien tan hermosa como tu sea una estúpida perra”- Su voz fría y cruel erizó los vellos de mi piel.
El quito su mano de mi boca y me beso. ¡Maldición este tipo estaba completamente fuera de sí! ¡Acababa de amenazar la mierda fuera de mí y tenía las pelotas de besarme! Me sentí enferma. Mi estómago amenazo con botar toda la comida que acababa de ingerir. Comencé a luchar empujando
Su pecho con mis puños sin ningún resultado. Sus días en el gym habían hecho resultado. El gimió y tomo mis caderas restregando su creciente erección contra mi vientre. Recordé con nauseas como a él le gustaba cuando luchaba. A él le excitaba cuando luchaba.
Mordí su labio inferior con toda mi fuerza hasta que probé sangre. El gruño y me abofeteo fuertemente. Dolor quemo mi mejilla y apreté los dientes para evitar soltar algún sonido de dolor. No le iba a dar esa satisfacción. Estaba temblando de los pies a la cabeza, completamente aterrorizada. El me tomo del codo y me miro como si fuera lo más patético que hubiera visto en toda su vida.
- “Ahora saldremos por la puerta principal como la linda pareja que somos”- Dijo alegremente. Su tono dejándome totalmente desconcertada. Esto no era normal. Él tiene que tener un problema de personalidad muy muy serio.
El aún me llevaba del codo cuando salimos del restaurante, hice mi mejor esfuerzo por poner una expresión normal en mi rostro y no una llena de pánico y terror. Mi auto me estaba esperando al frente con Richard detrás del volante. Tenía ganas de correr hacia él y esconderme en su gran pecho. Tomas me llevo hasta el auto y abrió la puerta para mí. Antes de sentarme en el asiento, el estampo un beso en mis labios y cerró la puerta. Richard me miro con una expresión de genuina preocupación.
- “¿Te sientes bien?”- Pregunto.
Asentí con la cabeza incapaz de hablar otra vez. El comenzó a manejar sin insistir sobre el tema, lo cual estaba muy agradecida. Ahí estaba de nuevo, aguantando las ganas de enrollarme en una bola y echarme a llorar. Mi mejilla aun ardía de dolor y estaba temblando sin poder hacer nada para evitarlo. Solo rezaba para que Richard no se diera cuenta. Claro que eso era mucho pedir de mi parte.
Cuando llegamos al Pent-house me senté en mi sofá llevando mis piernas hasta mi pecho, volviéndome lo más pequeña que podía. Sentí como Richard se sentaba a mi lado y entonces hice lo que nunca en muchos años me permití hacer. Pero necesitaba hacerlo. Solo esta vez, me prometí a mí misma. Solo esta vez dejaría que otra persona me sostuviera mientras lloraba.
Lo abrace y me eche a llorar en su hombro.
Richard
Cuando Barbara entro en el auto se veía espantosamente pálida. Su mirada estaba perdida y vidriosa. Estaba actuando justamente como lo había hecho la noche anterior. ¿Pero qué diablos había provocado esta reacción en ella? Por supuesto que había visto cuando Tomas la beso, pero ¿se había puesto así solo por un beso? ¿Qué demonios le había hecho este tipo para que ella le temiera tanto?
- “¿Te sientes bien?”- Pregunte preocupado. Parecía que fuera a vomitar en cualquier momento.
Ella asintió con la cabeza sin dirigirme la mirada. La observe por unos segundos para asegurarme de que no vomitara cuando el auto se moviera y conduje hasta su pent-house. Ella no hizo ningún sonido en todo el camino. Parecía una estatua. Una vez que abrí la puerta del apartamento, ella paso y se sentó en el sofá de la sala. Abrazo sus piernas y apoyo su barbiella en sus rodillas. Se veía tan perturbada y asustada que mi pecho se apretó dolorosamente.
Odiaba verla de esta manera, odiaba que actuara así. Prefería mil veces cuando ella andaba con su frente en alto y mandando al demonio a todo el mundo, con esa sonrisa arrogante que le lucia tan bien. Verla tan decaída y asustada me hacía querer abrazarla y asegurarle que todo iba a estar bien.
Me senté a su lado cuidadosamente, no queriendo espantarla. Había aprendido en poco tiempo que el temperamento de Barbara era algo explosivo. Entonces ella hizo algo que nunca esperaría ni en mis mejores sueños.
Me abrazo.
Si no es por el ritmo de su respiración no me doy cuenta de que estaba llorando. La envolví con mis brazos y ella acurruco su cara en la curva de mi cuello. No sabía qué hacer, solo sabía que quería matar a lo que fuera que hizo llorar a esta pobre chica. Haría lo que fuera para verla de nuevo sonriendo y coqueteando descaradamente conmigo.
- “Shh… Nena ¿Qué pasa?”- Susurre alejándola para poder ver su rostro. Me rompió el corazón verla tan vulnerable. Lagrimas rodaban por sus mejillas y su labio inferior temblaba. Ella bajo la mirada como si estuviera avergonzada. Limpie sus lágrimas con mis pulgares –“¿Qué pasa?”- Repetí ya que no contestaba. Lo que sea que estaba mal, iba a arreglarlo solo para ella.
- “Y-yo… No puedo seguir con esto”- Respondió en un murmullo roto.
- “¿Seguir con que, muñeca?”- Pregunte suavemente acariciando su cabello.
- “¡Con todo esto!”- Contesto señalándose a sí misma frustradamente –“¡No quiero hacer esto, no puedo hacer esto!- No entendía de qué demonios estaba hablando pero por otro lado, nunca entendí lo que decía una mujer mientras lloraba.
- “¿Esto tiene algo que ver con Tomas?”- Dije tratando de entender que decía. Inmediatamente ella se tensó y se movió incomoda, alejándose de mí. Error mío.
- “Algo”- Murmuro después de un largo momento de silencio.
- “Hey, puedes contarme lo que sea... soy bueno escuchando”- Comente con una sonrisa intentando que se sintiera segura.
Ella me miro a los ojos, vi sombras de dolor en ellos. Taladrando con esos ojos cafés en los míos. Como si tratara de ver dentro de mí. No aparte la mirada. Quería que ella confiara en mí. Estaba completamente hipnotizado por ella. En este momento me sentí muy cerca de ella, a la verdadera ella. Entonces mi mirada cayó en sus labios. Esos labios rosas que ahora sabía que sabían tan bien como lucían.
La parte racional de mi cerebro, me recordaba mi trabajo. Me decía que si me involucraba con ella solo iba a lastimarla, por no mencionar romper la ética del trabajo. Pero mi parte no racional me gritaba que la besara apasionadamente hasta que ambos quedáramos jadeantes y nuestras pieles ardiendo por la del otro. Y como todo hombre, le hice caso a mi segunda cabeza.
Me incline y reuní mis labios con los suyos, besándola ferozmente.
Ella me devolvió el beso con la misma hambre que yo sentía. Sus manos tomando mi rostro entre ellas, inmovilizándolo. Como impidiendo que me alejara. Claro, como si eso fuera a pasar. Mis manos revoloteaban por su cuerpo, de sus hombros a su cintura.
Toda ella era perfecta. Con curvas en los lugares adecuados y un pequeña cintura que tenía miedo de romper con mis manos gigantescas. Me estaba volviendo loco de deseo y sus pequeños sonidos femeninos solo me lanzaban más hacia el borde. Parecía no poder tener suficiente de ella. Empuje su cuerpo hasta que estuvo recostada a lo largo del sofá. Me erguí sobre ella sin separar mis labios de los suyos. Ella rodeo mi cintura con sus piernas haciéndome sentir el calor de su centro contra el mío propio, arrancando un gemido de mi garganta.
- “Richard”- Jadeo contra mis labios. Oh, mi nombre nunca había sonado tan bien. Nada tan bueno para el ego de un hombre como una mujer gimiendo tu nombre.
Deslice mi brazo debajo de sus rodillas y la levante, caminando en dirección hacia su habitación con mis labios pegados a los de ella. Barbara se aferró a mis hombros mientras asaltaba mi boca con esa traviesa y deliciosa lengua suya. Entre en su habitación y la acosté en la cama. Me separe de sus labios y me dedique a deshacerme de sus zapatos y vestido, dejándola en ropa interior de encaje negra.
Tuve que contener otro gemido que quería salir de mi garganta al ver lo sexy que se veía, con su espeso cabello castaño cayendo sobre sus hombros desordenadamente al soltarse de su amarre. Tan jodidamente hermosa. Ella me miraba con atención, siguiendo todos mis movimientos, insegura de que hacer. Me saque toda la ropa quedando en mis bóxer y me acosté a su lado.
En un segundo toda la inseguridad que había en ella escapo de su cuerpo y estaba a horcajadas sobre mi cintura, de modo que tenía una pierna de cada lado. Me beso apasionadamente dejándome sin aliento. Rote para que ella volviera a estar a mi lado y me obligue a separar mis labios de los de ella, aunque eso era lo último que quería hacer. Dios, había tantas cosas en mi mente que quería hacer.
Ella me miro confundida. Le di la vuelta para que ella me diera la espalda y después la atraje hacia mí, para que ella pudiera acurrucarse en mí. Alejando mí parte inferior de ella antes de que el bulto en mi bóxer me delatara. Aunque estaba bastante seguro de que ella ya lo había notado.
- “Hora de dormir”- Susurre en su oído.
Ella se relajó contra mí y pronto escuche su respiración profunda que me indico que ya estaba dormida. Suspire pesadamente. Cerré los ojos tratando de pensar en cosas para nada sexys para aliviar un poco el dolor de mi entrepierna. Era prácticamente imposible cuando la tenía a ella en mis brazos, cuando podía oler su fino aroma, cuando podía inclinarme y saborear su piel. Dios, como hubiese querido hacerla mía esta noche. Moría de ganas por hacerlo. Pero no sería justo para ella.
Estaría muy mal hacerlo. Después de haberme aliado con su padre para tenerla vigilada.
Por mucho que la deseara no podía, pero ella me hacía perder el control que estaba acostumbrado a tener en mi vida. Me hacía olvidarme de que en realidad necesitaba el dinero y me hacía querer mandar todo al demonio e irme lejos con ella.
Si las cosas seguían como iban, no estaba seguro de lo que iba que hacer. Pero iba a terminar mal.