21

 

Esa noche no consiguió dormir; se la pasó dando vueltas intentando adivinar qué querría Cristóbal y pensando qué sería de ella. Verlo le haría revivir cada recuerdo sobre esa mujer que tanto deseaba olvidar, si bien no eran idénticos, sí muy parecidos y además eran hermanos. Cristóbal probablemente hablaría en algún momento sobre su hermana a pesar de saber que las cosas entre Matías y ella al final no acabaron muy bien.

Al amanecer al fin se rindió y decidió salir a ocuparse. Su amigo llegaría hasta mediodía, así que trabajaría lo más que pudiese hasta entonces para lograr mantener la cabeza  bien ocupada.

Ya casi era la una cuando Lorenzo le avisó que Cristóbal acababa de aterrizar en su helicóptero. Veinte minutos después cruzaba la puerta principal de su casa. Escuchó voces en la cocina y caminó hasta ahí sintiendo algo extraño en el pecho.

—Ya veo que no pierdes el tiempo… —Cristóbal estaba sentado en la mesa de la cocina bebiendo el café que tanto adulaba a María. En cuanto lo vio se puso de pie y se dieron un fuerte abrazo.

—¡Qué bueno es verte! —Cristóbal le ponía una mano en el hombro cariñoso. Para él, Matías siempre fue como su hermano y si bien la relación ya no era tan cercana como solía ser gracias a los compromisos que ambos adquirieron al crecer, lo quería aun como en la niñez.

—Lo mismo digo… —al verlo no pudo evitar sentir cómo un escalofrió recorría su columna, nunca había sido consciente de los rasgos que como hermanos compartían hasta ese momento. Tenían el mismo color de ojos y el mismo color de piel, además, existían ciertos gestos que demostraban su parentesco. Cristóbal agarró una botella que no había visto y se la tendió.

—Te la debía… gracias por todo de verdad, sé que no fue fácil —era una botella de vino tinto de gran reserva de las costas de Chile. La sujetó sonriendo.

–No tenías que hacerlo… pero gracias, ¿te parece si en un rato la abrimos?

—Creo que te voy a tomar la palabra —de pronto su semblante cambió y pudo notar que no se había equivocado el día anterior, algo sucedía–. Matías… necesito hablar contigo —María enseguida dejó de cocinar el caldo de pollo y giró desconcertada con los ojos abiertos.

—Claro… ¿quieres que vayamos al estudio?

—Sí, esto es… delicado —Matías sintió de inmediato cómo una ola de ansiedad lo golpeaba. No le gustaba para nada la expresión de su amigo y menos el pensar que podía tratarse de ella lo que tenía que decirle. Una vez dentro se sentó donde solía hacerlo y lo invitó a hacer lo mismo, pero Cristóbal declinó la sugerencia y caminó hacia la ventana perdiendo por un momento la mirada en el exterior. Un minuto después volteó recargándose en el marco y cruzando los brazos, parecía en serio  preocupado y muy desconcertado.

Al principio pensó que probablemente se había enterado de la relación que mantuvo con… su hermana, pero enseguida lo desechó, su amigo no parecía molesto, ni tener la menor intención de reclamar algo. Lo estudió esperando.

—Matías… lo que voy a decirte es... Necesito contar con tu discreción y con tu ayuda si es que puedes hacerlo —asintió serio ya de pie con su cadera sobre un costado de su escritorio mirándolo sin comprender qué era lo que ocurría; sin embargo, las palmas le sudaban. Cristóbal se dirigió al sillón pasándose las manos nervioso por el rostro.

—No sé por dónde comenzar… En fin… dime si voy rápido.

—Cristóbal, ¿qué sucede? —con cada minuto que pasaba parecía verse mayor.

—Hace unos días Gregorio, mi abogado.

—Sé quién es.

—Bien, pues hace unos días se comunicó conmigo y… me preguntó si…. sabía algo de Andrea —al escuchar su nombre en seguida se puso en guardia. Cristóbal se levantó de nuevo y volvió a mirar al jardín—. No comprendí por qué preguntaba eso. Andrea me dejó una carta con Mayra en la que me pedía perdón por su comportamiento los últimos años y en la que me avisaba que quería viajar por un largo tiempo. Yo… no me molesté en hacer contacto con ella, nuestra relación es… no sé cómo describirla… complicada —Matías comenzaba a sentir una opresión en el pecho y ansiedad, mucha ansiedad. Tanta que sentía el pulso acelerado y la respiración demasiado pausada—. Como te imaginarás le dije que no y es verdad, desde hace meses no tengo idea de en dónde está. Gregorio se portó muy extraño y… me citó en su casa esa misma noche para cenar con el pretexto de poder hablar sobre varios asuntos legales que necesitaban mi atención, accedí notando de inmediato que eso era un escusa, por alguna razón él parecía haber olvidado el tema de mi hermana y hablaba más relajado de lo normal. Demonios… no sé cómo decir esto Matías, pero… —alzó la vista hasta él con el semblante asombrosamente descompuesto– a Andrea… a mi hermana la han estado extorsionando —Matías sintió que perdería la conciencia; un mareo se apoderó de su cuerpo repentinamente, sus peores temores comenzaron a hacerse realidad, un sudor frío dominó su columna subiendo estrepitosamente hasta la base de su nuca. Intentó con desespero regular la respiración, debía tener calma, así no ganaría nada.

 Cristóbal se volvió a sentar en el sillón con la cabeza hundida entre sus manos, luego de unos segundos recargó los codos en sus rodillas y volvió a mirarlo.

–Ella… le cedió todo lo que nos dejaron nuestros padres a Mayra —al escucharlo sintió que devolvería todo el estómago, sin poder ya mantenerse de pie se sentó en la silla de su escritorio mirándolo con los ojos muy abiertos—. Lo hizo el día que regresó a la capital, mi mujer no me lo ha dicho, ya hace más de seis meses de eso. Mierda, no sabes cómo me siento. Gregorio fue el que hizo todo el trámite y… ¿sabes por qué aceptó tal locura? —Matías no pudo contestarle aunque sabía muy bien la respuesta—. Porque la amenazaron con matarme… ¡¿comprendes?! Un hijo de puta la amenazó, y no sólo eso, también con hacerte daño a ti —eso ya era demasiado, sintió que el aire le faltaba, su corazón latía más rápido que nunca. Tomó bocanadas de aire intentando tranquilizarse y no perder el conocimiento; no obstante, en lo único que podía pensar era en su rostro, en su mirada ausente, en sus ojos llenos de miedo, de desconfianza, en su dolor.

—¿Dónde está Andrea? —eso era lo único que le importaba. Ella le mintió pero no de la forma que buscó hacerle creer,  lo hizo para protegerlo. Cristóbal negó con infinita tristeza.

–No lo sé... Gregorio la ha estado buscando todo este tiempo y no ha dado con ella. Andrea… despareció sin dejar un maldito rastro. Lo último que sabemos es que viajó a Toronto, después… nada. Ya revisé todos sus estados de cuenta, no hay nada, ella… diablos, no ha usado un solo peso ni firmado nada. Matías… –su amigo temblaba como una hoja y parecía haber corrido un maratón de lo agitado que se veía–, Gregorio grabó aquel día que cedió todo a Mayra una conversación entre ellas.  Mejor dicho, lo que Mayra le escupía… Se burlaba… la humillaba… sin embargo, no queda muy claro si es quién la ha amenazado o si simplemente estaba feliz de que le dejara todo y saliera de nuestras vidas. Pero lo más fuerte fue darme cuenta de que Andrea… no se defendió a pesar de que Mayra la provocó una y otra vez –se pasó las manos nuevamente por el cabello lleno de ansiedad–. Dios… oírla hablarle así fue completamente nuevo para mí, era como si fuera otra persona, alguien que no conozco —Matías ya sólo escuchaba sintiendo que el agujero en su pecho y la preocupación, le oprimían la garganta. Perdería el conocimiento en cualquier momento, estaba seguro–. Matías… ¿Por qué quería Andrea proteger tu reputación?, no comprendo… sé que no se llevaron bien el tiempo que aquí estuvo, tú mismo me dijiste que al final las cosas acabaron bastante mal… ¿Por qué ella estaría preocupada por tu vida, por lo que pudieran decir de ti?, ¿tú… sabes algo? Nada es jodidamente claro, me siento envuelto en mentiras, en traiciones. Ella ha sido tan difícil todos estos años, por mucho que intento no comprendo. Tienes una idea de dónde podrá estar. Estoy desesperado por entender, siento que no va a regresar, siento que… le fallé. Veo a Mayra y dudo; sin embargo, no quiero que sepa que sospecho, es como si no la conociera y… me doy cuenta que… a mi hermana tampoco. ¿Por qué mierdas no me lo dijo?, ¿Por qué le dejó todo a ella?... ¿Sabes lo que hizo?... Le dijo a Gregorio que incluyera una clausula en la cesión en la que si tú o yo perdíamos la vida o tú te veías afectado en tu reputación todo sería donado a instituciones de caridad, ¿puedes creerlo?, ¡¿qué carajos está sucediendo?! —Matías sintió la sangre hervir, ya no podía oírlo más. Se puso de pie y caminó hasta quedar frente a su amigo. Era hora de que supiera todo de una jodida vez. Las cosas ya habían llegado demasiado lejos y Andrea podía estar en peligro o peor aún… podría estar… No quiso ni pensarlo.

—Cristóbal… ¿quieres la verdad? —este lo miró extrañado. Matías parecía muy molesto y estaba exageradamente pálido.

 —¿Sabes algo? —quiso saber esperanzado.

—Sí… lo sé todo y debo advertirte que lo que te voy a decir no te va a gustar nada… —por su tono era evidente que no.

—¡¿Qué?!, ¡¿cómo diablos no me lo dijiste?!… ¡somos amigos! –Cristóbal ya se había levantado quedando frente a él y su expresión ya no era la de hacía un minuto, ahora parecía rabioso. A Matías eso le importó muy poco, esto se trataba de ella y ni miles de demonios dirigidos por el mismísimo Satanás podrían, en esta ocasión, lograr que no la protegiera y la sacara de una maldita vez de ese asqueroso infierno en el que vivió la mayor parte de su existencia. Así que le sostuvo la mirada con la misma intensidad.

—¿Quieres saber o no? Estamos perdiendo tiempo en esto y mientras tanto no sabemos dónde está tu hermana… —sus palabras y lo que le decía, eso lo hizo reaccionar, por lo que se alejó estudiándolo molesto.

—Dime de una jodida vez qué sabes… —exigió contenido y los puños cerrados.

—Es mejor que te sientes… —le recomendó pacíficamente.

—¡No quiero sentarme! quiero saber con un demonio lo que sucede… ¿no comprendes? estás hablando de mi vida, de la de mi hermana, de mi esposa… no puedo creer que no me hayas dicho nada, que te lo guardaras sabiéndolo, también se trata de ti —Matías ignoró sus acusaciones recargándose en el marco de la ventana con el cuerpo dolorido por la tensión de cada uno de sus músculos.

–Cristóbal… no tengo pruebas de todo lo que te voy a decir, pero espero que por tu bien, me creas, si no es así, te advierto que no me quedaré con los brazos cruzados y buscaré a tu hermana yo mismo y la protegeré… —su amigo no entendía por qué hablaba de Andrea con esa urgencia y posesividad. No obstante, era su amigo y sabía que no le mentiría y menos si su vida también estaba en juego.

—¡Suéltalo de una vez! —rugió tenso aflojando el nudo de su corbata.

—La persona que ha extorsionado todo este tiempo a Andrea… sí, es tu mujer —Cristóbal recibió la noticia sintiendo que su mundo se venía abajo. Después de hablar con Gregorio y escuchar todo lo de aquella cinta sintió que la mataría él mismo. El abogado le hizo ver que no podían asegurarlo, así que el siguiente paso fue buscar a Matías para saber qué razones Andrea tendría para protegerlo a él también. Saber que su vida estaba en peligro no era grato en lo absoluto; sin embargo, sabía bien quién era y que tenía enemigos, pero sospechar que su esposa podría estar detrás de todo sí lo tenía al límite y sumarle a esa aberración que Andrea estaba desaparecida y que sin consultarlo con él le cedió todo poniendo en juego demasiadas cosas, ya era demasiado. Se sentó en la silla que Matías había estado ocupando y se cubrió el rostro entre sus manos sintiendo que su vida se iba por el drenaje—. Como te dije, no tengo pruebas de esto y créeme que las he buscado… —Cristóbal alzó la vista sin comprender arrugando la frente—. Sí, durante varios meses me dediqué a intentar encontrar algo que la implicara pero… nada. Los reportes que me llegaban solo hacían énfasis en lo ejemplar que era Mayra.

—Entonces ¿cómo lo puedes asegurar?

—Cristóbal… no te engañes… sabes que no miento y también sabes que ella, por mucho que la ames, es capaz… Amigo… no sé cómo decirte esto… pero… debes saber que… tu… mujer, es responsable de la muerte de tus padres —la noticia lo hizo saber que si no hubiese estado sentado se habría caído.

—¡¿Qué?!... ¡¿cómo te atreves?! Lo que dices es muy grave Matías, estás hablando de mi esposa carajo —se acercó hasta él y lo sujetó de la camisa con la mirada desorbitada. Matías se soltó con fuerza haciéndolo a un lado. Lo comprendía, recibir una noticia como esa no era nada fácil—. No puede ser… ellos murieron en un accidente, le dio un paro cardiaco a mi padre.

—Sí… pero tomaba medicina para que eso no sucediera… Piensa un poco, están de por medio demasiadas cosas. Debes escuchar Cristóbal. Sé que es… abominable y que puedes creer que lo invento, a mí aún me parece increíble pero sé que es verdad. Iván solía olvidar la medicina y Mayra aprovechó para darle otra que aumentara el ritmo cardiaco.

—¿Cómo sabes todo eso? —tenía los ojos rojos y llenos de rabia. Parecía acabado y aun un poco incrédulo.

—Porque Andrea me lo dijo… —Cristóbal frunció el ceño sin comprender–. Ella misma… le dio esa pastilla a tu padre, Mayra le recordó que solía olvidarla y la instó a dársela cuando iban de salida. A los minutos sucedió el accidente donde ambos perdieron la vida. Andrea… no comprendió cómo era que le dio un ataque si ella misma le dio en su mano la pastilla. Pero… Mayra se lo dijo al poco tiempo y ahí comenzó la pesadilla de tu hermana. Mayra la amenazó con meterla presa a un reformatorio pues ella fue quien se la dio —Cristóbal sintió un sudor espeso que le recorrió lentamente el cuerpo. Recordó de inmediato aquellos días, fueron los más horribles de su existencia. Adoraba a sus padres y de repente todo su mundo se vino abajo sin poder detenerlo. Recordaba a Andrea llorosa y muy deprimida, no se soltaba de él en ningún momento y llegó al grado de buscarlo por las noches para que le permitiera dormir en su cama. Ella siempre fue muy dulce y él hubiera hecho cualquier cosa por su hermana menor; sin embargo, también sufría y mucho, así que en la única que podía recargarse era en Mayra que se portó tierna y paciente, asumiendo el control de la casa y de Andrea sin chistar, mientras que él intentaba asimilar su nueva vida. Recordó, con un poco de esfuerzo, el cambio repentino en la actitud de Andrea, de pronto comenzó a ser grosera y demasiado posesiva con él, al grado de agredir a Mayra si ésta se le acercaba. Él se sentía rebasado, por lo que no había tenido tiempo de ver qué era lo que la tenía así, además de lo obvio. Decidió creer lo que su ahora esposa le decía. Andrea estaba así porque no se reponía de la muerte de sus padres, se negaba a aceptarla y lo único que le quedaba era él. En ese instante, como si de un foco prendido repentinamente se tratase, su cambio tan abrupto cobró otro sentido. Andrea era apenas una niña cuando todo ocurrió y él… la dejó a cargo de Mayra a pesar de que miles de veces le rogó que la corriera—. Cristóbal, lo siento… yo… no quería que te enteraras así, pero esto ya es insostenible y si no te dije nada al principio fue porque creí que podía ayudarlos y al mismo tiempo no ponerlos en peligro, pero luego… luego ella lo negó todo y me hizo creer que me mintió —su amigo parecía no escucharlo, estaba serio y pálido.

—Quiero saberlo todo… absolutamente todo, porque supongo hay más… así que dime de una vez qué es lo que sabes, qué fue lo que te dijo Andrea —no parecía más tranquilo; no obstante, estaba listo para escuchar la verdad por primera vez en su vida. Matías se sentó en una silla frente a él deseando con toda su alma que esa pesadilla se terminara pronto y volviera a ver a esa mujer por quien daría hasta el último aliento sin dudar.

—¿Seguro? —este asintió serio y muy demacrado—. Fueron muchas cosas y… Andrea sólo me contó algunas, supongo porque eran las que yo deduje —le narró cómo Mayra propició el accidente en el caballo, porqué Andrea se reveló ante su matrimonio ya que la amenaza de que la metería a la cárcel le dio lo mismo con tal de que no se casaran. También cómo su mujer tuvo que recurrir a chantajearla con su vida para poder doblegarla más adelante. Los golpes en la espalda cuando echó a perder una de sus cenas; los cambios de escuela, las drogas entre sus cosas y… los hombres en su habitación. Conforme Matías avanzaba e iba relatándole todo, un dolor agudo se iba clavando en su alma como si una navaja bien filosa estuviera ahí dando vueltas en el centro de sus ser sin detenerse y logrando cada vez llegar más hondo. Respirar empezaba a ser casi imposible, abrió un par de botones de la camisa y se limpió el sudor con el puño de su ropa.

 Él lo recordaba todo, pero sin saber porqué ahora lo veía desde otra perspectiva. Le creía, en el fondo de su corazón le creía y de repente todo cobró sentido. Cada cosa, cada detalle… Él decidió creerle a Mayra, siempre lo hizo. Andrea intentó advertirle más de una vez, pero la imagen que tenía de ella estaba ya tan deteriorada  que no la escuchó, así que cada insinuación se la había contado a Mayra y después, su hermana se ponía peor o lucía más deprimida y más rebelde. Recordaba sus ojos, siempre desconfiados y temeroso; no obstante siempre indiferente y altiva. Al principio se defendió con fiereza; sin embargo, con el paso del tiempo recordaba cómo dejó de hacerlo. Sintió escalofríos por todo el cuerpo. Andrea se convirtió en una joven cínica, conflictiva y ahora entendía porqué, no había tenido otra opción, jamás la tuvo y él era el único culpable. Andrea era su responsabilidad y se la cedió a Mayra pensando que ella sabría más de esas cosas y que podría educarla en lo que tomaba las riendas del conglomerado con ayuda de Gregorio. En aquellas épocas contaba con tan solo veinte años maldición, no tenía ni una jodida idea de cómo enfrentarlo todo. Sin embargo, ella había sido una niña y se la había puesto en charola de plata.

Se levantó de nuevo sintiendo que le faltaba el aire ya de una forma total, su hermana, su pulga -como solía decirle, pues no paraba de saltar por todos lados de pequeña-, ella… cedió su vida por la de él y ahora… no sabía cómo podría volver a verla a los ojos.

—Matías… debo encontrarla, debe saber que sé todo, que ya no debe temer… por Dios ¡Qué ciego he estado! Metí a mi cama a la mujer que mató a mis padres ¿comprendes lo que eso implica?... he sido un estúpido. Maldición, esto es… repugnante, inverosímil —si hubiera estado en su casa sabía que habría golpeado algo de la desesperación y furia. Lo engañaron, esa mujer lo usó, ahora lo veía muy claro, existieron señales, pero las ignoró por estar siempre tan ocupado y ahora se presentaban ante él tan claras que se sentía un estúpido por haberlas hecho a un lado.

—Cristóbal, lo siento, de verdad lo siento mucho. No sé qué decirte… —su amigo se limpió violentamente las lágrimas que salieron de sus ojos sin poder evitarlo.

—¿Crees que algún día logre que me perdone?, ni yo mismo podré... ahora la entiendo, sé porqué se comportaba así, porqué se volvió de esa forma y ¿Cómo no?, esa es una carga que jamás debió sufrir, no puede ser tanta atrocidad… por Dios, esta es una pesadilla, un maldito infierno —varias lágrimas más de desesperación, decepción, dolor y ansiedad se le escapaban sin poder contenerlas. Su mujer era un monstruo, uno de verdad.

—No lo sé, pero tu hermana es la mujer más fuerte y noble que he conocido, confío en que algún día lo haga —de pronto se dio cuenta de cómo Matías se expresaba de ella, de cómo le cambiaba la voz al pronunciar su nombre. De algo se estaba perdiendo. Frunció el ceño y giró hacia él intrigado.

—¿A qué te refieres con eso?... Matías ¿hay algo más que no sepa? —Matías se levantó regresándole la mirada serio.

—Sí Cristóbal, algo trascendental en mi vida, yo… amo a tu hermana —el hombre abrió los ojos petrificado–. Ella… es mi razón, mi único motivo.

—Pero… ¿cómo?, ¿por qué?... ella… Dios, Andrea no es fácil de tratar, sé que es mi culpa y te juro  que la entiendo, todo esto es una abominación y mi hermana se ha llevado la peor parte, pero… —su mente estaba sufriendo una enorme coalición ya no lograba pensar con claridad.

—Continúas en un error Cristóbal, tú no tienes idea cómo es en realidad, Andrea… no es lo que piensas. Ella lo cambió todo aquí, trabajó sin parar, jamás se quejó, se echó a la bolsa a todos y… a mí también. Tu hermana… es la mujer más valiente, más inteligente y más fuerte que nunca había visto, eso te lo juro.

—¿Por… eso lo sabes todo? ¿Ella… te lo confió? —nada era lo que creía.

—Sí  y no sabes lo que me costó sacarle la verdad. Le prometí ayudarla y fue por eso que puse gente a investigar, como ya te dije no obtuve nada.

—Pero… tú me dijiste que las cosas acabaron mal —Cristóbal ya no sabía qué pensar, qué sentir, su mundo se estaba viniendo abajo y estaba seguro que eso apenas era el principio. La expresión de Matías cambió de inmediato.

–Así fue… un día, sin más, me dijo que todo lo que me reveló sobre Mayra era mentira  y que… no sentía nada por mí.

—Diablos, no comprendo… ¿ella también te quería?

—Sí, sé que debías saberlo, pero Andrea vivía con miedo de que Mayra se enterara, por eso callé, de otra forma te lo habría dicho enseguida…

—Esto es…

—Cristóbal, no sé qué sucedió, no sé por qué cambió así y me dijo todo eso, pero ahora puedo jurarte que alguien la obligó. Andrea notaba que las investigaciones no avanzaban y que el tiempo seguía corriendo, Mayra… —se quedó en silencio un minuto recordando todas y cada una de sus palabras, ahora comprendía su expresión, ella  lo intentó proteger.

—Mayra ¿qué?.. .esto ya no puede ser peor Matías —rogó en su interior para que así fuera, aunque sabía muy bien que se llevaría un chasco.

—Mayra le dijo que al regresar de aquí la dejaría en paz y a ti con vida si le cedía todo y desaparecía para siempre de sus vidas. ¿Ahora comprendes lo que sucede, por qué Andrea le cedió todo?... ¿por qué no dudó? supongo que… de algún modo contactó con ella y no sé cómo se enteró de lo que había entre nosotros, así que… la amenazó con hacerme daño, no encuentro otra explicación —Cristóbal continuaba pálido y serio, muy serio. Sin embargo, comenzaba a parecer que se hacía dueño de la situación; en sus ojos verdes empezaba a crecer cierta determinación que lo tranquilizó.

—Esa mujer me las va a pagar, te juro que esto no se va a quedar así, yo mismo la voy a matar, gran hija de perra.

—Yo mismo pensé en hacerlo muchas veces, pero eso sólo empeoraría las cosas y tu obligación es proteger a Andrea, no puedes cometer ningún error que la ponga en riesgo, eso no lo puedes permitir ¿comprendes?

—¿De verdad la amas tanto? —parecía demasiado sorprendido. Matías se perdió en el inmenso jardín.

–Tanto que duele Cristóbal.

—Hijo de puta… debería golpearte, es diez años menor que tú y… te la confié, pero me vería ridículo poniéndome en ese papel después de lo que ha vivido por mi culpa —rio amargamente; sin embargo, no bromeaba en lo absoluto, Andrea aún era muy joven, pero con todo lo que tuvo que pasar era muy probable que tuviera mucha más madurez que incluso él–, además, fuiste el único que creyó en ella e intentó protegerla, aunque eso debí haberlo hecho yo… –un sollozo ahogado quedó en la mitad de su garganta–. Le fallé Matías, le fallé a lo único que me queda en el mundo, a mis padres —las lágrimas volvieron a salir sin más—. Debí cuidar de ella. Andrea era feliz, no tenía por qué haber pasado por todo esto, no tenía por qué vivir todo lo que ha vivido. Ella debería estar aquí, conmigo, segura, viviendo lo que cualquier chica de su edad, no ésta monstruosidad. Dios… ¿Qué hice?... aunque ella pudiera llegar a perdonarme, yo no podré, nunca podré.

—Cristóbal… no hables así, debes ser fuerte, tu hermana te necesita. Andrea sólo vivirá tranquila hasta que esa mujer este en la cárcel.

—O muerta…

—¡No!, ella debe pagar lo que hizo y lo que ha hecho, la muerte no es suficiente… —escucharlo hablar con el mismo odio que él sentía lo impactó–. Haremos esto juntos, la hundiremos, te juro que lo haremos —la vehemencia con que lo dijo no dejaba de asombrarle, en serio estaba enamorado.

—Matías… ¿por qué dices que no la conozco?… dime… necesito saber cómo era aquí… quiero saber de ella, su carácter. Antes se la pasaba sonriendo, era tan fácil tenerla feliz; quiero que me digas cómo es ahora. Me doy cuenta que no soy mejor persona que esa… mujer. María ¿sabe todo esto?, ¿tus padres?

—No ellos no, solo María. Ella fue la primera en saber que algo sucedía con tu hermana. Sabes lo dura que es y desde el primer día… la defendió, aun creo que cree en ella, tu hermana hizo milagros en este lugar Cristóbal.

—Todos lo vieron tan claro, tú, María, Gregorio y… yo… yo debía de ser quien mejor la conociera, quien supiera que algo no estaba bien…

—Deja de hacerte eso, no tiene sentido. Ahora mismo te juro que me arrepiento de no haberla encerrado en una habitación aquella tarde hasta que me hubiera dicho lo que en realidad estaba pasando. Saberla sola y con miedo créeme que me está partiendo en dos, daría mi vida porque no hubiera pasado por todo esto, pero no puedo, así que no vale la pena pensar en lo que pudo ser, sino en lo que haremos, en cómo la sacaremos de todo esto —hablaba de ella de una forma que ni siquiera sospechaba; su casi hermano y su hermanita… era una locura, otro hecho sin precedentes. No obstante, Matías era su amigo desde pequeños y aunque no le acababa de convencer la diferencia de edades, le quedaba claro que si existía un hombre en el que pudiera confiar y que sabría cuidar de ella, ese era él.

—No te reconozco Matías, jamás hablaste así de Tania –admitió con la mirada perdida en un pisa papel que tenía entre sus manos. Necesitaba pensar con claridad, fríamente, no hacer nada apresurado.

—Esto me ha costado mucho, la amé, te juro que sí, pero con Andrea es… diferente, desde el primer momento lo fue. Me atrajo casi al día siguiente que llegó; desde ese momento se metió en mí y ya no pude evitarlo. Te juro que luché, luché por no sentir eso… sé que nos llevamos varios años y que crecimos juntos, pero no pude… me atraía como un imán y… me intrigaba demasiado, tu hermana envolvió mi alma, así de simple. Lo siento Cristóbal, supongo que debí haber luchado con mayor ahínco… ella fue más madura que yo e intentó alejarme, pero al final… yo sabía que sentía lo mismo y… ya no pudimos negarnos más.

—No digas nada… si ella te correspondió fue porque también lo deseaba. Ahora me doy cuenta de que mi hermana no hace nada porque sí.

—Nada. Por eso cuando cambió tan abruptamente de actitud me desconcertó tanto. Fue cínica, indiferente, su mirada era… vacía y… no logré sacarla de ahí, al contrario, entre más insistía en que no le creía, más duro atacaba, no tienes idea de las cosas que me dijo, fue hiriente y al final, logré convencerme…

—Sé a qué te refieres… esa es la Andrea que yo conozco. No sabes cómo me irritaba que se portara así.

—Puede ser demasiado frustrante, pero era una forma de defenderse, de protegerse. Ella ya estaba muy cansada de todo esto cuando me lo confesó, no comprendo de dónde sacó más fuerzas para hacer lo que al final hizo.

Duraron un par de horas más conversando sobre ella. Cristóbal le suplicó le contara su estancia ahí, necesitaba llenar su cabeza, aunque fuera por un instante de cosas agradables y saber de ella, era más que eso. Matías lo hizo a pesar de sentir que cada palabra lo llenaba de nueva ansiedad. Omitió los detalles íntimos, esos no le concernía por más hermanos que fuesen, por otro lado, ya estaba teniendo bastante con hacer una remembranza de los meses más felices de su vida.

Cristóbal suspiró impresionado y muy afectado. Su hermana era asombrosa; a pesar de lo que vivió, se convirtió en una gran mujer, eso lo llenó de orgullo, de admiración. Cualquier otra habría decidido tomar muchos caminos y ella eligió el más digno. ¿Cómo conseguiría volver acercarse a ella?

—Creo que es momento de pensar en lo que vamos a hacer… tengo miedo de que algo le haya sucedido, es inteligente pero… —ambos estaban sentados en la sala uno frente al otro.

—No digas eso. Gregorio ha estado buscándola y no hay registros de que le hubiera pasado algo… Andrea está bien… debe estarlo ¿comprendes?... si no te juro que Mayra lo pagará con su propia sangre; esa mujer aún no sabe de lo que soy capaz —ver la resolución en sus ojos lo hizo saber que Cristóbal se comportaría como debía, que protegería al fin con su vida a esa mujer que tanto adoraba y que terminaría con toda esa pesadilla de una maldita vez.

—Cristóbal, ¿crees que te tiene vigilado?

—Ya lo había pensado, por eso quise venir personalmente y no te dije nada por teléfono.

—Entonces debemos ser cuidadosos. Hay muchas cosas en juego…

—Lo sé. Lo que aún no comprendo es porqué Mayra no ha tomado formalmente lo que Andrea le cedió. No sé qué está esperando…

—Nada bueno, esa mujer es todo un alacrán, lo siento pero es la verdad. Sin embargo, debes fingir… sé que será difícil pero ella no debe sospechar nada, si lo hace podría buscar a tu hermana y encontrarla antes que nosotros, no podemos permitir que eso suceda, eso sí terminaría con Andrea si es que no lo hizo ya.

—La encontraremos y estará bien, lo juro –el hombre se recargó en el respaldo del sillón bufando aún rabioso–. No tienes idea del asco que me produce y lo difícil que va a ser todo esto, pero sé que no hay opción. Debo ser muy cauteloso, tu vida, mi vida, la vida de Andrea y el trabajo de millones de personas está en juego, no puedo cometer un solo error.

—Tenemos que buscar pruebas que la hundan, contrataremos una agencia extranjera. Justo cuando Andrea se fue, lo iba a hacer. Tengo la sensación de que Mayra pagó por su silencio a las que contraté.

—Bien, tú encárgate de eso, yo no debo hacer nada estúpido, no tengo idea de hasta dónde me tenga vigilado y si está actuando sola, algo me dice que no. Así que todo será por medio de ti y Gregorio. Él ya se puso a mi disposición y sé que cuando sepa todo esto contaré con su ayuda sin dudar —un hombre decidido y calculador ya era quien hablaba. Juntos acabarían con todo esa monstruosidad.

—Lo que debemos hacer es primero encontrar a mi hermana y al mismo tiempo buscar pruebas contra Mayra. Cuando encontremos a Andrea será necesario llevarla a un lugar seguro, porque una vez que todo se destape no sé qué vaya a suceder, esto va a ser una bomba mediática y varios intereses van a estar en juego, sin contar que mi mujercita —lo decía con odio– pueda hacer que la busquen y encuentre otra manera de extorsionarla. Creo que el mejor lugar será aquí… después de todo ella no sospechará que Andrea está contigo si fue quien la hizo irse.

—De acuerdo, yo me encargaré de encontrarla y traerla de regreso. Una vez que así sea… ¿Qué harás?

—Comenzará todo, haré una acusación formal con la asesoría de Gregorio, pero antes debo hacer que toda la gente que ha estado implicada de una u otra forma esté dispuesta a declarar. No hacer nada hasta que esté seguro de que nunca saldrá de la cárcel y eso puede llevar un tiempo. Mientras tanto, mantendré ocupada a Mayra con el pretexto de abrir un centro comunitario donde todas sus amigas de sociedad mueran de envidia; ella se enfrascará en eso y no sospechará lo que poco a poco va ocurriendo a sus espaldas.

—Pareces tener todo bien maquinado…

—Gregorio fue el que me dio esa idea… ese viejo es todo un lobo de mar. Gracias a Dios está de mi lado.

—Lo mejor será nada de correos electrónicos, ni nada de llamadas telefónicas en las que digamos algo sobre esto. No sé si exagero, pero podrías tener las líneas intervenidas y las cuentas también.

—Sí lo pensé, compraré un móvil cualquiera… por ahí podremos comunicarnos cuando se trate de esto.

—Cristóbal, no harás nada hasta que Andrea esté aquí, segura.

—Por supuesto que no, lo único que en realidad me preocupa es que su vida va a quedar expuesta y si esto llega hasta el fondo, Andrea va a tener que declarar todo lo que esa alimaña le ha hecho y si todo esto no la ha destrozado creo que recordar  lo que tuvo que pasar de esa forma, si lo hará. Por muy fuerte que sea, nadie puede superar algo así sin ayuda…

—lo sé y… también me preocupa. Debes de saber que la última vez que la vi, no era ella. Era como si…su alma hubiera abandonado su cuerpo. Sin embargo, debemos confiar en que podrá, es la única forma de que en verdad pueda volver a vivir, no hay otra opción, no podemos mantenerla escondida toda la vida y tú atado a esa mujer, además, que en algún momento tomará posesión de todo y las cosas se pondrán peor.

—Sí, estoy consciente de ello… —dio un largo suspiro sobándose la sien; la cabeza le estallaría en cualquier momento—. Esto es una pesadilla Matías, jamás creí que a mí me podría pasar algo así. Pero te juro que todo terminará y mi hermana volverá a sonreír alegre y despreocupada como me la describes, como solía y así tenga que pasar toda una vida para reivindicarme ante sus ojos, lo haré. Ella será feliz de nuevo, eso es lo que más quiero, ya nada más me importa.

—Tú también lo serás… aunque supongo que también pasará un tiempo para que encuentres la manera de perdonarte… sin embargo, lo harás… porque Andrea lo hará… la conozco y te perdonará… no lo dudes —Cristóbal torció la boca a manera de sonrisa. Matías tenía una fe ciega en ella y eso le agradaba, definitivamente se la merecía y esperaba que después de todo lograran estar juntos. Ambos debían ser felices.

—Gracias Matías, gracias por ser mi hermano y por… quererla como lo haces. Todo esto debe de estar siendo demasiado duro también para ti. Ojalá que puedan volver a estar juntos, de verdad lo deseo, aunque será muy extraño.

—No me agradezcas nada, tú también lo eres, lo sabes… y sí, es extraño —una hora después Cristóbal abandonó la hacienda. Matías se sentía más tranquilo y más preocupado a la vez. Saber que mintió para protegerlo y sostuvo esa mentira de una manera tan espectacular para que a él no le pasara nada, sólo logró que el sentimiento que estaba intentando enterrar resurgiera con mayor intensidad. Pero por otro lado debía encontrarla, no sabía dónde estaba, ni si estaba bien. Le dolía pensar cómo sucedió todo y comprender a todo lo que esa mujer la había orillado.

No perdió el tiempo y se puso en contacto de inmediato con las diferentes agencias de las que su padre le mandó los datos. Todas eran de Estados Unidos, se trataba de ex miembros de la Interpol o del FBI y ahora, como solían hacer esas personas, se dedicaban a investigar y encontrar gente. Concertó varias citas, contrataría una para cada cosa, no escatimaría en gastos, la encontraría y hundirían a esa mujer de una maldita vez así le llevase la vida y todos sus bienes.

Esa misma noche, después de hacerle una breve reseña a María que la dejó helada, salió rumbo al país vecino. Dos citas eran en Florida, otra en Chicago y otras dos más en Nueva York. Todas parecían ser agencias serias y muy confiables. Incluso compartían un contrato de confidencialidad en el que, si ellos no lo cumplían, Matías podía hacerlos pedazos en dos segundos. Al final se quedó con la de Chicago y una de Nueva York. A los seis días regresó a Veracruz realmente agotado.