Smoke Jensen has a good woman by his side. Now all he needs to make Sugarloaf the best cattle ranch in Colorado is John Chisum's prime steer. But a cattle war has turned the landscape into a battleground, and a ruthless gang of rustlers is hot on Smoke's trail. The bullet-proof mountain man is determined to get what he wants -- even if he has to blast every one of the dirty desperadoes back to hell!

From the bestselling authors of Black Friday, Tyranny, and Stand Your Ground comes a shattering novel of the last days of civilization—and the final battle for humanity… DON’T OPEN TILL DOOMSDAY Six weeks ago, former US Marine Patrick Larkin purchased shares in a massive high-tech, state of the art underground missile silo for his family. It was a decision based on easing his wildest, most unimaginable nuclear fears. But then reality strikes with devastating suddenness, razing cities in a searing flash across the nation, all of it witnessed by terrified Americans on TV and the Internet. No one knows who pulled the trigger. No one knows if the last day on Earth will ever end. But Larkin and his family are the lucky ones—or so they think… Holed up in their fortified sanctuary, with a maximum capacity of three hundred people, the bunker is pushed to its limits—and so are the people locked inside. Tensions rise. Panic erupts. Outside, armed marauders surround the bunker—and they want in. Larkin has to convince the others they must work together as a team to survive. And they must kill without mercy to stay alive… MAYBE THE DEAD ARE REALLY THE LUCKY ONES….

Seudónimo de Enrique Montoro Sagrista HAY muchas formas de morir, aunque todas resulten desagradables para el que muere. Unas heroicas, otras patéticas, desgraciadas e incluso desgarradoras, pero él, un hombre llamado Murray Lerkins, campesino, iba a morir estúpidamente. Estos eran los pensamientos de Murray mientras contemplaba el trágico nudo que oscilaba lentamente ante sus ojos. Derecha izquierda..., derecha..., izquierda..., derecha..., izquierda...

Seudónimo de Enrique Montoro Sagrista LA diligencia había sido asaltada a media mañana. El terror, penetrando como una lanza apache hasta el corazón de Ivonne Weiner, la paralizó mientras duró la salvaje y sangrienta lucha. Ivonne, hija del senador Thomas S. Weiner y de una dama francesa de Nueva Orleáns, procedía de San Antonio y se dirigía a El Paso, donde la esperaba una tía suya, hermana de su madre.

Seudónimo de Enrique Montoro Sagrista PETER Clinton apoyó su arrugada frente en los helados cristales de la ventana y miró hacia la calle principal de la población, donde la lluvia había convertido el polvo en sucio barro. El día anterior, Peter había cumplido sesenta años y por ello se consideraba un hombre afortunado.

Seudónimo de Enrique Montoro Sagrista EL jinete cruzó la frontera por el vado de Alamillo Cañón. Cuando los cascos de su caballo se hundieron en la orilla mejicana, el hombre tiró suavemente de las riendas, deteniendo la marcha de su montura. Se ladeó sobre la silla de montar y lanzó una mirada hacia atrás. A su espalda había quedado la tierra rojiza de Texas.

Seudónimo de Enrique Montoro Sagrista HABIA empezado a llover a media tarde y el polvo de la senda se había convertido en barro. Abundaban los charcos de agua cenagosa y la lluvia formaba una densa cortina. La noche era muy oscura y resultaba imposible ver más allá de cinco yardas./p> Para el hombre que conducía la carreta arrastrada por dos fuertes y resistentes caballos, lanzados a un alocado galope, los relámpagos que desgarraban el oscuro cielo, eran como faroles que se encendiesen y apagasen. Y eran también lo único que le permitía saber en qué lugar estaba la senda.