La mujer perdida
Abandonada por su tutor, despreciada por su prometido, la frágil Regan encontró consuelo en los brazos de un extraño. Travis, apuesto y salvaje, atraído por la inocencia de aquella joven, la hizo suya… sin imaginar que ella poseía una voluntad de hierro que le aguardaba un peligroso y apasionado destino de amor.” La casa Weston se hallaba, serena y silenciosa, en medio de casi una hectárea de jardines. Era una casa pequeña, sin mayores pretensiones, que parecía exactamente lo que era: la vivienda de un caballero inglés en 1797. Sólo un observador muy perspicaz podía percatarse de que dos de las canaletas para la lluvia estaban un poco hundidas, o de que a una de las chimeneas le faltaba una esquina, o incluso de que en algunos bordes la pintura comenzaba a deteriorarse. Dentro, la única habitación totalmente iluminada era el comedor, pero allí también se advertían rastros de abandono. En las sombras, el tapizado de las sillas georgianas estaba deshilachado y descolorido. Los adornos de yeso del altísimo techo habían empezado a cascarse, y en una pared había un espacio más claro donde alguna vez hubo un cuadro. Pero la muchachita que estaba sentada a un lado de la mesa no prestaba atención a todas las imperfecciones de la habitación, pues tenía los ojos fijos en el hombre que se hallaba frente a ella.