Los parientes pobres
«A los pobres los tendréis siempre con vosotros.» Son palabras de Cristo. Los pobres estarán siempre en el mundo, nunca dejarán de existir por mucho que la Humanidad progrese y por mucho que cambien los sistemas políticos y sociales. Eso lo dijo Cristo que no puede engañarse ni engañarnos. Pero no dijo sólo eso. No dijo: los pobres estarán ahí. Dijo: los tendréis con vosotros. Es decir: serán cosa vuestra, os estarán encomen¬dados, seréis responsables de ellos. Y esta responsabilidad es, naturalmente, mucho más grave cuando se trata de nuestros parientes, los que están unidos a nosotros por lazos de sangre. Todos tenemos «parientes pobres», aunque a veces prefiramos ignorarlos u olvidarlos. Pero «pobres» no son sólo aquéllos que no tienen dinero, sino los débiles, los mal dotados para la lucha por la vida, incluso los que son víctimas de sus propios pecados... Todos los afligidos, en fin. Por eso puede darse la circunstancia de que los ricos en dinero sean pobres en otras cosas y se vean reducidos a solicitar la misericordia de aque¬llos mismos «parientes pobres» a quienes en otro tiempo humillaron con su desdé.». Uno de estos casos es el que relata la novela que tiene usted en la mano: dos familias, unidas por un próximo parentesco y separadas por un abismo económico y social, que se enfrentan en un conflicto definitivo entre la venganza y el perdón, entre el deber cristiano y la más poderosa de las humanas pasiones: la soberbia. Un terrible combate, del que depende la suerte de muchas personas y que se riñe dentro de la con¬ciencia de un hombre.