El temor de la Fundación
Hari Seldon, el padre de la psicohistoria en la serie Fundación de Isaac Asimov es el protagonista de esta novela que forma parte de un experimento en continuar expandiendo el universo asimoviano (junto con David Brin y Greg Bear). Un universo, por cierto, que el propio Asimov expandió hasta límites del big-bang cuando decidió fusionar Fundación con sus otras novelas de robots. En esta novela de Benford, el futuro guía de la galaxia hace oposiciones a Primer Ministro en el marco incomparable del mítico planeta Trantor. El resultado es el siguiente: intentos de asesinato, política galáctica, y por supuesto, el desarrollo de la disciplina conocida como psicohistoria al fondo. Con la ayuda del inefable R. Daneel Oliwav y de su propia esposa Dorrs (otro robot humaniforme), Seldon se enfrentará a unas cuantas cosas que no figuraban en el plan original de Asimov para la serie: una rebelión de seres mecánicos, experimentos con chimpancés, discusiones en el ciberespacio entre Voltaire y Juana de Arco, y ¡alienígenas! En las propias palabras de Benford citadas por Miquel Barceló: «Siempre me he preguntado sobre algunos aspectos cruciales del Imperio imaginado por Asimov. ¿Por qué no hay alienígenas en la Galaxia? ¿Qué papel desempeñan los ordenadores? ¿Y los robots? ¿Cómo llegó la teoría de la Psicohistoria a ser como es? Y, finalmente, ¿Quién era Hari Seldon, como persona, como Hombre?».En un periplo alrededor de la galaxia, Seldon será el instrumento de Benford para responder a estas preguntas. Si la galaxia es tan grande y fértil, ¿por qué no hay otros seres inteligentes? El propio Asimov introdujo en sus últimos libros de la serie tecnología de computación para ayudar a Seldon a hacer sus cálculos. ¿Cómo de sofisticados eran esos ordenadores? La respuesta a la última pregunta la van a dar Voltaire y Juana de Arco, dos simulacros antiquísimos encontrados en un planeta conocido como Sark, llamados a discutir en público sobre si se debe o no fabricar seres mecánicos complejos (robots otra vez), algo que el máximo interesado en evitar es un tal R. Daneel (sus razones tiene). Este debate Fe contra Razón es uno de los mejores elementos del libro, seguido de cerca por la teoría de Benford acerca de los alienígenas en el universo asimoviano (adivinen dónde están).Desde luego, este es un libro de Benford y no de Asimov, el estilo es de Benford. Y las ideas también aunque este trabaje dentro de un marco establecido por otro. Por ejemplo —y aunque parezca una autoexpropiación— Benford coloca un cuento suyo (precisamente el de Voltaire y la Doncella de Orleans) dentro de un universo narrativo ajeno. Y lo encaja a la perfección. Benford también reconoce su otra deuda consigo mismo: elementos de esta novela están «conceptualmente» relacionados con una de las mejores obras del propio Benford, la serie del centro galáctico. Pero, curiosamente, cuanto más se acerca al final la novela, más clara es la voz de Asimov, más atados están los cabos sueltos y más resuena ese final del Imperio Galáctico que provocará la aparición de la Fundación.Aparte de eso, Benford se toma el asunto con bastante humor algunas veces, como cuando alguien exclama sobre la posibilidad de construir robots: «Han diseñado tiktoks (los servomecanismos equivalentes a robots de baja inteligencia del Imperio) autónomos. Dicen que pueden mantener el control usando sólo tres leyes básicas ¡Imagínese!». O todas las veces hacia el final que Seldon está a punto de decir «Fundación» pero la idea se le escapa.Muy bien encajado, con ideas originales para renovar un clásico de la ciencia-ficción y quedar bien parado en el camino.