
Capítulo 47
Sábado, 9 de octubre de 1999, 10:15 PM
Interior del estado de Nueva York
El observador sabía que Anatole no estaba muerto de veras. Se había atrevido a acercarse lo suficiente como para asegurarse de que así era. Podía sentir la vida de Anatole de lejos, pero sólo la cercanía le permitía aceptarlo.
Ya son varias las noches que lleva inmóvil, postrado en el suelo en medio de la extravagante y horrenda escultura, a los pies de una extraña protuberancia de formas femeninas sobre la que depositó el sucio manto la noche de su llegada.
El observador no ha enviado informe alguno desde que entrara aquí. Aunque sus apuntes se amontonaban, no ha venido nadie para recogerlos como planearan mientras estaba dentro de la cueva. A pesar de los peligros, sobre todo dentro de la cueva. Pero el observador no se atrevió a alejarse ni por un momento para investigar las causas. Anatole podría revivir de un momento a otro y se perdería la revelación. O puede que el profeta musitase algo en este sueño semejante a la muerte.
Además, hace tiempo que el observador había desistido de intentar dibujar la intrincada escultura de esta cueva. Más aún, no sentía interés alguno en intentar comunicarse con los Vástagos, medio vivos al parecer, que se han convertido en parte del conjunto del diseño. Sí que dibujó bocetos de estos Vástagos, pero eso no le llevó mucho tiempo.
Se limitó a esperar y, escarmentado aún por aquella noche en la casa de Atlanta, los ojos del observador no perdieron de vista a Anatole a pesar de lo abrumador del letargo y el aburrimiento que lo invadían.