Capítulo 46

Jueves, 7 de octubre de 1999, 1:22 AM

Interior del estado de Nueva York

Nunca había visto así a Anatole. Nunca se había sumido en el letargo. Nunca había estado cerca, siquiera. Nunca había estado hechizado. Nunca había dormido más de una noche seguida. Nunca había decidido hacerlo.

Sí, ha llegado a meditar durante largos periodos de tiempo. Recuerdo cierta ocasión en la que el demonio Kupala, que se fijó en Anatole cuando mi amigo consiguió el poder de la sangre de Octavio, le acosó durante días y noches sin fin, por lo que Anatole entró en un profundo estado de meditación a fin de alejar su mente y sus pensamientos del demonio. Aquel trance duró cerca de tres meses, lo cual es mucho más que los treinta días aproximados que lleva aquí, pero no se parecía en nada.

En aquel estado meditativo, Anatole se colocó lejos del alcance de todos a excepción de él mismo y sus allegados, de modo que pude seguir comunicándome con él. Pero esta vez...

Esta vez Anatole parece que haya muerto. Ocurrió anoche. La última chispa de su consciencia se apagó. Sin lucha, sin previo aviso, mi amigo se hundió en la noche.

Esta noche, también yo me siento inexplicablemente cansado. Como si el peso de los sueños y responsabilidades de Anatole me hubiera sido transmitido. Tengo tanto que hacer, como seguirle el rastro al intruso, a esa voz que habla con Anatole sin dirigirse jamás a mí.

No lo conseguí. En cualquier caso, no me siento tanto como si le estuviera fallando a Anatole sino como si me estuviese reuniendo con él.

La oscuridad se cierne y no tarda en devorarme.