Capítulo 12

Miércoles, 23 de junio de 1999, 4:50 AM

Una residencia urbana

Estados Avondale, Georgia

El príncipe Benison (no, Benison a secas ahora) pugnó por recuperar la consciencia. El amanecer no era inminente todavía, pero se encontraba cerca, y se sentía tan débil que la más tenue promesa de su llegada enviaba espasmos de aletargada somnolencia a sus brazos y piernas. Era una sensación horrible para alguien de un físico tan dotado, pero Benison apretó los dientes y consiguió incorporarse hasta quedar sentado.

El Malkavian sabía que se encontraba al borde del letargo, el profundo sueño recuperador que necesitaba a veces su especie para sanar las heridas que habrían terminado de sobra con un mortal. En el caso de Benison, el daño no era tanto físico como emocional. Pero la causa de su herida más profunda, la pérdida de su querida Eleanor, era también lo que le impulsaba a moverse, a anhelar, a existir. Se veía impulsado por la necesidad de vengarla. Si los otros creían que antes estaba loco, ahora se encogerían ante el espectáculo de su terrible naturaleza.

Mas ahora era Benison el que se encogía. El Malkavian volvió a derrumbarse. No necesitaba estar sentado para escuchar el grito de ayuda que resonaba en su cabeza. No era la voz de su dulce y amada Ventrue desde la tumba (aunque sí que había hablado con ella mientras dormía por el día), sino la de la Toreador, Victoria Ash. Una de las primogénitas en la que había sido su ciudad.

Así que también ella había sobrevivido. A pesar del extremo agotamiento que le hacía sentir su cuerpo tan liviano y pesado a un tiempo como la materia de las lejanas estrellas, Benison consiguió esbozar una triste sonrisa. La mujer sobreviviría, pensó. Su especie lo conseguía a menudo. Los bellos siempre encontrarían benefactores.

Ella buscaba uno en aquellos instantes. Quizá no hubiese escapado, sino apenas sobrevivido, y ahora despertase para descubrir que se encontraba presa del Sabbat. Aquello también tenía sentido para Benison. El Sabbat disfrutaría con un juguete como ella. Puede que pronto esté tan loca como yo, pensó.

Por suerte, pese a su debilitada condición, Benison pudo resistirse a la llamada. Aquella exhortación era de las que no podían ignorarse. Si él podía conseguirlo en su estado, entonces Victoria debía de sentirse débil e indefensa a su vez. Así que era probable que se resistieran también otros, si es que llamaba a alguien más.

Lo que hizo que Benison se preguntara si estaría pidiendo auxilio en realidad, o intentaba atraerlo a las redes del Sabbat. El otrora príncipe suponía que el Sabbat debía de tener cierto interés en encontrar su cuerpo. Puede que Victoria estuviese dispuesta a canjear su vida por la de ella.

Si era cierto que necesitaba auxilio, tendría que ser otro el que ejerciera de rescatador. Benison tenía motivos suficientes, aparte de su condición, para negarle su ayuda, motivos que giraban en torno a la dinámica de la fiesta que había organizado Victoria. Los sentimientos de Benison respecto a Julius, un arconte Brujah, habían cambiado ahora que ambos habían luchado por sus vidas codo con codo. De no ser por ese lazo creado por las extremas circunstancias, lo más probable es que hubiese habido derramamiento de sangre entre ellos. Benison asumía que aquello había sido idea de Victoria Ash.

Además, Eleanor nunca se había fiado de aquella mujer. Mientras era príncipe, Benison había hecho la vista gorda, tomándoselo como las rencillas de rigor entre Toreador y Ventrue, pero ahora que lo habían apeado de su trono ya no le quedaban motivos para negar lo evidente.

Así, en el menos impresionante de su antigua multitud de refugios, Benison agachó la cabeza y cerró los ojos. Faltaba una hora para el amanecer pero, aunque despuntara el alba, el interior de aquella primera planta lo protegería.