Apéndice I
Suplemento a las acotaciones sobre los «Pensamientos» de Pascal
(Añadido en la edición de 1742)
LVIII. «No se pasa en el mundo por entendido en versos si no se sienta plaza de poeta, ni por ser hábil en matemáticas, si no se la sienta de matemático, pero la verdadera gente de bien no quiere sentar plaza de nada.»
Según esto, ¿estaría mal tener una profesión, un talento marcado y destacar en él? Virgilio, Homero, Corneille, Newton, el marqués del Hospital, sentaron una plaza. ¡Dichoso quien destaca en un arte y entiende algo en los otros!
LIX. «El pueblo tiene opiniones muy sanas: por ejemplo, haber escogido la diversión y la suerte en lugar de la poesía, etc..»
Tal parece que se le haya propuesto al pueblo jugar a la bola o hacer versos. No, sino que los que tienen órganos groseros buscan placeres en los que el alma no interviene para nada; y los que tienen un sentimiento más delicado quieren placeres más finos: todo el mundo tiene que vivir.
LX. «Aunque el universo aplastase al hombre, éste seria aún más noble que lo que le mata, porque sabe que muere;y de la ventaja que el universo tiene sobre él, el universo nada sabe.»
¿Qué quiere decir esa palabra noble? Es muy cierto que mi pensamiento es otra cosa, por ejemplo, que el globo del sol; pero ¿está bien probado que un animal, porque tiene algunos pensamientos, es más noble que el sol que anima todo lo que conocemos de la naturaleza? ¿Le corresponde al hombre decidir? Es juez y parte. Se dice que una obra es superior a otra cuando ha costado más esfuerzo al obrero y es de un uso más útil; pero ¿ha costado menos al Creador hacer el sol que modelar un pequeño animal de alrededor de cinco pies de alto, que razona bien o mal? ¿Qué es más útil en el mundo, este animal o el astro que ilumina tantas esferas? Y ¿en qué unas cuantas ideas recibidas en un cerebro son preferibles al universo material?
LXI. «Elíjase la condición que se prefiera y reúnanse en ella todos los bienes y las satisfacciones que parecen poder contentar a un hombre; si quien se haya puesto en ese estado está sin ocupación ni diversión y se le deja reflexionar sobre lo que es, esa felicidad languideciente no le sustentará.»
¿Cómo se pueden reunir todos los bienes y todas las satisfacciones en torno a un hombre, y dejarle al mismo tiempo sin ocupación ni diversión? ¿No hay aquí una contradicción bien patente?
LXII. «Déjese a un rey completamente solo, sin ninguna satisfacción de los sentidos, sin ningún cuidado en su espíritu, sin compañía, pensar en sí mismo a su gusto, y se verá que un rey que se ve es un hombre lleno de miserias, y que las padece como cualquier otro.»
Siempre el mismo sofisma. Un rey que se retira para pensar está entonces ocupado; pero si no detuviese su pensamiento más que sobre sí, diciéndose a sí mismo: «Reino», y nada más, sería un idiota.
LXIII. «Toda religión que no reconoce a Jesucristo es notoriamente falsa, y los milagros no le pueden servir de nada.»
¿Qué es un milagro? Sea cual fuere la idea que pueda uno formarse de él, es una cosa que sólo Dios puede hacer. Ahora bien, aquí se supone que Dios puede hacer milagros para sostener a una falsa religión. La cosa merece ser profundizada; cada una de estas cuestiones puede llenar un volumen.
LXIV. «Se ha dicho: 'Creed en la Iglesia'; pero no se ha dicho: 'Creed en los milagros', a causa de que lo último es natural y no así lo primero. Lo uno tenía necesidad de precepto y lo otro, no.»
He aquí, según creo, una contradicción. Por un lado, los milagros, en ciertas ocasiones, no deben servir de nada; y, por otro, se debe creer tan necesariamente en los milagros, son una prueba tan convincente, que no ha hecho falta ni siquiera recomendar dicha prueba. Esto es seguramente decir el pro y el contra.
LXV. «No veo que haya más dificultad en creer en la resurrección de los cuerpos y en el parto de la Virgen que en la creación. ¿Es más difícil reproducir un hombre que producirlo?»
Se puede encontrar, por mero razonamiento, pruebas de la creación, pues, viendo que la materia no existe por sí misma y no tiene movimiento por sí misma, etc., se llega a conocer que debe haber sido necesariamente creada; pero no se alcanza, por el razonamiento, a ver que un cuerpo siempre cambiante deba ser resucitado un día, tal como era en los tiempos mismos en que cambiaba. El razonamiento no conduce tampoco a ver que un hombre deba nacer sin germen. La creación es, pues, un objeto de razón; pero los otros dos milagros son un objeto de la fe. A 10 de Mayo de 1738.
He leído, hace poco, unos Pensamientos, de Pascal, que no habían aparecido todavía. El P. Desmoléis los ha obtenido escritos por la mano de ese ilustre autor, y los ha hecho imprimir. Me parecen confirmar lo que yo ya he dicho antes, que ese gran genio había lanzado al azar todas esas ideas, para reformar una parte y emplear otra, etc..
Entre estos últimos Pensamientos, que los editores de las Obras de Pascal habían rechazado de la recopilación, me parece que hay muchos que merecían ser conservados. He aquí algunos que ese gran hombre hubiera debido, según creo, corregir.
LXVI. «En todas las ocasiones, en que una proposición es inconcebible, no por eso hay que negarla, sino examinar la contraria, y si se la encuentra manifiestamente falsa, se puede afirmar la contraria por incomprensible que sea.»
Me parece que es evidente que los dos contrarios pueden ser falsos. Un buey vuela hacia el sur con alas, un buey vuela hacia el norte sin alas; veinte mil ángeles mataron ayer veinte mil hombres, veinte mil hombres mataron ayer veinte mil ángeles: estas proposiciones contrarias son evidentemente falsas.
LXVII. «¡Vanidad de la pintura, que atrae la admiración por el parecido de las cosas cuyos originales no se admiran!.»
No es en la bondad del carácter de un hombre en lo que consiste seguramente el mérito de su retrato: es el parecido. Se admira a César en un sentido, y a su estatua o imagen sobre un lienzo, en otro sentido.
LXVIII. «Si los médicos no tuviesen sotanas y muías, si los doctores no tuviesen birretes cuadrados y ropones muy anchos, no habrían nunca tenido la consideración que tienen en el mundo.»
Por el contrario, los médicos no han dejado de ser ridículos, no han adquirido una verdadera consideración hasta que han abandonado esas libreas de pendantería; los doctores no son recibidos en el mundo, entre la gente de bien, más que cuando están sin birrete y sin argumentos.
Incluso hay países en los que la magistratura se hace respetar sin pompas. Hay reyes cristianos muy bien obedecidos que descuidan la ceremonia de la consagración y de la coronación. A medida que los hombres adquieren más luces, el aparato se hace más inútil; ya sólo es necesario a veces para el pueblo bajo; ad populum phaleras.
LXIX. «Según esas luces naturales, si hay un Dios es absolutamente incomprensible, puesto que no teniendo partes, ni límites, no tiene ninguna relación con nosotros; somos pues incapaces de conocer ni lo que es ni lo que no es.»
Es extraño que el Sr. Pascal haya creído que se podía adivinar el pecado original por la razón, y que diga que no se puede conocer por la razón si Dios existe. Es, aparentemente, la lectura de este pensamiento lo que incitó al P. Hardouin a poner a Pascal en su ridicula lista de los ateos; Pascal hubiera manifiestamente rechazado esta idea, puesto que la combate en otros sitios. En efecto, estamos obligados a admitir cosas que no conocemos; jo existo, luego algo existe desde toda la eternidad, es una proposición evidente; empero, ¿comprendemos la eternidad?
LXX. «¿Creéis que sea imposible que Dios sea infinito sin partes? Sí. Quiero, pues, haceros ver una cosa infinita e indivisible: un punto que se mueve por doquiera con una velocidad infinita; pues está en todas partes y todo entero en cada lugar.»
Hay cuatro falsedades palpables:
1.° Que un punto matemático exista solo.
2.° Que se mueva a derecha y a izquierda al mismo tiempo.
3.° Que se mueva con una velocidad infinita, pues no hay velocidad tan grande que no pueda ser aumentada.
4.° Que esté todo entero en todas partes.
LXXI. «Homero compuso una novela y la dio por tal. Nadie dudaba de que Troya y Agamenón no habían existido más que la manzana de oro.»
Nunca ningún escritor ha puesto en duda la guerra de Troya. La ficción de la manzana de oro no destruye la verdad de fondo del asunto. La ampolla traída por una paloma y la oriflama por un ángel no impiden que Clovis haya efectivamente reinado en Francia.
LXXII. «No intentaré probar aquí por razones naturales la existencia de Dios, o la Trinidad, o la inmortalidad del alma, porque no me sentiría capaz de encontrar en la naturaleza con qué convencer a los ateos empedernidos.»
¿Es posible una vez más, que sea Pascal quien no se siente lo bastante fuerte como para probar la existencia de Dios?
LXXIII. «Las opiniones relajadas gustan tanto a los hombres naturalmente, que es raro que les disgusten.»
¿No prueba la experiencia, por el contrario, que no se tiene crédito sobre el espíritu de los pueblos, sin proponiéndoles lo difícil, incluso lo imposible de hacer y de creer? Los estoicos fueron respetados porque aplastaban la naturaleza humana. No propongáis más que cosas razonables y todo el mundo responde: «Eso ya ló sabíamos». No vale la pena de estar inspirado para ser vulgar; pero mandad cosas duras, impracticables; pintad a la Divinidad siempre armada de rayos; haced correr la sangre ante sus altares; seréis escuchado por la multitud y todo el mundo dirá de vos: «Es preciso que tenga razón, puesto que proclama tan audazmente cosas tan extrañas».