Sexta carta. Sobre los presbiterianos21

La religión anglicana no se extiende más que por Inglaterra e Irlanda. El presbiterianismo es la religión dominante en Escocia. Ese presbiterianismo no es otra cosa más que el calvinismo puro, tal como había sido establecido en Francia y subsiste en Ginebra. Como los sacerdotes de esta secta no reciben de sus Iglesias más que diez diezmos muy mediocres y, por consecuencia, no pueden vivir con el mismo lujo de los obispos, han adoptado el natural partido de clamar contra los honores que no pueden alcanzar. Figuraos al orgulloso Diógenes que pisoteaba el orgullo de Platón: los presbiterianos de Escocia no dejan de parecerse a ese orgulloso y pordiosero razonador. Trataron al rey Carlos II con menos miramientos que los usados por Diógenes con Alejandro. Pues cuando tomaron las armas a su favor contra Cromwell, que les había engañado, infligieron a ese pobre rey cuatro sermones diarios; le prohibieron jugar; le ponían penitencias; hasta el punto de que Carlos se cansó pronto de ser el rey de esos pedantes y se escapó de sus manos, como un escolar se escapa del colegio.

Comparado con un joven y vivo bachiller (francés), vociferando por la mañana en las Escuelas de Teología, y por la tarde cantando con las señoras, un teólogo anglicano es un Catón; pero ese Catón parece un galanteador ante un presbiteriano escocés. Este último afecta un paso grave, un aire enojado, lleva un vasto sombrero, un largo abrigo encima de un traje corto, predica con la nariz y da el nombre de prostituta de Babilonia a todas las Iglesias en las que algunos eclesiásticos son lo suficientemente suertudos como para tener cincuenta mil libras de renta, y en las que el pueblo es lo suficientemente bueno como para aguantarlo y llamarles Monseñor, Vuestra Grandeza, Vuestra Eminencia.

Estos señores, que tienen también algunas iglesias en Inglaterra, han puesto de moda los aires graves y severos en ese país. A ellos se debe la santificación del domingo en los tres reinos; esos días está prohibido trabajar y divertirse, lo que es el doble de la severidad de las iglesias católicas; no hay ópera, no hay comedias, no hay conciertos en Londres el domingo; incluso las cartas están expresamente prohibidas que sólo la gente de calidad y lo que se llama gente honrada22 juegan ese día. El resto de la nación va al sermón, al cabaret y a casa de las mujeres de vida alegre.

Aunque la secta episcopal y la presbiteriana sean las dos dominantes en Gran Bretaña, todas las otras son bien venidas y viven bastante bien juntas, mientras que la mayor parte de sus predicadores se detestan recíprocamente con casi tanta cordialidad como un jansenista maldice a una jesuíta.

Entrad en la Bolsa de Londres, ese lugar más respetable que muchas cortes; allí veréis reunidos a los diputados de todas las naciones para la utilidad de los hombres. Allí el judío, el mahometano y el cristiano tratan el uno con el otro como si fuesen de la misma religión, y no dan el nombre de infieles más que a los que hacen bancarrota; allí, el presbiteriano se fía del anabaptista, y el anglicano recibe la promesa del cuáquero. A la salida de esas pacíficas y libres asambleas, los unos se van a la sinagoga y los otros a beber; éste se va a hacerse bautizar en una gran cuba en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; aquél hace cortar el prepucio de su hijo y hace farfullar sobre el niño palabra hebraicas que no entiende; esos otros se van a su iglesia a esperar la inspiración de Dios, con el sombrero en la cabeza, y todos están contentos.

Si no hubiese en Inglaterra más que una religión, sería de temer el despotismo; si hubiese dos, se cortarían mutuamente el cuello; pero como hay treinta, viven en paz y felices.

Cartas filosóficas
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017_split_000.xhtml
sec_0017_split_001.xhtml
sec_0018_split_000.xhtml
sec_0018_split_001.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021_split_000.xhtml
sec_0021_split_001.xhtml
sec_0021_split_002.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023_split_000.xhtml
sec_0023_split_001.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025_split_000.xhtml
sec_0025_split_001.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_062.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_063.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_064.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_065.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_066.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_067.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_068.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_070.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_071.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_072.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_073.xhtml