Veinteava carta. Sobre los señores que cultivan las letras
Hubo un tiempo en Francia en el que las Bellas Artes eran cultivadas por los primeros del Estado. Los cortesanos sobre todo, se dedicaban a ellas, pese a la disipación, el gusto por las naderías, la pasión por la intriga, todas ellas divinidades del país.
Me parece que reina actualmente en la Corte un gusto muy otro que el de las letras. Quizá dentro de poco tiempo vuelva la moda de pensar: no tiene más que quererlo un rey; se hace de esta nación todo lo que se quiere. En Inglaterra se piensa comúnmente y las letras reciben más honor que en Francia. Esta ventaja es una consecuencia necesaria de la forma de su gobierno. Hay en Londres alrededor de ochocientas personas que tienen el derecho de hablar en público y de sostener los intereses de la nación; alrededor de cinco o seis mil pretenden el mismo honor a su vez; todo el resto se erige en juez de éstos y cada uno puede imprimir lo que piensa sobre los asuntos públicos.
Así, toda la nación tiene necesidad de instruirse. No se oye hablar más que de los gobiernos de Atenas y de Roma; es preciso, aunque se los tenga, leer a los autores que han tratado de ellos; ese estudio conduce naturalmente a las letras clásicas. En general, los hombres tienen el espíritu de su estado. ¿Por qué de ordinario nuestros magistrados, nuestros abogados, nuestros médicos y muchos eclesiásticos tienen más letras, gusto e ingenio que el que se encuentra en todas las otras profesiones? Es que realmente su estado es tener el espíritu cultivado, como el de un mercader es conocer su negocio. No hace mucho tiempo que un señor inglés muy joven me vino a ver a París al volver de Italia; había hecho en verso una descripción de ese país, tan bellamente escrita como todo lo que han hecho el conde de Rochester y nuestros Chaulieu, nuestros Sarrasin y nuestros Chapelle.
La traducción que hago aquí está tan lejos de alcanzar la fuerza y el buen humor del original, que estoy obligado a pedir seriamente perdón por ella al autor y a los que entiendan inglés; sin embargo, como no tengo otro medio de hacer conocer los versos de Milord...56, helos aquí traducidos:
¿Qué he visto pues en Italia?
Orgullo, astucia y pobreza,
grandes cumplidos, poca nobleza,
y mucha ceremonia;
la extravagante comedia
que a menudo la Inquisición