Los nuevos y las nuevas samaritanas de hoy expertos en rostros, redes y «cuidado»

El samaritano de la parábola encarna el rostro transgresor desobediente y creativo de la compasión. Su atención al fluir de la vida, no a su burocratización o abstracción, le hizo darse cuenta de la intolerabilidad de aquel caído en el camino, lo cual le concernió personalmente, le obligó a detenerse, a colocarlo como prioridad en su camino, modificar su itinerario, bajarse del caballo, montarle en su cabalgadura, compartir sus bienes y cuidado e implicar a otros en su recuperación. El carácter transgresor de la compasión la convierte también en creativa. La intolerabilidad de la injusticia lleva a quienes la experimentan a descubrir posibilidades inéditas, a abrir caminos de alternatividad y no cejar hasta encontrarlos. Los nuevos samaritanos hoy están dispuestos a no dejarnos dormir, si no les dejamos soñar y vivir desde ya una sociedad sin víctimas.

Son expertos en rostros. Al mirar y ser mirados por las víctimas las perciben no sólo en su dimensión carente, sino como iguales, como sujetos portadores de posibilidades y de acción transformadora , como potenciales sujetos político que desde procesos de empoderamiento podemos conseguir juntos y juntas el «derecho a tener derechos», evitar deportaciones, despenalizar la manta, desobedecer al decreto sanitario,ocupar fincas y supermercados, la integración del régimen especial de las empleadas de hogar al régimen general, otra ley hipotecaria, las luchas contra las fronteras, etc. ¡Que diferente descubrirlos y descubrirnos desde estas posibilidades a reducir a las víctimas al victimismo!. El victimismo alimenta la impotencia y termina justificando la asimetría en las relaciones tanto en el ámbito personal como en el socio-político. La compasión incluye la justicia y la justicia como afirma A. Baidou[15] es eso: pasar del estado de víctima al estado de alguien que está de pie.

Por eso no hay compasión evangélica sin reconocimiento ni reciprocidad. La compasión no se impone, se ofrece, pide hospedaje. Hay dos modos bien distintos de acercarse a las víctimas y de reaccionar ante ellas: el modelo colonizador «compasivo «y el modelo «huésped». El primero exporta y proyecta su concepción y modo de vida convencido de que su cosmovisión es la ideal, por eso su mirada incapacita a las víctimas en lugar de empoderarlas y por eso se proclama «como su voz», impidiéndoles articular la propia y negándoles su capacidad de protagonismo y de acción con otros y otras. El huésped, sin embargo, dialoga con la cultura que le acoge, reconoce la riqueza de las diferencias, no domina la realidad, sino que está atento a ella para captarla en su hondura, respeta y valora otros modos de entender la vida y se abre a ellos modificando su cosmovisión. Sabe esperar y guardar silencio, descubre posibilidades y valores en sus hospedadores y con ellos y ellas se hace compañero de camino[16] en un horizonte común. El huésped reivindica la ternura y el cuidado como paradigma convivencial.

Los samaritanos y samaritas de hoy reivindican el cuidado y la ternura no como atribuciones de género asignadas históricamente a las mujeres y por tanto devaluadas en lo público, y exaltadas en lo íntimo, sino como valores universalizables para toda la humanidad y para todos los ámbitos de la realidad, incluido el político. Reivindicar el cuidado y practicarlo hoy en nuestro mundo es entrar en una relación amorosa con la realidad y con cada ser de la creación. Es investirla de corazón y afecto, porque donde hay cuidado no hay miedo, hay equidad y paz. Sin embargo por la devaluación del cuidado crece el número de pobres en el mundo, millones de personas mueren antes de tiempo y la tierra es depredada sistemáticamente poniendo en riesgo nuestro futuro común. El cuidado y la ternura son también engendradores de redes que nos permiten sostenernos y avanzar desde el coraje colectivo que nos ofrecen las sinergias, el sumar y no restar luces, estrategias, creatividades, desobediencias por otro mundo posible. Por eso el samaritano y la samaritana son expertos en redes, redes que como escribía hace años García Roca[17] se parecen a la red de un circo: por su capacidad de acoger y amortiguar el golpe cuando la injusticia y la violencia «tumban» a la gente y a los pueblos, redes con capacidad de activar los dinamismos sociales y estructurales de protesta y propuesta que ayudan a recomponer las energías, esperanzas y proyectos de quienes han caído para que puedan volver a «dar el salto», y por último porque las redes, como la red de un circo están siempre ahí de forma discreta pero real, consistentes, con permanencia, con la conciencia clara que su objetivo no es la visibilidad sino que su visibilidad o invisibilidad están al servicio de las víctimas y sus intereses y no de los del sistema y sus tretas controladoras.

Los nuevos samaritanos samaritas nos anuncian hoy que sólo la compasión y el pueden garantizar la supervivencia de todos y todas y también la del planeta y que la política más que administrar la economía y gerenciar las instituciones significa sobre todo cuidar del bienestar del pueblo desde los intereses de los últimos y ultimas y desde la dignidad de la tierra[18]. Quizás por eso uno de los nombres con los que El Corán invoca a Dios es «AL WAKIL - El que cuida» y la tradición profética de Isaías se empeña en revelarnos a Dios como un Dios «todo cuidadoso», que es el primero y está con los últimos (Is 41,4), (Is 56) y nos invita a co-crear con El–Ella una cielo nuevo y una tierra nueva (Is 65,17) donde habite la justicia y los pobres y las pobres enjugarán su llanto (Is 25,7).