Conclusión

Volviendo, para terminar, a la pregunta inicial: ¿Cómo ayudarnos mutuamente en el camino de la barbarie a la humanización? Quisiera responder: «mediante la construcción política de la projimidad». Pero esto no es una conclusión, sino el planteamiento de la tarea enorme para la que necesitamos animarnos mutuamente: educar para la vida ético-política constructora de la convivencia. Termino reformulando de nuevo el subtítulo de mi exposición. Había puesto, de acuerdo con la sugerencia de los organizadores: «Por una ética política que busca la justicia». Digamos mejor: una política ética que busca la justicia. No quedarnos en teorías de una ética política ideal que busque la justicia, sino vivir una política ética que libere de las injusticias.

Lo que urge es diagnosticar y denunciar las injusticias y movilizarse para eliminarlas. Y ahí está, a mi parecer el punto de inflexión para insertar la vida política y la acción política como mediación entre la necesidad ética y la organización económica y tecnológica de la vida colectiva para construir la convivencia sin destruir la projimidad. Parece misión imposible, pero creo que al compartir estas reflexiones nos estamos animando mutuamente a tomar en serio la vida política y la tarea de una política ética.

Y ahora, sin alargarme ya más, quisiera concluir recordando un pensamiento de Aristóteles sobre la vida feliz en convivencia y una llamada de Jesús a vivificarnos mutuamente. Para Aristóteles, una vida sin amistad no merece la pena vivirse. Pero no basta, para la convivencia feliz, la relación de amistad; se requiere la justicia para garantizar la convivencia feliz en la sociedad política, más amplia que el mero círculo de las amistades. La llamada de Jesús para construir el Reinado de Dios, la sociedad como Dios quiere, abre un horizonte aún más amplio que el de la amistad y la justicia: la compasión de la quinta bienaventuranza: sed anchos de corazón como Abba. De ahí brota el hambre y sed de justicia y la capacidad para construir la paz. «Sed amplios de miras y anchos de corazón como Abba, que envía sol y lluvia sobre el campo etiquetado con el letrero de bueno y justo como sobre la finca calificada como injusta y mala. Tened magnanimidad como la tiene el Dios Padre y Madre celestial, y orad por quienes no la tienen y os persiguen por tenerla» (cf. Mt 5. 43-48).