Las hijas de Barbarella
Pocos comics han causado mundialmente tanto revuelo como la ya universal Barbarella, de Jean Claude Forest. Y pocos comics modernos han desatado una ola tal de seguidores, hasta el punto de poder hablarse de una verdadera familia. Para los aficionados al comic de entre nuestros lectores —que son muchos más de lo que pueda parecer a simple vista—, he aquí pues un interesante estudio sobre esta larga descendencia, y sobre sus repercusiones en el mundo del comic actual.
Si, en el comic que tenemos entre manos, aparece una agradable fémina seduciendo a un robot y sirviéndose de su atractivo cuerpo como arma ofensivo-defensiva, podemos asegurar, sin ningún temor a equivocarnos, que la protagonista de estas escenas no es, evidentemente, ninguna de las heroínas de la «Golden Age» del comic. Ninguno de los grandes maestros se hubiera atrevido, en su época, a plantear una situación parecida, y si hubiera osado tampoco hubiera podido seguramente prosperar.
Fue preciso esperar a que de la vieja Europa (que, en el mundo del comic, es paradójicamente la joven Europa) surgiera en los primeros años de la presente década el hombre y la obra que, sin cerrar el camino seguido hasta entonces, abriría una puerta sobre una nueva dimensión en el campo del comic: Jean Claude Forest y su Barbarella.
Cuando la revista francesa V-Magazine lanzó, en sus publicaciones trimestrales, los ocho primeros capítulos que constituyeron la primera aventura de la explosiva heroína, hecha a imagen y semejanza de la vedette de moda del momento, B.B., seguramente no se dio perfecta cuenta de la conmoción que iba a ocasionar, aunque esto no quita ni un ápice de su gran mérito. Sin embargo, a pesar de que el primer capítulo vio la luz en 1962, fue en 1964, cuando el editor Eric Losfeld los recopiló y publicó en un lujoso álbum, que recibió el bautismo oficial.
Los acontecimientos se precipitaron, y el primero de ellos fue la actitud de los censores franceses frente a la tercera B. nacional. Desconcertados por su difícil catalogación, a la postre decretaron la prohibición de su exhibición y venta a los menores de 18 años: la «Bande Dessinée pour Adultes» estaba oficialmente lanzada. Se puede argüir, y con cierta razón, que aunque todos hayamos leído los grandes clásicos del comic en nuestra infancia, éstos siempre han sido dirigidos en su país de origen a los adultos, adultos norteamericanos), pero adultos al fin y al cabo; esta circunstancia no hace, sin embargo, sino acentuar todavía más el completo cambio que significó la aparición de Barbarella.
Selene...
La alegría de vivir, la desfachatez erótica de la heroína de Forest, representan un hecho totalmente nuevo y revolucionario para el que, hay que reconocerlo, había un público consumidor preparado, pues de otro modo no puede explicarse el rápido éxito, un auténtico «boom» que ha traído consigo la creación de una escuela, la aparición de una legión de imitadores y la influencia, como nunca antes, sobre otras artes vivas.
Barbarella es, pues, un comienzo, y como tal su mérito no tiene medida; dejando aparte la calidad de su realización gráfica, que ciertamente existe, su mayor mérito será siempre este hecho. Hecho o hechos; porque, en realidad, Barbarella ha influenciado en más de un aspecto a la producción posterior: En primer y destacado lugar, ha traído la elevación de la fémina al papel estelar en el reparto; segundo, la ruptura total, en cuanto a personalidad, con cualquier heroína anterior y, tercero, el matrimonio casi definitivo del comic con la ciencia ficción.
Aunque la acción se desarrolla en otras galaxias y a velocidades superiores a la de la luz, Barbarella es más un «western» intergaláctico que ciencia ficción pura.
En realidad, como en casi todos los comics que a través de los años se han movido en estos mundos, el escenario impone una catalogación y marca una pauta que respetarán la gran mayoría de sus descendientes. ¿Mejor sería en femenino?
Las hijas de Barbarella nacieron, atropellándose unas a otras en el deseo de ver la luz —estelar, naturalmente— con la mayor rapidez: Scarlett Dream (sucesora de Barbarella en V-Magazine, que todavía la publica ahora en su segunda aventura), Jodelle, Lone Sloane (el único vástago varón y el más «westerniano» de todos), Saga de Xam y la aparecida recientemente, la heroína de nombre químico-orgánico: Epoxy. Todas apadrinadas por Eric Losfeld.
Especial atención merecen Jodelle, de Guy Pellaert, y Saga de Xam, de Nicolás Devil. Jodelle es un «delirium tremens» en estilo Pop, situado en una Roma Imperial con procónsules femeninos de gustos muy variados, luces de neón y pistolas desintegradoras. Y representa un punto y aparte en concepción del personaje y en estilo de dibujo. Su guión es una sátira violentísima que no perdona nada ni a nadie. Pellaert estiliza todavía más su dibujo en su segunda heroína: Pravda la Survireuse, aparecida en la revista Hara-Kiri y a la que Losfeld, sin duda, le dedicará un próximo álbum. Y llega a alturas de perfección en sus trabajos para el admirable film de Alan Jessua Jeu de Massacre, que no debería dejar de ver ningún amante del comic, ya que este es el verdadero protagonista. Sus dibujos no solamente resisten perfectamente la pantalla panorámica, sino que ésta y el technicolor le confieren un encanto tal que no es extraño que el protagonista se deje envolver por él y sienta deseos de emular al «Tueur de Neuchatel», título del comic que Pellaert nos va desarrollando a lo largo del film.
... Auranella...
Saga de Xam, con sus psicodélicos dibujos, cambiantes de estilo según las distintas épocas que reflejan el peregrinaje de la heroína a través del espacio-tiempo terrestre, plasman a la perfección uno de los guiones más imaginativos en ciencia ficción pura de la serie Losfeld. Puede decirse que, sin tener la originalidad pionera de Barbarella o la personalidad arrolladora de Jodelle, Saga es un punto culminante en cuanto a realización gráfica, que obligará aún más a buscar nuevos caminos a los que no pretendan limitarse a un trabajo de pura imitación, en una explotación del filón por otros descubierto.
Scarlett Dream es también un original válido, con el único defecto de ser demasiado parecida a Barbarella en cuanto a concepción, lo que siempre constituirá un «handicap» poco menos que insalvable.
Junto a estas descendientes en línea directa de Barbarella, merecen especial atención las parientes pobres venidas de Italia, país donde aparecieron como hongos una serie de publicaciones de bajo precio, de calidad más que discutible en cuanto a realización gráfica, la cual viene suplida por una desenfrenada imaginación. Algo así como los hijos bastardos del noble feudal con alguna vasalla extraída de cualquier desheredado rincón de sus tierras, apetitosa y lista como el hambre.
Selene, Uranella, Gesebel, Alika, son ejemplos típicamente espaciales; Isabella y Mesalina, «de época»; Satanik (no confundir con el fotorromance francés del mismo título y traducción del original italiano Killing), La Jena, Zakimort, género «crímenes». Citamos las principales en nuestra opinión, pero no son las únicas, desde luego. Todas ellas tienen en común varias características: una mujer las protagoniza y, siendo mujer de acción, conjuga los verbos amar y matar en todos sus tiempos y personas, No hay situación límite en el plano sádico-erótico que no haya aparecido a lo largo de estas series.
Aquí no hay trampa ni cartón; se trata de subproductos, de simple imitación del modelo original, particularidad que no se intenta disimular, sino todo lo contrario.
Selene fue la primera de la pandilla y la de vida más efímera, seguramente porque la fórmula todavía no estaba a punto y quiso hacerse con una cierta seriedad.
En Uranella, las concomitancias llegan incluso a la fonética del personaje y al parecido físico con el modelo, que parece obra del papel de copia; de un papel de copia de baja calidad, claro. Sin embargo, se han pretendido introducir elementos nuevos y, bajo la denominación de fumetto de fantamagia, aparecen hechiceros con poderes intergalácticos, brujas polifacéticas de muy buen ver y príncipes encantados viajando a la velocidad de la luz. Es la más virginal de las hijas de Barbarella, y su rasgo diferenciativo, reminiscencia del pasado, es su empeño en defender su virtud, empresa en la que es ayudada, desde un segundo plano, por el bueno de Antar, su fiel «soupirant» sin esperanzas; con lo que, en el más tradicional de los nuevos «fumetti», encontramos graciosamente invertidos los clásicos términos.
Alika resume todo su mundo de promesas en el subtítulo de la serie: «Si Barbarella e l’infidele dello spazio, Alika ha licenza d’amare». A partir del número siete cambió el realizador gráfico y la orientación de la serie, inclinándose hacia una cierta sátira politicosocial de la actualidad, apareciendo personajes secundarios bajo los rasgos caricaturizados de conocidas figuras en las más extravagantes situaciones, casi siempre con una cierta gracia que hace perdonar la deficiencia del dibujo.
Gesebel, «la corsaria dello spazio», es la cabecilla de un planeta gobernado por mujeres y decidido a exportar su cultura, que a tenor de lo visto debe ser «cultura física». La destrucción de su imperio la convierte en lo que indica el subtítulo. Lo que más llama la atención en esta serie es el papel, indefectiblemente poco airoso, que desempeñan todos y cada uno de los personajes masculinos que a lo largo de ella aparecen. Sería curioso conocer a sus autores.
... y Jezabel, las hijas de Barbarella.
De todas las demás heroínas no espaciales, destaca con luz propia Isabella. En esta serie, el plano erótico alcanza unos límites jamás conseguidos hasta la fecha, ni siquiera en los célebres comic-books mejicanos de los años cincuenta. Sus «escenas-shock» son capaces de sorprender a cualquiera, incluso al que se considera incapaz de ser sorprendido por nada. Sin duda el Divino Marqués no hubiera puesto ningún reparo en estampar su firma al pie de alguno de los episodios. Isabella es sin duda la reina sin corona de estos dominios.
Algunas de estas series (Isabella no) están traducidas al francés, dándose la paradoja de que el creador de los modelos importa las copias y viceversa. Los distintos planos, económico y de difusión, en que se mueven unos y otros, puede ser la explicación de ello.
Entre todas estas hijas de padres desconocidos, la mayoría lanzadas al mundo sin defensas naturales, algunas de las cuales no han llegado a la pubertad, y de su misma patria, surgió otro punto y aparte: Guido Crepax, lanzado por la revista italiana Linus (otro nombre pionero a retener). El estilo de Crepax, planificado poco menos que cinematográficamente, es personalísimo, y el conjunto de sus historias está llevado a un ritmo trepidante, en el que cada viñeta es consecuencia de la anterior y motivo de la siguiente, en un todo armonioso puesto al servicio de una fantasía de la mejor ley. Su primer personaje famoso es Neutrón, pero pronto la compañera de este, Valentina, le ha ido robando el estrellato y, en las últimas series, aparece como personaje único, aunque alguna referencia en boca de Valentina permite suponer que no se ha descartado todavía al personaje. Una de sus últimas aventuras, «La forza de gravitá», es algo tan complejo e intrigante que el mismo autor reexplicó posteriormente la historia, consiguiendo el «tour de force» de contar la misma acción sin repetir una sola viñeta (¿mejor diríamos encuadre?).
No es sólo Italia la que ha notado la influencia de Barbarella, aunque quizá, por razones de proximidad física y cultural, sí es la que ha recorrido más rápidamente el sendero trazado por la pionera. En los países anglosajones han aparecido también, últimamente, una legión de heroínas influenciadas más o menos directamente por este fenómeno latino, como Phoebe, que harían esta relación inacabable.
Sin embargo, no puede terminarse este trabajo sin destacar, dentro del fenómeno antes aludido, el hecho siguiente:
Incluso en aquellos casos en que la fémina no tiene la «prima voce», su papel ha cambiado radicalmente. Se acabaron las novias eternas como Dale Arden, Narda, etc. Las compañeras actuales han pasado a colaborar en las actividades, para bien o para mal, generalmente para lo segundo, de su hombre: Eva Kant (Diabolik), Loona (Sadik), y otras, tienen un solo lazo común con las citadas anteriormente: su fidelidad a toda prueba al protagonista. Ahora bien, sus relaciones han invadido el plano erótico y no desdice de su femineidad el manejo de la metralleta, los puñales o las cargas de plástico, y si para salvar al amado hay que hacer el sacrificio de su propio cuerpo, se hace y a otra cosa.
Podríamos decir que Eva Kant y Loona son una nueva versión de la antigua «girlfriend», mientras que Barbarella y sus muchachas son, como se ha mencionado al principio, una nueva dimensión: un presente sin pretérito, pero con mucho futuro.
J. ALBERICH