V
Al concluirse la maniobra ordenada, el Sleipnir estaba en la misma órbita que el universo, pero veinte kilómetros hacia adelante y otra vez dirigido hacia él. Como no existía ninguna atracción entre la nave y la esfera principal, el Sleipnir tenía que utilizar energía para mantener la órbita. Se requería un delicado reajuste de la tracción lateral.
Grettir ordenó que se aplicase el freno. La esfera creció en la pantalla de estrellas y después fue solamente una superficie gris desplegada. Para los visores, la superficie no parecía girar, pero el radar había determinado que el globo completaba una revolución sobre su eje polar una vez cada treinta y tres segundos.
A Grettir no le gustaba pensar en las implicaciones de tal hecho. Indudablemente Van Voorden también había recibido el informe, pero no había dado un paso para comunicárselo al capitán. Quizás, al igual que Grettir, creía que cuanto menos se pensase en ello mejor.
La pantalla mostró, en forma de silueta, los relativos tamaños de las esferas que se aproximaban y de la nave. La pelota de baloncesto era el universo y el mondadientes era el Sleipnir. Grettir esperaba que su reducción bastaría para evitar estragos en más galaxias. Inmediatamente después de que la nave penetrase en la «piel», el Sleipnir volvería a ser frenado, así disminuiría más aún. Posiblemente habría bastante distancia entre «la piel» y el borde de los campos de estrellas más próximos.
—¡Ya vamos! —exclamó Grettir, observando la pantalla, que indicaba en metros el boquete entre la nave y la esfera.
Se produjo un estruendo y un gemido. La cubierta se inclinó, luego giró a babor. Grettir fue lanzado hacia cubierta, rodó una y otra vez, y fue a dar con un ruidoso impacto contra un mamparo. Quedó aturdido durante un momento y, cuando se recobraba, la nave había recuperado su posición normal. Gómez había vuelto a nivelar el buque. Tenía la costumbre de atarse en el asiento del piloto, aunque las reglas no lo exigían a menos que el capitán lo ordenase.
Grettir pidió un informe sobre los daños y, mientras lo esperaba, llamó a Van Voorden. El físico sangraba a causa de un corte en la frente.
—Obviamente —dijo—, se requiere determinada fuerza para penetrar el tegumento exterior o la energía protectora, o lo que sea, qué rodea el universo. No la poseemos. De forma...
—La cuestión presenta todo un problema —dijo Grettir—. Si aumentamos la rapidez para abrirnos paso, nos volveremos demasiado grandes y podemos destruir galaxias enteras. Si vamos demasiado lento, no podemos atravesar... —hizo una pausa y después continuó—. Pienso que solamente existe un método. Pero ignoro sus consecuencias, que podrían ser desastrosas. No para nosotros, sino para el universo. No estoy seguro de poder cargar con tal responsabilidad...
Hubo un silencio tan grande que Van Voorden no pudo contenerse:
—¿Y bien?
—¿Cree que si hacemos un agujero en la «piel», la ruptura supondrá una especie de trauma o de disturbio cósmico?
—¿Quiere practicar un agujero en la «piel»? —preguntó Van Voorden, lentamente. Su tez estaba pálida, pero ya tenía ese color antes de que Grettir le hiciese la pregunta. Grettir se preguntó si Van Voorden no estaría comenzando a caer bajo los efectos de la disociación.
—¡Déjelo! —dijo Grettir—. No debí haberle hecho esa pregunta. No puede conocer los efectos más que los demás... Pido disculpas. Quizás traté de repartir con usted la responsabilidad si algo saliese equivocado... ¡Olvídelo!
Van Voorden se le quedó mirando y todavía se le veía descolorido cuando Grettir apagó la imagen. El capitán comenzó a pasearse de arriba a abajo, una vez pisó un menudo objeto negro en la cubierta y a continuación hizo una mueca al darse cuenta de que era demasiado tarde para tener cuidado. Millones de estrellas, billones de planetas y trillones de criaturas. Todo frío y muerto. Y si experimentaba aún más al intentar retroceder al cosmos natal, ¿qué pasaría? ¿El colapso universal?
Grettir dejó de pasear y dijo en voz alta:
—Hemos atravesado la «piel» dos veces sin daño... ¡Intentaremos abrir el agujero!
Nadie le contestó, pero el aspecto de sus caras evidenciaba su alivio. Quince minutos después, el Sleipnir estaba delante de la esfera, y mirándola. A continuación se mantuvo una invariable velocidad y distancia de la esfera durante varios minutos, mientras los rayos láser medían la exacta longitud entre la punta del cañón y la superficie del globo.
El oficial jefe de tiro, Abdul White Eagle, preparó uno de los cañones de proa. Grettir espació la siguiente orden solamente unos segundos. Apretó tanto sus dientes que casi partió el cigarro en dos, gruñendo en voz baja y después gritó:
—¡Fuego!
Darl transmitió la orden. El rayo se disparó, tocó la «piel» y se desvaneció.
La pantalla de estrellas mostró un agujero negro en la superficie gris, situado en el ecuador de la esfera. El agujero se alejó y se fue alrededor de la curva de la esfera. Exactamente treinta y tres segundos más tarde volvía a estar en su posición original. Se estaba encogiendo. Cuando se completaron cuatro rotaciones, el agujero se había cerrado sobre sí mismo.
Grettir suspiró y secó el sudor de su frente. Darl informó que el agujero tendría el tamaño apropiado para la nave la segunda vez que hiciese su rotación. Después se volvería demasiado pequeño.
—Bien, atravesaremos durante la segunda rotación —dijo Grettir—. Active el compilador para una entrada automática. Una el cañón al compilador. No habrá ningún problema. Si el agujero se estrecha demasiado rápidamente lo ensancharemos con el cañón.
Oyó que Darl decía:
—¡Operación comenzada, señor!
Entretanto, Gómez hablaba en su cuadro de control. El rayo blanco brotó en forma de cono, voló contra la «protección» o «piel» y desapareció. Un círculo de oscuridad, tres veces mayor que el diámetro del barco, se produjo a continuación y luego se movió hacia un lado de la pantalla. Inmediatamente, bajo el control del compilador, la retropropulsión del Sleipnir se puso en acción. La esfera asomó; una pared gris llenó la pantalla. Luego, el borde del agujero salió a la vista y una oscuridad se desarrolló sobre la pantalla.
—Lo estamos consiguiendo —pensó Grettir—. El compilador no puede cometer una equivocación.
Miró a su alrededor. Ahora, los hombres del puente estaban atados a sus asientos. La mayoría de las caras estaban tensas, eran valientes y estaban bien disciplinados. Pero si sentían lo que él, y tenían que sentirlo, estaban ahogando un grito en su interior. No podrían soportar aquella «nostalgia» por más tiempo. Y después de que lo consiguieran y se volvieran a encontrar dentro del «útero», tendría que permitirles un comportamiento menos militarizado. Tenían que reír, charlar, gritar y también él...
La proa del Sleipnir pasó a través del agujero. Ahora, si nada estaba equivocado, no se necesitaría utilizar el cañón de proa. Pero era imposible que...
El claxon sonó. Darl gritó:
—¡Oh, Dios mío! ¡Algo anda mal! El agujero se cierra con demasiada rapidez...
—¡Doble la rapidez! No... ¡Redúzcala a la mitad!
Incrementar la velocidad significaba un engrosamiento del tamaño del Sleipnir, pero también una contracción del eje longitudinal y un alargamiento del lateral. El Sleipnir atravesaría el agujero con mayor rapidez, pero al mismo tiempo se estrecharía el boquete entre su casco y los borde del agujero.
Por el contrario, reducir la velocidad a la mitad, aunque volvía a la nave más pequeña en relación con el agujero, también aumentaba la distancia que tenía que cruzarse. Eso podría significar que los bordes continuarían rozando la nave.
En el momento presente, Grettir no sabía qué orden dar o si alguna orden tendría un efecto sobre su probabilidad de escapatoria. Sólo podía hacer lo que le parecía mejor.
La superficie agrisada salió del perímetro de la pantalla de estrellas. Se produjo un chirrido de plástico partido que recorrió la nave, haciendo temblar los mamparos y la cubierta, así como un repentino impulso hacia delante de la tripulación, mientras sentían la inercia, luego una remisión al originarse el reajuste casi instantáneo del campo-g interno, que canceló los efectos externos.
Todo el mundo gritaba en el puente. Grettir se esforzó para permanecer callado. Observaba la pantalla de estrellas. Volvía a estar de color gris. La esfera grande se lanzaba a través de la pantalla.
En la esquina estaba la secundaria y después la huella de un pie gigante de un negro azulado. A continuación, más espacio gris y la rotación de otras esferas grandes en la distancia. De nuevo aparecía la esfera principal. Y la secundaria. También la mano de la Wellington como un malformado calamar del vacío.
Cuando Grettir volvió a ver el cadáver, supo que la nave había sido desviada de la esfera y se dirigía hacia el cuerpo sin vida. Sin embargo no esperaba una colisión. La velocidad orbital de la mujer muerta era más grande que la de la secundaria y que la del Sleipnir.
Grettir, al pedir un informe de daños, oyó lo que esperaba. La proa del Sleipnir había sido seccionada de la nave. Llevándose cuarenta y cinco hombres de la tripulación, estaba ahora dentro del «universo», dirigiéndose hacia un hogar que jamás alcanzaría. Los pasadizos que conducían a la parte cortada habían sido automáticamente sellados, por supuesto, así que no existía peligro de pérdida de aire.
Pero los retropropulsores también habían sido rebanados. El Sleipnir podía propulsarse hacia delante, pero no podía frenar, a menos que primero girase en redondo para presentar su popa en la dirección del movimiento.