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El claxon aclaró su garganta de plástico y comenzó a gritar. Los rojos y amarillos alternados, pulsados en los tableros de control, rodearon como brazaletes las muñecas del capitán y del piloto. Las amplias pantallas auxiliares espaciadas en los mamparos del puente también emitían destellos rojos y amarillos.
El capitán Grettir, catapultado de su ensoñación y de su asiento, se puso en pie. Las letras y números 20-G-DZ-R fluctuaban encendidas en un sector de cada pantalla y brotaban del tablero de control de muñeca para desarrollarse ante sus ojos, desapareciendo a continuación y volviéndose a alzar, agrandándose y adelgazándose después hasta la nada. Una y otra vez. 20-G-DZ-R. El código de letras indicaba que la alarma originada en el pasillo conducía a la sala de máquinas.
El capitán hizo girar su muñeca y alzó su brazo para colocar la mitad inferior del tablero de control a la distancia correcta para ver y hablar.
—Veinte-G-DZ-R, ¡informe!
Las llameantes, expansivas y levitantes letras se apagaron y la larga cara de altos pómulos de MacCool, primer maquinista, apareció como una menuda imagen en el sector del tablero. La imagen se duplicó en las pantallas de los mamparos del puente. Se irguió y se hizo más ancha, disparando hacia Grettir; luego parpadeó para ser seguida por una segunda cara de globo.
En la pantalla del tablero de muñeca aparecieron también, detrás J de MacCool, Comas, un suboficial, y Grinker, un compañero del maquinista. Sus caras no fluctuaban porque no se encontraban en la parte central de la pantalla. Más al fondo, aparecía un grupo de marinos y un cañón 88-K sobre una rastra movediza.
—Es esa mujer, la Wellington —dijo MacCool—. Utilizó el generador de fotios, poniendo en movimiento una pequeña potencia, para dejar fuera de combate a los dos guardias estacionados en el portalón de la sala de máquinas. Luego se reunió fuera con Comas, Grinker y conmigo. Dijo que dispararía sobre nosotros si nos resistíamos. Y soldó la verja al mamparo, de forma que no se puede abrir a menos que se funda.
MacCool no podía ocultar su asombro y añadió:
—No sé por qué está haciendo esto. Pero conectó los cables de propulsión a un puente zander y así puede controlar la aceleración. No podemos hacer nada para detenerla, a menos que entremos tras ella.
MacCool hizo una pausa, carraspeó y dijo de nuevo:
—Puedo enviar hombres al exterior para que intenten introducirse a través del cierre de aire de la sala de máquinas o que corten el casco | para alcanzarla. Mientras está distraída con esto podemos realizar un ataque frontal por el corredor. Pero dice que disparará a todo el que se le acerque demasiado. Podríamos perder algún hombre. Sabe lo que dice.
—Si hacen un agujero en el casco, se quedará sin aire y morirá en un minuto —dijo Grettir.
—Lleva un traje espacial —contestó MacCool—. Por eso no sellé esa zona e inyecté gas...
Grettir esperaba que su cara no traicionase su conmoción. Al oír una exclamación de Wang, que se sentaba cerca de él, Grettir volvió la cabeza. Pregunto:
—¿Cómo demonios consiguió salir de la enfermería?
Al tiempo de hablar se dio cuenta que Wang no podía contestar | tal pregunta.
Fue MacCool el que respondió:
-No lo sé, señor. Pregúnteselo al doctor Wills.
—¡Bueno, ahora no importa eso...!
Grettir clavó los ojos en la secuencia de valores que aparecía en la pantalla auxiliar del piloto. La velocidad de la nave en relación con la de la luz había saltado ya de 0'5 a 0'96. Cambiaba cada cuatro segundos. De 0'96 pasó a 0'98, a 0'99 y después a PO. A continuación se colocó en 1'1 y en 1'2.
Grettir se forzó a sí mismo a sentarse. Si algo iba a suceder, de momento tenía que ser así. El crucero Sleipnir TSN-X, de 280 millones de toneladas, se convertiría en energía pura.
Una nova, resplandeciente pero muy breve, formaría motas en los cielos y los telescopios orbitales de la Tierra verían el fulgor a 20'8 años luz.
—¿Cuál es el estado del eme y de los dispersadores de aceleración? —preguntó Grettir.
—Todavía no están forzados... —contestó Wang—. Pero la resistencia se agotará si la cosa continúa... Cinco megakilovatios para cada dos segundos y acabamos de comenzar.
—Creo que estamos a punto de descubrir lo que pretendíamos... —comentó lentamente Grettir—. Pero no sucederá bajo las condiciones controladas cuidadosamente que habíamos planeado...
El Sleipnir, crucero experimental de la Armada Terrestre Espacial había dejado su base en Asgard, octavo planeta de Altair (Alfa Aquilae), y llevaba veintiocho días de navegación. Las órdenes eran realizar el primer intento de una nave tripulada para superar la velocidad de la luz. Si su misión tenía éxito, los hombres podrían viajar entre la Tierra y los planetas coloniales en semanas en lugar de años. Toda la galaxia podría estar abierta a la Tierra.
En el transcurso de dos semanas, el Sleipnir realizó varias pruebas a una velocidad 0'8 veces superior a la de la luz, durando cada prueba dos horas.
El Sleipnir estaba equipado con enormes motores y contradurmientes sólidos y macizos, además de contar con los dispersadores y expansores de la estructura espacio-tiempo («abridores de agujeros») requeridos para las velocidades próximas a la velocidad de la luz y para velocidades superiores. Ninguna nave de la historia terrestre había tenido tal potencia ni los medios de manejarla.
En cuanto a la propulsión —la amplificación cubicada de energía producida por la mezcla controlada de materia, antimateria y materia— originaba una energía que podría abrirse camino del núcleo de acero de un planeta. Pero parte de esa energía tenia ser desviada en fuerza de conversión masa-energía, que evitaba que la nave se transformase en energía pura. El «abridor de agujeros» necesitaba también una vasta potencia. Este invento, oficialmente el expansor o neutralizador de la estructura espacio-tiempo, «enderezaba» la curvatura local del universo y proporcionaba un «agujero» por donde viajaba el Sleipnir. Tal agujero anulaba el 99'3 por ciento de la resistencia que normalmente habría encontrado la nave.
De este modo, los efectos de las velocidades que se aproximaban e incluso excedian a la velocidad de la luz se modificaban, aunque no se evitaban por completo. El Sleipnir no contraería su longitud hasta cero ni conseguiría una masa infinita cuando alcanzase la velocidad de la luz. Se contraía y aumentaba, sí, pero sólo en una proporción del l/777'777 de lo que sería normal. La nave asumiría la forma de un disco, pero de una manera más lenta que sin sus «abridores», contradurmientes especiales y dispersadores.
¿Pero quién sabía lo que sucedería cuando la velocidad de la nave fuese superior a la de la luz? Este era el problema que tenía que resolver el Sleipnir, aunque su capitán Grettir pensaba que no bajo las condiciones actuales. No a la fuerza.
—¡Señor! —exclamó MacCool—. La Wellington amenaza con disparar sobre cualquiera que se acerque al cuarto de máquinas... El primer maquinista vaciló y después añadió: —Excepto sobre usted. Quiere hablarle. Pero no por medio de la intercomunicación. Insiste en que baje usted y hablen cara a cara. Grettir se mordió el labio inferior y emitió un ruido de ventosa.
—¿Por qué a mí? —preguntó, pero sabía por qué y la expresión de MacCool mostraba que él también lo sabía.
—Estaré abajo dentro de un minuto. ¿No hay forma de conectar una derivación, instalar un circuito a su alrededor o detrás de ella para volver a controlar de nuevo el transmisor?
—¡No, señor!
—¿Es que también se abrió paso por el puente de la sala de máquinas y se hizo con los circuitos colindantes? MacCool contestó:
—Está loca, pero tiene la mente lo suficientemente clara para adoptar toda clase de precauciones. No ha descuidado nada. Otettir gritó:
-¡Wang! ¿Cuál es ahora la velocidad?
—¡Dos coma tres vl/pm, señor!
Grettir contempló la pantalla de estrellas en el mamparo del proel del puente. Todo negro excepto unos cuantos brillos blancos, azules, rojos y verdes, aparte de la galaxia llamada XD-Dos, que yacía muerta delante. La galaxia había tenido y seguía teniendo la forma de una naranja. Estuvo observando la pantalla aproximadamente un minuto y después dijo:
—Wang, ¿estoy viendo bien? La luz roja procedente de XD-Dos está virando al azul, ¿correcto?
—¡Correcto, señor!
—Entonces... ¿por qué XD-Dos no se vuelve más grande? La estamos alcanzando como una zorra a un conejo. Wang contestó:
—Creo que la tenemos más perca, sir. Pero es que estamos aumentando de tamaño...