CAPÍTULO XVI

En un estado de repentina apatía, Finnerack volvió a bajar hacia el valle. En varias ocasiones, Etzwane trató de hablar con él, pero en cada una de ellas, de un modo extraño, no le contestó una sola palabra. Mialambre, algo menos imaginativo, le preguntó a Finnerack:

—¿Te das cuenta de que tu acto, ya fuera cuerdo o demente, nos ponía en peligro a todos?

Finnerack no le contestó y Etzwane se preguntó si acaso había escuchado la pregunta.

—Hasta los mejores de nosotros nos dejamos llevar a veces por extraños impulsos —dijo Ifness con un tono grave en su voz.

Finnerack siguió sin decir nada.

Etzwane había esperado que el planeador les llevara de nuevo a través del gran Pantano de Sal, pero en lugar de eso les llevó de vuelta a Chemaoue, donde el vehículo tirado por hombres les trasladó a la posada del puerto. Las habitaciones eran tan poco encantadoras como el vestíbulo; estaban dotadas de camas de piedra, sobre las que sólo se habían colocado unos cojines malolientes. A través de la ventana abierta les llegaba la brisa del aire salado y el sonido del agua del puerto.

Etzwane pasó una noche muy mala, durante la que no se dio cuenta de haber dormido. Finalmente, por la elevada ventana penetró con lentitud una luz de color gris-violeta. Etzwane se levantó, se despejó echándose agua fresca sobre la cara y bajó a la sala común, en donde no tardó en reunírsele Mialambre. Ifness y Finnerack tardaban en aparecer. Cuando Etzwane subió a sus habitaciones para ver lo que pasaba, las encontró vacías.

Ifness regresó a la posada al mediodía. Lleno de ansiedad, Etzwane le preguntó por Finnerack. Ifness le contestó con gran cuidado y deliberación.

—No sé si recuerdas que Finnerack mostró una irresponsabilidad muy peculiar. La pasada noche abandonó la posada y echó a andar a lo largo del muelle. Yo ya había supuesto que haría algo así, por lo que pedí que fuese estrechamente vigilado. Por lo tanto anoche fue detenido para mantenerle en custodia. He estado con las autoridades de Palasedra durante toda la mañana y creo que han descubierto el porqué de la extraña conducta de Finnerack.

Etzwane empezó a sentir el antiguo rencor que sintiera en otro tiempo hacia el receloso Ifness.

—¿Qué han descubierto… y cómo?

—Será mejor que vengas conmigo y lo descubras tú mismo.

—Ahora —dijo Ifness con un tono de voz casual—, los palasedranos están convencidos de que la nave espacial no es un producto de la Tierra. Eso ya se lo podía haber dicho yo mismo. Pero con ello les habría descubierto mi verdadera procedencia.

—Entonces —preguntó Mialambre con cierta irritación—, ¿de dónde procede esa nave espacial?

—Siento tanta ansiedad como tú por saberlo… De hecho, estoy trabajando en Durdane con este fin. Como los mundos de la Tierra se encuentran más allá de Schiafarilla, lo más probable es que la nave espacial proceda de la dirección opuesta, o sea de algún punto situado hacia el centro de la galaxia. Se trata de una clase de nave que nunca había visto.

—¿Has informado de eso a los palasedranos?

—De ningún modo. Sus opiniones han quedado alteradas por los acontecimientos de esta mañana. No sé si recuerdas que los jefes de los roguskhoi llevaban un peto protector. Eso despertó mi curiosidad. Aquí están los laboratorios.

—¿Es aquí adonde trajeron a Finnerack? —preguntó Etzwane, sintiendo un estremecimiento de horror.

—Parecía el procedimiento más lógico.

Penetraron en un edificio de piedra negra que olía fuertemente a productos químicos. Ifness indicó el camino con seguridad. Avanzaron a lo largo de un extenso pasillo hasta llegar a una gran sala, iluminada por una serie de luces celestes. A derecha e izquierda se podían ver tanques y tinajas, y en el centro había unas mesas. En el extremo más alejado, cuatro palasedranos, vestidos con batas grises, examinaban la masa de un roguskhoi muerto. Ifness hizo un gesto de asentimiento.

—Están comenzando una nueva investigación… Quizá os sea provechoso observar.

Etzwane y Mialambre se aproximaron, quedándose junto a la pared. Los palasedranos trabajaban sin prisa, colocando el bulto en la mejor posición para ellos… Etzwane echó un vistazo por la sala. En el interior de dos vasijas de cristal se movían un par de insectos o crustáceos marrones. Las vasijas soltaban órganos flotantes, mohos y hongos, un enjambre de pequeños gusanos blancos y una docena de objetos desconocidos… Los palasedranos, utilizando una sierra circular impulsada por aire, abrieron el gran pecho del roguskhoi. Trabajaron en él durante cinco minutos, con gran destreza. Etzwane empezó a sentir una tensión casi insoportable; se volvió hacia otro lado. Sin embargo, Ifness estaba atento.

—Observad ahora.

Con gran habilidad y delicadeza, los palasedranos extrajeron del interior del cuerpo un saco blanco del tamaño de dos puños cerrados. Un par de pesados tendones posteriores, o de nervios, parecían dirigirse hacia el interior de la nuca. Muy cuidadosamente, los palasedranos abrieron canales en el interior de la carne oscura, atravesando los cartílagos y los huesos, con objeto de sacar intactos los tendones. Después, el órgano completo quedó sobre la mesa. De repente, demostró poseer una vida propia, pues se revolvió con violencia. El saco blanco se rompió; de él surgió una brillante criatura de color marrón, que se parecía a algo entre una araña y un crustáceo. Inmediatamente, los palasedranos la introdujeron en una vasija que colocaron en una estantería, junto a sus otros dos compañeros.

—Aquí tenéis a vuestros verdaderos enemigos —dijo Ifness—. Durante nuestras conversaciones, Sajarano de Sershan utilizó la palabra «asutra». Su inteligencia parecía ser muy elevada.

Lleno de una horrible fascinación, Etzwane se acercó para contemplar el interior de la botella. La criatura estaba retorcida y liada sobre sí misma, como si se tratara de un pequeño cerebro de color marrón. De la parte inferior del cuerpo surgían ocho patas muy juntas, cada una de las cuales terminaba en tres pequeñas pero fuertes extensiones. Las largas fibras o nervios se extendían a partir de un extremo, a través de un racimo de órganos sensoriales.

—Por el poco conocimiento que poseo de los asutra —dijo Ifness—, deduzco que se trata de un parásito. O, mejor aún, de la parte directriz de una simbiosis, aunque estoy seguro de que en su medio ambiente original no utiliza como huésped forzoso ni a criaturas como los roguskhoi ni a hombres.

—¿Habías visto estas criaturas? —preguntó Etzwane con un tono de voz que le fue difícil controlar.

—Unicamente un espécimen. El que le quité a Sajarano.

Una docena de preguntas se acumularon en la mente de Etzwane; surgieron en él sombrías sospechas que no sabía cómo expresar y que quizá no deseaba comprobar. Apartó de su mente a Sajarano de Sershan y a su patético cuerpo destrozado. Miró de una vasija a otra, y aunque no podía identificar ojos, ni órganos visuales, tuvo la molesta sensación de que le estaban observando.

—Están altamente desarrollados y especializados —afirmó Ifness—. Sin embargo, al igual que el hombre, muestran poseer una sorprendente capacidad de adaptación y, sin duda alguna, pueden sobrevivir en ausencia de sus huéspedes.

—¿Qué me dice entonces de Finnerack? —preguntó Etzwane, aunque conocía la respuesta a su pregunta, incluso antes de hacerla.

—Éste —dijo Ifness, señalando una de las vasijas—, era el asutra que ocupaba el cuerpo de Jerd Finnerack.

—¿Está muerto?

—Está muerto. ¿Cómo podría haber sobrevivido? Una vez más —siguió diciendo Ifness con una voz nasal en la que se descubría un intenso aburrimiento—, insistes en que te dé información sobre cuestiones que no son de tu incumbencia, o de las que, sin duda, puedes prescindir perfectamente. Sin embargo, haré una concesión en este caso, y quizá pueda aliviar tu sensación de perplejidad.

»Como ya sabes, los representantes del Instituto Histórico me ordenaron abandonar el planeta Durdane al considerar que había actuado de modo irresponsable. Confirmé enérgicamente mis opiniones; gané a otros compañeros, que compartieron mis puntos de vista, y volví a ser enviado a Durdane con nuevas instrucciones.

»Regresé inmediatamente a Garwiy, donde quedé satisfecho al comprobar que tú habías actuado con decisión y energía. Al poco tiempo, disponiendo de líderes, los hombres de Shant reaccionaron a la amenaza con sus recursos humanos ordinarios.

—¿Pero por qué estaban allí los roguskhoi? ¿Por qué atacaban el pueblo de Shant? ¿No era eso algo extraordinario?

—De ningún modo. Durdane es un mundo de seres humanos que se encuentra algo aislado. Es, por lo tanto, un lugar donde se pueden llevar a cabo, con alguna discreción, cierta clase de experimentos con poblaciones humanas. Los asutra parecían estar anticipándose a un eventual contacto entre su reino y los mundos de la Tierra; quizá hayan tenido experiencias desgraciadas en el pasado.

»Recuerda que son parásitos; tratarán siempre de llevar a cabo sus aspiraciones a través de otros seres. En consecuencia, primero intentaron crear un simulacro antihumano que dejaba preñadas a las mujeres humanas, de modo que el proceso las convirtiera en estériles. De hecho, se trataba de un arma biológica como las que el hombre ha utilizado a menudo para las plagas de insectos.

»Su creación más notable fueron los roguskhoi. Sin duda alguna, cientos, o quizá miles de hombres y mujeres ha conocido los laboratorios de los asutra; es éste un pensamiento capaz de obsesionarle a uno durante las noches de insomnio. Los asutra tuvieron que considerar que sus criaturas eran réplicas humanas aceptables, lo que, desde luego, no es cierto. La menos sutil de las miradas humanas les reconocía como monstruos; sin embargo, ellos cumplían sus funciones desde el punto de vista biológico.

»Para asegurar la realización de un fructífero experimento, a los roguskhoi se les debía conceder un adecuado período de no interferencia; desde entonces, el Anomo tuvo un monitor implantado en su cuerpo, lo que hizo que el benevolente ya no pudiese actuar de modo correcto. Por un sistema que todavía no está completamente investigado, el asutra controla las actividades de su huésped. Sajarano hablaba de su “alma secreta”, de “la voz de su alma”; recuerdo que Finnerack mencionó en alguna ocasión su conciencia. No cabe la menor duda de que los asutra aprendieron a reprimir a sus huéspedes.

»Como arma, los roguskhoi eran un fracaso; el concepto esencial era una falacia. Una vez hubo terminado la pasividad artificial del Anomo, los hombres de Shant reaccionaron con la acostumbrada energía humana. No cabe duda de que los asutra podrían haber suministrado armas y subyugado a Shant, pero no era ése su propósito. Lo que deseaban era experimentar y perfeccionar técnicas indirectas.

»Imagina, por ejemplo, que los hombres pudieran ser inducidos a destruirse entre sí. Este concepto, y eso es lo que sospecho, aunque en este caso ya me encuentro en terreno resbaladizo, les condujo a implantar su control sobre Finnerack. De este modo se reforzaba su belicosidad; se vio impulsado a desafiar a los palasedranos…, un acto que no fue del todo contrario a sus propios instintos internos. Sin embargo, este segundo experimento también condujo a un fracaso, aunque en principio parece tratarse de una táctica algo más razonable. La preparación no era suficiente. Supongo que todo este esquema no fue más que una precipitada improvisación.

—Todo eso está muy bien —dijo Mialambre, frunciendo el ceño—, ¿pero por qué iban a utilizar precisamente a Jerd Finnerack antes que, por ejemplo, a Gastel Etzwane, que en el fondo tenía mucha más influencia?

—Hubo una época en la que Finnerack parecía ser un hombre de un poder irresistible —observó Ifness—. Controlaba la Agencia de Información y también estaba al mando de los Valerosos Hombres Libres. Su estrella se encontraba en alza, con lo que, sin quererlo, certificó su propia desaparición.

—Así es, en efecto —admitió Mialambre—. De hecho, puedo establecer el preciso momento en que se produjo su alteración. Desapareció durante tres días… —su voz se desvaneció entonces y sus ojos se dirigieron hacia Etzwane.

Sobre la sala se extendió un pesado silencio.

Etzwane bajó lentamente los puños cerrados y los colocó sobre la mesa.

—Así tiene que haber sido. Los asutra también me han alterado a mí.

—¡Qué interesante! —exclamó Ifness—. ¿Eres consciente de escuchar voces extrañas, de tener oleadas de angustia, una sensación constante de descontento e inquietud? Ésos son los síntomas que, al parecer, impulsaron a Sajarano a suicidarse.

—No noto nada de lo que me dices. Pero, a pesar de todo, fui drogado del mismo modo que Finnerack. Llegaron a aparecer incluso los mismos parthanos. Estoy condenado, pero moriré con la satisfacción de haber cumplido mis objetivos. Vayamos al laboratorio y terminemos de una vez con este asunto.

Ifness hizo una señal tranquilizadora.

—Las condiciones no son tan malas como tú crees. Sospeché que ellos intentarían hacer una operación de ese tipo y estaba preparado para abortarla. En realidad, ocupaba una suite en Hrindiana, junto a la tuya. El intento fracasó, los parthanos murieron; el asutra en cuestión fue enviado a la Tierra en un tarro y tú te despertaste tres días más tarde, cansado e inquieto, pero sin haber sufrido el menor daño.

Etzwane se dejó caer sobre un asiento.

—En Shant —siguió diciendo Ifness—, los asutra han sufrido una pequeña, pero significativa derrota. Sus experimentos, gracias a lo alerta que se ha mantenido en todo momento el Instituto Histórico, han atraído precisamente esa atención que ellos intentaban evitar a toda costa. ¿Qué hemos aprendido? Que los asutra esperan o se preparan para unas futuras relaciones antagónicas con la raza humana. Quizá sea inminente una colisión entre un par de sistemas de mundos en expansión… Ahí viene el canciller, sin duda alguna para anunciar que vuestro planeador está preparado. En cuanto a mí, he comido pescado salado con demasiada frecuencia y ahora, si me lo permitís, os acompañaré a Shant…