SalvadaSacha.com
FLIK y yo estamos en el Aachener Weiher, un charco urbano cuadrado con alguna mancha verde alrededor. Llevo la cámara digital de Shahin en la mano y Flik tiene sudor en la frente.
—Explícamelo otra vez, por favor, creo que no llego —se lamenta.
—De acuerdo. Lo vamos a hacer exactamente igual que los chicos del caniche. Página en Internet. Botón de donaciones. Plazo con la gran fiesta de la matanza. Solo hay dos diferencias: la primera, lo haremos con un cisne, no con un caniche, y la segunda, no lo vamos a secuestrar, solo le haré una foto.
Flik apoya las manos en la cadera en un gesto desafiante.
—Un momento. Si tú haces una foto, ¿quién agarra al cisne?
—¡Tú!
—Ni hablar.
—¡Flik! No lo olvides: ¡está en juego tu dinero!
Un tío enorme con un perro diminuto pasa por delante de nosotros hablando por el móvil y damos un paso a un lado. Flik se seca el sudor de la frente con un pañuelo y mira atemorizado en dirección a una pareja de cisnes en la orilla del estanque. Finalmente se vuelve hacia mí, me observa y dice:
—¿Y por qué no coges una foto de un cisne de internet para tu acción?
—Porque no tengo ganas de que el imbécil de abogado de Paula me denuncie por un delito contra la propiedad intelectual.
—¿Y por qué escoges un cisne?
—Acabo de discutir sobre el tema durante dos horas, no me quedan ganas de explicarlo.
—Simon, quiero que me devuelvas el dinero, por favor.
—¿Qué?
—El dinero. Los diez mil euros. Me dijiste que eran para una idea de negocio genial.
—¡Pero es una idea de negocio genial!
—¿Comerse un cisne si la gente no te dona cien mil euros? ¿Esa es tu idea de negocio?
—¡Vamos, Mickie!
—¡Calla la boca, idiota!
Flik ya no me escucha, está sacudiendo la cabeza, tal vez debería hacer que el Dr. Parisi le hiciera pruebas de autismo.
—Ya no tienes el dinero, ¿verdad?
Aprieto los labios y bajo la mirada. Luego digo en voz baja:
—No, ya no lo tengo.
Flik cierra los ojos y contiene la respiración. Prácticamente se le ve el pulso acelerado en las sienes.
—El dinero está ya en la página web, Flik. Ya lo he invertido. ¡Confía en mí!
Abre los ojos.
—¿Has invertido en la página web?
—¡Sí!
—¿Y quién la va a programar?
—Shahin.
—¿El del locutorio árabe de Zülpicher Strasse?
—Locutorio persa. Y está en Moselstrasse.
—¿Por diez mil euros?
—¡Eh, Flik! ¡Lo llaman Flash Gordon en internet! ¿Adónde vas?
Sigo a Flik hasta un banco húmedo del parque en el borde del camino.
—Necesito sentarme.
Flik se pone pálido, yo me quedo de pie a su lado.
—Flik, si nos retiramos ahora seguro que perdemos el dinero. Si cogemos un cisne y seguimos con esto, tenemos una oportunidad. Luego nos forramos, tú recibes tu dinero y mil más, como te prometí.
—¡Claro! ¡www.salvadasacha.com! ¡Es que no lo entiendo!
—Por favor, Flik, probémoslo.
Flik se queda callado durante una eternidad, con la mirada perdida en el vacío. Finalmente me mira, desesperado.
—Daniela me matará.
—¿Qué?
—Daniela me matará cuando se lo cuente. Teníamos pensado poner el dinero en la financiación del piso.
Me siento junto a Flik en el banco y le rodeo los hombros con el brazo.
—Vamos, Flik. ¿Por qué siempre das por hecho que no va a salir bien? ¿Por qué no piensas en cómo le pondrás a Daniela los mil euros de más sobre la mesa y le dirás: «Los he ganado durante la pausa para comer»?
Estoy pensando cómo salvar nuestra amistad cuando Flik se levanta de un salto con un grito desgarrador y corre en dirección a la pareja de cisnes. Yo me quedo atónito en mi banco. Los cisnes están igual de sorprendidos que yo y no saben si correr o volar del susto: como si se tratara de un tema de vida o muerte, Flik corre despavorido detrás de dos cisnes, que han emprendido la huida. Salta hacia el césped húmedo y no acierta por poco a agarrar el cuello de uno de los cisnes. Flik aterriza en el césped otoñal marrón. Enciendo la cámara de Shahin y salgo trotando.
—¡Flik! ¡Espera! ¡No te puedes levantar! ¡Solo sujétalo para la cámara, mejor por el cuello!
—¡Tú haz la foto!
—¡Vale!
Y Flik vuelve a ponerse en posición de lucha, preparado para abalanzarse con sus casi cien kilos sobre la próxima ave.
—¡Flik! ¡Mira, detrás de ti hay tres!
—¡Calla!
Por lo visto Flik tiene otra táctica que en el primer ataque. Con la velocidad de un secreta tras el tercer caco, va arrastrando los pies por el camino de grava hacia el trío de cisnes. Yo me quedo unos diez metros por detrás. A dos metros de los cisnes se para y saca algo del bolsillo.
—Mickie, ¿qué haces?
—¡Silencio!
¿Qué va a hacer? ¡Está dando de comer al cisne! Claro, cómo no se me había ocurrido. Veo por el visor cómo Flik agarra con valentía el cuello del cisne. Aprieto el botón, pero en vez del cuello, Flik agarra una parte del ala. Y luego sucede algo increíble: ¡el cisne ataca! No para de picar a Flik en la mano a toda velocidad.
—¡Ay! ¡Mierda de bicho!
Hago una foto tras otra, Flik grita y suelta el ala como un tonto, pero el cisne sigue furioso y por lo visto le ha gustado lo de golpear con el pico duro al blando de Flik.
—¡Tienes que agarrarlo del cuello y mirar a la cámara! ¡Piensa en tu dinero!
—¿Qué te crees que estoy intentando hacer, imbécil? ¡Ay!
—¡Del cuello, Flik! ¡Del cuello!
Ni siquiera cuando retrocede unos pasos, temeroso, le deja en paz el cisne. Entonces Flik consigue lo imposible: cuando el cisne quiere darle un picotazo en la rodilla, lo agarra del cuello y lo levanta. El cisne no para de mover las alas, aterrorizado, salen plumas volando, los transeúntes miran boquiabiertos y Flik mira con una arriesgada expresión de orgullo a un cisne presa del pánico.
Aprieto el botón.
Es la foto del año.
Me impresiona que Flik aguante la aguja furiosa del Dr. Parisi sin desmayarse. Mi médico de cabecera le desinfecta un último picotazo del cisne de la mano, conmigo sentado al lado, abatido.
—Escuece un poco, lo mejor es que ÉL se esté quieto.
Flik levanta la vista un poco enfadado.
—¿Quién?