[1] Joseph A. Schumpeter, History of Economic Analysis, Oxford University Press, Nueva York, 1954, p. 97. <<
[2] Véase Raymond de Roover, «The Concept of the Just Price: Theory and Economic Policy», Journal of Economic History 18, 1958, pp, 418-434; idem, Business, Banking and Economic Thought in hate Medieval and Early Modern Europe: Selected Studies of Raymond de Roover, Julius Kirshner ed., University of Chicago Press, Chicago, 1974, pp. 306-345; Alejandro A. Chafuen, Faith and Liberty: The Economic Thought of the Late Scholastics, Lexington, Lanham, Md., 2003; Marjorie Grice-Hutchinson, The School o f Salamanca: Readings in Spanish Monetary Theory, 1544-1605, Clarendon Press, Oxford, 1952; idem, Early Economic Thought in Spain, 1177-1740, George Allen & Unwin, Londres, 1978; [Ed. española: El pensamiento económico en España 1177-1740, Crítica, Barcelona, 1982); Joseph Schumpeter, History of Economic Analysis, op. cit.; Murray N. Rothbard, An Austrian Perspective on the History of Economic Thought, vol. 1, «Economic Thought Before Adam Smith», Edward Elgar, Hants, Inglaterra, 1995, pp. 99-133. <<
[3] Murray N. Rothbard, Economic Thought Before Adam Smith, op. cit., pp. 73-74. Ludwig von Mises, el gran economista del siglo XX, demostró que fue así como nació el dinero. <<
[4] Ibídem, p. 74; véase también Thomas E. Woods, Jr., The Church and the Market: A Catholic Defense of the Free Economy, Lexington, Lanhatn, Md:, 2005, pp, 87-89, 93. <<
[5] Jörg Guido Hülsmann, «Nicholas Oresme and the First Monetary Treatise», 8 de mayo, 2004. http://www.mises.org/fullstory.aspx?control=1516. <<
[6] Murray N. Rothbard, Economic Thought Before Adam Smith, op. cit., p. 76. <<
[7] Jörg Guido Hülsmann, op. cit. <<
[8] Alejandro Chafuen, op. cit., p, 62. <<
[9] Para una visión global de la imaginería bíblica, y en particular de Mateo 16, 18, un pasaje frecuentemente contestado, véase Stanley L. Jaki, The Keys of the Kingdom: A Tool’s Witness to Truth, Franciscan Herald Press, Chicago, Ill., 1986. <<
[10] Murray N. Rothbard, op. cit., pp. 100-101. <<
[11] Ibídem, pp. 60-61. <<
[12] Ibídem, p, 62. <<
[13] Murray N. Rothbard, «New Light on the Prehistory of the Austrian School», en The Foundations of Modern Austrian Economics, Edwin G. Dolan ed., Sheed & Ward, Kansas City, 1976, p. 55. <<
[14] Alejandro Chafuen, op. cit., pp. 84-85. <<
[15] Ibídem, p. 84. <<
[16] «Se entiende mejor a Carl Menger en el contexto del neoescolasticismo aristotélico del siglo XVIII», Samuel Bostaph, «The Methodenstreit», en The Elgar Companion to Austrian Economics, Peter J. Boettke ed. Edward Elgar, Cheltenham, RU, 1994, p, 460. <<
[17] Carl Menger, Principles of Economics, Libertarian Press, Grove City, 1994, pp. 64-66. [Ed. española: Principios de economía política, Unión Editorial, SL, Madrid, 1997]. <<
[18] Para una refutación directa de Marx véase el olvidado clásico de Eugen von Böhm-Bawerk, Karl Marx and the Close of His System, TF Unwin, Londres, 1898. [Ed. española: La conclusión del sistema marxiano, Unión Editorial, Madrid, 2000]. Una réplica aún más contundente y esencial, donde se presenta la postura de Marx como un craso error (y que por cierto no postula la teoría del valor subjetivo), puede hallarse en George Reisman, Capitalism, Jameson Books, Ottawa, Ill., 1996. <<
[19] Emil Kauder, A History of Marginal Utility Theory, Princeton University Press, Princeton, 1965, p. 5. <<
[20] Es frecuente malinterpretar a Locke en este punto, de ahí que valga la pena señalar que Locke no creía en la teoría del valor del trabajo. Sus enseñanzas se referían a la justicia de la adquisición inicial en un mundo de bienes que no son propiedad de nadie. Locke afirmaba que en un estado natural, donde muy pocos de los bienes son propiedad privada de los individuos, si es que alguno lo es, es lícito que alguien reivindique como propio un bien o un trozo de tierra si en ello aplica su trabajo; si desbroza un campo, por ejemplo, o si coge una manzana de un árbol. El ejercicio del trabajo proporciona al individuo un derecho moral sobre el bien al que aplica su trabajo. Una vez un bien pasa a ser propiedad privada, la aplicación del trabajo deja de ser necesaria. Los bienes privados son propiedad legítima de sus propietarios cuando se han adquirido directamente de la naturaleza, como ya se ha visto, o mediante la compra o la donación voluntaria de su legítimo propietario. Nada de esto guarda relación alguna con la asignación de «valor» a los bienes sobre la base del trabajo invertido en su fabricación; lo que preocupa a Locke es reivindicar la legitimidad jurídica y moral sobre la propiedad de los bienes adquiridos en estado natural sobre la base de la inversión inicial de trabajo para ello realizada. <<
[21] Emil Kauder, op. cit., pp. 5-6. <<
[22] Ibídem, p. 9. Comillas añadidas. <<
[23] El escolasticismo llegó a ser despreciado tanto por los protestantes como por los racionalistas, de ahí que en ocasiones desapareciese cualquier referencia explícita al trabajo de los últimos escolásticos en los trabajos de algunos de sus sucesores. Los historiadores del pensamiento pueden, sin embargo, reconstruir la influencia de los escolásticos gracias a que incluso sus enemigos los citaban expresamente. Véase Murray N. Rothbard, «New Light on the Prehistory of the Austrian School», pp. 65-67. <<
[24] Tengo una gran deuda con Murray N. Rothbard, «New Light on the Prehistory of Austrian School», en lo relativo a la influencia del pensamiento de los últimos escolásticos. <<
[25] Ibídem, p. 66. <<
[26] En Thomas E. Woods, The Church and the Market: A Catholic Defense of the Free Economy, op. cit., se recogen mis propias aportaciones al pensamiento de los últimos escolásticos. <<
[27] Murray N. Rothbard, op. cit., p. 67. <<