25
—Me encanta —dijo Lilly inspeccionando un fragmento del semblante de la musa, para luego arrojarlo de vuelta al suelo, junto a los demás restos del artefacto—. ¿Es que siempre nos toca toparnos con algo maldito?
Para su alivio, su ceguera había resultado ser reversible, al igual que las lesiones de Gareth no fueron en absoluto letales. Daz los había atendido a ambos a regañadientes, una vez la asesina y Vladawen juraron compensarlo por sus servicios, por los daños que había sufrido la tienda y también por la afrenta a su dignidad. De hecho, los honorarios del enano supusieron finalmente un buen pico de su reserva de monedas, pero lo cierto es que le pagaban muy gustosamente.
—Gracias a Jandaveos que interviniste —dijo Vladawen, con un aspecto más demacrado y desmejorado de lo habitual, enfermo y posiblemente también avergonzado. Lilly, que sabía bien lo que era sentir cómo le doblegaban a uno la voluntad, se sintió en empatía con el elfo—. Supongo que fui yo quien te despertó, o la musa, aunque tratamos de hacerlo sigilosamente.
—No llegué a dormirme, o al menos no más que una ligera cabezadita. Nunca confié en esa retorcida estatua desdeñosa. Numadaya ya nos alertó contra ella, aunque no sé de qué mierda sirve ser adivina si no puedes pronunciar unos avisos algo más claros. Me di cuenta de que sufriste ese par de ataques justo después de formular preguntas a esa cosa. De modo que decidí vigilarla de cerca, y a ti, al menos por un tiempo.
—Si no lo hubieras hecho, si todos no hubieran ayudado...
—Sólo cumplí con mi deber —dijo Gareth, con la frente envuelta en un vendaje recién colocado. Era la clase de afirmaciones que sólo un chico pomposo y mojigato como él haría. No obstante, Lilly tenía que admitir que ahora le gustaba más que antes. Después de todo, era la segunda vez que se había desenvuelto valientemente cuando ella y Vladawen habían necesitado su ayuda.
—Por mi parte, no me quedaron demasiadas opciones —espetó Daz—, después que empezases a arrojarme muebles.
—Hubiera sido un desastre —dijo Vladawen— que todo esto hubiera acabado de alguna otra forma. Aun así, no hemos hecho más que agravar nuestras dificultades.
Tras pensarlo dos veces. Lilly se dio cuenta de lo que hablaba Vladawen.
—Sin la musa, ¿quién va a decimos dónde está la fortaleza de Dar'Tan? Sólo se me ocurre una respuesta: sus esbirros.
Vladawen suspiró.
—Ésa es también la única solución que se me ocurre. Claro que igualmente debíamos mezclarnos con Levin, para arreglar la nave de Khemaitas. Pero no estoy seguro de si Levin es en realidad un agente de Dar'Tan. Debemos sacar esa información a alguien.
—Kolvas —dijo la asesina con una sonrisa.
—Quizá.
—Estoy de acuerdo.
—Y yo también —dijo Gareth—. Siempre quise combatir a Levin y a sus aliados. Sólo accedí a escabullirme junto a vosotros porque supuse que esa confrontación acabaría siendo inevitable, por mucho que tratarais de esquivarla. Si habéis decidido lanzaros a ciegas a la batalla...
—Cuando hayáis estado en una o dos guerras —le respondió bruscamente Vladawen— podréis hablarme de "lanzarse a ciegas a la batalla". Hasta entonces, gracias por vuestra ayuda. Si me disculpáis, necesito tomar algo de aire fresco. —Entonces se giró y se deslizó tras la puerta.
Lilly siguió al elfo afuera, bajo el manto de la gélida noche, salpicada de un fuerte olor marino a sal, algas y sangre. Vladawen tenía la mirada perdida en el horizonte. Nadie los observaba, y ella decidió cogerle la mano.
—No es agradable cuando te convierten en una marioneta.
El elfo asintió.
—Después que Yaeol me resucitara, afirmé que nunca volveríamos a ser marionetas de nadie. La musa se ha burlado de mi promesa.
—Sólo ha estado en tu cabeza un momento. Ahora está muerta, y no hay más que hablar...
—Respecto al oráculo lo tengo claro. Pero ¿y si de alguna forma, inconscientemente, aún somos portadores de la voluntad de Belsamez?
—Cuando me preocupé por poder seguir siendo manipulada, me aseguraste que no podía ser así, e hiciste bien en hacerlo. Tenemos que llegar hasta el final en todo esto. De no ser así, toda tu raza quedará maldita para siempre.
—Tienes razón.
—¿Entonces, qué nos impide lanzarnos al ataque? Deberías estar ansioso por hacerle pagar a Kolvas sus traiciones y malas artes.
—En cierto sentido es así, pero quizá esté también demasiado cansado. Esperaba poder superar al menos una de las fases de nuestra misión sin tener que combatir abiertamente, sin tener que acabar recurriendo a las mismas tácticas sangrientas que permitieron a los magos sombríos pervertir la resurrección del dios la primera vez que la intentamos llevar a cabo. Pero parece claro que es imposible que ocurra así. —Vladawen esbozó una sonrisa contemplando a Lillatu—. Pero no te preocupes. Todo irá bien.
—Estoy segura. ¿Por dónde empezamos?
—Qué te parece esto: Levin trabaja en un establecimiento mercantil. Según palabras de Gareth, parece tener un don especial para entrar y salir pasando desapercibido, pero ése parece un buen lugar para encontrar su pista.