CICLOS KONDRATIEV, GIRO POLÍTICO Y MUNDIALIZACIÓN DEL CAPITAL
LA mundialización del modo de producción capitalista del último cuarto de siglo ha sido un resultado inesperado partí los marxistas y otras variantes del pensamiento crítico y heterodoxo. Es que en las décadas de 1970 y 1980 la visión predominante en la izquierda era que el capitalismo había entrado en una larga fase depresiva, que desembocaría en una crisis de características similares a la Gran Depresión. A esta idea contribuyó la actualización que hizo Ernest Mandel de las ondas largas Kondratiev. Kondratiev fue un economista ruso que planteó, en la década de 1920, que la evolución del capitalismo está marcada por grandes ciclos de unos 50 años, que se habrían repetido con regularidad desde comienzos del siglo 19. En El capitalismo tardío, Mandel reformuló la teoría de Kondratiev en términos de alzas y bajas de largo plazo de la tasa de ganancia y planteó que a fines de la década de 1960 había (armiñado una fase larga de ascenso del ciclo, de unos 25 años y comenzaba la fase depresiva, que duraría aproximadamente otros 25 años. Esta tesis tuvo rápidamente gran aceptación en la izquierda. Autores tan diferentes como Arrighi, Amin, Wallerstein, Rosier, Dockés, Shaikh y Gunder Frank la adoptaron y defendieron. Incluso en la actualidad la visión de Chesnais sobre que la mundialización en lo esencial mundialización del capital financiero y especulativo, tiene como punto de referencia último la idea da un capitalismo inmerso en una onda larga depresión. Sin embargo en el capítulo anterior hemos planteado que la globalización consiste en la mundialización del modo de producción capitalista y que fue acompañada por un crecimiento del comercio mundial; un desarrollo que no encaja en las ondas largas. Por lo tanto se impone revisar en qué medida se ha verificado la tesis de Kondratiev (y Mandel) en las últimas tres décadas. Con este fin presentamos la posición de Mandel sobre los ciclos largos y la contrastamos con lo sucedido desde 1970. En segundo término, sacamos algunas conclusiones con respecto a la dinámica del capitalismo y por último explicamos las condiciones políticas que posibilitaron la mundialización del capital.
La tesis de Mandel sobre los ciclos Kondratiev
Mandel explicó los movimientos de largo plazo del sistema capitalista en base a la evolución de la tasa de ganancia. Sostuvo que la fase de ascenso del ciclo Kondratiev, o fase A Kondratiev, se iniciaba cuando una elevación importante de la tasa de ganancia permitía expandir la inversión de largo aliento, que implica renovaciones fundamentales de la tecnología productiva y del capital fijo. En la medida en que la inversión aumentaba y crecía la acumulación del capital, comenzaba a operar La tendencia de largo plazo al debilitamiento de la tasa de ganancia -por el aumento de la inversión de capital por obrero- que había explicado Marx. La expansión tocaba a su fin cuando la caída de la tasa de ganancia provocaba una caída de la inversión. Se abría entonces la fase B Kondratiev, caracterizada por crisis económicas profundas, aumento de la desocupación, destrucción de fuerzas productivas, tendencia a las guerras y las revoluciones. El capitalismo sólo podía salir de estas crisis si lograba recomponer la tasa de ganancia, esto es, si se producían grandes desvalorizaciones del capital, elevación de la tasa de explotación y en general una reestructuración del capital. Esto implicaba que el capitalismo debía ser políticamente capaz de derrotar a los trabajadores y/o descargar el peso de la crisis sobre los pueblos coloniales y oprimidos. Así, el capitalismo había sobrevivido a la fase depresiva ¡niciada en 1873 merced a la conquista colonial de nuevos territorios; y había salido de la fase depresiva iniciada en 1914 porque la clase obrera de ¡os países centrales había sido derrotada -fascismo, nazismo, derrota de fuerzas revolucionarias en España- lo que había permitido operar una reestructuración en profundidad del capitalismo y la recomposición de la tasa de ganancia. Mandel también estaba convencido de que la dinámica de largo plazo era de achicamiento geográfico del capitalismo, aun cuando el sistema experimentara fases expansivas coyunturales. Sostenía que en el siglo 20 una vasta zona había sido "sustraída del mercado mundial capitalista por la victoria de la revolución en Rusia" y que a partir de entonces había existido una “tendencia secular" hacia una "mayor contracción geográfica de la acumulación del capital"339. Afirmaba también que las crisis serían cada vez más profundas y que las recuperaciones costarían cada vez más en términos de vidas humanas, guerras y calamidades. Por eso, si la recuperación del capitalismo de la fase depresiva abierta con la Primera Guerra mundial había costado decenas de millones de muertos (las dos guerras mundiales) y la Gran Depresión, la recuperación del capitalismo de la fase contractiva iniciada en los setenta costaría aún más en términos de vidas humanas. Las tesis sobre la dependencia y el bloqueo del desarrollo de las periferias, potenciaban esta visión. En su trabajo posterior Las ondas largas sostuvo que la crisis sólo podría dar lugar a una recuperación a costa de una guerra mundial con "cientos de millones de muertos", regímenes nazis generalizados -que practicarían "lobotomías a gran escala"- y catástrofes similares340. Si bien en dos capítulos agregados en 1994 (no traducidos al castellano) Mandel matizó estos pronósticos aclarando que no excluía "en principio" la posibilidad de una salida "suave" de la larga depresión, consideró esta probabilidad "no realista". En su opinión, la "larga depresión" continuaba a mediados de la década de 1990 y concluía que "no habrá salida suave de la larga depresión"341.
El crecimiento de la economía capitalista en los últimos 25 años
A diferencia de Kondratiev, quien se había basado en los ciclos de precios para detectar los ciclos, Mandel tomó en consideración la producción industrial y el volumen del comercio mundial. Aunque al momento de escribir El capitalismo tardío sólo contaba con los datos de los primeros años de la supuesta fase B Kondratiev, consideró que el descenso de las tasas de crecimiento demostraba inequívocamente la tendencia hacia la depresión:
Cuadro 1. Crecimiento de la producción industrial de los principales países capitalistas, en porcentajes | ||
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1947-1966 | 1966-1975 | |
Estados Unidos | 5,0* | 1,9 |
Los seis miembros CEE | 8,9 | 4,6 |
Japón | 9,6 | 7,9 |
Gran Bretaña | 2,9 | 2.0 |
(*) Datos para 1940-66.
Si bien las cifras para Gran Bretaña y Japón no son definitorias, las de los seis países miembros originales de la CEE y en especial las de Estados Unidos parecían dar un fuerte aval a la tesis de las ondas largas. El que se hubiera producido en 1974-1975 la primera recesión sincronizada también respaldaba el planteo. De todas maneras en su libro Mandel no aducía más pruebas empíricas; y no presentó datos sobre la evolución del comercio mundial que, según su tesis, debía comenzar a contraerse. Los hechos inmediatamente posteriores parecieron dar, de todas maneras, la razón a la tesis del ciclo largo. La recuperación de la crisis fue débil y vacilante en los países desarrollados, sin disminución del desempleo y sin que la inversión retomara la vitalidad de la fase anterior, a pesar de las inyecciones de crédito que realizaron los gobiernos. Entre 1973 y 1981 la tasa media de crecimiento de Estados Unidos pasó al 2,3% anual, la de Alemania Federal al 2%, Gran Bretaña al 0,5% y Japón al 3,6%. Por otra parte la nueva recesión de 1979-1982 alimentó aún más la idea de que se había entrado en una fase larga depresiva. Muchos autores, marxistas o de izquierda, pronosticaron la Inminente caída del sistema capitalista. Sin embargo, ya a fines de los ochenta o comienzos de los noventa habría que haber admitido que la caída era cualitativamente menor a la que se había producido durante la Gran Depresión. Es que si se toma el período 1921-1938 para Estados Unidos y se lo compara con el de 1970-1982, se advierte que mientras en el primero la declinación promedio del PNB durante las recesiones fue del 16,4%, en el segundo fue del 3,5%. Este último es claramente mayor que la caída promedio del período 1949-1970342, pero también cualitativamente distinto a la profundidad de las caídas ocurridas en el período de entreguerras343. Sin embargo, en la izquierda se siguió hablando en general de la "crisis capitalista" y pronosticando en muchos casos el derrumbe y la depresión inminentes.
Pero la depresión no sobrevino; en los diez años que siguieron a 1982 las economías desarrolladas crecieron a una tasa anual promedio del 3,1%. Cuando ocurrió el crack de Wall Street de 1987 se volvió a anunciar la Inminencia del derrumbe; pero la caída de la producción no se produjo ese año, sino hacia comienzos de la década siguiente y fue más una recesión que una crisis abierta. Esto no fue obstáculo para que desde la izquierda se siguiera augurando la depresión. Así por ejemplo, en 1992 Mosley escribía que en el mejor de los casos el escenario más probable de Estados Unidos en la década de 1990 sería la continuación del estancamiento de las dos décadas anteriores y que una serle de factores -endeudamiento en primer lugar- aumentaba significativamente "la probabilidad de otra gran depresión como en los años treinta"344. Chesnais también preveía un escenario similar que ocurriría hacia mediados de la década. Pero los hechos volvieron a desmentir los pronósticos. Si bien Japón entró en una fase larga de estancamiento, el conjunto de los países adelantados creció a una tasa promedio anual del 2,8% entre 1982 y 2000, como se aprecia en el siguiente cuadro:
Cuadro 2: Tasas de variación del producto bruto | ||
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1982-1991 | 1992-2000 | |
Economías adelantadas | 3,1 | 2,8 |
Estados Unidos | 2,9 | 3,8 |
Japón | 4,1 | 1,1 |
Unión Europea | 2,6 | 2,1 |
Fuente: FMI (2000) complementado con datos FMI (2001)
En particular se comprueba que la economía de Estados Unidos no confirmó la tesis de la onda depresiva, ya que desde 1991 hasta 2001 experimentó el crecimiento más prolongado de la posguerra, con un fuerte aumento de la productividad en la segunda parte del decenio. Contra un crecimiento promedio anual de la productividad del 1,53% entre 1990 y 1995, hubo un aumento del 2,9% anual entre 1995 y 2000345; la producción industrial por su parte creció un 46% entre 1991 y 2000. Obsérvese además que las tasas de crecimiento del PBI durante las décadas de 1980 y 1990 no fueron cualitativamente distintas a la tasa de crecimiento anual promedio entre 1950 y 1973, que fue del 3,7%; de hecho, la tasa en la década de 1990 es igual. Tratándose de la economía capitalista más importante del planeta -representa aproximadamente el 21% del PBI mundial-, no, es algo que pueda pasarse por alto fácilmente a la hora de Verificar la tesis de las ondas largas. A partir de fines de 2000 Estados Unidos, y los países adelantados, entraron en una recesión que, nuevamente, estuvo lejos de los niveles de crisis propios de una "gran depresión"; de hecho, en 2002 la economía estadounidense se recuperaba, y en 2003 apuntaba a hacerlo la japonesa, luego de una década de estancamiento. El siguiente cuadro muestra la evolución de los últimos años para los países adelantados:
Cuadro 3 Tasas de crecimiento del PBI 2000-2003 | ||||
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2000 | 2001 | 2002 | 2003 | |
Economías desarrolladas | 3,9 | 0,9 | 1,7 | 2,1 |
Estados Unidos | 4,1 | 0,3 | 2,2 | 3,1 |
Zona del euro | 3,4 | 1,4 | 0,9 | 0,4 |
Japón | 2,2 | 0,4 | −0,3 | 2,7 |
Fuente: FMI (2004)
Pero más significativas son las tasas de crecimiento de la economía capitalista mundial. Según el FMI, en los 10 años que van de 1982 a 1991 la economía mundial creció a una tasa promedio del 3,3% anual; de 1992 a 2000 -incluido este último año- lo hizo a una tasa del 3,4%. En 2001 creció 2,4%; en 2002 3% y en 2003 3,9%; se estima un crecimiento en 2004 del 4,6%346. Además, ha sido llamativo el crecimiento a largo plazo de los países asiáticos de la cuenca del Pacífico347:
Cuadro 4 Tasas anuales promedio de crecimiento del PBI de los países asiáticos del Pacífico | |||
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1970-79 | 1980-89 | 1990-96 | |
Hong Kong | 9,2 | 7,5 | 5/0 |
Singapur | 9,4 | 7,2 | 8,3 |
Taiwán | 10,2 | 8/1 | 6,3 |
Corea del Sur | 9,3 | 8,0 | 7,7 |
Malasia | 8,0 | 5/7 | 8,8 |
Tailandia | 7/3 | 7/2 | 8,6 |
Indonesia | 7,8 | 5,7 | 7,2 |
China | 7/5 | 9/3 | 10,1 |
Filipinas | 6,1 | 1,8 | 2,8 |
Puente: The Economist 1/04/97
Luego de la crisis asiática de 1997-1998 las tasas de crecimiento del Asia del Pacífico continuaron siendo importantes; a lo que debe sumarse el crecimiento de India. De conjunto, parece muy difícil de encajar estas cifras en la teoría Kondratiev.
Crecimiento del mercado mundial
Por otra parte, tampoco se ha verificado la contracción del mercado mundial. Para tener una perspectiva de largo plazo, digamos que, según la OMC, durante los últimos 50 años las exportaciones de mercancías crecieron a una tasa anual promedio del 6%, de manera que en 1997 el comercio mundial era 14 veces superior al de 1950. Sin embargo, este dato de largo plazo puede ocultar la importancia de los cambios que se han producido en los dos últimos decenios. Es que desde el fin de la Segunda Guerra mundial existieron dos períodos en los que el comercio mundial creció a una tasa mayor que la producción mundial: el primero entre 1961 y 1974, y el segundo entre 1985 y 2000348. El crecimiento entre 1961 y 1974 se debió en gran medida a la liberalización del comercio intra Europa Occidental, que representó aproximadamente las dos terceras partes del total del crecimiento mundial. Luego, en la década que sigue a la crisis de 1974, el crecimiento del producto y del comercio mundial tuvo un comportamiento errático. Pero a partir de 1985 el comercio mundial vuelve a crecer a una tasa mucho mayor que el producto mundial, con picos de diferencia de 7 puntos porcentuales en 1994, 1997 y 2000. En 2001 el comercio mundial se estancó, 0,1% de crecimiento; pero creció 3,1% en 2002 y 4,5% en 2003349. Además esta expansión tuvo una dimensión planetaria que no había conocido el período posterior al fin de la Segunda Guerra. Así, entre 1990 y 2000 las exportaciones de los países atrasados crecieron a una tasa anual superior al 9% y las Importaciones lo hicieron a una tasa superior al 8%; las cifras respectivas para los países adelantados fueron inferiores al 6%. Como resultado, la participación de los países dependientes en el comercio internacional subió de aproximadamente el 23%, en 1990, al 30% en 2000. Los países vincularon más profundamente sus economías.
Ni "boom" económico ni depresión
Es claro que las cifras que hemos presentado están lejos de las del "boom" de la segunda posguerra -entre 1950 y 1973 la economía mundial creció a una tasa del 7,1% anual- pero también están bastante alejadas de tasas de crecimiento cero o negativo, que caracterizarían a una gran depresión. Por el contrario, tienden a ubicarse dentro de las medias anuales de crecimiento de períodos que fueron considerados de acumulación “normal” del capitalismo. Por ejemplo, entre 1890 y 1913 -período que los partidarios de la teoría de los ciclos largos ubican como una fase de ascenso del Kondratiev- la tasa anual promedio de crecimiento del PBI de Estados Unidos fue de 3,9%; la de Alemania 3,2%; y la de Japón 2,7%. No son cifras muy distintas de la tasa promedio de crecimiento de la economía mundial de las últimas dos décadas, y claramente inferiores a las tasas de crecimiento de los países asiáticos de la cuenca del Pacífico. En términos comparativos, el crecimiento de la economía mundial en el último cuarto de siglo está incluso un poco por encima de la media ponderada de crecimiento anual de los países capitalistas avanzados durante los 68 años que van desde 1848 a 1914, que fue del 2,8%. A la luz de estos datos por lo tanto nos parece necesario superar la visión dicotómica de, o bien crecimiento a las tasas "doradas" del 5 o 6% anual, o bien depresión. Una visión rígida que se advierte en muchos análisis de heterodoxos y críticos que toman como punto de referencia las tasas excepcionalmente altas de crecimiento económico de las décadas de 1950 y 1960 para "demostrar" que desde hace '25 años el capitalismo está en crisis, o por lo menos en una fase larga depresiva. Un ejemplo de esta metodología lo proporciona Robert Brenner, quien a partir del hecho cierto que desde 1973 las economías de los países del G-7 no recuperaron los niveles de crecimiento, inversión y ganancias de las décadas previas, saca como conclusión que estamos en presencia de un largo "giro hacia la baja" (long downturn), o sea, en una espiral descendente350. Pero en el último cuarto de siglo no hubo tal espiral descendente, sino un descenso del ritmo de crecimiento. O sea, una "velocidad crucero" distinta a la del boom de post-guerra. Como en otros períodos de la historia del capitalismo, los últimos 25 años no fueron ni de crecimiento "espectacular", ni de hundimiento de la economía. Sí existió un desarrollo desigual: crecimiento a tasas débiles en zonas del mundo desarrollado, como Europa. Depresión en América Latina y África en la década de 1980. Larga recesión en Japón en la década de 1990 y hasta entrado el nuevo siglo. Crecimiento promedio "aceptable" en Estados Unidos desde 1982. Y crecimiento muy fuerte en Asia del Pacífico a lo largo de tres décadas, más un aumento importante del crecimiento de India en la década de 1990. El modo de producción capitalista se expandió, pero en un proceso muy contradictorio. Hubo crisis significativas en los países avanzados, en 1974-1975; 1979-1982; 1990-1991 y 2001-2002, pero estuvieron lejos de precipitar una catástrofe similar a la Gran Depresión. Además, y a diferencia de la crisis del treinta, la crisis de acumulación de la década de 1970 se resuelve en el sentido de la expansión y reorganización geográfica del capital, lo que va a permitir una lenta recomposición de la tasa de ganancia y de la inversión. En los noventa hubo una serie de crisis violentas -países nórdicos al comienzo de la década, México en 1994-1995; Asia del Pacífico en 1997-1998; Rusia en 1998; Argentina en 1998-2002-, pero todas ellas fueron circunscriptas. Ninguna desencadenó la tan anunciada debacle mundial. Por supuesto, afirmar que los ciclos Kondratiev no se han verificado no implica negar futuras crisis o depresiones mundiales. Lo que cuestionamos es la posibilidad de establecer una periodicidad predeterminada a los ciclos, y menos a nivel mundial; el análisis deberá hacerse en cada coyuntura para estudiar las dinámicas concretas.
En la base de la recuperación, una derrota política
Se trata ahora de preguntarse qué permitió la salida capitalista de la crisis de la década de 1970. En este punto cobra vigencia la tesis de Mandel que sostiene que la recuperación de largo plazo de la tasa de ganancia y de la inversión no depende de factores puramente "económicos", sino de factores políticos que habilitan el escenario para que operen desvalorizaciones del capital, reestructuraciones empresa rías, aumentos de la productividad y des valorización del trabajo, que de conjunto restablecen la tasa de rentabilidad. Así, el grado de resistencia de las fuerzas del trabajo a la reestructuración del capital, o el nivel de enfrentamientos entre fracciones del capital ante los costos de una crisis, inciden en la dinámica económica. Por eso, y en lo que respecta a la crisis de la década de 1970, al elemento clave que posibilitó la recuperación del capital fue la ausencia de alternativas superadoras del sistema por parte del trabajo.
Todavía a mediados de la década todo inducía a pensar en una creciente ofensiva de las fuerzas del trabajo y socialistas. Entre los elementos a tomar en cuenta estaban el Mayo francés del 68, las luchas obreras en Italia del verano de 1969, los movimientos antidictatoriales en Portugal y España, la derrota de Estados Unidos en Vietnam e importantes luchas obreras y populares en países subdesarrollados. Sin embargo, desde mediados de la década de 1970 comienza un giro político y social hacia una estabilización "de derechas" del capitalismo, que se acentuó y consolidó a comienzos de la década siguiente, que las fuerzas del trabajo no pudieron torcer ni detener. En el Cono Sur de América Latina se impusieron dictaduras militares. En Portugal y España la situación política se estabilizó. En cuanto a los países desarrollados, escribía Frank a fines de la década de 1980:
... ha habido en el mundo industrializado un giro político muy marcado hacia la derecha. Este giro es visible en la elección y en las políticas de Ronald Reagan en los Estados Unidos y Margaret Thatcher en Gran Bretaña. Pero también se extendió a los gobiernos de Frazer y Muldoon en Australia y Nueva Zelanda y al pronunciado giro hacia la derecha en las elecciones municipales, parlamentarias y de Gobierno en el Japón. Hasta los partidos laboristas y socialdemócratas han experimentado muy significativos giros hacia la derecha realizando políticas económicas más conservadoras en Alemania, Escandinavia y otros lugares. Fueron el Gobierno laborista de James Callaghan en Gran Bretaña y el presidente demócrata Jimmy Carter en los Estados Unidos quienes abandonaron primero las medidas económicas keynesianas e impusieron las nuevas políticas de austeridad en sus países..., Entre los países industrializados, solamente Francia se movió un poco hacia la izquierda, pero sólo temporalmente con severas limitaciones para la política de Mitterrand351.
La desocupación, el trabajo en negro352, la automatización, el chantaje de la movilidad de las inversiones y la presión de las importaciones jugaron un rol en el debilitamiento del movimiento obrero. Progresivamente los sindicatos perdieron terreno y bajó el número de huelgas y luchas reivindicativas. Los casos de Estados Unidos y Gran Bretaña son ilustrativos. En Estados Unidos el número de huelgas que involucraban a más de mil trabajadores pasó de un pico de 424 en 1974 a 90 en 1982353. Desde fines de la década de 1970 los sindicatos hicieron crecientes concesiones:
Comenzando con las numerosas concesiones salariales y de beneficios que hizo la UAW a Chrysler entre 1979 y 1981, las corporaciones forzaron un retroceso de las conquistas sindicales norteamericanas. Durante la primera mitad de 1982 casi el 60% de los sindicatos aceptaron congelamientos o reducciones salariales, bajo amenaza de cierres de plantas y traslados354.
El retroceso se profundizó a partir de una serie de derrotas sindicales, la más importante de las cuales fue la huelga de cinco meses y medio protagonizada por 22 mil obreros de la USX (ex U.S. Steel). El resultado fueron bajas salariales, fragmentación de las negociaciones colectivas y decadencia del sindicalismo organizado355.
En Gran Bretaña el retroceso de las fuerzas del trabajo también fue marcado; como explica Moran:
Entre 1980 y 1984 las principales organizaciones del movimiento sindical de mano de obra calificada fueron derrotadas: los metalúrgicos en 1980, los ferroviarios en 1982, los gráficos en 1983 y finalmente los mineros en 1984-1985..., El nuevo mercado laboral flexible que se consolidó desde mediados de la década de 1980 benefició tanto a los capitales grandes y multinacionales, como al sector de la pequeña y mediana empresa... Antes que la ampliamente rentable privatización del sector público británico pudiera realizarse, el poder de los sindicatos tenía que ser neutralizado356.
En tanto entre 1979 y 1980 aproximadamente un tercio de los establecimientos manufactureros habían sido afectados por movimientos huelguísticos u otras formas de lucha, en 1989-1990 el porcentaje había bajado al 10%; y entre 1990 y 1994 el número de huelgas en las industrias tradicionales era el 89% menor que en el período previo 1985-1989357.
Procesos similares se encuentran en otros países europeos, incluso en algunos con fuertes tradiciones sindicales, como Francia, donde a partir de 1978 los sindicatos comenzaron a perder fuerza358. También en esos años perdieron terreno movimientos contestatarios de minorías raciales y sexuales, feministas y estudiantiles. En los países dependientes los movimientos que se proclamaban socialistas o nacionalistas revolucionarlos se adaptaron, en supuso en evidencia el fracaso de los "socialismos nacionales"; lo que sería decisivo para el triunfo de la ideología neoliberal y el slogan "no hay otra alternativa" [que el capitalismo mundializado]. En la medida en que las fuerzas del trabajo no podían ofrecer una alternativa superadora al sistema, se imponía la salida capitalista a la crisis de acumulación de la década de 1970 y comienzos de la siguiente. El resultado fue que a fines de la década de 1990 y principios del nuevo siglo las resistencias al capital globalizado provenían fundamentalmente de movimientos integristas y nacionalistas de características más bien reaccionarias, y no del movimiento obrero o socialista.
Es por lo tanto a partir de esta derrota de las fuerzas del trabajo y del socialismo que operó la tendencia "natural" del capital a expandirse en busca de mercados, oportunidades de inversión y mano de obra barata como forma de superar la crisis. Hablar de tendencia o impulso a la mundialización significa que no se trata de un fenómeno lineal o mecánico; el impulso puede dar diferentes resultados concretos -en el período de entreguerras, por caso, se produjo una contracción del mercado mundial- porque está condicionado por innumerables factores sociales o políticos; pero en condiciones "normales", y en tanto subsista la propiedad privada del capital, la dirección de fondo termina por imponerse359.
El enfoque que estamos desarrollando se diferencia por lo tanto de explicaciones como la de Petras, quien sostiene que la expansión mundial del capital se debió a la toma del poder por las fracciones "internacionalistas" de las ciaseis dominantes360. Y es opuesta a la de Holloway, quien plantea que la globalización es un resultado de la rebelión del trabajo frente al capital. Según este autor, el capital ha pasado a la forma líquida y realiza una constante fuga hacia delante, en un intento por liberarse de la dependencia del poder del trabajo361. Pensamos que esta tesis sólo puede mantenerse al precio de hacer abstracción de los hechos: caída del número de huelgas y luchas reivindicativas en los principales países capitalistas, descenso de la afiliación sindical, apatía y desorientación frente a la precarización laboral y la desocupación. Como bien sostiene Brenner,
[l]a idea de que el capital fracasó en reafirmar su hegemonía durante las décadas de 1970 y 1980 va en contra del conocimiento común, especialmente para los Estados Unidos donde, según cualquier estándar de medida, el poder del trabajo se hundió catastróficamente durante esos años; o de Japón donde los esfuerzos de los trabajadores en ayudar al capital a responder a la caída de la rentabilidad restringiendo la suba del salario real y aumentando la productividad son casi legendarios 362.
En diferentes grados y ritmos, este retroceso se experimentó en la mayoría de los países. Por otra parte si, como sostiene Holloway, la globalización se explica por el temor del capital a la clase obrera, ¿cómo se explica la contracción del mercado mundial en la década de 1930? En ese período las amenazas del socialismo sobre el mundo capitalista eran más fuertes y visibles que en las décadas de 1980 o 1990. Además, y como ya hemos explicado, la globalización no puede entenderse sólo como mundialización del capital líquido, esto es, al margen de la extensión planetaria del capital en general. En definitiva, la respuesta a la crisis de acumulación de fines de la década de 1960 y de la década de 1970 fue en el sentido expansivo, permitiendo la reorganización del capital, en el marco político de la derrota de las fuerzas del trabajo.