La Candela

Cuando en abril de 1961 se produjo el ataque a Playa Girón, a nosotros nos reclutaron inmediatamente y nos montaron en camiones para ir a pelear, desde luego, al lado de Fidel Castro. No llegamos a ir porque mientras nos reclutaban y avanzábamos en los camiones, los invasores habían sido derrotados. Volvimos pues para nuestra beca y en el gran teatro donde se realizaban todos los espectáculos y todas las noches veíamos una película soviética, se proyectó en un televisor la imagen de Fidel Castro y desde luego escuchamos su discurso. Escuché allí aquella afirmación que él antes había negado; escuché decir que habíamos hecho una revolución socialista, que éramos socialistas. Súbitamente, lo que se había escondido durante dos años se revelaba de golpe; éramos socialistas, éramos sencillamente comunistas.

Lo que más me impresionó fue la reacción de los que estábamos en aquel teatro. Los mil jóvenes, los cientos de profesores y empleados de aquel local, todos, se lanzaron a la explanada y a la calle central de los edificios de la beca, y empezaron a gritar consignas comunistas. La más popular fue aquella que decía: «Somos socialistas pa'lante y pa'lante y al que no le guste, que tome purgante».

Indiscutiblemente, todo aquello se había venido planificando casi desde el principio de la Revolución; las consignas comunistas, los textos comunistas, el momento más propicio para lanzar públicamente la declaración del carácter comunista de la Revolución. Y de pronto, en medio de aquella ola de jóvenes que gritaban consignas, yo me vi envuelto, arrastrado, marchando y cantando como los demás. Al principio no lo hice, pero tampoco protesté. Creo que algunos amigos míos de Holguín tenían también en su rostro la misma angustia o el mismo desencanto que yo, pero, desde luego, no nos dijimos nada. A los pocos minutos ya estábamos en medio del desfile, repitiendo aquellas consignas que se hacían cada vez más vulgares y ofensivas contra el «imperialismo norteamericano», y contra no se sabe cuántos miles de enemigos súbitamente descubiertos. Aquello, poco a poco, se fue convirtiendo en una especie de conga, en un carnaval grotesco donde todos, mientras movían las nalgas, hacían los gestos más eróticos y groseros. De manera insólita, toda aquella multitud había pasado en menos de un minuto del socialismo al comunismo.

Al frente de aquella comitiva estaban los profesores, los reeducadores, los guías ideológicos y Alfredo Sarabia. Comprendí que en realidad habíamos pasado un año encerrados como en un monasterio, donde imperaban nuevas ideas religiosas y, por lo tanto, nuevas ideas fanáticas. Habíamos sido adoctrinados en una nueva religión y, una vez graduados, saldríamos a esparcir aquella nueva religión por toda la Isla; éramos los guías ideológicos de una nueva forma de represión; seríamos los frailes que diseminarían por todas las granjas estatales de la Isla la nueva ideología oficial. La nueva Iglesia tendría en nosotros sus nuevos monjes y sacerdotes, además de su policía secreta.

El ambiente de la Revolución no permitía discrepancias; imperaban el fanatismo y la fe en un futuro «luminoso», como repetían incesantemente sus líderes. Este fanatismo llegó a la cúspide con el desarrollo de lo que se llamó la ORI, es decir, Organizaciones Revolucionarias Integradas. La chusmería y la vulgaridad, que fueron elementos estimulados por la Revolución, estuvieron presentes, lógicamente, en aquellas organizaciones. Una consigna decía: «La ORI es la candela; no le diga ORI, dígale Candela». Y al son de aquellas canciones, de aquellos gritos, todo el mundo movía las nalgas, giraba y cantaba.

En realidad, detrás de la ORI lo que estaba era el Partido Comunista, como es natural, y Fidel Castro se dio cuenta de que estas organizaciones integradas querían eliminarlo a él mismo y tomar el poder; es decir, los viejos comunistas querían desplazar a Castro y ser ellos los líderes. Pero, si alguna fidelidad le ha tenido Fidel Castro a alguien, es a Fidel Castro. Más adelante se celebraron juicios y se condenaron a algunos de esos señores a treinta años de prisión. Y Castro se declaró marxista, y dijo que siempre había sido comunista; que su formación había sido marxista-leninista y pasó él a ser «la Candela», paso a ser la ORI, el jefe de todas las «organizaciones integradas».

Terminé mi curso de contador agrícola y, antes de ir para la granja que me habían señalado, la William Soler, cerca de Manzanillo, en el extremo sur de la provincia de Oriente, pasé unos días en la casa de mi abuelo.

Antes que anochezca
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