Epílogo
ERAN las 5 de la mañana y David apretaba con fuerza la mano de su mujer mientras los médicos la ayudaban a dar a luz. Esa era una escena que llevaba tiempo soñando.
Pese al dolor Liberty lo miraba con una sonrisa, ésta vez no era una ilusión, ese hijo estaba naciendo, era de él y él estaba ahí ayudándole mostrando todo su apoyo y secando su sudor.
Pasaron más de diez horas hasta que los pequeños Love y Health veían la luz.
—Dios mío, cariño son...son tan bonitos... —dijo, acercándose para besarla— nunca terminaré de darte las gracias por ser todo para mí.
Libby no dijo nada, sonrió y después de abrazar a sus bebés se recostó sobre la camilla para descansar.
En la sala de espera aguardaban Emma, Greg, Debra y Hal, quienes habían formado dos amorosas parejas y quienes, a su vez, esperaban pacientemente el nacimiento de sus retoños.
Todo lo que había empezado saliendo mal, ahora era todo felicidad.
Liberty y David no habían mencionado que esperaban mellizos, todos se habían extrañado por el tamaño de esa barriga, pero pensaron que Health sería un bebé grande. Cuando David salió por la puerta para presentar a sus bebés a esa pequeña parte de la familia, los cuatro se levantaron a saludarles totalmente asombrados.
—Enhorabuena, hermano —dijo Greg, tomando entre sus brazos a la pequeña Love— es preciosa.
—Lo es, se parece a su madre.
—Vamos David, está amoratada y llena de granos de grasa, ¿cómo puedes decir que se parece a Libby? —preguntó Hal sin tacto alguno, lo que provocó que Debra le diera un codazo en el estómago.
Todos rieron por la reacción de ella pero de pronto, tanto Debra como Emma se quedaron paralizadas, mirando sus piernas y mirándose entre sí. Greg y Hal se quedaron sin saber qué hacer, pero David hacía solo unas horas que había pasado por lo mismo con Libby por lo que llamó a un médico para que atendiera a las dos embarazadas.
Ese, sin duda, sería un día especial para todos ellos.