Capítulo 16

PASARON dos días en los que no se vieron. Debra había mantenido en secreto que fuera a casarse con Cheist del mismo modo en que Libby le había ocultado la verdad acerca de David y de esa proposición.

A duras penas lograba comer nada y ni qué decir de dormir. Había soñado tanto tiempo con su ex, había deseado tantas y tantas veces volver a verle, había estado tan confusa con Cheist que ahora no podía encajar que se hubiera enamorado de nuevo y que de nuevo fuera la misma persona.

El aspecto del actor se veía cada vez más desmejorado, dormía en el salón, en uno de los sofás y, lejos de buscar pretextos para ir a ver a Liberty ahora solo buscaba excusas para no verla.

—¿Has hablado con ella? —Preguntó Greg— ¿Le has dicho la verdad?

—Sí, y solo he conseguido apartarla. Le pedí que se casase conmigo para no hacerlo con la agencia.

—¡Pero eso es genial! —exclamó, viendo en ese enlace la salida perfecta al problema de la agencia.

—Me rechazó. Voy a casarme con Debra.

Greg no dijo nada. Lo miró como si estuviera totalmente loco y se dio la vuelta solo para volver a tenerlo de frente un par de segundos después.

En su expresión se veía que no estaba feliz con esa decisión, pero no entendía qué era lo que le llevaba a casarse con alguien que había provocado que ambos sufrieran tanto tiempo como lo habían hecho. Se moría por darle un puñetazo y devolverle a la realidad, pero David empezó a murmurar.

—Sé lo que piensas, que me he vuelto loco y que no estoy razonando, pero nada es lo que parece.

—Lo que me parece es que no te perdonará, que metes la pata una vez detrás de otra y que al final perderás toda posibilidad... No seas idiota David, no le hagas sufrir sin razón, porque luego serás tú quien lo haga.

Ninguno de los dos dijo nada más, Greg se giró y fue con Emma, con la que últimamente se llevaba mejor que bien.

Las escenas de Cheist volvían a ser monótonas y sin alma. Libby ya no paseaba por allí con su sonrisa y su mirada brillante y Emma no tardó en entender que se habían enfadado de verdad por culpa de esa boda que la agencia había organizado. Desconocía la verdadera historia que había de trasfondo.

Cheist buscaba excusas para quedarse en el hotel y no ir a casa y Libby no iba al hotel por mucho que la llamasen así que, cuando Greg volvió de hablar con su amigo Emma lo llevó a un roncón donde nadie pudiera escucharles hablar.

—El escenario... ¿crees que será muy frio por la noche? —Gregory la miraba sin saber a qué se refería exactamente—No pueden estar así, necesito terminar la película y que los resultados sean buenos, Greg, la única que puede hacer cambiar la expresión de tu amiguito es ella...

—Pero qué tiene que ver... —justo antes de que plantease la pregunta de qué quería hacer con ese escenario se iluminó la bombilla, Emma quería encerrarlos allí— Dios mío, ¡eres brillante! —ambos sonrieron.

Como un acto impulso, Greg tomó la cara de la pelirroja entre las manos y la besó, haciéndola tomar aire con fuerza. Se apartó, sorprendido por sus propios actos, pero entonces fue Emma quien actuó. Se puso de puntillas, rodeó su cuello con los brazos y devolvió el beso, causando en Greg una sensación que nunca antes había tenido. Antes de que él reaccionase Emma se apartó, sonriendo y mordiéndose el labio inferior de forma graciosa, marchándose con el resto del equipo sin terminar de creer que Greg la hubiera besado primero.

La nave en el que habían construido, en papel cartón, la maqueta de una calle, quedaba totalmente cerrada por las noches y, estaba tan alejado de cualquier casa que, por mucho que gritasen nadie vendría a rescatarles.

Algunas horas después de ese beso y ya atardeciendo, Emma le pidió a Greg que le ayudase a tenderles la trampa. Ella llamaría al actor con la excusa del rodaje, él tenía una larga amistad con Liberty por lo que podría citarla sin necesidad de buscar una excusa. Y, antes de que pudieran darse cuenta de la encerrona las dos víctimas ya estaban dentro.

Liberty corrió de uno a otro extremo de la nave, llamando a Gregory, sin saber que bajo el mismo techo también estaba David. Él, en cambio, supo que eso era una encerrona tan pronto como escuchó la voz de su ex al fondo, llamando desesperadamente.

Sabía que no iban a abrirles la puerta de inmediato, al menos no hasta que hablasen, así que se acercó a ella, temiendo que aún se enfadase más con él por estar ahí.

Cuando Libby escuchó unos pasos tras ella, en la oscuridad, lo primero que se le ocurrió fue que alguien iba a tratar de hacerle daño. Dio un par de pasos atrás y se acercó a la puerta.

—No te asustes, Lib, soy yo.

—¿Cheist? —Él asintió con un sonido nasal— Maldita sea...

—Lo siento.

—No lo sientas, supongo que tú también entrabas en los siniestros planes de tu amigo.

Lejos de quedarse cerca de él, se apartó, caminando en dirección opuesta, llamando con insistencia a Gregory quien, lejos de permanecer cerca de la nave, había regresado de vuelta al hotel, con Emma.

La noche había avanzado, y la única iluminación que tenían era la de las pantallas de sus teléfonos móviles.

En aquella nave no había ningún tipo de calefacción y el frío se colaba a través de los techos de chapa, haciéndolos tiritar.

—Ven —pidió Cheist, trayéndola contra sí y arropándola con su abrigo.

La muchacha apretó los dientes, tratando de mantenerse distante por la confesión de quien era y qué hacía allí, pero ese aroma y la forma en la que le hacían sentir esos brazos al rodearla fueron disipando el enfado.

—Greg me las va a pagar...

—Creo que he visto un par de mantas de esas grises en la parte de atrás...

—Olvídalo, Lib. Eso estará lleno de polvo.

—Bueno, pero morir de frio no entra en mis planes, así que...

Justo en el momento en el que ella se apartó de él, Cheist agarró su brazo y la trajo de nuevo contra sí, quedando cara a cara.

—Te quiero. Nunca he dejado de hacerlo... —confesó mientras llevaba una mano a su mejilla, pero ella retrocedió.

—Sí, servirán para no pasar frio...

—Libby

—Por suerte hemos cenado...

Nerviosa por lo que Cheist había dicho, corrió en busca de esas mantas.

Caminaba nervioso y helado por la calle ficticia, imaginándola en el otro extremo cubierta con algo de abrigo y, después de un rato no pudo evitar buscarla. No le importaba que esas mantas estuvieran sucias u oliesen mal, lo único que querría era no morir congelado.

Libby había encontrado una pila de ellas e improvisó una tienda de campaña con un par de laterales de andamio. Había cubierto el suelo de mantas y había fabricado una cama con unas cuantas de estas. Cuando Cheist la vio acomodándose mientras se enfocaba con el móvil se acercó con una sonrisa en los labios.

—Eres increíble, Lib...

—No te lo recomiendo, están muy pero que muy sucias —bromeó.

—Totalmente increíble...

Entró en la tienda agachándose y sentándose a su lado. Aquellas prendas desprendían un olor extraño, pero no parecían sucias. Libby dudó si invitarle a que se metiese con ella, pero en cuanto lo vio tiritar llevó una mano hasta la de él y tiró para traerle contra sí y arroparle.

Cheist la miró, muriéndose por besarla, pero ella empezó a hablar.

—¿Por qué crees que hayan hecho algo como intentar matarnos de frio?

—Supongo que no quieren vernos enfadados y distanciados, y esta debe ser su forma de obligarnos a reconciliarnos.

—Yo no estoy molesta o distanciada. La noticia de la boda me impactó como a todos, tu proposición me desconcertó, pero fue aquella confesión la que me hirió profundamente, tu venganza está surtiendo efecto...

—Libby, yo no quiero vengarme. Ya no. Te lo dije, cuando te vi de nuevo... además hay algo que me atormenta, ese bebé...

—Siento mucho que te enterases, no pretendía que lo supiera nadie, ese fue mi secreto...

—Lamento haberme ido sin más, sin esperar...

—¿Sabes? Es tarde y hace frio... Durmamos, mañana necesitaremos fuerzas para matar a Emma y a Gregory.

Sin dejar que David dijera nada más se recostó y le dio la espalda, conteniendo las horribles ganas de ponerse a llorar, si David era su punto débil, ese bebé que pudo haber nacido y que perdió, era una tortura.

Cheist la imitó, acostándose a su lado y cubriéndose con las mantas, deseando que su ex se diera la vuelta y le pidiera que la abrazase, pero no lo hizo.

No pasó mucho hasta que ella se giró, poniéndose frente a él. Al principio fingió estar dormida, pero notó como Cheist la acariciaba despacio.

—¿Por qué me propusiste que nos casáramos?

—Ese matrimonio que anunció la agencia es solo un contrato, pero un contrato que me va a tener obligado durante al menos tres años de mi vida, yo no quiero casarme así.

—Y, ¿no crees que ofrecerme dinero por casarme contigo no es un contrato?

—Lo es, pero sabes cuales son mis sentimientos y para mí no es un simple contrato.

Liberty carraspeó, no esperaba esa respuesta. Se dio la vuelta nuevamente, quedando de espaldas a él y cerró los ojos con fuerza.

Pese al esfuerzo que David había puesto en no dormirse, cuando las baterías de los teléfonos móviles los dejaron en total oscuridad, terminó cediendo y, acurrucándose contra ella, se durmió.

Lejos de lo que hubiera podido parecer habían dormido de fábula, incluso a ratos tuvieron calor en su cálido refugio. En un momento, cuando ambos se movieron en sueños, se acercaron hasta quedar ella apoyada en su pecho y él rodeándola.

Cuando amaneció, los dos captores decidieron ir a verles, deseando que hubieran hablado y hubieran arreglado sus diferencias. Entraron en silencio, esperando encontrarles en una posición comprometedora, pero lejos de eso parecían una pareja de enamorados que reposaba plácidamente.

Pese a haber decidido no despertarlos, el resto del equipo llegó, hablando en voz alta y haciendo ruidos, despertándolos y rompiendo entre ellos la magia que hubiera habido entre ellos esa noche.

Hacía un par de horas que habían retomado el rodaje. Libby había ido a casa, se había cambiado y había tomado un desayuno caliente, pero no lograba concentrarse en nada de lo que hacía sin hacer que David se colase en su mente. ¿Habría desayunado? ¿Habría podido cambiarse? Sacudió la cabeza como para expulsar de ella esos pensamientos y trató de centrar su atención en seguir doblando la colada, pero entre la ropa de Greg y la que había dejado Hal reconoció una camiseta que no era de ellos y, en un acto reflejo corrió a la cocina.

No pasó mucho hasta que saliera por la puerta con una bolsa, estar herida por él no hacía que dejase de tener sentimientos y no podía pensar que el resto del equipo hubiera comido y él no.

Al llegar, Cheist estaba hablando con Greg, por la expresión de su cara parecía enfadado quizás por la reclusión nocturna, pero cuando sus ojos se encontraron se suavizó.

Se acercó a ella después de que ésta le hiciera un gesto con una mano.

—Supuse que no habrías comido nada... —David la miró con gratitud y con cierta felicidad, había pensado en él aun después de que se separasen para que ella volviera a casa—Ayer preparé cookies, te traigo unas cuantas, y café...

—Extraño despertar con el aroma del café que preparas.

—¿Donde... dónde duermes?

—En el sofá del salón, en tu hotel... es cómodo.

Trató de ignorar que Cheist durmiera en un sofá por su culpa y, en cuanto terminó la primera taza de café vertió el termo para rellenarla de nuevo.

Mientras él bebía analizó la ropa, no se había cambiado y probablemente tampoco se estaba lavando como era debido.

—¿Quieres... quieres volver a casa? —sonó nerviosa.

—No sé... ahora sabes la verdad y no quiero hacértelo más difícil, no quiero molestar.

—Lo que me molesta es saber que no estás cómodo por mi culpa... —David abrió la boca como para decir algo pero ella le cortó— Vuelve a casa, ¿vale? Te... te estaré esperando.

Casi sin dar tiempo de que respondiera dejó sobre la mesa la cajita con las galletas y el termo y el termo con el café que quedaba y corrió hacia la puerta.

Aún faltaba mucho para el medio día y decidió llamar a Debra, a pesar de hablar casi a diario con ella hacía días que no la veía y, aunque no pretendía tocar el tema de David, necesitaba ver a su amiga.

Los planes de boda iban viento en popa. Los requisitos de Debra distaban mucho de los que hubiera pensado en el momento en el que le propuso casarse en lugar de su amiga, y todo estaba resultando a pedir de boca.

Debra había ocultado cuanto pudo sobre esa boda, pero ahora que Libby sabía quién era él en realidad y que siempre la había amado, quería que ella recapacitase sobre su enfado y sobre todo sobre esa boda en la que ella debía ocupar el papel de novia.

Las dos amigas quedaron en casa de Liberty, esta estaba sola y podrían hablar tranquilamente sin interrupciones.

Pasaba más de una hora y lejos de tener una conversación las dos amigas permanecían en silencio.

—Libby... voy a casarme —soltó Debra de pronto, sorprendiendo a su amiga, que la miró con los ojos abiertos de par en par.

—¿A casarte? ¿Debbie con quién? ¡Si no tienes novio!

—Con David Cheist... Dijo que alguien le había rechazado y me lo propuso a mí —mintió.

Liberty se dio la vuelta, mirando hacia la cocina. La noticia la había dejado tan traspuesta que no sabía qué decir.

—¿No me vas a felicitar? Sé que él te gusta, pero esto es un favor, no quiere casarse con quien sea que le haya dicho su agencia y bueno... la boda es en siete días

—No me importa, tampoco es que Cheist y yo tengamos nada —dijo— Dios Debbie, no me puedo creer que te vayas a casar, ¡y en 7 días! —sonrió, fingiendo que no le importaba que fuera su amado David.

Debra sabía que estaba siendo cruel, y que le había hecho mucho daño con esa confesión, pero era la única manera de que reaccionase y pelease por ese amor que ella había frustrado.

—Necesito que me ayudes con todo. Que te pruebes los vestidos para decidirme por uno... —Liberty levantóun dedo para interrumpirla, pero Debra sabía bien lo que quería— Lo sé, lo sé, tú estás más delgada que yo... pero si me pongo yo esos vestidos no voy a poder decidirme por uno, en cambio silos veo en ti...

No podía negarse. Aunque el prometido de su mejor amiga fuera su ex y el único hombre al que amaría de verdad en toda su vida, era imposible decirle que no.

Después de la cena, una cena que tomó completamente sola, llamó a Cheist para recordarle que fuera a casa. No se repetirían los encuentros nocturnos en la cocina, ni volverían a reír juntos entre las sábanas de Cheist, pero al menos se aseguraría de que tuviera una estancia confortable los días que quedaban hasta que se casase, hasta que se fuera.

David dudó realmente si ir o no, ella se lo estaba pidiendo, pero quizás su presencia en su casa le incomodaría. Aun así, antes de darse cuenta estaba en su puerta. Cuando entró fue directo a la cocina, olía a café y no dudó que estuviera ahí.

Libby miraba la taza entre sus manos con una expresión triste.

—¿Qué te pasa? Creo que debí haberme quedado en el hotel... —David se dio la vuelta para ir a por su maleta pero Liberty se puso en pie y le frenó.

—Es solo que me he enterado de que te... de que te vas a casar con Debbie.

David cerró los ojos y bajó la cabeza, arrepintiéndose de haber hecho trato con Debra.

—Si... te pedíque...

—Lo sé, no estoy enfadada —en verdad no lo estaba, solo estaba sorprendida y extrañada de que fuera cierto— Cuando Debra me lo ha contado esta mañana no podía creérmelo.

—Siento que...

—Fui yo quien te rechazó, David, no es justo que te disculpes o te excuses. Yo...voy a ayudaros con la...con...

—¿Estás segura? —ella asintió con la cabeza, pero justo después corrió a su habitación, dejándolo solo, sin saber muy bien qué hacer.

Liberty llevaba horas en su habitación. No había logrado dormirse, pero tampoco podía concentrarse en nada más. Había cogido un libro, y otro, y otro más sin concentrarse en ninguna de sus páginas. Había cogido el ordenador con intención de buscar vestidos de novia para su amiga, pero tampoco eso llamaba su atención.

Salió del dormitorio en silencio, necesitaba beber agua. Al llegar a la cocina ahí estaba él, sentado donde lo había estado ella antes, junto a la isla, con una taza de café en las manos y la mirada triste. Pensó en acercarse, pero había demasiadas cosas que la apartaban de él, y la más reciente era esa boda que por nada del mundo interrumpiría.

La noche pasó despacio para los dos y al amanecer Cheist se fue, antes incluso de que ella le preparase algo para desayunar.

Cuando Libby se levantó no lo había escuchado marcharse y, en vista de que no se levantaba fue a buscarle a su dormitorio, pero la cama estaba estirada, como si no hubiera dormido nadie ahí. La maleta tampoco estaba como al principio, tirada en cualquier rincón, por lo que temió que se hubiera marchado. Se acercó al armario temiendo que fuera verdad lo que sospechaba pero al abrir la puerta la ropa estaba bien colocada y la maleta al fondo. Sin querer empezó a llorar. Sabía que en no demasiados días ese armario estaría vacío de nuevo y que Cheist no volvería jamás a meter su ropa allí, ni a dormir en esa cama, ni siquiera a estar bajo ese mismo techo.