Capítulo 11
LIBBY había estado toda la mañana y toda la tarde nerviosa por ese casi beso con Cheist que Hal había interrumpido.
No se había atrevido a ir con el equipo de Venus por más que le llamasen para no tener que encontrarse con él, pero lamentablemente había llegado la noche y con ella la hora de cenar y el momento de sentarse a la mesa con esos chicos con los que vivía hacía poco más de un mes.
Gregory entró por la puerta con varias bolsas y con una sonrisa.
—Uff, ¡como llueve! —Se quejó, sacudiéndose tan pronto como entró por la puerta— Esta noche tenemos sesión de cine. Hoy toca verlo desde fuera...
Sobre la mesa soltó un par de fundas de DVD y un montón de paquetitos de aperitivos, pipas, patatas chips, chucherías...
—¿Y la cena? —preguntó Libby, cruzando los brazos como si estuviera molesta.
—Sí, sí, mocosa, comeremos tu deliciosa cena, pero luego tenemos sesión de cine en tu magnifica televisión, que por cierto, ya me dirás cuando la ves, porque siempre estás ocupada.
Como si los chicos se sintieran como en casa, después de la cena todos estaban en pijama, sentados en el sofá y cubiertos con las mantas que Liberty se había encargado de sacar para la ocasión. Apagaron las luces y la película dio comienzo, dejando en el salón un ambiente invernal de lo más apetecible. Chimenea encendida, el agradable sonido de la lluvia en el exterior, una película en una gran pantalla y aperitivos que degustar.
El ente oscuro y fantasmagórico se movía por el techo, con movimientos escalofriantes, Liberty trataba de no mirar a la pantalla, siempre le dieron miedo los espíritus o esas siluetas oscuras que se desplazan por paredes o techos. La idea de que fuera una película de terror había sido de Greg y ahí estaba, apoyado en el respaldo del sofá, con la boca entreabierta y roncando como un bisonte mientras ella padecía. Cheist, en cambio, miraba atento a la película, no le gustaban especialmente ese tipo de largometrajes, sin embargo, de vez en cuando le servía para fijarse en expresiones o actuaciones de compañeros de oficio.
Ambos metieron la mano en el bol de palomitas a la vez y sonrieron al notar los dedos del otro.
—¿Te da mucho miedo? —preguntó el actor, mirándola directo a los ojos cuando se dio cuenta de que ella no prestaba atención.
—¿Miedo? No, que va, no soy una niña —disimuló, pero un grito en la película la sobresaltó, haciendo que apretase la mano de David.
—¿Sabes? Esas siluetas oscuras las montan luego con un ordenador.
—Ya, ya, ya lo sabía —mintió, soltando su mano y llevándose a la boca un enorme puñado de palomitas— y también sé que hay escenas que se ruedan en fondos verdes para que luego puedan sustituir ese color por un fondo...
—Sí, chica lista. Esa técnica se llama Croma —rió el actor, devolviendo la mirada a la pantalla.
Hacía más de una hora que la película había terminado, que estaba cada uno en su cuarto y que estaba en la cama, pero seguía los ojos de par en par y controlaba continuamente paredes y techo. No importaba que tuviera 27 años, seguía temiendo las mismas cosas que cuando tenía 10.
Después de largo rato tenía la boca reseca y necesitaba beber desesperadamente. Se asomó por la puerta en busca de fantasmas y, tentando a la suerte estiró el brazo hacia el pasillo en busca del interruptor que encendía las constelaciones del techo. Hizo girar la rueda para darle intensidad a la iluminación y, en vista de que todo estaba igual caminó hacia la cocina.
Sonó una puerta. Cheist había bebido demasiado refresco durante la película y ahora debía vaciar líquidos. Al salir de la habitación vio que el cuarto de Libby estaba abierto y que la luz de la cocina estaba encendida así que, después de ir al baño corrió a encontrarse con ella.
—Oh... ¿estás aquí? —Fingió que había sido un encuentro accidental— ¿No puedes dormir? —preguntó acercándose a ella.
Sin saber por qué empezó a ponerse nerviosa, de nuevo se repetía la escena de la noche anterior, los dos solos, casi a oscuras y con una atracción que los llevaba irremediablemente uno a los brazos del otro.
Tan pronto como David se dio cuenta de que ella estaba nerviosa se aproximó aún más, quería demostrarle que el que estuviera cerca de ella no era malo, pero cuando la encontró mirándole con esos ojos y esa expresión que parecía asustada no pudo controlarse y se dejó llevar por todo lo que ella producía en él. Llevó una mano a su cintura, la otra tras su cuello y la acercó contra su cuerpo despacio.
Libby no supo cómo rechazarle, de verdad quería seguir pero, mientras él se acercaba ella buscaba un pretexto para que no lo hiciera, quizás por la hora, quizás podía inventarse una necesidad inaplazable de ir al baño, quizás... Mientras ocupaba su mente con cuestiones absurdas Cheist tocó sus labios suavemente, y un par de segundos después profundizó ese beso que tanto había deseado.
Casi no podía creer estar besándola otra vez, estaba seguro de que aún lo amaba, aunque no supiera que era él, y él... aunque quisiera no podía ignorar su propio deseo. La acercó aún más y ella llevó las manos a su cuello y lo atrajo, dejándose llevar.
Cheist la besaba despacio, con la respiración entrecortada, disfrutando de esa boca que llevaba queriendo besar desde que la había vuelto a ver y Libby... ella se dejaba besar, tratando de que ese beso no despertase un amor que no debía ser.
—Hmm, no, Cheist para —pidió de pronto, apartándose despacio. Le miró a los ojos y apoyó la cabeza en su hombro— lo siento, es que es tarde y...
—Entiendo... discúlpame, me he dejado llevar... Por favor, no te enfades.
—¡No! —Exclamó— no me enfado, me ha...me ha gustado mucho, es solo que no estoy preparada para esto...
—No quería forzarte, lo siento...
Sin dejar que ella dijera nada se dio la vuelta con dirección a su dormitorio, pero tan pronto como cerró la puerta ésta volvió a abrirse.
Cuando Cheist salió de la cocina Libby se sintió extraña, sintió como si él hubiera tratado de acercarse pero ella lo hubiera hecho a un lado deliberadamente. Deseaba ese beso de verdad, deseaba ese beso y mucho más, pero si quería luchar contra ese amor que ella no creía posible debía apartarlo, aun así, tan pronto como Cheist cerró la puerta de su dormitorio el impulso la hizo correr tras él.
Al abrir lo encontró mirando hacia la puerta. Dio un par de pasos al frente y rodeó su cuello con los brazos, acercando su boca a la suya y besándolo como un rato atrás hacía él con ella.
David no lo esperaba, aun así no la frenó, dejó que la besase como lo estaba haciendo, dejó que le abrazase y enredase los dedos en su pelo.
Se acercaron a la cama, donde se dejaron caer, pero poco a poco fue bajando la intensidad de esos besos, como si ahora solo disfrutasen de ellos, como si ahora tuvieran todo el tiempo del mundo para disfrutar sus bocas.
Cheist metió las manos bajo la camiseta de Libby y acarició su cintura. Pese al deseo poco a poco se apartó.
—¿Y esto? Pensaba que querías...
—No me malinterpretes, Lib, es solo que es tarde —no quería decirle que quería ir despacio, con ella no quería solo sexo de una noche, de ella quería más, quería el resto de su vida y no pretendía que pareciera algo tan simple y carente de sentimientos como lo que podía parecer— Me apuesto cualquier cosa a que mañana llama Emma pidiéndome que rodemos algo y son las 4...
—¿Las 4? No puede ser Cheist, pero si eran las 2 cuando...
—Sí, es increíble lo rápido que pasa el tiempo cuando estamos juntos.
—No quiero ir a mi cuarto... —sin querer pensó en voz alta, dejándole ver a su ex que quería estar ahí, con él— ups, no tendría que haber dicho eso, ha sonado...
—Sí, ha sonado... —sonrió—pero creo que sé lo que pasa... tienes miedo por la película, ¿verdad? — Liberty se mordió los labios desde dentro con expresión graciosa—puedes dormir conmigo, si no te apetece marcharte, total, hemos dormido juntos un par de veces ya...
Golpeó con la palma de la mano el lado derecho de la cama y se acomodó en el izquierdo, esperando a que ella accediese.
Antes de que se levantasen todos Liberty se sentó en la cama. Miró a David unos minutos y salió del dormitorio tan feliz como si hubieran pasado la mejor noche de amor de la historia.
Al entrar en la cocina Libby estaba frente a los fogones, con su original delantal amarillo y su cabello recogido en una coleta alta.
—Buenos días —dijeron al unísono, mirándola y sonriendo, ese día se la veía radiante.
—¡Buenos días, chicos! Hoy os estoy preparando tortitas —rió.
—¡Huele bien! —interrumpió Hal, atraído por el olor a comida.
Libby empezó a reír y dejó sobre la mesa, en el sitio de Hal, un plato con un montón enorme de tortitas, decoradas como si fueran para un niño pequeño, éste la miró con el ceño fruncido, como si le hubiera molestado, pero unos segundos después se acercó a ella con una sonrisa y le dio un abrazo seguido de un beso en la mejilla.
Tan pronto como les sirvió la comida corrió a hacer los encargos de su tía. Si terminaba pronto podría ir al hotel con lo que quedaba de equipo y pasar el día con ellos.
Tal y como predijo Cheist, tan pronto como llegó al hotel Emma le esperaba con una sonrisa. No podía estar sin hacer nada y, aunque buena parte del equipo estaban de vacaciones, los que quedaban podían rodar sin mucha dificultad, así que, reunió a todos los que pudo y estudiaron qué escenas podían filmar.
Liberty no tardó mucho en sus recados, apenas un par de horas, de modo que corrió al hotel, se moría por ver a David, aunque no pudiera hablar con él.
La chica de maquillaje había ido con Greg, y una de las gemelas a por un encargo a DawsonVille, un pueblo no muy lejano pero al que se iba pasando por encima de un puente.
A causa de las fuertes lluvias habían abierto las compuertas de una de las presas de la zona y una gran riada había inundado el puente, bloqueándoles el paso de regreso a Bravetown.
Pese a la preocupación por la vuelta de esos tres, Emma pensó rápidamente qué hacer con el tema de maquillaje. Libby estaba allí, riendo con las ocurrencias de Julius, el tipo que se encargaba de los reflectores y de la iluminación, la observó un par de minutos y encontró una solución. Ella se maquillaba como cualquier chica, y no lo hacía mal, de forma que se reunió con ella y, después de convencerla con mil y un pretextos, envió a los actores a sus “camerinos”.
Melinda no quería ser un estorbo para los tortolitos, ella sabía de sobra que Cheist estaba colado por Libby, se notaba a kilómetros y, aunque no le importaba lo más mínimo, ella se maquillaría sola, sabía hacerlo y ya lo había hecho en alguna otra ocasión, por lo que se marchó dejándolos solos.
Ambos sonrieron cuando Melinda se marchó, él porque no soportaba a su coprotagonista y ella por las ganas que tenía de estar con él.
Cheist se acercó a una de las sillas rotatorias y, después de pulsar la palanca que la bloqueaba para que no girase se sentó, tirando de su ahora maquilladora y colocándola frente a él, entre sus piernas.
—Primero va esto —señaló Cheist, tomando de la repisa un frasco de crema y poniéndolo entre sus manos.
—Me da miedo hacerlo mal... no es así como me maquillo yo.
—No lo vas a hacer mal porque cualquier actor sabe algo de maquillaje básico después de su segunda sesión...
—¡Entonces hazlo tú! —rió, ofreciéndole el frasco.
—Me gusta verte pendiente de mí —confesó, haciéndola sonreír.
Liberty suspiró, sabiéndose vencida y mojó una de las esponjas de maquillaje en la crema. La untó despacio mientras Cheist cerraba los ojos, confiando en que no iba a hacerle ningún estropicio.
Viéndolo ahí, tan confiado, se dejó llevar por el impulso que la empujaba hacia él, se acercó despacio para besarle.
Primero acarició con los dedos las líneas que perfilaban su cara y el borde de su boca, mientras se mordía el labio inferior tratando de resistirse, luego fue acercándose poco a poco, acortando las distancias.
—Libby, lo necesito para ya... —interrumpió Emma, haciendo que se apartase asustada— Oh, lo siento, lo siento... —gesticulo, acompañando su disculpa con un gesto de sus manos— no pretendía...
—No es lo que crees... —mintió la muchacha con cara de consecuencia, creyendo que se lo tragaría— es solo que tenía algo en un ojo y... ya sabes, iba a soplar...
—No importa, terminad rápido y maquíllale, no podemos perder más tiempo...
Libby asintió y en cuando la mandamás se giró, saliendo del camerino improvisado, se llevó las manos a la cara, tratando de ocultar su vergüenza.
Cheist había estado con los ojos cerrados y no sabía de qué hablaban, pero la reacción de su ex decía más de lo que ella quería, algo que le hizo reír.
—Así que...
—Por favor, Cheist, no digas nada... —pidió completamente ruborizada.
El actor se vio invadido por una sensación nueva, le alegraba inmensamente que Libby tratase de acercarse a él. La noche anterior lo había hecho, se habían besado muy apasionadamente, y ella parecía querer seguir, pero entonces fue él quien la besó primero, ahora era ella la que tomaba la iniciativa, aunque fuera mientras él no se daba cuenta.
Ya en escena, con la cámara y con Venus al frente, cada vez que se acordaba de su excusa y su expresión la sonrisa se dibujaba en su cara, haciendo que cortasen y repitiesen de nuevo una y otra vez y que Emma mirase a Libby con el ceño fruncido, lo que aun hacía reír más a Cheist. Definitivamente era otro tipo distinto desde que habían pisado ese pueblo.