Capítulo 7

AL fin unas horas de descanso.

A causa del frío de Bravetown Cheist se encontraba decaído, y trabajar en exteriores tampoco ayudaba mucho, por lo que Emma le pidió que fuera a casa a descansar.

Pasaban 3 horas de la hora de comer y Cheist iba de camino a casa cuando decidió entrar en el parque artificial, un lugar hecho todo con cartón-piedra y con troncos hechos con tuberías de PVC. Quien no lo supiera creería que era un precioso jardín zen importado de Asia, pero en verdad lo habían construido en un par de meses con materiales del mismo pueblo y el pueblo de al lado.

Se sentó en el borde del rio, dejando que el sol le calentase lo poco que lo hacía y, en un momento, su teléfono se deslizó del bolsillo y cayó, rodando por el césped hasta el rio artificial.

Maldijo por su mala suerte mientras se ponía en pie para marcharse, pero de pronto recordó la pegatina de los dos que Libby había pegado en él y se sintió mal al perderla por lo que, sin pensar, saltó al agua helada y buceó en ella hasta encontrar el móvil.

Ni siquiera se había entretenido en quitarse la ropa, así que, al salir del agua no tuvo con qué secarse o con qué cambiarse o vestirse.

Caminó por las calles completamente empapado, dejando un fino reguero de agua que marcaba todo el trayecto y, al llegar a casa se dejó caer en la entrada. Al anochecer, sin escenas de noche que rodar, irían todos a la ciudad, a celebrar el cumpleaños de uno de los miembros del equipo y pensó que si ella no estaba en casa e iba a celebrarlo con ellos estaría perdido. Apenas podía sentir nada por culpa del frío y ya ni siquiera podía ponerse en pie.

Libby entraba por la puerta del patio, quejándose del aire gélido que soplaba cuando vio un bulto frente a la puerta de la entrada. Había empezado a oscurecer y no atinaba a adivinar qué era, por lo que, agarró con fuerza el palo de la escoba y se acercó con actitud defensiva.

Al llegar al primer interruptor del pasillo vio que el bulto del que temía era Cheist y sin pensar en nada más soltó el “arma” contra la pared y corrió hacia él, agachándose a su lado tan pronto como llegó.

—¿Que...? —Preguntó al ver el charco de agua que se hacía debajo de él— estás... ¡Cheist estás chorreando!

El actor no dijo nada, temblaba, sacudiéndose exageradamente mientras extendía el brazo con el móvil en la mano.

—¿Qué?

—Se... se me cayóa... al rio —decía con dificultad—la pegatina...me dijiste que...

—Maldita sea, ¿te has metido en el rio por la pegatina? ¿Estás loco? —Era increíble que Cheist hubiera hecho algo así, se sentía totalmente halagada por un sacrificio como ese— ven, apóyate en mi.

Con mucha dificultad logró ponerse en pie, pegó su cuerpo al de ella, aunque sabía que se mojaría y, siguiendo sus instrucciones se metieron en el cuarto de baño. Por suerte para ellos, ni Greg ni Hal estaban en la casa por lo que no habría malos entendidos si les vieran.

Tan pronto como cerró la puerta le hizo sentarse en la tapa del váter y abrió el agua caliente de la bañera para que empezase a llenarse cuanto antes. Sin pensar en otra cosa o en lo que pudiera parecer llevó las manos a la ropa empapada del actor y empezó a deshacerse de las prendas que, aparte de mojadas estaban totalmente heladas.

—No... —dijo, apartando sus manos.

—Vamos Cheist, ya te he visto desnudo, no voy a ver algo que no haya visto antes.

—No...

Cheist trataba, inútilmente, de frenarla, de hacerla parar, no quería ser desnudado por ella en esa situación, pero sus manos no respondían y ella tampoco obedecía a sus negativas.

—Sí, ¿me oyes? No quiero que... Por dios, ¿has visto esto? —Levantó una mano, mostrándole sus propios dedos— están... están... ¿qué color es este? ¿Azul? ¡Tienes las manos azules, Cheist!

Si con la parte superior tenía problemas, ahora tocaba toda la parte de abajo, incluida la ropa interior.

—Tranquilo... —murmuraba mientras se deshacía del pantalón— te prometo que no miraré... —sonrió amablemente, bajando su ropa interior—me quedaré contigo hasta que entres en calor, luego iré a prepararte algo caliente...

—Gracias... —alcanzó a decir con los dientes apretados para que no le castañeasen.

—No me agradezcas... Vamos, sujétate en míy ve entrando con cuidado... al principio sentirás dolor por el contraste, pero entra despacio, luego agradecerás que esté caliente.

Por muy erótica que pudiera parecer la escena, ella desnudándolo lentamente, él rodeándola con sus brazos... la realidad distaba mucho de lo que parecía, y no podía haber nada que inspirase menos erotismo que un cuerpo congelado por el frío.

Pasaban 10 minutos desde que el actor estuviera totalmente sumergido en agua y Libby ya había vaciado y rellenado con agua un poco más caliente cada vez al menos 3 veces.

El color de sus labios había pasado de lila intenso a un rosado agradable y sus manos ya no estaban de ese azul extraño por lo que, después de dejarle instrucciones de que le avisase con lo que fuera, corrió a la cocina.

Por suerte, esa misma mañana había preparado sus habituales grandes cantidades de consomé para congelar y podía calentar un poco para él. Su ropa también estaba mojada, y sentía frío, pero ella no era de enfermarse por mucho frío que pasase, llevaba toda su vida en Bravetown y estaba habituada a esas frías temperaturas invernales. Esperó hasta que el caldo estuviera caliente y Cheist al lado de la chimenea para cambiarse de ropa.

Después del baño Cheist seguía sintiéndose helado, había empezado a tener fiebre y castañeaba los dientes. Libby le obligó a sentarse delante del fuego, cubierto con la manta que usaba siempre mientras ella le servía el caldo caliente.

David la miraba desde el sillón, se preocupaba por él sinceramente, se notaba que no fingía y esos eran los momentos en los que se replanteaba seriamente el comportarse como un niño y jugar con ella para romperle el corazón, era en esos momentos en los que pensaba seriamente en enfrentarse a Greg y conquistarla como nunca antes.

Al terminar su “cena” Libby se colocó a su lado, frotándole los hombros por encima de la manta, pero al sentirlo estremecerse solo se le ocurrió algo más.

Corrió a la cocina para calentar agua y mientras, lo llevó a su cuarto, era la primera vez que le invitaba a entrar, y mucho más para lo que iba, pero, su cama era mucho más pequeña que la de la habitación que ocupaba él y pensó que si se metían los dos bajo esas mantas lograrían no solo calentar la cama deprisa sino dormir cálidamente.

—¿Esto qué es?...

—Bueno, no es lo que parece, claramente, es solo que quiero que te acuestes en mi cama esta noche, estás helado y la única manera que se me ocurre es esta...

—¿Dormir juntos?

—No del modo en que lo planteas, claro, solo es para compartir el calor, para calentarnos... ¡Olvídalo! —exclamó un tanto avergonzada por lo desvergonzado que sonaba.

Cheist se acercó al colchón y se sentó en el borde con una sonrisa en su expresión enfermiza. Cuando ella salió del dormitorio se acomodó debidamente y se dejó llevar por el cansancio de su cuerpo febril y la comodidad.

Libby volvió minutos más tarde con una bolsa de agua caliente y, después de colocarla con cuidado sobre su pecho, se quitó la ropa húmeda y se vistió con uno de esos pijamas que nunca usaba, metiéndose, segundos después, entre las mantas con él, acercándose lo más posible para templar su cuerpo con el suyo.

—Si me tratas así no voy a poder seguir odiándote —susurró somnoliento.

—¿Y por qué me odias?

—Por lo que me hiciste —murmuró.

—¿Qué te he hecho, Cheist? —inquirió ella, con el ceño fruncido.

—Me...me gustas mucho Libby...

La muchacha sabía que deliraba a causa de la fiebre, aun así, que le dijera que le gustaba hizo que tomase aire con fuerza, como si cayese al vacío. Él también le gustaba, no quizás como le agradaba Greg, él era amable siempre, sin importar qué pasaba, en cambio el chico frente a ella tenía unos prontos difíciles de descifrar, pese a ello él también le gustaba.

Cuando amaneció ambos dormían abrazados, con las piernas entrelazadas y la cabeza de ella apoyada en el pecho de él. En cuanto Cheist despertó su primera reacción fue de extrañeza, no recordaba qué hacía ahí, pero cuando la notó entre sus brazos su corazón empezó, irremediablemente, a recomponer esos pedazos rotos que tanto le dolían, acarició su pelo mientras la miraba y, cuando ella se movió, él fingió que estaba dormido.

Liberty abrió los ojos sorprendida por haber llegado a dormir toda la noche de un tirón y, lo miró un segundo antes de llevar una mano a su frente. No había ni rastro de fiebre. Salió despacio de entre las mantas, con cuidado de no despertarle y, vigilando que no mirase, se desnudó para ponerse su ropa del día, luego corrió a la cocina, tenía un desayuno que preparar.

Salía de la habitación cuando sus ojos se encontraron con los de Greg, éste caminaba con dirección al baño y lo primero que hizo fue analizar su atuendo, descalzo, pijama entreabierto y despeinado, mostrando síntomas de haber dormido en esa habitación toda la noche, ambos sonrieron al verse, uno con satisfacción, sabiéndose vencedor de la primera ronda, el otro por imaginar las sucias patrañas de seducción que habría inventado para acostarse con ella, pero ninguno dijo nada. Cada uno desapareció tras una puerta y siguieron los ruidos en la cocina, donde Libby cocinaba ajena a los juegos de esos dos.

Una vez sentados a la mesa, la muchacha se acercó al actor y volvió a tocar su frente, haciendo que Greg la mirase extrañado.

—Tenías que haber visto sus labios o sus manos cuando llegó —dijo, explicando el por qué le tocaba la frente— Anoche...

De pronto Cheist sujetó su muñeca y negó con la cabeza.

—Deja que crea lo que quiera... Tampoco es algo que quiera que sepan todos, basta con que sepamos nosotros dos lo que pasó anoche.

Gregory sonrió fanfarrón, no era necesario que inventase excusas o que tratasen de justificarse, todos eran adultos como para tener que dar explicaciones que no se habían pedido.

Pese a haberse encontrado fatal unas horas atrás por culpa de su inconsciencia, ahora estaba totalmente repuesto y con ganas de ir al rodaje, de forma que, dejó a su amigo con ella, sabiendo que no iba a lograr avanzar y fue al trabajo.

Ese día Greg tenía unas horas de descanso y, lejos de dormir como habría hecho cualquiera con ese estado de agotamiento, propuso a Libby que saliera con él en un picnic. Para ser pleno invierno el sol era cálido y él conocía un lugar donde nunca corría aire.

Liberty no se negó, Gregory siempre la hacía sentir bien, a pesar de la confesión de días atrás. Cocinaron algo ligero y se marcharon.

El lugar de su cita era mucho más romántico de lo que pudiera parecer, todo estaba repleto de hierba, de florecillas amarillas y violetas que se abrían paso entre el espeso manto verde, los arboles perfilaban un llano y justo frente a ellos estaba el lago.

—¿Qué ocurre? —preguntó ella al ver su expresión.

—El lago... tiene agua, nunca lo he visto así... —Liberty empezó a reír.

—Tienes razón... no sabía que no lo habías visto... con las lluvias de hace un par de años el rio empezó a fluir y se llenó... Es precioso, ¿verdad?

—Y más si lo ves con buena compañía...

No tenía intención de insinuarse, ni de alabarla, no tenía intención de lanzarse porque sabía que si lo hacía podría dar un paso en falso y perder su confianza, pero era inevitable.

Greg, al igual que Cheist, no se cortaba un pelo a la hora de intentar seducir a una chica, usaban cualquier truco que se les ocurriese, pero era tal la costumbre de actuar así que no podía reprimirse. Libby no respondió, sólo sonrió amablemente, desviando su atención a la manta que Greg había cogido.

La comida resultó agradable y divertida, ninguno de los dos mencionó nada que no quería, por lo que, en toda la conversación no se nombró ni a Cheist ni a David. Rieron con las ocurrencias de la muchacha o rememorando cosas graciosas de su pasado común.

A la hora de regresar empezaron a recoger las cosas, pero entonces Greg decidió dar ese paso que había evitado dar por miedo a fallar. Cortó una de las flores violetas y después de respirar su aroma se acercó a ella para colocarla en su cabello, Liberty no rechazó el gesto, dejó que acariciase su pelo y que rozase su mentón con los dedos, él era o había sido el mejor amigo de su ex, pero de aquello hacía ya 10 años por lo que, rechazarle con esa excusa era absurdo, quizás él había rehecho su vida y ahora estaba con alguien, quizás felizmente casado, quizás hasta con niños y ella... ella también merecía sentirse así, de modo que dejó que Greg hiciera lo que sabía que pretendía hacer.

En vista de que no estaba siendo negado, la empujó suavemente hacia atrás y, en menos de un segundo se colocó sobre ella, entre la hierba y las flores.

Libby lo sabía, había tratado de evitar que Gregory actuase así desde que le confesó que le gustaba, pero tampoco le desagradaba en exceso, hacía mucho que no se sentía así de deseada. Le miró a los ojos tratando, en balde, de no sonreír, pero cuando él vio su expresión no pudo más que besarla.

Era un beso apasionado y con urgencia, pero suave y cálido a la vez.

Cuando Liberty entreabrió los labios para darle paso, se lanzó sin pensar si ella quería dar otro paso. Metió las manos bajo su ropa y después de hacerle cosquillas en la cintura para hacerla reír, siguió subiendo hasta meterlas bajo el sostén, apretando sus pechos.

Luego bajó una de sus manos dentro del pantalón de ella y empezó a acariciarla por encima de su ropa interior, tratando de excitarla como lo estaba él, pero Libby empezó a incomodarse, estaba yendo demasiado deprisa. Llevó las manos a sus hombros y lo apartó.

—Estás yendo muy deprisa...

—Yo... lo siento, es que no sé qué me pasa contigo. Es la primera vez que deseo a alguien con esta intensidad.

—No te disculpes... —sonrió, secándose el borde húmedo de sus labios—es mi culpa...este escenario parece hecho para esto, pero...hace tiempo que no salgo con nadie como para llegar a esto tan deprisa y me siento un poco violenta...

Greg se acercó a ella y, después de abrazarla se acercó nuevamente a su boca.

—Iré tan despacio como necesites que vaya —y la besó nuevamente con la misma intensidad antes de apartarse— pero por hoy volvamos —pidió, tirando de ella para ponerla en pie— daremos el siguiente paso cuando tú quieras que lo demos.

En el coche ambos se miraban de reojo y sonreían como adolescentes, él, de vez en cuando, llevaba la mano a la de ella y entrelazaba los dedos, algo que hacía que Libby sonriera como una niña.

Habían terminado con la escena, pero la siguiente era imposible rodarla después de que Miranda se torciera un tobillo, a duras penas podía mantenerse en pie y Emma, desesperada, los envió a “casa”.

Al entrar esperó que tanto su ex como su amigo estuvieran ahí, como los había dejado, pero por más que buscó no había ni rastro de ninguno. Le molestaba que hubieran salido juntos, pero seguía confiando en que, por más que lo intentase, no iba a poder avanzar con ella.

Cotilleando por la casa entró en el cuarto de Liberty, había pasado la noche ahí mismo, pero no había reparado en cómo se veía o en si había cambiado la decoración como en el resto de la casa. En efecto, había cambiado. Las paredes ya no estaban pintadas con mensajes con los que las garabatearon mientras salían, ahora esas pareces estaban cubiertas con lo que parecía papel, un papel gris oscuro con decoraciones de estilo barrocas en terciopelo negro, muy elegante, las cortinas de colores y pandas habían sido sustituidas por estores lisos, morados y blancos, pero los muebles seguían siendo los de siempre, la cama, el escritorio...

Estaba sentado en el borde de la cama cuando vio algo que parecían libros. Con curiosidad por saber qué era lo que Liberty leía, descubrió que no eran más que diarios y sin pensarlo abrió uno de ellos.

“Ya estoy cansada de escuchar a Debra decirme que no es lo bastante guapo para mí, que es feo, que le repugna. Es mi amiga, y la quiero, pero ella no parece entender que yo le quiero.”

“De verdad que no puedo más, le he dicho mil veces que no me diga nada de David, ella sabe lo importante que es para mí”

“No sé qué me pasa, últimamente todo me afecta más, me siento cansada y sensible por todo y siento mis nervios como si fueran una bomba de relojería, maldita Debbie”

“Esta noche he roto con...casi no puedo ni imaginar la forma en la que me ha mirado... siento como si algo dentro de mi hubiera muerto... He actuado como una inconsciente, mañana le rogaré que me perdone, de verdad no sé quéme ha pasado...”

No podía creer lo que leía, Libby le había dejado porque estaba harta de su amiga cuando en realidad no quería hacerlo. Dejó caer el diario al suelo y llevó las manos hacia su cara.

“Han pasado tres años, hoy es su cumpleaños. 20 años. Me pregunto cómo se verá, ¿habrá cambiado su voz? ¿Estará más alto? Adoraba que fuera más alto que yo, y sus ojos verdes...

Me pregunto dónde vivirá. Iría a verle sólo para llevarle esa tarta de almendras que tanto le gusta y le diría...”

No quiso leer más, recogió el diario del suelo y lo colocó de nuevo en el estante.

Al parecer, del diario se había caído una foto, una en blanco y negro con algo escrito. Se agachó para recogerla y justo al ponerse en pie la puerta se abrió. Liberty entraba con una sonrisa radiante que se borró inmediatamente al ver que su habitación no estaba vacía.

—¡Cheist! —Exclamó sorprendida— ¿qué haces aquí?

—Oh, creía que anoche había olvidado algo aquí...

—¿Y eso? —señaló la mano en la que escondía la foto.

—Esto estaba en el suelo, yo solo tenía curiosidad por ver qué era.

Liberty identificó la foto y corrió a arrebatársela, pero Cheist dio un paso atrás, sin calcular la distancia a la cama y cayó sobre ésta, golpeándose la cabeza contra la pared.

La muchacha no lo pensó, se puso a horcajadas sobre él y lo atrajo con una mano tras su cuello, mirando que no se hubiera hecho mucho daño.

—¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —preguntó preocupada, el golpe había sonado tan fuerte como un martillazo, pero él negó con la cabeza.

David la tenía encima como tantas veces 10 años atrás y colocó las manos en sus muslos, apretándolos con los dedos ligeramente.

—¿Quién es el de la foto?

—Es... era mi novio.

—¿Tu novio? Pues no sé qué le viste, es bastante feo.

La muchacha cambió su expresión casi instantáneamente y bajó de la cama, apartándose de él.

—Sí, eso decían. Pero en el corazón no manda nadie y a mí jamás me preocupó su aspecto físico.

—¿Y dónde está él?

—Por favor, sal de mi habitación, y no vuelvas a entrar —pidió, dolida por su intromisión.

Cuando Cheist salió del dormitorio Libby besó la foto y corrió a dejarla de nuevo en el diario de donde había salido.

Greg estaba en el pasillo, sentado en los escalones que separaban éste del salón cuando vio a David salir de su cuarto con una expresión seria, pese a no gustarle que saliera de ahí no hizo ningún número, de hecho, estaba tan feliz por su acercamiento con ella que podía permitirse darle a Cheist cierto margen de maniobra, sabía que se sabía vencedor pero para ella no era más que un cliente, alguien ajeno a ella.