Capítulo 8

HACÍA días del comentario de Cheist acerca de David, y Liberty se había limitado a sonreírle de forma forzosa y a ser hipócritamente amable, no le gustaba que nadie ajeno a ella se entrometiese y diera opiniones que no se le habían pedido.

Estaban a 11 días de navidad, y el actor no sabía cómo arreglar la situación con ella, cualquier comentario gracioso ella lo ignoraba y, cuando era borde con alguna respuesta ella le miraba como si pudiera fundirlo.

Aprovechando que Greg y Hal no estaban entró en la cocina, Libby cocinaba algo que olía delicioso y fue ese el momento en el que decidió que no quería dejar que solo Greg se acercase a ella.

Se aproximó hasta bloquearla con los fogones y ella se giró sorprendida.

—¿Qué pasa Cheist? —preguntó hosca.

—Quiero saber por qué estás así conmigo...

—¿Quieres la verdad? Pues ahí va. No me gusta que toquen mis cosas, y menos que opinen sobre ellas cuando nadie ha preguntado.

—¿Es por lo del otro día? —preguntó, sabiendo a ciencia cierta que lo era.

—Claro que lo es, tocaste mi punto débil —confesó sin querer.

—¿Tu punto débil? Lo siento... no era mi intención herirte con un comentario que no debí decir.

Libby no respondió, le apartó con una mano y caminó hacia su habitación, no quería hablar con él en ese momento, ni verle, ni oírle, pero Cheist la siguió y, cuando ella cerró la puerta del dormitorio el actor metió la mano en la rendija para bloquearla, solo que iba con tanta fuerza que le pilló los dedos sin darle tiempo a apartarla.

Sacó la mano de allí a la velocidad de la luz, metiéndola, mientras se agachaba en el suelo, debajo de su axila.

Libby miró hacia la puerta horrorizada, no sabía exactamente qué había pasado pero sabía que le había hecho daño por el gemido mudo que había hecho. Abrió despacio, creyendo que le había partido la nariz con el golpe pero lo encontró encogido y corrió para ver qué era lo que le había hecho.

—Estás...es... ¿dónde te he hecho daño, Cheist? —preguntó, con tono preocupado.

El actor no respondió, tenía los dientes apretados y una expresión de dolor indescifrable. La muchacha puso una mano en su hombro como para alentarle, pero él seguía sin articular palabra. Poco a poco extendió la mano herida hacia Libby sin atreverse a mirar si le había partido los dedos o no.

—Oh Dios...Lo siento, de verdad que lo siento, por favor perdóname... —tres de sus uñas se habían puesto moradas y sus dedos estaban enrojecidos e hinchados— no quería hacerte daño...

—Tampoco yo a ti cuando te dije...

Libby llevó una mano hasta su boca y le hizo callar, tirando de él luego después para llevarle al baño y refrescar esos dedos con agua fría.

Ninguno de los dos recordó que la comida que preparaba ella seguía en el fuego y ambos siguieron en el baño hasta que Cheist miró hacia el pasillo con el ceño fruncido. Automáticamente Liberty corrió a la cocina, pero al verla soltó un grito que alertó al actor. La sartén sobre los fogones ardía con grandes llamaradas naranjas que se doblaban al llegar al extractor, derritiendo el plástico. Sin pensarlo corrió para apagar el fuego, pero justo cuando se acercó Cheist tiró de su mano para apartarla. En una de las películas que había rodado hacía tiempo pasó algo parecido con un enchufe que un novato había puesto donde no debía, entonces apagaron el fuego con una manta, él no iba a correr a desmontar una de las camas, pero lo primero que se le ocurrió fue sacarse la sudadera y empaparla con agua del grifo de la cocina, justo después la lanzó, extendida, contra la sartén y, como arte de magia las llamas desaparecieron.

De pronto la muchacha se puso a llorar, todo había pasado por su culpa y se sentía peor que mal, pero él creyó que estaba asustada y se acercó para abrazarla, no llevaba camiseta, pero a ella tampoco le importó, se dejó abrazar y devolvió el abrazo con fuerza.

—Perdóname, de verdad, lo siento... —se apartó y tomó su mano herida— ¿te duele mucho?

—No... —respondió, fingiendo ser muy duro, pero pronto se vino abajo—si...duele un poco...no puedo doblar los dedos...

—No quería hacerte daño...

—Lo sé, y yo tampoco a ti, por eso quería disculparme... ¿En paz? —gesticuló como un niño.

—No, te debo una...

—Entonces te la guardo... —sonrió ligeramente, despeinando su melena del mismo modo que hizo siempre años atrás.

Cheist se metió en su cuarto para vestirse y maldijo por el dolor de su mano, realmente dolía horrores, nunca antes se había pillado la mano con una puerta y era una experiencia que nunca más querría repetir.

Abrió el armario en busca de una camiseta cuando en el reflejo del espejo vio una gota negra y larga que caía por su brazo, al ir a tocarla se dio cuenta de que era plástico derretido del extractor y fue al baño para quitárselo, pero estaba tan adherido a la piel que se había fundido con ésta.

—¿Y ahora...?

Temía decirle nada a Libby y que esta se preocupase.

Si no se tocaba no le dolía, pero no podía dejar ese pedazo de plástico pegado de esa manera así que remojó y remojó y cuando se armó de valor tiró del plástico, arrancando la piel a la que estaba pegado.

Liberty estaba en la cocina, tratando de limpiar cuanto antes el estropicio que se había formado cuando escuchó un golpe. Corrió para ver, sabía que había sido Cheist porque en casa sólo estaban ellos dos, pero en su habitación no había nadie. Al mirar en el baño lo encontró tendido en el suelo, sin camiseta. En su brazo derecho había una larga marca rosada que no había visto.

—Cheist... ¿Me oyes? ¿Estás bien? —preguntó. Ese día estaba siendo una catástrofe total y lo que faltaba era que le ocurriera algo a él y que no pudiese terminar la película a tiempo por su culpa— ¡David...!

—Duele... —gimió en respuesta.

—¿te has quemado?

Sin decir una palabra le mostró la tira negra que se había arrancado del brazo, en ésta estaba pegada la piel que le faltaba en esa zona rosada.

—Ha debido pasar cuando he lanzado la sudadera... —dijo con un hijo de voz.

Libby no pudo decir nada, él había tratado de protegerla para que no se quemase pero lo había hecho él. Se sintió culpable por ello y no supo qué decir.

Le ayudó a sentarse tirando de sus manos con cuidado de no hacerle daño en los dedos que había pillado con la puerta y le hizo ponerse en pie para llevarle al dormitorio. Acto seguido corrió al patio, donde tenía una bonita zona de hierbas y plantas medicinales y, cortó una hoja de una de ellas, en la cocina, con cuidado, cortó la hoja por la mitad y con una cuchara sacó la carne transparente, después de hacerla una gelatina corrió al dormitorio.

El actor estaba tendido boca arriba y, cuando ella entró con una venda y con un tarrito se sentó despacio.

—Me dijiste antes que me debías una, ¿verdad? —Ella asintió— necesito que me guardes el secreto de lo que ha pasado, no quiero que Emma se entere de lo que me ha pasado en la mano o lo del brazo... es demasiado catastrofista y es capaz de enviarme a un hospital.

—Todo esto ha sido por mi culpa...no te debo una, te debo mil...

—No seas exagerada, yo no hago más que preocuparte o hacerte enfadar.

—También me haces reír, ¿recuerdas el incidente del baño? —No sabía cómo, pero cuando él se comportaba así, tan amable, hacía que se sintiera bien a su lado— casi muero de la risa, o con las “pegatifotos”...

Él la miró directo a los ojos, poniéndola nerviosa y haciendo que ella desviase su atención hacia la quemadura. Sin dejar que dijera nada más hundió los dedos en la gelatina de aloe y la untó despacio en la quemadura, estaba convencida de que debía doler horrores, aun así era necesario ponerle el ungüento para que sanase pronto.

Ya había llegado la hora de comer cuando los otros dos chicos llegaron. Libby limpiaba la plancha de acero que tenía frente a los fogones mientras maldecía por las horribles sombras negras que manchaban el techo.

Al entrar por la puerta percibieron el intenso olor a chamuscado y corrieron para ver, pero, lo que fuera que había pasado ya lo habían arreglado. Cheist estaba en el patio, al sol, sujetando una de sus manos con la otra y ella estaba en la cocina.

En vista de que no iban a poder cocinar hasta que no estuviera en condiciones Gregory propuso ir al hotel, allí siempre tenían comida de más y no habría problemas con las raciones. Aun no se habían dado cuenta de que Cheist se tocaba en exceso sus uñas moradas y a ella se le ocurrió algo para que nadie se percatase de ello, pidió a los dos que se marchasen primero y, en cuanto salieron por la puerta corrió a su neceser de pintauñas.

—¿Y esto? —preguntó el actor cuando ella se arrodilló frente a él en el suelo.

—Vamos a ir a comer al hotel, tu brazo está protegido de los ojos de tu jefa, pero tus dedos son visibles, y queremos ocultarlo... ¿cierto? —él sonrió levemente mientras le ofrecía la mano.

—Se gentil conmigo, nena... —Libby lo miró con una sonrisilla traviesa por cómo había sonado eso y procedió.

Una de sus uñas estaba agrietada y salía un poco de sangre por el borde. Para ese dedo sólo se le ocurrió un apósito, si se le ocurría pasar el pincel con esmalte por ahí estaría viendo estrellas una semana.

Al terminar de “decorar” ambas manos con una bonita y disimulada manicura se pusieron en pie para ir con el resto del equipo.

Después de la comida Cheist la invitó a que se quedase esos días a ver el rodaje, al fin y al cabo, cuando llegase la hora de las comidas tendrían que verse de nuevo y era mejor si estaba ahí en lugar de sola... o con Greg.

2 días pasaron desde el incidente de la puerta y el incendio de la cocina y, a escondidas de todos Libby se veía con Cheist para curarle con el ungüento de Aloe en la quemadura de su brazo o para retocar el esmalte de las uñas para que nadie supiera lo desmejoradas que se veían.

Greg se había dado cuenta de que ella no parecía tan molesta con su amigo como días atrás y se preguntaba qué habría pasado entre ellos para que de vez en cuando desaparecieran juntos. Él aún seguía molesto con él por el puñetazo que le había dado, y se negaba a sí mismo a preguntarle, sobre todo porque estaría dejándole a entender que estaba preocupado y no quería que se sintiera confiado.

Libby parecía inspirarle para todas esas escenas con Venus. Lo que habitualmente eran tomas rodadas repetidas veces, ahora en un par de ellas estaban terminadas por lo que Emma estaba feliz, había estado observando cómo se miraban y, aunque en ella no había nada especial en él había un brillo que no podía descifrar, pero el hecho de que estuviera haciendo que las secuencias salieran tan tremendamente bien la ponía feliz, tanto que pensó que esa noche, después de la cena, lo pasarían bien, juegos, risas y quizás un motivo más para que Cheist actuase así de bien el resto de la película.