Capítulo 10

HABÍAN pasado un par de días desde aquella confesión, desde que despertasen juntos, desde que Liberty decidiese que no iba, que no podía enamorarse de Cheist y el ambiente entre ellos parecía un poco más tranquilo, supuso que por los días que llegaban.

Emma había propuesto que si avanzaban suficiente podrían ir con sus familias un par de días para Navidad, y todo el equipo iba a destajo. Muchos no iban a ninguna parte, pasaban el año cerca de sus familias y no iba de no estar con ellos en esos días, pero eso no hacía que trabajasen menos deprisa por esos compañeros que si querían tener sus súper mini vacaciones.

Al llegar la hora de comer pararon como siempre, solo que ese día, por decisión de la mandamás, no lo harían en el hotel, todos necesitaban un pequeño descanso y además ese día era especial.

Libby no había pasado en toda la mañana por la locación y Cheist usó el restaurante como excusa para ir a casa y verla.

Tan pronto como Liberty escuchó la puerta supo que era el actor y, sin dudar, cortó la llamada telefónica con la que estaba para que no se enterase de nada de lo que tramaba.

—No te he visto en todo el día... —dijo, pero ella no respondió— Hoy van a ir a comer a Paradise, ¿quieres venir con el equipo? —preguntó, acercándose a ella.

—No, hoy no me apetece...

—Entonces me quedo contigo.

—¿Por qué deberías quedarte, Cheist? Es tu equipo, son tus compañeros de trabajo y tus amigos, yo soy solo la dueña del hotel donde os hospedáis... —extrañado por el comentario la miró con el ceño fruncido— vale, está bien, confieso, he de ir a por unas cosas a la ciudad, pero no quiero que vengas conmigo.

Desde el día del juego de los secretos estuvo ocultando que se acordaba de lo que Emma había dicho. Ese día era el cumpleaños de Cheist y, ya que ella no podía celebrarlo con su David, lo celebraría con el actor y con su equipo. Prepararía una maravillosa cena, compraría ese delicioso pastel de almendras que tanto le gustaba a su David y llenaría la casa de globos de colores. Además había encargado un par de regalos para él: un reloj y un perfume. Quizás no serían de su agrado, él vestía con cosas exclusivas y sus perfumes eran extremadamente caros, pero aun así se lo compraría.

David la miró intrigado, algo para lo que no quería ser acompañada... pese a todo ni siquiera se había acordado de su cumpleaños, había estado tan pendiente de la película y de ella que no había reparado siquiera en el día en el que vivían por lo que, después de muchas negativas salió de la casa.

Liberty esperó un rato después de que Cheist se marchase. Sabía que no iba a volver hasta la noche por lo que aprovechó para subir a su destartalado coche e ir a por sus encargos a la ciudad.

Puesto que había sido una chica previsora, había encargado la mayoría de las cosas que iba a necesitar algunos días antes por lo que, sólo debía ir a recogerlo.

De regreso a casa tuvo que conducir despacio, llevaba el coche repleto de cajas y bolsas y, además, los chicos de la tienda de artículos de fiesta le habían rellenado de helio los 1000 globos de colores que había pedido y, sobre el coche llevaba sujeta una enorme malla de plástico que mantenía presos los globos.

Cuando los conductores de los coches con los que se cruzaba la miraban ella no podía parar de reír, a ella también le había parecido extraño que le “empaquetasen” los globos de ese modo. Al encargarlos creyó que vendrían con una bombona y se los inflarían en casa...

De regreso, preparó la fiesta a toda prisa. Infló algunos globos a pulmón para que se quedasen por el suelo, el resto los dejó libres por la casa, algunos en las habitaciones, algunos en el salón, algunos en el pasillo, en la cocina, en el baño... Con toda la casa repleta de detalles dignos de una fiesta de cumpleaños, corrió a preparar la cena, sólo le quedaba una hora para que llegasen y sabía que Emma sería puntual, de modo que debía darse prisa.

A la hora acordada ya todo estaba listo, se había vestido para la ocasión y la cena estaba servida en la enorme mesa que había improvisado en todo el salón.

Emma acordó que Greg le distraería mientras todos iban a la casa, pretendía que fuera una sorpresa, de forma que así fue. Greg y Cheist caminaron hasta casa dando un rodeo con la excusa de pasar por las calles por las que pasaron en sus últimos cumpleaños en Bravetown y con el pretexto de ayudarle a confesar sobre quien era en realidad.

Al llegar a casa todo estaba a oscuras, aun así Greg le pidió que caminase hasta el fondo, hasta el salón, pero mientras caminaba por el pasillo alguien hizo estallar un lo globo y Greg, pensando que se había golpeado con algo encendió la luz.

—¡Sorpresa! —gritaron todos, sorprendiéndolo realmente pero haciendo que la buscase con la mirada.

Libby lo miraba desde el fondo, con la cabeza ladeada y una sonrisa radiante.

—Sorpresa —gesticuló, moviendo los labios solamente.

Todos felicitaban al actor, entreteniéndole, cuando lo que realmente quería él era llegar a ella.

Después de un rato, Greg se acercó a él e, interrumpiendo a Jackes y colocando una mano en su hombro, tiró de él hasta donde estaba la muchacha.

—Esto... —dijo, mirándola directo a la cara, ella sonreía con satisfacción, había preparado una fiesta de cumpleaños ella sola y al parecer gustaba a todos— gracias —añadió, sintiéndose extrañamente tímido.

—Lo has decorado todo de forma espectacular, mocosa —dijo Greg, besando su mejilla— parece que conocieras a David de toda la vida —esta vez lo miró a él directamente, esperando un gesto, algo. Le había despejado el camino ligeramente para que confesase, pero éste estaba embobado mirándolo todo y ni siquiera se percató.

—Temía que no le gustase, que fuera demasiado vulgar para él...

—Es más simple de lo que aparenta, hace años que nadie le hace una fiesta así, siempre han sido... ya sabes, las típicas con chicas, con alcohol, desmadre...

Había terminado la cena, y todos hablaban entre si mientras Liberty miraba por la ventana hacia el patio. David trató de acercarse a ella, pero todos pretendían hablar con el cumpleañero y aún no había podido decirle nada apropiado desde que entró.

Al fin, de madrugada, se marcharon todos, y cada uno terminó en su cuarto.

Cuando David entró en su habitación encontró sobre la cama la bolsita de papel en el que había una nota de felicitación y, después de abrirlo, totalmente emocionado, decidió ir al dormitorio de Libby, quería agradecerle por todo lo que había preparado para él. Se puso el reloj en el que había grabado su nombre, y el perfume que le había regalado.

Liberty estaba en la cama cuando escuchó la puerta, supo rápido quien era, llevaba ese perfume que tanto le había gustado oler en su ex cuando era adolescente. No abrió los ojos, fingió estar dormida, imaginando que ese tipo era en verdad su David.

El actor se acercó con sigilo al borde de la cama y, después de apartar un mechón que cubría su cara se sentó a su lado.

—¿Estás dormida? —ella siguió inmóvil, respirando profundamente, tratando de que no se notase que estaba despierta— Esta ha sido una de esas fiestas que me han hecho recordar el pasado, cuando era un adolescente y disfrutaba de las pequeñas cosas...me he divertido mucho... —murmuraba—ha sido genial cuando Hal ha empezado a respirar helio y a hablar con esa voz... —la miraba muriéndose de ganas por besarla, pero se puso en pie.

Acomodó las mantas para que no tuviera frío y, después de acariciar su mejilla con el dorso de la mano se dio la vuelta para marcharse.

Justo cuando dio el primer paso Libby estiró el brazo y le detuvo sujetándole por la muñeca.

—Creía que dormías.

—Fingía. Disfrutaba del tu aroma... —él frunció el ceño pero lo relajó un segundo después sin dejar de mirarla— ¿te ha gustado?

—¿El qué? ¿El reloj? ¿El perfume? ¿La fiesta?

—Todo...

—Sí, me ha gustado... —de pronto se sintió nervioso al mirar la cama, esa cama donde hizo el amor por primera vez con la misma chica que tenía ahora de frente, cuando ella se sentó fue aún peor, se marcaban sus pechos bajo la camiseta, turbándolo— Me ha gustado todo —soltó— Voy a la cama, es tarde —dijo, librándose del agarre de su mano, rozando sus dedos, y dándose la vuelta justo después para marcharse.

—¡David! —exclamó ella, haciendo que tomase aire con fuerza. Por un momento creyó que le llamaba a él, no a Cheist, cuyo papel interpretaba desde hacía años. Solo pudo emitir un sonido nasal como respuesta— Feliz cumpleaños, pasan de las 12 pero hasta que no vayamos a dormir sigue siendo el mismo día —eso era algo que él siempre le decía y que ella se lo recordase solo le hizo sentir más inquieto aun.

—Gracias. Buenas noches.

Cruzó el pasillo y cerró la puerta de su habitación, peleando consigo mismo para no volver con ella, se estiró sobre la cama más inquieto que nunca, pero entonces sintió su garganta seca, apenas podía tragar sin sentir como si se le pegase.

Salió sigiloso hasta la cocina, pero para su sorpresa Libby estaba ahí, en pie, bebiendo de un enorme vaso de agua. Esta vez no estaba como en la habitación, cubierta solo con una camiseta de tirantes que no dejaba nada a la imaginación, ahora llevaba una sudadera gris que llegaba hasta sus caderas y un pantalón corto que, aunque dejaba todas sus piernas totalmente desnudas cubría lo que no quería que otro viera. Cuando ésta lo miró y se atragantó por la sorpresa no pudo más que sonreírle. Se aproximó despacio a la nevera, rozando su codo al pasar por su lado y sacó la jarra de agua.

—¿No puedes dormir? —preguntó sin saber cómo hablar con ella.

—No, estoy... estoy algo nerviosa.

—¿Por mí? —Preguntó Cheist, dejando la jarra sobre la mesa de la cocina y acortando la distancia entre ellos, ella asintió— también tú me pones nervioso, Lib.

Terminó de acercarse a ella de un paso y llevó una mano a su mejilla, tratando de mostrar en sus ojos su verdadero yo, tratando de que ella descubriera en ellos que él no era quien decía ser, pero Libby sólo lo miraba con los ojos de par en par.

De querer hacerlo, la oportunidad de vengarse se le presentaba en bandeja, como si ella estuviera predispuesta a ello y, de no haber escuchado lo de su bebé quizás la tomaría, pero las cosas no habían resultado según lo acordado en ningún momento desde que llegó, y ahora no quería apartarse de ella, ahora quería confesar la verdad, pedirle que se quedase con él y que recuperasen esos 10 años de amor frustrado.

Acercó su boca hasta la suya, despacio, dejándole claras sus intenciones y, ya a unos pocos milímetros, con su aliento rozando sus labios, susurró su nombre como tantas otras veces años atrás. Casi la estaba besando, podía sentir en su boca el calor que desprendía su piel cuando, de pronto, apareció Hal desperezándose, sorprendiéndolos y sorprendiéndose a sí mismo por ver lo que estaba pasando en la cocina. Sin querer, sus sospechas acerca de Cheist y esa chica se confirmaban.

—Oh...lo siento, seguid, yo...no he visto nada... —dio un par de pasos atrás con cara de consecuencia, sabiendo que David iba a recriminarle por la mañana por lo que había interrumpido y volvió a su cuarto.

Libby llevó la mirada hasta la camiseta de Cheist y a la altura de su pecho colocó la mano para apartarlo.

—¿Y esto? Estábamos...

—No, no estábamos —interrumpió— me vuelvo a la cama, estoy...es... es tarde y necesito dormir. Buenas noches Cheist.

Pasó por su lado con el corazón golpeando con fuerza en su pecho y, antes de salir de la cocina le dirigió una mirada. Corrió a su habitación, apoyándose contra la puerta sin comprender por qué se comportaba así con él, por qué se sentía así de nerviosa, turbada. El hecho de que se llamase David le mortificaba, había rechazado el acercamiento de cualquier David desde que rompió con su ex, pero a éste David se sentía incapaz de rechazarlo y eso la inquietaba aún más.

Tan pronto como Liberty salió de la cocina, Cheist se apoyó con una mano en la isla y llevó la otra a su cara, sonriendo.

—Casi... —negó con la cabeza.

Devolvió la jarra de agua helada a su estante en la puerta de la nevera y volvió a su cuarto, mirando la puerta cerrada de su ex antes de cerrar la suya. Se dejó caer sobre la cama con peso muerto, sintiendo en el estómago el cosquilleo del vértigo por la caída, ese mismo cosquilleo que sintió tantas veces con ella.

—Mañana será otro día.