Capítulo 4
LA mañana empezó interesante, ninguno había podido dormir apropiadamente salvo el asistente.
Greg había tenido una especie de flechazo con ella y, había pasado toda la noche debatiéndose si colarse en su habitación e intentar un acercamiento con ella o no, obviando lo que Cheist planeaba con Libby.
David había pasado toda la noche inquieto, no por dormir en una casa extraña sino por la casa que era, por la compañía que tenía bajo ese mismo techo en el que la besó por primera vez y por comprobar que, lamentablemente, los sentimientos que había contenido recluidos en un rincón de su corazón seguían latiendo por ella.
Hal podía dormir hasta de pie, de modo que una cama, en una habitación tan acogedora y después del horrible y largo viaje era el mejor de los sitios para descansar.
Cuando los tres chicos salieron de sus habitaciones Liberty salía del lavadero, un lugar en el que tenía la lavadora, la secadora y todos los productos de limpieza de la casa. Llevaba un pequeño cesto de ropa mojada en las manos y sonrió al verlos.
—¡Oh chicos, buenos días! ¡Espero que hayáis dormido bien! Tenéis el desayuno en la mesa —indicó, señalando con una mano hacia la cocina.
Los tres se miraron y corrieron a ver qué les había preparado.
—Huele delicioso —se relamió Hal.
—Tú no deberías comer tanto, ¡estás rechoncho! —murmuró David en voz baja, evitando que su ex pudiera escucharle e identificarle por la voz.
Habían terminado de comer cuando Emma llamó a Greg, debían reunirse en el hotel y les pidió que llevaran a Libby, ella sería su guía, además tenía un trabajo extra para ella, puesto que aún podían permitirse el relajarse unos días pediría a esa muchacha que leyera el guion y que le mostrase los lugares donde podían rodarse las escenas que faltaban.
Al llegar al hotel, lo primero que hizo Cheist fue apartarse de ella, quería que se diera cuenta de que la rechazaba y para ello se acercó a Emma, le dio un beso en la mejilla y continuó saludando a las otras chicas, algo que, lejos de herirla le hizo ver que se trataba de un chico cariñoso con sus personas cercanas.
Greg en cambio no lograba encontrar el momento de apartarse de ella, lo atrapaba como un imán y cuando le sonreía o cuando llevaba una mano a su brazo conseguía hacer que le temblasen las piernas, algo que jamás le había pasado con una chica, ni siquiera con ella misma años atrás.
Emma le ofreció el guion y, antes de pedirle que lo leyera le dijo que les enseñase el pueblo.
—Sois muchos así que necesitaré que Greg me eche una mano —sonrió, pinchando con el dedo en su cintura.
—Por supuesto, señorita Barlow, hoy será mi pareja —rió, sujetando su cintura y trayéndola contra sí.
—¡Hey, no seas pulpo! —reclamó Emma, sintiéndose molesta por ver como actuaba con Liberty.
—No te pongas celosa, jefa, ella es mi amiga de la infancia...
Podía negarlo cuanto quisiera, pero todo el equipo sabía que a Emma le gustaba Greg, disimulaba tanto como podía pero no le gustaba ver cuando se acercaba a cualquier chica con esos aires de Don Juan que siempre llevaba. Era un seductor nato, siempre lo fue, y eso quizás fuera lo que atrajo a la joven directora.
Caminaban por las calles mientras Libby evitaba a toda costa pasar por el depósito por el que no había vuelto a pasar en 10 años. Les mostró un lugar que habían habilitado con bancos y mesas de madera, una fuente de la que manaba agua de manantial, les llevó a las calles más concurridas y a las menos conocidas.
—Podemos llevarles al depósito... —automáticamente Cheist dejó la conversación con Jackes, el tipo que había conducido el autocar y prestó atención a lo que Libby decía.
—¿Al depósito? Podemos hacer algo... tú los llevas al depósito y yo...
Por suerte para ella Debra aparecía en el momento preciso, acababa de llegar de su viaje a Italia y, tan pronto como la vio corrió a abrazarla, ignorando que fuera con más gente o con un tipo guapo a su lado.
Cheist no pudo evitar reír internamente, la misma persona que había convencido a Liberty de que él era feo para ella ahora lucía completamente desmejorada, su cara estaba llena de marcas de acné, su pelo parecía desteñido y áspero y tenía bastantes kilos de más.
—¿Quiénes son? —preguntó, echando una mirada a todo el equipo y deteniéndose en Cheist, que apartó la mirada rápido para evitar que le reconociese.
—Son... él es Greg —Debra lo miraba sin saber quién era—ya sabes, el amigo de...Gregory Demsing, Debra...
—No sé, bueno... ¿y el resto?
Miró a todos los que componían el equipo y empezó señalándolos, repitiendo el nombre después de ellos.
—... Y ellos Hal y Cheist —añadió, presentando a sus compañeros de casa en último lugar— Hal es el asistente de Cheist y Cheist, ya sabes el actor...
—¡Oh Dios mío! ¡Tú eres David! —El actor abrió los ojos de par en par, mirando a Debra y justo después a Libby, que sonreía amable— David Cheist, ¡el actor de moda!
—Él no habla con desconocidas... —murmuró, pero él la escuchó y éste era uno de los momentos que iba a aprovechar para herirla.
—Encantado de conocerte, Debra, nos hospedamos en casa de tu amiga, supongo que nos veremos a menudo... —la reacción de Libby no fue la esperada, lejos de parecer molesta sonrió. La conocía bien y sabía que esa no era una reacción hipócrita, pero herirla aún estaba en sus planes y había tratado de evitar ir hasta el depósito— Entonces, Gregory, ¿nos guiais al depósito? Me muero por saber qué aspecto tiene ahora...
Por suerte nadie analizó el “ahora”, Libby lo miró a los ojos un segundo, como si hubiera tratado de recriminarle, pero devolvió la mirada a su amiga, que se despedía alegremente para marcharse.
Al llegar al parque Liberty parecía nerviosa, no dejaba de frotarse los dedos y de abrir y cerrar las manos como si las tuviera entumecidas. De repente la guía estaba llevándola Greg y Cheist no podía dejar de mirarla, reaccionaba como si estuviera en el matadero a punto de ser sacrificada. Miraba hacia arriba de reojo, como si no quisiera mirar.
El parque en el que esa muchacha había roto con él seguía teniendo el mismo aspecto de años atrás, bancos de madera pintados de verde, tobogán, columpios, balancines y un par de fuentes de agua, el suelo seguía siendo de tierra, con la única diferencia de que las zonas infantiles tenían el suelo con una especie de moquetas de goma marrón.
Mientras el equipo hablaba sobre la posibilidad de rodar ahí un par de escenas de la película los ojos de Cheist se posaron de nuevo en su ex, ésta había cambiado las sonrisas amables por una mirada tortuosa y no quiso evitar preguntarle.
—¿Estás bien? —preguntó, sujetando su brazo con una mano, ella no respondió, solo sacudió la cabeza.
—Sí, lo estoy, es solo que hace mucho que no vengo, no tengo buenos recuerdos...
—Por como luces ahora cualquiera diría que estuviste a punto de morir.
—Algo así Cheist, no son recuerdos agradables...pero no quiero hablar de eso... disfruta de la visita —sonrió cortés antes de alejarse de él.
Estaban tan entretenidos escuchando las aventuras de Greg que nadie se dio cuenta de que Libby se había marchado.
Al llegar de vuelta al hotel los tres chicos fueron a casa en busca de Libby, había desaparecido y supusieron que estaría allí, pero sus suposiciones fueron erróneas.
Libby no había podido quedarse por más tiempo en el parque que tan desagradable recuerdo le traía, había ido medio por la fuerza pero no quiso permanecer allí, recordó un encargo de su tía y lo usó como pretexto para marcharse de allí. Por suerte éste era a 30 kilómetros de distancia y le llevaría un buen rato ir y volver, así podría despejar su mente.
De vuelta a casa habían pasado más de dos horas y, tanto Greg como Hal se preguntaban qué había pasado para que desapareciera. Al entrar por la puerta ambos corrieron a recibirla.
—¿Qué ha pasado? —preguntaron al unísono.
—Nada chicos, es solo que tenía un encargo y tuve que irme... —Cheist la miraba de reojo desde el banco acolchado que Liberty tenía bajo una de las grandes ventanas del salón— avisé, pero todos estaban absortos con tus aventuras... —rió, pinchando con el dedo en la cintura de su amigo como lo había hecho por la mañana.
—Me habías preocupado, mocosa.
—¿Mocosa? —replicó la muchacha, a lo que Greg sujetó su nariz entre dos dedos y movió su cabeza.
—Mocosa, si... —los tres rieron mientras el actor resoplaba.
Después de la comida Hal y Greg tuvieron que marcharse con el equipo, dejando a Libby y a Cheist en casa, leyendo los guiones y anotando cada cual sus propias cosas.
A pesar de haberle hablado por primera vez en el parque del depósito, cuando Libby le comentaba algo del guión él se limitaba a hacer sonidos de afirmación o negación, se limitaba a observarla y a analizar sus gestos y a disimular cuando ella le miraba a él.
Pasaba una hora de las doce de la noche, hacía mucho que habían cenado y un par de horas que cada uno estaba en su cuarto. Cheist estaba terriblemente inquieto, su cabeza no dejaba de reproducir la expresión de su ex cuando llegaron al parque. Era incapaz de dormir recordando la forma en la que miraba hacia el punto en el que le había roto el corazón y, sin pensarlo dos veces, se puso en pie, se enfundó en uno de sus chándales y salió silencioso. Corrió por las calles desiertas, respirando ese aroma invernal que tanto le gustaba de Bravetown, ese aroma a chimenea, a madera quemada...
Sin darse cuenta estaba en el parque. Libby había salido tan silenciosamente que no sabía que lo había hecho, pero ahí estaba, subida en el depósito, acariciando la barandilla mientras con la otra mano se limpiaba la mejilla.
Se acercó hasta la escalerilla metálica y subió despacio, tratando de no hacer ruido.
La muchacha aspiraba con fuerza cuando sintió a alguien cerca.
—¡Cheist! —Exclamó sorprendida— me has asustado.
—¿Estás llorando?
—No, no es nada... estoy bien.
—¿No decías que no venías a este sitio?
—Hacía 10 años que no pisaba aquí...esta noche... simplemente tenía que venir.
Cheist la miró de reojo y siguió caminando por la estrecha pasarela que bordeaba el enorme depósito. Las vistas eran increíbles, no era un lugar muy alto, pero desde ahí podía verse gran parte del pueblo con todas esas chimeneas humeantes, aunque no podía verse la casa de ella.
Cuando terminó de dar la vuelta ella ya no estaba y pudo verla alejándose a paso lento.
—Señorita Barlow... Eh señorita Barlow... —repitió, pero ella no le escuchó— ¡Libby! —Por un momento Liberty creyó escuchar a David y miró hacia atrás extrañada— Si no tienes nada que hacer quédate, no sé si luego sabré volver.
—¿Cómo has venido?
—Sólo caminaba por las calles, cuando te he visto aquí subida me he acercado...
Un par de minutos más tarde estaba con él, sentados en el borde de la pasarela, con los pies colgando por debajo de la barandilla, mirando las estrellas que la iluminación de las farolas del parque les permitía ver.
Había un silencio incómodo entre ellos y, en ese momento, no había ni rastro del Cheist carismático que él mismo había inventado, no sabía cómo empezar una conversación, ni como dirigirse a ella.
De vez en cuando la miraba, estaba seria y sus ojos estaba llenos de lágrimas cada dos por tres, pero no terminaba de arrancar a llorar, como si retuviera lo que no debía ser. Intentando distraerla se quitó una deportiva, dejándola caer hacia abajo. No había visto que, justo debajo de ellos había una caseta de obra, por lo que, la deportiva cayó sobre el tejado de ésta.
—¡Cheist!
—Que torpeza... no pensaba que se me caería —dijo asomándose.
—Espera, ahora te la traigo —rió.
Libby bajó la escalera casi de un salto. Cuando vio lo grande que se veía esa caseta al lado de ella supo que no iba a poder bajarla. Por momentos se arrepintió de distraerla.
Se levantó, haciéndose daño en el pie descalzo al pisar el suelo cuadriculado de la pasarela y, luego después los barrotes de la escalera, pero bajó hasta abajo y caminó por la arena del parque hasta ella. El tejado de la caseta era tan alto que él tampoco llegaba aunque saltase, por lo que tocaba volver con el pie descalzo.
—¿Te ríes de mí? —preguntó al verla haciendo muecas extrañas para que no se notase que reía.
—Lo siento, es que no pensaba que alguien como tú hiciera tal cosa...
David la miró de reojo y sonrió levemente mientras trataba de que su pie descalzo tocase el suelo lo menos posible. Había pisado un charco y con el frío parecía querer congelarse por momentos.
—¡Espera! —exclamó, deteniéndose en medio de la calle— creo que sé cómo recuperarla, ¡volvamos!
—¿Qué vas a hacer? —ella no respondió, solo tiró de su sudadera y lo arrastró de vuelta al parque.
Sin pensarlo dos veces subió al depósito, dejando al actor justo al lado de la caseta y, después de quitarse una de las botas la lanzó con fuerza contra el tejado. La buena puntería quiso que le diera a la deportiva de Cheist, pero su mala suerte, en cambio, dejó la bota en su lugar, algo que hizo que ambos estallasen en risas.
Libby se quitó la otra bota para repetir la jugada, solo que esta vez la segunda bota se quedó también sobre el tejado.
En ese momento era como si no hubiera pasado el tiempo, se reía de ella y con ella como si no hubiera pasado nada entre ellos, como si todo siguiera igual que antes de la noche en la que rompieron, David se había olvidado por un momento de su venganza y bromeaba acerca de lo que una chica debería no hacer, subió la escalerilla con sus pies calzados y se acercó a su ex, despeinando su pelo inconscientemente, del mismo modo que hacía años atrás cuando ella le hacía reír con alguna idiotez.
—Sube a mi espalda, mañana buscaremos algo con lo que recuperar tus botas.
—No es necesario —respondió exagerada— puedo caminar...
—Entonces como quieras...
Que rechazase su propuesta de que la llevase hasta a casa cogida en su espalda le molestó, por cómo se reía, por cómo habían estado actuando no esperó que le rechazase y eso le hizo sentir ridículo.
Liberty había hecho lo de las botas para aliviar un poco la tensión que parecía haber entre ellos, para aligerar un poco el rechazo que le producía a Cheist, creía que sería mejor si se llevaban bien desde el principio ya que tenían que convivir durante dos meses, no contaba con que se quedasen las botas atrapadas en el tejado, pero por verle reír como lo hacía merecía la pena, total, el hermano de su vecino trabajaba en la empresa que era dueña de esa caseta y solo tenía que pedirle que recuperase sus zapatos por ella.
Cuando Cheist le ofreció amablemente que se subiera a su espalda creyó quesería abusar demasiado, él no había hablado prácticamente nada con ella hasta hacía una hora y no quería que se sintiera obligado a ser amable.
La vuelta a casa fue más tensa por momentos, como si Cheist se convirtiera en una persona distinta con cada paso y, tan pronto como llegaron se despidió de forma seca y tajante y desapareció tras la puerta de su habitación, dejando a Libby sola en medio del pasillo.
Había pasado más de una hora que habían vuelto de su paseo y Libby aún no había logrado conciliar el sueño, sólo daba vueltas y más vueltas sin poder pegar ojo por lo que, se adecentó, y salió con dirección a la cocina. Caminaba por el pasillo cuando, en medio del silencio se escuchó un golpe seguido de un quejido en el dormitorio que ocupaba Cheist. Pensando que le había pasado algo entró sin llamar. El actor estaba a oscuras, sentado en el suelo y tocándose un pie cuando ella encendió la luz.
—¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —preguntó, aun sabiendo que era evidente que se había hecho daño, pero no respondió.
El pantalón corto que llevaba Libby no cubría más que su ropa interior, y la sudadera, aunque de mangas muy anchas y largas, no llegaba a cubrir su ombligo. Cheist ni siquiera la había escuchado cuando le preguntó, solo pudo mirar, disimuladamente su fina cintura y sus muslos.
—¿Qué te pasó ahí? —preguntó, señalando con la mirada, aun sabiendo de sobras lo que había pasado.
Hacía poco que habían empezado a salir, el padre de David necesitó mover unas cosas del garaje y Libby se ofreció a ayudarles, prefería mover trastos de un sitio para otro pero con él antes que no verle ese día. David movió una caja repleta de libros que sujetaba un montón de tablas y éstas, al perder el punto de sujeción cayeron. Una de ellas tenía un clavo y éste arañó la pierna de Libby, desde el muslo a la rodilla, no era profundo, pero dejó marca, una fina y casi imperceptible línea blanca.
—Nada... —respondió deprisa, cubriéndose un poco con las manos para que no le mirase las piernas tan descaradamente— estás bien, ¿no?, no ha sido nada grave, ¿verdad? —Él asintió con expresión seria mientras se ponía en pie— entonces buenas noches.
Liberty esperó una respuesta, pero él simplemente se dio la vuelta, se acercó a la cama y se sentó en el borde para mirarse los dedos de los pies con los que había pateado la pata de la cama. Se giró y, sin saber que él la miraba de reojo salió, cerrando la puerta tras de sí.
—Cada día que pasa me creo menos que esté así de bonita —murmuró Cheist mientras se dejaba caer hacia atrás, cubriéndose los ojos con el brazo.