Capítulo 1

DIEZ años atrás:

Como cada día, se arregló frente al espejo y, después de comprobar que lucía justo como él quería, corrió para encontrarse con su novia, con esa chica que le volvía completamente loco y a la que quería más que a nadie.

Como cada día, corrió por las calles hasta el domicilio de los Barlow y aflojó el paso, no le gustaba llegar jadeante y parecer desesperado por verla.

Como cada día se detuvo frente a la entrada y llamó con tres toques, dos suaves y un tercero más fuerte, ese era su código y el que ambos usaban cuando iban a la casa del otro, pero esta vez, después de llamar, quien abrió no fue su ella, sino su padre, algo que nunca antes había pasado, no porque el señor Barlow no conociera de su relación, llevaban juntos 3 años y era imposible que no lo supiera, pero ese día David desconocía que fuera la última vez que viera a Libby.

—¡Coleman! —exclamó el hombre, sorprendido por verlo allí.

—¡Oh Sean...! —exclamó con una sonrisa—Libby...

—Ella no está. Pensaba que estaríais juntos...

—No... Supongo que habrá ido al depósito... —el hombre se encogió de hombros¬— entonces voy para allá. ¡Salude a Doris de mi parte! —exclamó mientras se alejaba de allí a toda prisa.

Nunca antes había pasado eso, Liberty nunca se había marchado sin que él pasase a recogerla, nunca se había marchado sin decirle antes que no podían verse ese día o que tenía cosas que hacer.

Al llegar al parque, Libby estaba donde siempre, subida en el enorme depósito de agua, con los pies colgando, completamente sola y con la mirada perdida en el horizonte, sonrió al verla y, sin pensarlo, subió para encontrarse con ella.

—¡Hola preciosa! Me ha extrañado no encontrarte en tu casa.

—¡David! —exclamó, poniéndose en pie y abrazándose a él de un modo que nunca antes había hecho.

—Sólo hace dos días que no nos veíamos —rió, rodeándola con fuerza— ¿O... es que pasa algo?

—Yo...—la muchacha colocó las manos en su cintura y lo apartó despacio, mirándolo directamente a los ojos, tratando de ocultar sus sentimientos reales.

—¿Dime, qué pasa? Me asustas, ¿Está todo bien?

—Yo...David te dejo... —soltó de pronto, como si no pusiera retenerlo más, el muchacho la miró inexpresivo, sin saber muy bien qué decir, aquello le llegaba por sorpresa y no sabía cómo responder o qué palabras usar— Estoy harta de lo que hablan los demás. Debra me tiene cansada con que no eres lo suficientemente atractivo para mí...

—Espere, espera... —interrumpió— ¿Me estás diciendo que me dejas, después de tres años, porque soy feo? —Preguntó con el ceño fruncido, pero ella no le respondió— Esa es una excusa penosa Libby...

—Lo siento... De verdad que lo siento.

A duras penas podía creer lo que acababa de pasar, aquello tenía que tratarse de una broma pesada, ¿Por ser feo? ¿Y se daba cuenta ahora? Llevaban tres años juntos, y muchas de sus primeras veces había sido el uno con el otro, siendo más o menos atractivo.

David llevó una mano a su frente y, después de mirar alrededor empezó a reír, creyendo que se trataba de una cámara oculta o alguna broma por el estilo, pero ese gesto hizo que Liberty empezase a llorar, y eso ya no podía tratarse de una broma, ella nunca lloraba, jamás lo hacía, incluso en sus peores momentos se mantuvo entera y fuerte, pero ahora estaba llorando, y lo hacía de verdad.

—Vamos Libby, no llores...podemos arreglarlo... Dime qué he hecho mal, te juro que jamás volveré a hacerlo.

—No David, no es eso, es solo que no quiero que volvamos a vernos, lo siento mucho pero esta es la última vez —respondió con la voz tomada.

Después de agarrar su antebrazo con una mano y de mirarle a la cara por última vez, corrió tan deprisa como sus piernas le dieron hasta su casa, dejándolo ahí, inmóvil, incrédulo y ofendido.

No podía creer que realmente hubiera preferido escuchar a su amiga que a su corazón, no podía creer que hubiera dejado a su novio, al que quería de verdad por el mero hecho de que a su amiga le pareciera feo.

Ella entendía que quizás David no era una belleza, y que había miles de chicos mucho más guapos que su ahora ex, pero había actuado pensando en un tercero antes que en ellos mismos y ahora no podía dar marcha atrás, y menos aún después de haberle herido de esa forma tan cruel.

Al entrar en su habitación se tendió sobre la cama, llorando como nunca por algo de lo que ya se arrepentía.

Cuando David llegó a casa se estiró sobre el colchón cubriéndose con las mantas, como si esperase despertar de lo que creía que era una pesadilla. Liberty Barlow, la hermosa dueña de su corazón, acababa de arrancárselo del pecho deliberadamente sólo porque su físico no era del agrado de su amiga. Cerró los ojos con fuerza, pensando en cómo arreglarlo, pensando en qué hacer.

Después de varias horas, ya anochecido, se dio cuenta de que era verdad lo ocurrido, Liberty le había roto el corazón con dos de las cosas que nunca esperó oír de ella, que le dejaba, y que lo hacía por ser feo.

Casi sin poder pensar en otra cosa se destapó y bajó corriendo al salón, dónde sabía que sus padres estarían, sentados en el sofá y viendo la televisión.

—Papá, ¿Sigue en pie la oferta del tío Claus? Aun quiere que vaya con él a Stormville.

—Supongo que sí, hijo, ¿Por qué?

—Quiero ir, quiero ir mañana mismo.

Los padres se miraron incrédulos, él nunca había pensado en apartarse de su novia, estaba completamente ciego con ella y a duras penas podían creer que su hijo estuviera pidiéndoles ir a más de 5000 kilómetros de allí, donde sabía que no iba a poderla ver a diario.

—¿Y Libby? —preguntó charles, su hermano mayor.

—No quiero que volváis a mencionarla, hemos roto, eso es todo lo que necesitáis saber, y no quiero volver a escuchar su nombre. ¿Puedo ir con el tío Claus?

—Bueno hijo... déjame que le avise primero. ¿Pero... mañana? —el muchacho asintió serio.

Después de esa última tarde juntos ya nada volvería a ser igual, ella... realmente no le importaba lo que hiciera, pero él se marcharía para no volver jamás, jamás volvería a Bravetown y por supuesto jamás volvería a enamorarse de una chica.