Capítulo 18
HACÍA varios meses que Cheist se había marchado, llevándose con él a su mejor amiga. Hacía meses que no escuchaba su voz, que no le veía, que no le sentía y hacía meses que una parte de ella seguía arrepintiéndose por haber rechazado aquella propuesta. Ahora quizás habría sido ella quien durmiera bajo sus sábanas, quien llevase su apellido o quien sintiera sus besos al despertar.
Cuando llegaba la prensa al hotel ella se limitaba a llevarla al salón y a dejarla sobre la mesa, sin leer ni un solo titular. Se sentía espantosamente al imaginar que quizás Debra esperase un hijo de él, y se sentía aun peor recordando ese bebé que nunca pudo ver.
Todos los días se habían repetido del mismo modo, se levantaba, iba al hotel, repartía flores y volvía a casa. Pero aquel día había algo distinto. En el exterior del hotel había decenas de reporteros con cámaras y micrófonos, decenas de furgonetas con logotipos en sus laterales y antenas en sus partes más altas que transmitían en directo. No sabía qué hacer, no entendía lo que pasaba y no sabía qué debía decir si le preguntaban, de modo que salió por la puerta de atrás, evitando que le salpicase el escándalo que fuera de quien fuera de sus clientes.
Al llegar a casa había un chico con gafas sentado en la puerta, éste no llevaba cámara, ni micro, ni estaba acompañado por nadie más.
—¿Señora... señora Coleman? —preguntó, levantándose y colocándose los lentes.
—No, ella es mi amiga, no vive aquí... —sonrió aliviada al comprobar que no era por ella.
—¿No es usted Liberty Barlow, la esposa de David Cheist?
La pregunta de ese chico la desconcertó, no entendía por qué le preguntaba por eso si en verdad era Debra quien se había casado, además era algo que debían saber hasta en el lugar más recóndito.
Lo miró con el ceño fruncido y sin pretender responder nada más sacó las llaves de su bolso.
—Es usted la señora Coleman, ¿me equivoco? —inquirió de nuevo.
Del bolsillo de su pantalón sacó la portada de una revista perfectamente doblada y se la ofreció. Libby se mostró reacia a aceptar el papel, pero en cuanto viera la foto podría demostrarle claramente que estaba equivocado, al fin y al cabo, ella y Debra no se parecían ni en el blanco de los ojos.
El chico la miraba expectante, deseando que terminase cuanto antes de desplegar la fotografía.
Liberty miró la imagen entre sus manos totalmente incrédula. Ella no había asistido a la boda de su amiga con su ex y tampoco había visto la sesión de fotos posterior, pero aquello debía tratarse de una broma. En la imagen aparecía él, vestido de smoking totalmente elegante y entre sus brazos una chica vestida de novia, alguien que, si su imaginación no la traicionaba, era ella misma.
—¿Puedo saber qué clase de broma es esta?
—Lo siento... yo solo quería saber sobre su ruptura. Él confesó en una rueda de prensa que la quería más que a nada pero que le había mentido en algo y que usted le dejó por sentirse herida. Solo quería escuchar su versión de la historia, qué le llevaba dejar a alguien como David Cheist después de tantos meses de matrimonio, ¿acaso no cumplía con usted como hombre? Se saben decenas de chicas a lo largo de su carrera, ¿le ha dejado por culpa de su pasado? ¿Le...?
Libby no era capaz de articular palabra, entró en la casa cerrando de un sonoro portazo y corrió a la cocina con el papel aun en las manos. No entendía nada, no sabía por qué era ella quien aparecía con él en esa revista ni qué era eso de la ruptura.
No tenía el número de Cheist, lo eliminó la noche de esa boda, por lo que no podía llamarle para pedirle explicaciones. Buscó como loca el número de Greg, pero encontró el de Emma primero.
Ésta se sorprendió al recibir su llamada pero por más explicaciones que le pidiera no pudo más que responderle que hablase con David, que él le contaría lo que necesitase saber, pero en persona.
Libby no lo pensó, tan pronto como recibió el mensaje con la dirección del actor en Los Ángeles se arregló y fue al aeropuerto. Él y Debbie iban a contarle por qué demonios estaba ella en la portada con la noticia de la boda y por qué ese tipo había preguntado por una ruptura.
Tan pronto como aterrizó el avión salió del aeropuerto, no llevaba equipaje, no tenía nada más que hacer, salvo ir a por sus explicaciones.
El taxi la dejó en las cercanías de la mansión, con instrucciones de como llegar, Libby no había querido que le llevase hasta la puerta, llevaba demasiadas horas sentada.
Por un momento se sintió avergonzada, Cheist y Debra vivían en una casa impresionante, no parecía muy grande, pero era luminosa, con todas las paredes de cristal y las vistas... Sacudió la cabeza, ella no estaba ahí para hacerles una simple visita.
Cruzó el pequeño jardincito de la entrada y llamó a la puerta, deseando que estuviera alguno de los dos en casa.
Cuando David abrió la puerta y la encontró ahí, la miró sin saber qué debía decirle. Por el rabillo del ojo pudo ver entre dos arbustos, a un paparazzi, y lo último que quería era que ella sufriera con el tema de la boda/ruptura, así que llevó una mano a la de ella y tiró para meterla en casa, pero Libby se liberó de su agarre y él no pudo más que acercarse. La abrazó con fuerza y le susurró en el oído que por favor entrase.
Al entrar ambos permanecieron en silencio, sin saber qué decir. Libby se sentía inesperadamente pequeña y él no esperaba que ella viajase hasta su casa.
Después de mirarse un par de minutos David se disculpó por lo que había hecho, pero ella no respondió. Buscó en el interior del bolso y tiró de la imagen que la había llevado a volar miles de kilómetros en busca de una explicación.
—Lo siento...
—¿Lo sientes? ¿Sólo se te ocurre eso, David? —Preguntó con tono suave pero notablemente enfadado— ¿Ha sido divertido? Mi ex y mi mejor amiga riéndose de mí...
—Por favor Libby, no es eso.
—Entonces explícate, porque no entiendo que te casases con Debbie y quien aparezca como tu esposa sea yo.
—Bien... lo contarédesde el principio, aunque ya sepas algunas cosas... Cuando me dejaste me marche de Bravetown y planee vengarme de ti en algún momento, hacerte sufrir.
—Oh si, la venganza... esta es tu venganza, ¿no? Jugar con mis sentimientos, casarte con mi mejor amiga, poner mi cara en...
—¡Escúchame! —interrumpió, alzando la voz más de lo que quiso, haciendo que ella se callase y se cruzase de brazos esperando a escuchar toda la explicación— he estado loco por ti toda mi vida, ¿vale?, aunque planease una venganza todo se fue al traste cuando te vi por primera vez después de 10 años. Con los días nuestra convivencia sólo alimentó mi deseo por ti, mis ganas de pasar contigo el resto de mi vida, y sé que suena cursi. Cuando estaba decidido a confesarte quien era en verdad la agencia nombró el maldito compromiso que lo mandó todo al traste. Te propuse que te casaras conmigo, habría dado lo que fuera por que aceptases, pero quien lo hizo en ese momento de desesperación fue Debra, sus condiciones fueron claras, ella haría el papel, pero tú serías mi esposa en realidad, en realidad no llevamos casados 6 meses, “oficialmente” eres mi esposa hace más de 2 años. El tío de Debra lo sabía todo y nos ayudó con la boda.
Liberty lo miró completamente seria, analizando lo que había dicho, si no había oído mal había culpado a su amiga de ser la que había ideado semejante traición.
Antes de que Cheist dijera nada más, se giró y caminó despacio hasta la entrada, en ese preciso instante se sintió ridícula por haber volado tantos kilómetros en busca de una explicación. Se acercó a la puerta y salió, regresaría a casa y se olvidaría de todo, incluyendo en el lote a su amiga.
Antes siquiera de poder bajar el primer escalón David le dio alcance, agarrando su mano con firmeza pero con suavidad al mismo tiempo.
—No te vayas... no sin haber hablado antes con Debra.
—Dile que salga —pidió sin emoción alguna en su voz.
—Ella no vive aquí, Libby, no me preguntes como pero ella vive con Emma en NY, ella no ha pisado esta casa ni una sola vez.
Sin decir nada más soltó su agarre y bajó el primer escalón.
Liberty permaneció en las escaleras de Cheist durante más de una hora, hora en la que el actor no se movió de detrás suyo, arriba de las escaleras.
Estaba anocheciendo y la brisa que llegaba del mar era fresca, a pesar de ser verano. Cheist entró a por una manta fina con la que cubrir sus hombros, no iba a dejar que pasase frio, pero al salir no estaba.
La buscó desesperado, si no se equivocaba ella no conocía nada de la costa oeste y menos aún de una zona como la suya. No le importó ir con pijama, ni en zapatillas, solo quería encontrarla.
De refilón pudo verla en la playa, a unos metros de la casa y suspiró aliviado.
—Unas bonitas vistas, ¿verdad? —preguntó, acercándose a ella por la espalda.
—Sí, pero un día como hoy no soy capaz de disfrutarlas.
—Libby perdóname... estaba desesperado. De verdad que no quería casarme con Lessa, no quería que la agencia decidiera con quien me caso o con quien no...
—Entonces te hubieras casado con Debra. Cheist me has usado vilmente.
—Lo siento, de verdad. Entremos, toma algo caliente, aquí hace frío.
Liberty dejó que Cheist la guiase hasta su casa. No tenía ganas de pelear, solo quería que amaneciese para poder regresar a casa.
David se alegró de que no le rechazase la propuesta y, pensando que tampoco rechazaría su petición de que se quedase a dormir fue hasta su habitación. Del armario sacó un pantalón de pijama y una camiseta que le había robado el último día que estuvo en su casa.
—Esto es para que te pongas cómoda.
—Eso lo imagino, Cheist, me refiero a esto —indicó, tirando de la camiseta después de haberla identificado.
—Lo siento...es que...
—¿Te das cuenta de que has dicho demasiadas veces que lo sientes? ¿Cheist, no crees que deberías actuar de forma que nunca tuvieras que disculparte?
—No puedo hacer eso, lo que yo crea que es justo siempre resultará molesto para otros.
—Pero no por eso debes disculparte.
Sin pensarlo se acercó a ella y la besó. No le importó que fuera por la fuerza o que pudiera molestarla. Esa era su forma de demostrarle lo que acababa de decirle.
—No vuelvas a hacer eso —pidió, apartándolo.
—Esta vez no te diré que lo siento. Por favor, ponte cómoda, prepararé algo para la cena.
Libby buscó el baño y, obedeciendo, se puso la ropa que le había dado.
Cheist quería tenerla ahí todo el tiempo que pudiera, y la única forma que se le ocurrió fue llamando a la prensa, diciéndoles que cabía la posibilidad de que se reconciliasen.
Cuando Libby salió del baño fue al salón, donde estaba la enorme cocina.
—No sabía que supieras cocinar.
—Y también sé limpiar, ante todo no te olvides de como es mi abuela.
Libby sonrió inconscientemente, recordando a la señora Coleman, una mujer bajita pero corpulenta, maniática de la limpieza y con un marcado gusto por la comida de pueblo.
—¿Y qué cocinas?
—Pizza. Aún recuerdo como te gustaban las pizzas que preparábamos con mi hermano.
—Echo de menos aquella época —confesó con una sonrisa triste.
Cheist no respondió, la miró y siguió preparando la cena.
Estaba sentado uno frente al otro, a la mesa, cuando, a través de los cristales pudieron ver el destello de un flash.
Debido a la llamada de Cheist, antes de medianoche ya había multitud de periodistas montando guardia en la entrada, esperando ver a Liberty Barlow por primera vez junto a Cheist.
David maldijo por su impulso, tenía la certeza de que los periodistas iban a espantarla. La conocía, y sabía que no tardaría en irse en el momento en el que comentase lo que había hecho.
—¿Quieres ir a dormir? Tengo un cuarto extra —lo que trataba de verdad era ahorrarse la confesión.
—No sé David... —miró hacia el sofá, a unos metros de ella pero al fondo, en una de las vidrieras vio un par de cabezas asomadas— Dios mío, eso es... ¿eso es la prensa?
—Lo siento...
—Eso... —señaló— ¿eso es cosa tuya?
—Sí, no sé en qué pensaba.
—En sacar dinero vendiendo la exclusiva de mi visita, está claro —sin dejar que se defendiera corrió al baño, donde había dejado su ropa.
Se cambió deprisa con una decisión clara sobre qué hacer y, sin pararse siquiera a mirarle, salió por la puerta, enfrentándose a la docena de periodistas que la fotografiaban sin parar y le preguntaban sobre su relación con el actor.
David no se había movido de su sitio en la mesa. Miraba el pedazo de pizza de su plato debatiéndose entre salir y permanecer en su sitio.
—¿Cree posible una reconciliación?
—No, no la hay ni la habrá. Una persona como yo jamás podrá estar con alguien como él.
—Él nunca te ha menospreciado —dijo alguien desde la izquierda.
Cuando Libby miró hacia quien le había hablado vio que había al menos medio centenar de chicas, unas más jóvenes, otras mayores. Todas la miraban con cierto desprecio. Liberty Barlow era la mujer malvada que dejaba a su actor favorito con el corazón roto.
De repente, de entre la multitud de chicas, lanzaron un huevo que impactó directamente en la cara de Liberty y justo tras eso las chicas que frenaban al resto se hicieron a un lado, dejando que se acercasen a ella.
Después de escuchar los gritos de las fans, lo único que sintió Liberty fueron los golpes que llegaban por todos lados.
David seguía sentado a la mesa, ignorando lo que pasaba fuera, ignorando que su ex estuviera recibiendo toda clase se insultos y toda clase de golpes.
Alguien de entre ese montón de gente ayudó a Libby a salir de entre las chicas, que seguían golpeando a cualquiera de ellas que se había quedado en medio de ese corro. La subió a un coche y acto seguido se alejó de allí.
—Sabía que ibas a ser in problema —dijo una voz que pudo reconocer.
—¿Erin? —preguntó ella, mirando a la mujer que conducía, pero esta no respondió. Siguió conduciendo.
Pasada cerca de una hora Erin detuvo el coche en un edificio enorme, cuya fachada era de cristal. Sin decir una palabra se bajó, indicando a Libby que la siguiera.
Al llegar al piso 32 caminaron una detrás de otra hasta un despacho, pero antes de que Libby se sentase como le había dicho la hizo salir.
—Apestas —dijo de mala gana.
—Lo sé. Esas chicas me han lanzado huevos, y me han escupido.
—Eso te pasa por meterte donde no te llaman, ¿sabes? Estabas muy bien en tu pueblucho. ¿Has venido a qué?
—Bueno, Erin, a lo que haya venido es asunto mío, mío y de David, no creo que...
Sin dejarla terminar señaló al fondo del pasillo.
—Antes de meterte en la ducha pasa por la puerta de al lado. Hay ropa. Elije lo que quieras.
Se arrepentía de haber pisado Los Ángeles, se arrepentía tanto que no había palabra para describir cuánto.
No había tenido tiempo de descansar, ni de asimilar lo que había pasado, ni de creer que Cheist y Debra le hicieran esa jugada.
Siguiendo las instrucciones de Erin cogió algo de ropa del vestidor de la agencia y se metió en el cuarto de baño. Aquel aseo estaba decorado de forma que parecía el excusado de una mansión de lujo. Los sanitarios eran de diseño, los espejos iban firmados por quien fuera que los hubiera diseñado y los accesorios parecían de plata. Las baldosas reflejaban unas preciosas vistas al mar, como si fuera una ventana. Al fijarse en el detalle de las vistas Cheist se coló en su mente y corrió a la oficina donde sabía que Erin la esperaba.
La representante de David esperaba sentada en una de las sillas, con los brazos y las piernas cruzadas y moviendo el pie de la que tenía encima. Tan pronto como la vio entrar separó los brazos y, del lapicero que había sobre la mesa sacó un bolígrafo y lo dejó sobre un par de folios que arrastraba por la mesa hasta ponérselos al frente
—¿Qué es esto? —preguntó Libby.
—Léelo.
Eran dos contratos: uno de divorcio, en el que la agencia se hacía cargo de los costes y de la indemnización, el otro un contrato en el que Libby aceptaba volver con David, no volver a provocar un escándalo, un contrato en el que aceptaba, por una buena suma, dejar su vida de lado para mudarse a Los Ángeles, para vivir con Cheist como marido y mujer.
—Te doy cinco minutos para que lo pienses. ¿Quieres un café?
—No, gracias.
Se debatía entre qué hacer. Si firmaba el del divorcio probablemente le obligarían a casarse con otra, si firmaba el de irse a vivir con él estaría entrando en un juego que él trataba de evitar, aunque realmente se quisieran.
Sobre la misma mesa había una pila de papeles y, al desviar la atención hasta estos pudo ver la palabra “denuncia” y justo en el mismo folio aparecía el nombre de David. Sin pensar en nada más tiró de él, leyendo los motivos por los que la agencia demandaba a Cheist. Aquel papel estaba sin firmar y rápidamente supo que ese sería su castigo si ella firmaba el acuerdo de ir a vivir con él. Rompió los dos contratos y los dejó sobre la denuncia antes de huir de allí.
Aún estaba adolorida por los golpes que le habían dado y se negaba a volver a casa de Cheist para contarle lo que había visto. En el bolsillo del vaquero había metido una tarjeta con el nombre del actor, sí que, tan pronto como regresase a Bravetown se pondría en contacto con él para decírselo.