Verano de 1512

Lo único que podía hacer Katherine a partir de ese momento era esperar. En realidad, parecía como si todo el mundo estuviese esperando. El ejército inglés se hallaba en Hondarribia, esperando a que los españoles se uniesen a ellos para invadir juntos el sur de Francia. Mientras los soldados se impacientaban, se alimentaban mal y bebían como cosacos, llegó el calor del verano. De todos los miembros del Consejo de Henry, Katherine era la única que sabía que el calor de la canícula en España era capaz de acabar con un ejército que no hacía nada excepto esperar órdenes. Le ocultó sus miedos a su esposo y al Consejo, pero le escribió a su padre en secreto para preguntarle cuáles eran sus intenciones. También abordó al embajador español y le preguntó qué planes tenía Fernando para el ejército inglés y cuándo debían avanzar.

Su padre, que en esos momentos se estaba desplazando con su propio ejército, no contestó. Y en cuanto al embajador, no sabía nada.

Transcurrió el verano, pero Katherine no volvió a escribir. En un momento de amargura, que ni siquiera ella misma se atrevió a reconocer, supo que su padre no la consideraba una aliada en el tablero de ajedrez que era Europa. Se dio cuenta de que no era más que otro peón en sus planes. Ni siquiera le hizo falta preguntarle a su padre cuál era su estrategia, pues la adivinó al ver que Fernando tenía a los soldados ingleses justo donde quería, pero no los utilizaba.

En Inglaterra empezó a hacer frío, aunque en España seguía haciendo calor. Finalmente, Fernando decidió utilizar a sus aliados, pero cuando los mandó llamar y dio órdenes de que pasaran el invierno en campaña, los ingleses se negaron a acudir a su llamada. Se amotinaron contra sus superiores y exigieron regresar a Inglaterra.