Prólogo

Escribir una biografía sobre Aníbal de las características que rigen la que aquí presentamos constituye un riesgo y un trabajo ameno al mismo tiempo. La principal dificultad consiste en compaginar los postulados que el rigor científico exige con el enfoque divulgativo que damos al estudio, que pretende tanto ofrecer al especialista alguna perspectiva novedosa como facilitar al lector no especializado el acercamiento a nuestro personaje.

La parte agradable de la tarea reside en la naturaleza de una figura que, a pesar de los siglos pasados, sigue ejerciendo una extraordinaria fascinación en todo aquel que se acerca a ella. Algo parecido les ha debido pasar a mis entrañables amigos Sebastián Albiol Vidal y Javier Hernández Ruano, quienes, contagiados, como me sucede a mí por el virus «Aníbal», han leído pacientemente el manuscrito, estimulándome con sus sugerencias. A ellos les quiero expresar mi agradecimiento por su valiosa y desinteresada colaboración.

También es justo mencionar aquí a mi buen amigo José Gómez Mata que me ha inspirado, en mayor medida de lo que él supone, respecto a la elaboración de algunos capítulos de la presente biografía.

Sobre todo quiero recordar en estos momentos a mi padre, Pedro Barceló Codorníu, asiduo lector de temas históricos, de quien he heredado una insaciable curiosidad por la historia de la Antigüedad y a cuya memoria dedico este libro, concebido en Potsdam y terminado de redactar en Vinaròs, nuestra ciudad natal.

Finalmente, siento la ineludible necesidad de sugerir como lema del siguiente estudio una célebre frase que siempre he asociado a la personalidad de Aníbal: «Wie von unsichtbaren Geistern gepeitscht, gehen die Sonnenpferde der Zeit mit unsers Schicksals leichtem Wagen durch; und uns bleibt nichts, als mutig gefasst die Zügel festzuhalten, und bald rechts, bald links, vom Steine hier, vom Sturze da, die Rader wegzulenken. Wohin es geht, wer weiss es? Erinnert er sich doch kaum, woher er kam».

El texto citado proviene de la obra Egmont, excepcional drama de Johann Wolfgang Goethe. Adaptado a la lengua de Cervantes, podría traducirse de la siguiente manera: «Como si los espolearan espíritus invisibles, se precipitan los caballos solares de Crono en una alocada carrera tirando del carro del destino. A nosotros, sólo nos resta intentar mantener con temple la ruta, controlando las riendas y procurando no desfallecer en el empeño. ¿Dónde van? Quién sabe, pues casi no se recuerda ya de dónde vienen».