78

Al alcanzar la puerta exterior, Ezio encontró la palanca junto al dintel y tiró de ella. Obediente, la puerta verde se deslizó hasta meterse en el suelo. Y allí estaba Sofía, leyendo un libro, esperándole.

Sonrió al verle aparecer, se levantó, se acercó a él y le cogió de la mano.

—Has vuelto —dijo, incapaz de ocultar el tono de alivio en su voz.

—Te lo prometí.

—¿Has encontrado lo que buscabas?

—He encontrado… suficiente.

Ella vaciló.

—Creía…

—¿Qué?

—Creía que ya no volvería a verte.

—A veces nuestros peores presentimientos son en los que menos debemos confiar.

Ella le miró.

—Debo de estar loca. Creo que me gusta incluso más cuando te pones pedante. —Hizo una pausa—. ¿Qué hacemos ahora?

Ezio sonrió.

—Nos vamos a casa —contestó.