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Durante varios días, Martin permaneció enclaustrado en su refugio para profundizar sobre los acontecimientos que ocurrieron en la Alemania de los años previos a la guerra, con el fin de completar el relato de Amanda y añadir algunos detalles costumbristas sobre aquella sociedad. Mientras escribía, dedicó también parte de su tiempo a leer algunos autores de la época como Anna Seghers o el famoso Diario de Ana Frank, y alquiló también varias películas ambientadas en el Berlín de aquellos años, como la exitosa Cabaret protagonizada por Liza Minnelli o El buen alemán con George Clooney, a pesar de sus pésimas críticas.
Después de revisar el último párrafo, cerró el portátil y comenzó a frecuentar los pubs y las tabernas del pueblo, preguntando a los clientes de más edad para corroborar la historia de Eva. Sin embargo, nadie pudo ofrecerle el más mínimo apunte cuando preguntaba sobre una mujer que apareció flotando en la costa en los años cuarenta, un hecho que le confundió.
Aquella tarde estaba tomando una pinta en la barra de una taberna cuando sintió una palmada en su espalda y una carcajada muy familiar:
—¡Repámpanos! Mi amigo el escritor… ¡Qué alegría me da verle de nuevo, Martin!
—Hola, David. No esperaba que aún permaneciera en el pueblo.
—Precisamente mañana salgo hacia Dublín para tomar el vuelo de regreso a Nueva York. Por cierto, estoy entusiasmado con la idea de que esté escribiendo una nueva novela. Estaré pendiente, y en cuanto la publique compraré su libro. ¿Sabe que he visto el rostro de esa mujer alemana?
—¿La… mujer alemana…? ¿La que apareció en el naufragio…?
—¡Claro! Estuve en la sede de la naviera donde vivió y su chica me estuvo contando la historia de los Osborn.
—Mi… chica… —Martin seguía desconcertado.
—Su amiga, la pelirroja que trabaja en la empresa de los barcos… Hay allí unos retratos de ella. Se llamaba Barbara, se casó con el antiguo dueño de ese palacio y, tal como usted me contó, tuvieron un hijo, Aidan Osborn.
Martin le miraba ahora perplejo.
—¿Está seguro…? La versión que yo había escuchado es algo diferente: Seamus Osborn estaba ya casado con Barbara cuando esa mujer llegó a estas costas. Él la violó, y ella quedó embarazada. Poco después de dar a luz, él fue a buscarla para arrebatarle aquel hijo, ya que no había tenido descendencia con su esposa. Se lo llevó al palacio y lo crió junto a Barbara como a un hijo biológico. Hasta ahí puedo contarle lo que sé.
—¡Vaya…! Pues había llegado a confundirme…
—¿Amanda le dijo que Barbara Osborn era la mujer del naufragio?
—Pues…, la verdad es que no… Yo lo supuse porque vi en el palacio retratos de mujeres alemanas que tenían una estrella de David pintada en sus ropas… ¡Esta historia comienza a ponerse interesante…! —Soltó otra sonora carcajada—. ¿Todo esto que me ha contado lo está escribiendo?
—Por supuesto. Y mucho más. Es una historia fascinante. Cuando lea mi libro todos los interrogantes quedarán resueltos.
—Lo estoy deseando, se lo aseguro. Ha sido un placer, y un honor haberle conocido, Martin —dijo solemne, dándole un caluroso abrazo de despedida.