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‘Nadie “gana”
una guerra. Se sobrevive a ella con uno u otro nivel de
éxito’
- Causa y Efecto, Prensa de Avalon,
3067
Isla Avalon, Nueva
Avalon
Marca
Crucis
Federación de
Soles
20 de Abril del
3067
Con Prometheus
corriendo a la cabeza del 10º de Guardias Liranos, Víctor hizo que
su compañía de mando esquivase un bosquecillo de robles
dorados, y después retomó la ascensión a una
pequeña elevación. Desperdigados ante él, en una ladera
cubierta de hierba, una unidad del 2º de Húsares de
Ceti aguantaba apenas frente a un nuevo asalto de los
elementos fuertes del 19º de Guardias Arcturianos y de los
restos dispersos de otras unidades lealistas.
Su monitor
mostraba un revoltijo caótico de iconos e información táctica, por
lo que Víctor rápidamente evaluó a ojo la batalla para ver
como iba. Los cuerpos de los mech sembraban el valle, tirados sobre
el desgajado terreno en un descanso inmerecido. Contó, cerca
de él, al menos una docena de helicópteros estrellados
ardiendo, sin que hubiera forma de decir a quien habían
pertenecido, y estimó al menos cuatro veces ese numero de
vehículos blindados en la misma situación.
En vidas, Víctor
no pudo siquiera empezar a imaginar la cifra. Cientos, sin duda,
solo en esta batalla. Afortunadamente, el 6º de Crucis y el
recién llegado 2º de Guardias de Davion habían salvaguardado
al grueso de la infantería aliada en el interior de Ciudad
Avalon, permitiéndoles dispersarse con mayor seguridad entre
los parques y los edificios. Eso dejaba el espaciopiuerto publico,
la base militar, el ICNA y el Palacio Davion todavía en manos
enemigas.
Eludiendo la
batalla principal, Víctor condujo a su gente formando una línea a
lo largo del borde de la batalla, intercambiando
ocasionalmente fuego con los mechwarriors arcturianos. Sus
laseres consumieron la capacidad de sus radiadores en cuestión
de segundos y la temperatura en la cabina ascendió
peligrosamente rápido de la zona amarilla hasta terminar en la
roja.
Un Dragon Fire arcturiano
condujo la carga de toda una compañía hacia la posición de Víctor,
con los rifles gauss lanzando plateados trozos de muerte tan
rápido como sus capacitadotes podían recargar. Su cañón
automático disparó munición de postas, levantando una neblina gris
sobre cualquier enemigo cercano.
Víctor anuló su
primera desconexión de emergencia y desconectó dos de sus láseres
utilizando en su lugar el cañón automático de tiro rápido para
desgarrar el blindaje del Dragon Fire a lo largo de la
junta de la rodilla y amputar la pierna.
– Empujamos a la
MMC de Remagan directos hacia la retaguardia de los de Ceti, – le
comunicó Reinhart Steiner mientras movía al Primer Batallón
sobre la misma colina y se unía a la lucha. – Dos en
punto, entre los árboles –.
Víctor ya lo
había notado. Solo unas pocas horas antes sus Espectros habían
destrozado a la milicia de Remagan, privando a Katherine de
otra unidad coherente. Desafortunadamente los supervivientes de
esa batalla se estaban retirando por un camino que terminaba
en el valle inferior. Alejado de la posición de Reinhart, vio
como las maquinas rojas y azules se infiltraban entre las lanzas de
mech y las ocasionales compañías mixtas para amenazar las
líneas de retaguardia del 2º de Húsares de Ceti.
Víctor disminuyó
su velocidad hasta paso lento, intercambiando de nuevo el cañón
automático por sus láseres, luchando por ganar algo de control
sobre su curva de temperatura. El sudor empapaba sus brazos y
caía por su cuello. Su respiración se había vuelto superficial y
rápida con el aire recalentado de la cabina. – Shakov deberia
estar casi en posición para detener esos refuerzos. Mantenlos en
movimiento, Ren. Añade algo de fuego allá donde puedas
–.
Un Banshee terminó con
el Dragon
Fire por Víctor mientras el resto de su compañía
disparaba también a la unidad arcturiana con furia desbocada.
Una lanza rápida de Scarabus se escabulló corriendo a
mas de cien kilómetros por hora con sus hachas dispuestas.
Solo dos sobrevivieron para lanzarle un tajo al Daishide Víctor. Uno
falló. El otro rebanó media tonelada de blindaje del brazo de
Prometheus. El cañón automático de Víctor reclamó el brazo que
blandía el hacha y una pierna del Scarabus mientras que sus
láseres se abrieron paso a través del escasamente blindado pecho
para convertir el giroscopio en una masa
humeante.
El
ultimo Scarabus y un Stealth equipado
con MASC trataron de escapar pasando sobre la cima de la misma
colina por la que habían venido los Espectros, solo para
encontrarse a otro batallón del 10º de Liranos moviéndose
todavía en la retaguardia. Nunca lograron volver.
– Que el Segundo
Batallón deje la cima y apoye a los Húsares, – ordenó Víctor
mientras descendía al valle inferior salvando lo peor de la
lucha. – El 2º de Davion está a solo veinte minutos. Que vengan
para ayudar a limpiar –.
La replica de
Reinhart vino justo tras las ordenes de Víctor. – El 2º está
todavía ayudando a proteger el avance de nuestra infantería
sobre la capital. Todavía no están libres –.
– Lo sé, Ren.
Pero los Húsares están dispersos de aquí al infierno por todo el
valle, sin mencionar la clase de presión que estarán
soportando en otras batallas –. De hecho, Víctor no podía ver a
Ardan Sortek por ningún lado, y asumió que se había separado
para hacer una incursión sobre el ICNA. – Necesitan refuerzos
ahí abajo. La General Killson es un buen oficial. Puede supervisar
ella sola el avance de la infantería –.
Como para sumar
peso a la decisión de Víctor, un batallón reconstituido de la MMC
de Remagan surgió desde los árboles. Battlemech y blindados
mezclados, quizás una compañía reforzada de cada. Debían
de haber fortalecido la posición de los Guardias Arcturianos
lo suficiente como para destrozar a los Húsares de Ceti. Ahora
en su lugar se lanzaban contra la compañía de mando de Víctor,
tratando de hacerles pagar un alto precio en nombre de su
Princesa-Arcontesa.
Víctor hizo girar
ampliamente a su compañía formando un fino arco, y forzando a la
inexperta milicia a dividirse en multitud de subunidades en
base a su velocidad y especialidad. Los blindados
rápidos encabezaban la carga. Los mech de asalto y las lentas
maquinas pesadas se movían las ultimas.
Un trío de viejos
aerodeslizadores pesados Condor se dirigió hacia
el Daishi de Víctor
lanzando generosos chorros de fuego de cañón automático. Los
afilados y resonantes porrazos machacaron su blindaje frontal,
golpeando mas fuerte y profundamente que las municiones normales.
Un testigo de alarma se encendió en el esquema de daños de
Prometheus, y Víctor vio que los Condors habían
logrado destruir su lanzador de mísiles del hombro derecho.
¡La Milicia estaba usando la nueva
munición perforante!
Invirtiendo
bruscamente su acelerador empezó inmediatamente una maniobra marcha
atrás que le llevó al interior de un bosque. Antes de que los
árboles bloquearan su visión, sus láseres lograron atravesar
el faldón de uno de los Condor, desvaneciendo su colchón de aire
y haciéndole dar en una vuelta de campana.
Los
aerodeslizadores no podían seguirle directamente, pero podían
acortar por uno de los muchos claros.
Eso le compró
tiempo suficiente a Víctor para vaciar su deposito de mísiles a
través de las salidas traseras. No tenia sentido ir por ahí
cargando toda una tonelada de mísiles inservibles, esperando a
que otra salva de proyectiles perforantes los hiciera estallar
con una explosión interna.
Los Condors vinieron a por él,
justo como pensaba que harían. Antes de que pudieran girar
para apuntarle con sus armas Víctor ya había atravesado el
blindaje del costado de uno de ellos con su propio cañón
automático. El asalto dio de lleno en el compartimiento de la
tripulación. Ese aerodeslizador viró bruscamente siguiendo un
rumbo errático y después encalló justo delante de un enorme
roble, explotando seguidamente en una bulbosa bola de fuego
que rápidamente se convirtió en una negra nube.
Para entonces el
segundo Condor había fijado ya a Víctor en
su mira, arrancando mas blindaje mientras aceleraba
peligrosamente. Un radiador montado sobre el brazo izquierdo de
Víctor explotó formando una neblina grisácea con el
refrigerante perdido. Dos de los laseres de pulso de Víctor
clavaron sus puntas esmeraldas en el frontal
del Condor, pero eso no fue suficiente para
apartarlo de su carrera suicida. En el ultimo segundo,
el Condor se estremeció lateralmente,
elevándose sobre su faldón y casi estrellándose contra el
suelo.
Víctor vio
fugazmente el borrón plateado que golpeó al vehículo en el costado
izquierdo, pero no fue hasta que el Condor se deslizó pasándole
en busca del lado mas alejado del valle cuando pensó en
buscar a su protector. Un Centurion corría justo a lo largo
de la línea de árboles medio kilómetro mas abajo. Había sido
un disparo impresionante, considerando la distancia y las
velocidades relativas. Por supuesto, se trataba de un
mechwarrior impresiónate.
Víctor pasó del
sistema de comunicaciones manos libres de ComStar que normalmente
funcionaba en Prometheus conmutando a un canal directo con su
amigo.
– ¡Kai! Se
suponía que estabas asegurando el espaciopuerto –.
– Ya está hecho,
– le dijo Kai mientras frenaba su marcha y movía a Yen-Lo-Wang
hacia la izquierda de Víctor. – La Guardia Pesada de Davion se
desvió por nuestra área de operaciones y nos echó una mano. La
Legión Extranjera ha disminuido a un solo batallón, pero eso
debería bastar para acordonar la zona de aterrizaje y evitar
cualquier retirada de los terrenos de palacio. Katherine no va a ir
a ninguna parte, siempre que tengas a alguien en la base
militar –.
El Centurion llamó la atención
de Víctor a solo cinco metros de distancia ejecutando un saludo
mecánico con el rifle gauss que era su brazo derecho. –
Además, pensé que necesitarías a alguien que te cubriera las
espaldas. Ahora me debes una –.
– Eso parece, –
dijo Víctor agudamente, el comentario de su amigo se había acercado
mas de lo que nunca habría pensado, pero prescindió de
cualquier otro comentario ante la nueva amenaza que se
dibujó con un parpadeante icono rojo en su monitor. Víctor vio
un movimiento fugaz a través de su parabrisas, justo detrás de
Yen-Lo-Wang, y no pensó en nada mas salvo levantar los dos brazos
del Daishi y apartar a Kai a un
lado.
El ex-Campeón de
Solaris no estaba dispuesto a dejarse tirar, no cuando pilotaba un
mech que parecía exclusivamente creado para él. Se movió
rápidamente fuera del peligro variando su
posición, retrocediendo varios metros. Lo suficiente para que
el Falconer azul y rojo de la Milicia
lanzara un disparo limpio a Prometheus, un proyectil gauss que
sin duda iba dirigido a la espalda de Kai y que terminó
acertando en el estomago de Víctor.
Kai invirtió a
Yen-Lo-Wang y arrojó una masa hipersónica idéntica de vuelta
al Falconer aun más rápido que
Víctor, incluso pese a la incomoda postura cruzada. A pesar de eso,
Prometheus no quedaría olvidado. Su trío de laseres de pulso
machacó con sus dientes esmeraldas el costado del Falconer enviando
profusos chorros de blindaje fundido al suelo. Víctor añadió
también una descarga extra larga de su cañón automático de
calibre doce centímetros, enterrando los proyectiles de uranio
empobrecido justo sobre el daño causado por los laseres. El
feroz asalto atravesó el pecho del Falconer y escapó por
su espalda, atravesando totalmente el lado izquierdo de su
pecho. El Falconer cayó entre los árboles,
fuera de la vista, con el reactor filtrando fuego dorado. Un
momento después una explosión se levó sobre el bosque e hizo
temblar el suelo bajo ellos.
– Víctor, estoy
leyendo elevados niveles de calor en Prometheus –.
La curva de
potencia del reactor había caído varios puntos debido a la perdida
de calor y él luchaba por respirar mientras intentaba
responder a su amigo. – Parece que ese proyectil ha abierto una
brecha en la protección del motor. Todo va bien
–.
– Ese era mío,
Víctor. Deberías habérmelo dejado –.
Víctor trató de
mantener una voz normal. – Hay muchas oportunidades en los
alrededores Kai. Además,– dijo volviéndose algo más mordaz, –
odio estar en duda con la gente –.
– Ya lo había
notado, – la voz de Kai fue seca y seria por un momento, pero
después dobló a Yen-Lo-Wang por la cintura haciendo un gesto
invitándole a liderara la marcha. – Muy bien Víctor.
Muchas gracias. ¿Que tal si ahora continuamos y ponemos el
sello ‘pagado’ en algunas facturas mas? –.
......
Las compañías
mixtas de Tancred Sandoval corrían bajo el fuego de los cañones
aromáticos mientras cargaban contra la línea de infantería.
Las baterías de cañones de campaña estaban posicionadas
sobre una pequeña elevación, protegidas por varias escuadras
de armaduras de combate Cavalier y por una única lanza
de battlemech pesados.
Las armas hacían
caer una fuerte cortina de metal sobre el terreno, y la metralla
arrancaba trozos del blindaje de su Templar con sus dientes
afilados. Si le hubieran dejado escoger Tancred habría dado
la vuelta para buscar un camino más fácil, pero las
necesidades del asalto estaban en su contra.
Separado del
grueso de su 2º de Rangers de Robinson por el avance de la 299º
División de ComGuardias, había conducido a los soldados
restantes por una ruta secundaria que consumió mas tiempo pero
que evitó que su gente fuera aplastada en la batalla. Al
vadear el río Wallace cambio una lanza
de aerotanquesPegasus por un Watchman y
un Enforcer pertenecientes a la MMC de
Remagan. Después, abriéndose paso de vuelta hacia el Monte
Davion, la pequeña fuerza de Tancred reunió a multitud
de rezagados de otras unidades aliadas y las añadió a sus
fuerzas.
Mientras tanto,
el resto de Rangers habían presionado hacia delante en dirección al
Palacio Davion, tratando todavía de alcanzar su meta, la base
militar a la sombra de la montaña. La ruptura de cualquiera de
las líneas logísticas lealistas era algo secundario a su propósito
real, evitar la retirada de Katherine a cualquier Nave de
Descenso que pudiera esperarla. No se le permitiría escapar a la
justicia. No ahora. Tancred estaría allí para verlo, pero para
ello primero debería atravesar su línea de defensa,
representada por el 22º de Húsares de Avalon.
– Que los
blindados ataquen la cresta, – ordenó Tancred, lanzando a sus
aerodeslizadores y enviando tras ellos una lanza de tanques
pesados Alacorn. – Los irregulares que se
concentren en esos soldados con armaduras. Quitádnoslos de
encima –. Eso dejaba a sus dos lanzas de Rangers para enfrentarse
con las fuerzas de mech de los Húsares. O eso había esperado,
hasta que vio aparecer un Nightstar por un lado de la
cresta y un Devastator por el otro. Las
maquinas de asalto eran fácilmente el equivalente de
su segunda lanza, a menos que él mismo inmovilizase a
uno.
– Yo entretendré
al Nightstar, – dijo sacando a su omnimech
de la formación justo cuando el primer proyectil gauss le
golpeaba fuertemente en el brazo izquierdo.
Tancred conocía
los Nightstar y la clase de daño que
eran capaces de dispensar entre los otros mech. Tomó aliento
al encararse con su vieja montura, y después enlazó su láser largo
con sus cañones automáticos rotatorios. Sus puntos de mira
ardieron con un brillante dorado cuando el sistema de
puntería delTemplar obtuvo un blanco sólido,
solo entonces, Tancred descargó una buena cantidad de
energía escarlata y metal caliente sobre el pecho
del Nightstar. Empujando su palanca de
acelerador hacia adelante, trabajó para acortar las distancias
antes de que los dos rifles gauss del Nightstar pudieran hacerle
pedazos.
Lo intentaron.
Las nuevas masas a velocidad hipersónica enviadas por las armas
gemelas del Nightstar golpearon duramente las
piernas y el pecho delTemplar. Una alarma se encendió en la
cabina cuando uno de los impactos agrietó el escudo del motor,
dejando escapar el calor a través de su carcasa blindada. Otra
se encendió cuando otro de ellos arrancó un láser medio de su brazo
derecho. El CPP del Nightstar acarició el costado
izquierdo del Templar,formando cicatrices fundidas, y
siendo sustituido después por los cortos puñales esmeralda de
los laseres de pulso en cuanto Tancred logró acercar su mech a al
abrazo del Nightstar.
Preocupado por su
sistema de puntería, mantuvo sus cañones rotatorios en un patrón de
fuego corto hasta que la figura del Nightstar inundó su cabina y
no hubo posibilidad de fallar. Haciendo descender su retículo
de disparo sobre su centro, apretó ligeramente sus gatillos y los
mantuvo en esa posición para fijar el blanco. La computadora
hizo el resto, realizando pequeños ajustes en los actuadotes y en
la tensión del miomero para mantener fijo el objetivo a lo
largo de la larga descarga de Tancred. Éste apretó los
gatillos hasta el fondo y los sostuvo, escuchando mientras el canon
automático rugía y disparaba kilos y kilos de
munición.
Con la clase de
furia que ninguna otra arma que Tancred hubiera disparado pudiera
producir, las armas rotatorias desgajaron y atravesaron el
blindaje central del Nightstar. Los fragmentos y las
partículas de aleación pulverizada saltaron en el aire,
dejando desprotegido el reactor de fusión del mech. Sus
laseres terminaron el trabajo, atravesando la protección y
ensartando el contenedor magnético.
Un fuego dorado
escapó al exterior del Nightstar en forma de furiosos
chorros. Sin la posibilidad de que los campos de contención
desconectaran el mech, el mechwarrior de los Húsares apretó la
palanca de eyección para escapar de aquel infierno. Tancred no
se detuvo, llevó a su mech cuesta arriba mientras observaba en
su monitor como la explosión hacia temblar el suelo y despedazaba
al Nightstar.
Después de tan
feroz demostración, las armas de campaña a sus pies no le
preocupaban tanto. Sus láseres medios escarbaron en el costado
de una, fundiendo el cañón. A otra le propino una patada
mientras continuaba abriéndose camino hacia
arriba.
Desde la cima
observó el campo para ver como su abigarrada fuerza rompía la línea
del 22º de Húsares. Sus vehículos blindados atravesaron la
línea por tres lugares distintos, girando después para
inflingir nuevos daños a las baterías. La infantería trabajó
desesperadamente para dar la vuelta a alguna de las enormes
armas, pero nunca fueron lo suficientemente rápidos para vencer a
los Rangers.
La lanza pesada
lealista había aguantado el fuerte tiroteo durante largo rato con
solo dos mech, pero incluso esos dos estaban empezando a caer
bajo el fuego concentrado. Tan solo aguantarán unos
pocos minutos mas, decidió Tancred, añadiendo sus propias
armas al enfrentamiento de abajo. Después de eso deberían
volver a ponerse en marcha.
Girándose para
esparcir mas fuego de láser sobre las armas fijas, Tancred lanzó
una mirada fuera de la cabina para observar su destino final a
tan solo cinco kilómetros de distancia. El Monte Davion
estaba coronado por el Palacio como si este fuera algún
castillo de fábula de la lejana Terra. El resto de sus Rangers
deberían estar ya bajo su sombra. Si iba a reunirse con ellos
debería hacerlo pronto.
– Terminad ya y
sigamos nuestro camino, – ordenó Tancred seleccionando la
frecuencia común. Volvió a disparar mas tranquilamente sus
cañones rotatorios hacia la melee, cobrándose el brazo de
un Caesar.
– Todavía tenemos
terreno por cubrir –.
Y mucha mas
batalla por ganar.
.......
El campus
principal del Instituto de Ciencias de Nueva Avalon lindaba por el
norte con los Jardines Davion de la Paz y por el este con
bosques silvestres. Fue allí donde Víctor encontró a Ardan Sortek y
al General Jonathan Sánchez rodeados por elementos de la 299º
División de ComGuardias. Ambos trataban de no retirarse a
través de los Jardines. Seguros a solo unas pocas docenas de pasos
tras ellos, sus maltratadas unidades trataban de resolver el
asunto a disparo limpio, rechazando cada asalto que se
les lanzaba.
Enviando las
lanzas de rubí de sus láseres de alcance extendido hacia la espalda
de la 299º, Víctor condujo al primer batallón de los
Espectros, respaldado por el 2º de Guardias, derecho a su
retaguardia. Se lanzaron sobre los ComGuardias sin reservas.
El combate se volvió mas personal e intrincado conforme los
ComGuardias contraatacaban, lanzándose a bocajarro contra la
compañía de mando del príncipe. El cruce de disparos se volvió
salvaje, y el blindaje se hizo añicos bajo los puños y los pies
de metal cuando no había nada mejor. La 299º se vendió cara
cuando las tornas se volvieron en su contra. Después,
simplemente desaparecieron.
Un Shootist permanecía tendido
sobre el suelo a los pies de Prometheus. Su cabina había sido
agujereada en media docena de sitios por los laseres de pulso
de Víctor. Un humo gris escapaba del miomero que ardía y cuyas
gotas fundidas escapaban través de las juntas y grietas en el
blindaje del mech caído. Víctor se apartó del
cuerpo.
Encontró a sus
dos oficiales todavía en pie, aunque de los Húsares de Sortek solo
quedaban una lanza y dos transportes de tropas Goblin. Jonathan
Sánchez rápidamente recuperó dos sólidas compañías de su
1º Cuadro de entrenamiento del ICNA.
– Muchas gracias
por la ayuda, Alteza, – dijo con voz llena de fortaleza. – 1º
Cuadro, vuelvan la formación y marchen hacia el suroeste.
Estamos a diez minutos del campus, y es todo nuestro para que
lo tomemos –.
Víctor no estaba
dispuesto a discutir ese punto. El reconocimiento de los
helicópteros había localizado infantería en el ICNA, pero no
unidades de mechs. Jonathan Sánchez había solicitado el terreno de
la Universidad con la esperanza devolver a sus cadetes a casa.
No había razón para negárselo.
En retrospectiva
Víctor hubiera deseado hacerlo. Sánchez trabajó con sus cadetes en
el campo de batalla, haciendo que esquivasen cadáveres y
vehículos ardiendo. Él llevaba la retaguardia,
deteniéndose mientras una unidad medica comprobaba las cabinas
de los mech y los compartimentos de la tripulación en los
vehículos en busca de supervivientes. Con cada informe negativo, el
general parecía moverse un poco mas lentamente. Cuando estuvo
seguro de que nadie se quedaba atrás avanzó con su JagerMech pasando
por la posición de Víctor.
Desde la pequeña
colina en donde estaban, ambos pudieron observar el profundo valle
que finalmente desembocaba en el campus del ICNA. Sus cadetes
marchaban en una larga columna, alertas ante los campos de
minas y lo suficientemente separados entre sí para no ser blancos
fáciles de una emboscada. Eran una sólida unidad de mechs, que
solo reducían la velocidad para esperar a su
comandante.
Fue entonces
cuando les golpeo la primera barrera de artillería.
El terreno
estalló como si hubiera estado sembrado de vibrobombas, levantando
géiseres de tierra y gas en el aire. El cuadro del ICNA
desapareció completamente de la vista en el interior de la sucia
cortina. Ningún apresuradamente planeado golpe tendría tal
clase de puntería o de saturación. El valle había sido pensado
como una trampa desde el principio. Víctor trató de imaginar
cuantas piezas de artillería habrían sido necesarias para tal
demostración, y no pudo. Se recostó, atónito, y más sorprendido
quedó aun cuando segundos después vio que la mitad de los
cadetes habían caído y la otra mitad todavía se recuperaba del
ataque.
Mientras algunas
descargas tardías continuaban cayendo sobre el valle, Víctor pudo
finalmente recuperar su voz y cambiar directamente a la
frecuencia del ICNA.
– Salid de ahí.
¡De pie, cadetes! ¡Retroceded! ¡Retiraos ya, maldita sea!
–.
Algunos de los
que habían caído despertaron. Los mechwarirors que habían
conseguido permanecer en pie se movieron también, pero
demasiado lentos. Incluso si hubieran reaccionado instantáneamente,
no habría habido ninguna diferencia. La segunda barrera fue
incluso más intensa que la primera. Las unidades de artillería
ocultas dispararon según el ritmo de cada cual, y aun así cubrieron
el valle de punta a punta, machacando totalmente a la
destrozada unidad.
Fue suficiente
para poner al General Sánchez en movimiento. Aceleró completamente
lanzándose a la carrera hacia el valle que había ante
él.
– Detengan a ese
hombre, – ordenó Víctor. – General Sánchez, ¡deténgase ahora mismo!
–. No hubo ninguna respuesta mientras dos rápidos mech pesados
detenían al General golpeando su JagerMech con sus hombros y
tirándolo al suelo. Sánchez hizo rodar el JagerMech y rápidamente lo
puso de nuevo en pie. Su loca carrera fue bloqueada por el 10º
de Liarnos y el General se giró para encararse con
el Daishi de
Víctor.
– ¡Mis cadetes,
Víctor!. ¡Mis chicos! –.
– Sus cadetes se
han ido General –. Víctor miró mas allá, hacia donde la artillería
continuaba dejando caer su letal carga. El Cuadro había sido
aniquilado con la segunda descarga, pero aun así
continuaban disparando según su plan acordado. Pudo imaginar
como había partido la orden de iniciar el bombardeo de
saturación, había sido enviada por algún espía oculto entre los
cercanos árboles o por algún puesto de vigilancia camuflado.
Ahora mismo estarían recalculando el ángulo para disparar sobre sus
propias tropas.
– Se han ido, –
susurró, – tiene usted mis condolencias –. Endureció su voz. – Pero
no tiene mi permiso para ir tras ellos y lanzarse de cabeza
contra una barrera de artillería –. Era doloroso dirigirse a
Sánchez así, pero en el calor de la acción, ser un buen
comandante podía convertirse en una peligrosa carga para uno
mismo y para aquellos que le rodeaban más rápido de lo que tardaba
un CPP en recargar.
Y Sánchez no era
el único obligado a atar sus emociones condenadamente rápido.
Observar como la continua barrera de fuego martilleaba el
valle y destrozaba el cuadro del ICNA a la vista de su
alma mater hizo que un frió puñal de dolor se clavara en el
estomago de Víctor. Sánchez estaba en lo cierto. Sus tropas
podían ser veteranas, pero todavía eran solo unos chavales.
Deberían haber tenido una larga vida por delante de ellos. Se
merecían al menos algo mejor que la muerte impersonal que les
estaban dando los comandantes de Katherine.
– Queda
transferido forzosamente General, lo siento, – dijo Víctor. – Tome
el mando del 2º de Guardias de Davion, abrase paso alrededor
del ICNA y llévelos hasta la ciudad. Si Katherine vuelve a la
artillería contra su propia capital verá como sus regimientos
desertan antes siquiera de que pueda transmitir un mensaje de
rendición –. Esperó a ver si Sánchez aguantaba, confiando hasta la
medula en el general de carrera.
Sánchez no le
defraudó. – Si, – dijo apagadamente, y después un poco mas fuerte,
– Sí, Alteza –. Encaminó su JagerMech hacia la fuerza aliada de
retaguardia, ocupado en dirigirla, pero obviamente con el alma
herida. Quizás mas allá de toda recuperación.
Ardan Sortek
acercó su omnimech Templar a la altura de Víctor,
transfiriéndose a sí mismo a la compañía de mando sin siquiera
pedir permiso, aunque no es exactamente que se necesitara uno en
esta ultima fase del juego. – ¿Y a donde vamos nosotros,
Alteza? –.
Víctor maniobró
el Daishi en un estrecho circulo,
girando para encararse al Monte Davion. Estaba a
ocho kilómetros de distancia, según estimaba. Si acortaban por
los Jardines de la Paz no llevaría mas de media hora. Víctor
no podía ver la Corte Real, encajonada en la base de la montaña, no
con todos los árboles de por medio, pero sabia que estaba
allí. Tan real como el castillo que coronaba la cima y dominaba
el arruinado paisaje.
– Iremos a por el
Palacio, – dijo Víctor apretando los dientes hasta que le dolieron
los músculos.
– Sacaremos a
Katherine de allí aunque tenga que desmontarlo piedra a piedra.
Esto termina aquí –.