–– 18 ––
‘Durante años,
el CDAR esperó, como un martillo listo para caer
sobre Tharkad. Eventualmente el mango quedaría en manos de
Peter, aunque fue el Khan Phelan Kell quien verdaderamente
asestó el primer golpe. Morgan Kell prometió ayuda, y la
prestó’
- Causa y Efecto, Prensa de Avalon,
3067
Werewolf
Sistema
Tharkad
Provincia de Donegal,
Alianza Lirana
24 de Agosto del
3066
El Khan Phelan
Kell permaneció con sus pies plantados firmemente sobre la cubierta
de planchas del Werewolf, sintiendo el cambio de
gravedad mientras los propulsores de popa se encendían para
desplazar lentamente al acorazado clase McKenna y los enormes
motores de maniobra la hacían rotar cerca de veinte grados.
Agarrado al respaldo del sillón de su padre, Phelan se permitió a
si mismo inclinarse con el giro. Sonrió, disfrutando de la
tensión sobre sus brazos. Aunque era solo un espectador,
estaba eufórico con la emoción del combate mientras observaba
a sus Lobos en el Exilio luchar en esta batalla de
titanes.
El Werewolf se estremeció,
aunque solo ligeramente, cuando dos mísiles Killer Whale impactaron
contra su costado abriendo grandes cráteres en el blindaje de
estribor de la Nave de Guerra. Phelan sabia que el oxigeno
estaría escapando a través de esas nuevas heridas, formando nubes
heladas de brillantes cristales parecidas a regueros de sangre
y que estas atraerían a los cazas aerospaciales de Nondi Steiner.
Los pequeños cazas se arremolinarían densamente sobre la nave
insignia de los Lobos en el Exilio, maldiciendo al monumental
navío pero siendo lentamente menguados por los propios cazas de
Phelan y por las defensas puntuales de sus naves de Descenso
de escolta. Podían llegar a causar un daño apreciable, Phelan
tenia experiencia de primera mano acerca de lo que un único caza
podía hacerle a una Nave de Guerra, pero difícilmente eran la
principal preocupación de la tripulación.
Ese honor
correspondía al crucero de batalla lirano encuadrado dentro del
enorme monitor delantero.
Estaba ahora
cayendo hacia la estela del Werewolf, pero lejos de ser olvidado. El
nuevo crucero clase Mjolnir, fuertemente blindado y bien
dotado de armas, era la nave de la Alianza Yggdrasil, la
cual continuó su propio rumbo hacia la flotilla de naves de
Descenso.
Alternando la
mirada entre el monitor y el monumental tanque holográfico que
dominaba el área de control central de la Nave de Guerra, el
padre de Phelan se inclinó atentamente. Una visualización
tan precisa permitía incluso a un no iniciado el seguir de
cerca las complejas batallas espaciales. En el tanque, los
puntos de luz coloreada y los diminutos modelos que representaban a
los cazas, las naves de Descenso y las naves de Guerra
permanecían dispersas sobre muchos miles de kilómetros cúbicos
por encima del sistema solar de Tharkad.
El 1º regimiento
de los Demonios de Kell, los dos regimientos de elite de los Blue
Star Irregulars y el 20º ERC de la Guardia Arcturiana, todos
ellos formaban la fuerza de asalto que Morgan Kell había
reunido en ayuda de Peter Steiner-Davion, y que ahora flotaban
casi perezosamente en el espacio. Por supuesto que las naves
de Guerra de Phelan transportaban sus propias fuerzas, pero aun si,
una flota de medio centenar de naves de Descenso quemaba su
combustible en ruta desde el punto de salto zenith
en dirección a la propia Tharkad. Y ahora la Yggdrasil se
dirigía directa a ellos mientras el Werewolf daba, mucho mas
lentamente, la vuelta.
Morgan giró su
silla para encararse con su hijo, la preocupación se dibujaba en su
rostro. – ¿No les perseguimos? – preguntó. Phelan negó
con la cabeza. – Neg. No inmediatamente. El Almirante Estelar Shaw
dará unos pocos minutos a nuestra gente de control de daños
para hacer su magia. Con el harjel podemos
sellar verdaderamente las secciones mas críticamente dañadas
–. Phelan relajó su tenso apretón mientras el Werewolf sosegaba
su vuelo. – Además, – concedió, – los Mjolnirs han cedido su
capacidad de carga de Naves de Descenso en favor de un sistema
y una unidad de fusión mayor. Puede dejarnos atrás fácilmente
–.
–
La Yggdrasil se dirige hacia nuestra
flota –.
– No pueden hacer
tanto daño a nuestras naves de Descenso como piensan, – le aseguró
Phelan. Después sonrió firmemente mientras su padre captaba su
frase y levantaba una ceja. Diecisiete años con los Clanes y
Phelan todavía hablaba con la perezosa sintaxis de un nacido en la
Esfera Interior. Sería por siempre parte de ambos
mundos.
– Darán la
vuelta, - dijo. – Observa –.
Como dos padres
protegiendo a sus hijos, un crucero clase Cameron y un clase Black
Lion salieron de su posición de guardia sobre la flota de
invasión. Ambas naves pertenecían a los Lobos de Phelan, y
entre las dos reunían casi dos millones de toneladas métricas.
Mientras adoptaban una posición estacionaria protectora entre
la Yggdrasil y las fuerzas aliadas,
Phelan pudo fácilmente imaginarse los desafíos que se lanzaban
los capitanes de ambos cruceros, cada uno peleando por entrar en la
lucha. Nunca interferirían en el duelo personal de Wolfgang
Shaw sin una invitación o sin ser disparados primero. Las reglas
de enfrentamiento de los Clanes funcionaban como un elemento
disuasorio ante este ultimo caso. La Yggdrasil debería dar la
vuelta o arriesgarse frente a tres naves de Guerra.
Por supuesto eso
fue antes de que el Werewolf se distrajera en un
intento de rescate. – Central, aquí Puente, – la áspera voz
del almirante estelar de Phelan sonó a través del circuito
privado de comunicaciones que enlazaba ambos puestos vitales
entre sí. – Khan Kell, los mercenarios tienen problemas –. Por
el tono de su voz no había error en el desagrado personal de
Wolfgang Shaw por los mercenarios. El que siquiera los hubiera
mencionado era una medida de su preocupación por perder a
la cuarta y ultima Nave de Guerra que protegía la flota
aliada. – ¿Ordenes? – preguntó.
Los técnicos de
Phelan tardaron solo unos pocos segundos en encontrar la nave de
asalto clase Fredasa que los Blue Star Irrregulars habían
capturado al Clan Halcones de Jade. Renombrada como Kerenskyś Blues, la habían ofrecido sin
reservas como parte de la fuerza de asalto, enfrentándose al inicio
de la batalla con una corveta lirana de clase Fox. Su
tripulación no tenia ni la menor idea de como enfrentarse a un
navío de ese tipo, aunque, finalmente, habían logrado igualar su
velocidad y curso, guardar las distancias y dispararse sus
armas la una a la otra.
Aparentemente,
los liranos eran rápidos aprendices. Desde la ultima vez en que
Phelan comprobara su estatus, la Fox había reducido el
blindaje de la Fredasa por delante y por debajo para poder escarbar
en su escasamente blindada panza.
– Rotad, – dijo
un cercano timonel conteniendo el aliento. – Rotad y cubrios
–.
Ni los
propulsores de maniobra de la Fredasa estaban incólumes ni la
tripulación mercenaria había conseguido todavía abstraerse del
pensamiento en dos dimensiones. Giraron a la Fredasa en busca de
una ruta de escape, pero permanecieron inmóviles en el
espacio, maniobrando solo con los motores de impulso. Eso dio
a los liranos tiempo extra, y sus armas navales escarbaron
profundamente en el vientre de la nave de asalto. La actividad
del motor de fusión descendió de intensidad durante varios
largos segundos y después abruptamente se apagó, atrapando al
navío en mitad de su giro, dejándolo en un giro interminable.
Mientras tanto la corveta siguió golpeando.
– Wolfgang,
vayamos a poner en fuga a esa corveta –.
– Perderemos
impulso si lo hacemos –. Phelan lanzo una mirada hacia el
panel de comunicaciones cercano. – Perderemos la Fredasa si no
lo hacemos. Prestemos ayuda a la Kerenskyś
Blues –.
El inmediato giro
ordenado por Shaw fue mas pronunciado que el ultimo, empujando a
Phelan hacia su izquierda. El nuevo impulso consumió parte de
la velocidad del Werewolf, y lo orientó mas lejos aun
de la flota, pero Wolfgang Shaw había planeado con antelación
su regreso a la batalla principal. Incluso antes de que
el Werewolf entrara dentro del alcance
de las armas, él ya había usado los impulsores de maniobra
para girar su acorazado y hacer que se deslizara de estribor y
hacia atrás, en una deceleración a tres ges. Phelan flexionó
marcadamente sus piernas para absorber el peso extra, observando a
la vez en la pantalla principal mientras el almirante, con
gran maestría, colocaba el acorazado por delante y por encima
de los dos navíos mas pequeños.
La corveta clase
Fox empezaba a escapar demasiado tarde. La potencia de fuego
lateral de un acorazado McKenna estaba diseñada para atravesar
incluso el blindaje de las mejores naves de Guerra. La
Fox difícilmente podría aguantar frente a una única andanada
de sus armas navales y eso sin contar el daño que previamente
había recibido de la Fredasa. Dos cañones pesados de proyección de
partículas abrieron largas y ennegrecidas cicatrices a lo
largo del morro de la corveta y descendieron hasta su lado de
babor, incinerando todo el blindaje que le quedaba a la
pequeña nave. Gotas de metal fundido se desperdigaron por el
espacio, solidificándose rápidamente hasta convertirse oscura y
fría carbonilla.
Después de eso
las armas principales del Werewolf martillearon y atravesaron
el metal reblandecido, machacando la estructura interna de la
Fox y destripando su puente de mando, las baterías de
armas delanteras y seguramente la mayor parte de sus
compartimentos internos. Aun así, los motores y los impulsores
siguieron encendidos mientras la Fox caía en una espiral,
adentrándose profundamente en el sistema orbital, obviamente
fuera de control.
Incluso con una
gravedad de tres ges, Phelan sintió la sacudida lateral producida
por una Nave de Descenso al desacoplar.
– Nave de Control
de Daños fuera, – informó Shaw a su Khan mientras
la Werewolf cedía a su remolcador
clase Elephant y su nave de reparaciones alKerenskyś Blues.
– Reunámonos con
la flota, – dijo él.
Habiendo
desacelerado casi hasta una posición estacionaria relativa frente
la caída libre que mantenía la flota hacia el interior del
sistema, el Werewolfaceleró de nuevo en un rumbo que
le pondría otra vez en persecución de la Mjolnir
– No lo
suficientemente pronto, – dijo Morgan, con su mano buena agarrando
el brazo de su sillón. – Van a alcanzarla –.
Muy cierto.
Mientras Phelan estaba observando la muerte de la corveta en el
monitor, la atención de su padre apenas se había apartado del
tanque. Phelan volvió la mirada a tiempo de ver un
modelo holográfico de la Yggdrasil terminando su descarga
lateral contra la eslora de su Black Lion, e
intentando todavía alcanzar la flota de naves de Descenso. El
fuego de las armas no se mostró en el modelo holográfico, pero
Phelan podía imaginar bien la salvaje fuerza destructiva que cada
navío había desencadenado. Le enfadó el pensar que los Lobos
pudieran perder frente a una carga tan descabellada y el
peligro que podría representar para la flota de naves de Descenso
aliadas.
Al ordenar que la
flota se diseminara, el Almirante Estelar Shaw iba muy por delante
de él en esta preocupación. Como si se tratase de banco de
peces plateados dispersándose frente a un predador, todas las
naves de Descenso cambiaron su trayectoria directa hacia Tharkad
adoptando vectores de huida. Con cada segundo contando,
buscaron seguridad en la formula Sr3, creando una esfera en
expansión en donde la Yggdrasil seria afortunada de
perseguir a una o dos de ellas. La maniobra dejó a las solitarias
Naves de Descenso expuestas al ataque de los cazas, y docenas
de ellos se apartaron de la Werewolf con intención de
perseguir a presas mas fáciles. Las fuerzas de asalto tendrían
mejores oportunidades contra ellos que contra el crucero de
guerra.
La rugiente
potencia de la unidad de fusión del Werewolf se transmitió a lo
largo de las cubiertas del acorazado conforme Shaw ordenaba el
impulso máximo de la Nave de Guerra. Como si fuera
el mismísimo Atlas, Phelan se dobló, lentamente, bajo su
propio peso. Ser empujado contra la cubierta por una
aceleración de cinco gravedades prometía huesos rotos y
articulaciones dislocadas. Era mejor relajarse y dejarse
llevar, sin importar la tensión inicial de sus
músculos.
Muchos hombres se
estiraron en toda su longitud sobre la inclinada cubierta,
distribuyendo su nuevo peso uniformemente. Phelan se las
arreglo para permanecer sobre sus rodillas, capaz todavía de
observar el tanque holográfico y el monitor a pesar de su
espalda inclinada. Cuando la aceleración disminuyó,primero a tres
gravedades y después a dos, Phelan fue el primero en ponerse de
nuevo en pie, manteniéndose una vez mas orgullosamente firme
como el Khan de los Lobos que era.
La Yggdrasil había reclamado ya
su primera victima, utilizando sus cañones gauss para inutilizar
un antiguo transporte de tropas clase Triumph. Un momento
después, mientras la Nave de Guerra avanzaba sin esfuerzo, los
compartimentos de armas cargados con cañones automáticos
convirtieron a la Triumph en cinco mil toneladas de chatarra.
La Nave de Descenso quedo muerta en el éter por espacio de un
único latido de corazón, después estalló en una silenciosa
bola de luz cuando su unidad de fusión
falló catastróficamente.
El efímero sol
iluminó la silueta de la Yggdrasil, deslizándose a lo largo de su
diseño en forma de avispa, iluminado el emblema del puño
enguantado en la superficie del crucero. Cuatro pelotones
de infantería, quizás cuatro compañías de blindados y una
tripulaciones de quince hombres mas, todos lanzados al
olvido.
– ¿Quiénes eran?
– pregunto fríamente Phelan, observando como se atenuaba la
llama.
– 20º de Guardias
Arcturianos, – respondió uno de sus técnicos, estudiando los datos
que flotaban en la pantalla de su consola. – Un bote
salvavidas lanzado. Una,... dos cápsulas de escape –.
Si acaso los
cazas aerospaciales liranos les permitían ser rescatados. Las manos
de Phelan estaban contorsionadas formando puños apretados, y
solo pudo relajarlas con un supremo esfuerzo. Su oscura mirada
barrio desde el monitor hasta el tanque, e hizo un gesto a su
padre.
– Esa será la
única que consigan, – prometió formalmente –.
La Black Lion
estaba teniendo dificultades para mantener un curso nivelado, pero
todavía contaba con potencia y no estaba en peligro inmediato
excepto por parte de una nueva oleada de cazas
aerospaciales. Phelan observó mas de cerca las maniobras de su
crucero clase Cameron, el cual apuntaba como un cuchillo hacia
la trayectoria de la Yggdrasil. La Nave de Guerra lirana
realizo su propio giro cerrado y desaceleró en un intento de
evitar otra pasada a quemarropa con el crucero de los Lobos, pero
el Almirante Estelar Shaw les había dejado con pocas opciones
salvo la de enfrentarse con la venganza de su pequeña
flota.
Mientras el
Cameron la acosaba desde larga distancia, respaldada por media
docena de naves de Descenso de clase asalto,
el Werewolf se presentó desde el otro
lado con sus armas dispuestas a máximo alcance.
El fuego de
respuesta hizo sangrar el morro del Werewolf mientras
la Yggdrasil invertía los
motores hacia ellos. Los cañones gauss navales de la Mjolnir
colaron un proyectil a través de una de las bahías de armas,
silenciando los laseres delanteros del crucero. El capitán lirano
no estaba tanto evadiendo al Cameron como lanzado su segundo
ataque contra la nave insignia de los Lobos en el
Exilio.
Incluso con el
daño inicial y el fuego recibido de la Black Lion, Phelan sabia que
no se podía ignorar una nave de esa clase. La Mjolnir tenia
dos veces el peso de la Werewolf en blindaje e incluso una
ligera ventaja en potencia de fuego a corta
distancia.
Pero eso era a
corta distancia, y morro contra morro. Un acorazado McKenna como
el Werewolf podía ser mucho mas
peligroso.
Phelan escucho la
orden de Shaw de silenciar los motores principales y de prepararse
para una descarga delantera. La rítmica potencia que había
atravesado las cubiertas se transformó en un tranquilo
silencio conforme la unidad principal se apagaba, y Phelan
sintió el movimiento del Werewolf mientras rotaba sobre
su eje central para presentar el menor blanco posible a
la Yggdrasil. Los cañones de partículas y
los gauss de la Nave de Guerra lirana trabajaron sobre el lado
de babor del Werewolf con sus
despiadados colmillos, pero estaban luchando con un Lobo, y
estaban a punto de aprender lo que eso significaba.
Mientras
la Yggdrasil se acercaba en busca de
una distancia mas propicia, el Werewolf abrió fuego con media
docena de cañones navales de proyección de partículas.
Los chorros de
crepitante energía azul-plateada salieron disparados desde
el Werewolf, cuatro de ellos acertaron
a la Yggdrasil con su poderosa energía.
Las lanzas de luz escarbaron a través del blindaje con
la clase de fuerza bruta que incluso un lirano apreciaría si
no fuera blanco de ellas. Largos regueros de blindaje fundido
llovieron sobre el vacío, algunos se congelaron en finas laminas
otros en fríos carámbanos, la mayor parte se separaron en
forma de nódulos redondos antes de que el espacio finalmente
los atrapara convirtiéndolos en costras negras.
Una segunda
descarga de energía atravesó el blindaje deteriorado y se adentró
en el morro del crucero lirano, silenciando el cañón gauss
naval y convirtiendo la antaño majestuosa proa en una ruina
retorcida y medio fundida.
El puente
principal había quedado abierto al espacio, pero la Yggdrasil todavía
debía tener a alguien al mando. Empezó a rotar como forma de
presentar blindaje fresco al Werewolf y ponerle a tiro de su
propia descarga de armas. Phelan sonrió abiertamente. Sabia
que a la Yggdrasil le quedaba poco
blindaje decente en cualquier lado, no después de las pasadas
cerradas con su nave insignia y con la Black Lion, mientras
que, en comparación, los equipos de control de daños
del Werewolf sin duda habían hecho
su trabajo.
Antes de que la
Nave de Guerra lirana pudiera romper la quilla del acorazado, el
Almirante Estelar Shaw hizo rotar su navío hasta poner a
la Yggdrasil justo por encima de él.
Un McKenna estaba diseñado de tal manera que toda su
artillería pudiera disparar en una zona justo por encima de la
nave, superponiendo sus campos de tiro con una increíble
cantidad de fuego.
Mientras la
distancia menguaba, el Werewolf añadió cañones automáticos
a su cortina de fuego, dejando expuesta la garganta de
la Yggdrasil y frenando mientras
golpeaba al otro buque una y otra vez.
– Cesen el fuego,
– ordenó Phelan, usando el cercando panel de comunicaciones para
atraer la atención de su almirante estelar. – ¡Ya es
suficiente Wolfgang! –. El fuego de las armas
del Werewolf cesó como si un único
interruptor hubiese sido apagado.
– ¿Vamos a dejar
que se vayan? – preguntó Shaw. La voz del almirante era apenas
respetuosa, cuestionando a su khan, pero cuidando de no
desafiarle completamente.
Phelan observó
durante unos pocos segundos más como su nave insignia completaba su
rotación y después se detenía deslizándose sobre
la Yggdrasil. El navío carecía de impulso
de maniobra. Un técnico de sensores que monitorizaba los datos
de la otra Nave de Guerra miró a Phelan y negó con la
cabeza.
–
La Yggdrasil no va a ir a ninguna
parte Wolfgang, – dijo. – Están varados en el espacio –.
Phelan permaneció en pie con una mano a cada lado del sillón
de su padre, esforzándose por alejar la sed de sangre que casi
le atrapa a él también. – Somos Lobos, – dijo. – Cazamos solo lo
necesario para sobrevivir. No matamos por deporte, ¿Quiaff?
–. El almirante estelar se guardó cualquier comentario para si
mismo. – Aff, mi Khan –. El tono de su voz era a la vez
tranquilo y dócil. Como debía ser. – Tenemos lecturas de una
retirada general de todas las naves de Descenso y cazas
lealistas. Nuestra ruta esta abierta –.
– Debemos llamar
de vuelta a todas las naves de Descenso, – le recordó Morgan a su
hijo, estirando el cuello para comprobar que Phelan no lo
había olvidado. – Y el Kerenskyś Blues puede necesitar
mas ayuda –.
– Los mercenarios
vuelven a tener potencia, aunque poca de momento, –dijo Shaw,
escuchando a Morgan a través del sistema de comunicaciones de
Phelan. – Y ya he enviado las ordenes para que la flota se
reúna de nuevo –.
Phelan asintió. –
Excelente trabajo, Almirante Estelar Shaw. Extienda además hejira a
las fuerzas lealistas en retirada –. Ese era termino entre los
Clanes que permitía una retirada honorable por parte del bando
defensor. – Cualquier caza o Nave de Descenso que se mueva en ayuda
de la Yggdrasil o de esa Fox, o que
se retire a la estación de recarga zenith será considerada no
combatiente –.
El almirante dio
por entendida la orden. – ¿Que hay de aquellos que rechacen nuestra
oferta? – preguntó.
– La oferta se
extiende a todos, y deja de ser valida tan pronto como una nave
lealista se aproxime a menos de cincuenta mil kilómetros de la
orbita de Tharkad. Dejaremos a nuestro núcleo
aerospacial Fauces Rápidas detrás de nosotros con la Cameron.
Ellos podrán interceptar a cualquiera lo suficientemente
idiota como para seguirnos –.
Morgan se libero
del arnés, desencajándose del asiento y girándose para encarase con
Phelan. – Puede no ser cosa de tontos, – dijo. – Nondi Steiner
ordenará a las fuerzas lealistas que atraviesen
cualquier bloqueo que dispongas –.
– Esa decisión
será suya, – dijo Phelan cruzando los brazos sobre el pecho, – pero
no perjudicaré a mis guerreros para compensar el pobre juicio
de Nondi. Esas fuerzas aerospaciales será mi mejor oferta
–.
Mostrando su
conformidad, Morgan preguntó prudentemente, – Peter podría
ordenarte flexibilizar esa oferta –.
Phelan observó
mientras el monitor se movía desde la arruinada Yggdrasil hasta
una panorámica espacial mas tranquila, con la brillante
estrella que centelleaba en el centro y que debía ser el sol de
Tharkad. Bajo el tono de su voz, entablando una audiencia
privada con su padre.
– Me pediste que
protegiera a la fuerza de asalto en la ruta a Tharkad, y lo haré.
Pero deberías tener también una charla con Peter, para
prevenirle acerca de lo que ordena y lo que pide a mis Lobos.
Hay ciertas cosas a las que no me comprometeré –.
Buscó la mirada
de su padre, un espejo para su propia preocupación por sus Lobos
exiliados.
– Obedeceremos, –
prometió, – hasta donde podamos –.
– ¿Cómo un favor
a tu primo? –preguntó Morgan.
Phelan negó con
la cabeza. – Como un favor al hombre que será nuestro Arconte
–.