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‘Durante años, el CDAR esperó, como un martillo listo para caer sobre Tharkad. Eventualmente el mango quedaría en manos de Peter, aunque fue el Khan Phelan Kell quien verdaderamente asestó el primer golpe. Morgan Kell prometió ayuda, y la prestó’ 

Causa y Efecto, Prensa de Avalon, 3067

 

Werewolf
Sistema Tharkad
Provincia de Donegal, Alianza Lirana

24 de Agosto del 3066

 

El Khan Phelan Kell permaneció con sus pies plantados firmemente sobre la cubierta de planchas del Werewolf, sintiendo el cambio de gravedad mientras los propulsores de popa se encendían para desplazar lentamente al acorazado clase McKenna y los enormes motores de maniobra la hacían rotar cerca de veinte grados. Agarrado al respaldo del sillón de su padre, Phelan se permitió a si mismo inclinarse con el giro. Sonrió, disfrutando de la tensión sobre sus brazos. Aunque era solo un espectador, estaba eufórico con la emoción del combate mientras observaba a sus Lobos en el Exilio luchar en esta batalla de titanes.

 

El Werewolf se estremeció, aunque solo ligeramente, cuando dos mísiles Killer Whale impactaron contra su costado abriendo grandes cráteres en el blindaje de estribor de la Nave de Guerra. Phelan sabia que el oxigeno estaría escapando a través de esas nuevas heridas, formando nubes heladas de brillantes cristales parecidas a regueros de sangre y que estas atraerían a los cazas aerospaciales de Nondi Steiner. Los pequeños cazas se arremolinarían densamente sobre la nave insignia de los Lobos en el Exilio, maldiciendo al monumental navío pero siendo lentamente menguados por los propios cazas de Phelan y por las defensas puntuales de sus naves de Descenso de escolta. Podían llegar a causar un daño apreciable, Phelan tenia experiencia de primera mano acerca de lo que un único caza podía hacerle a una Nave de Guerra, pero difícilmente eran la principal preocupación de la tripulación.

 

Ese honor correspondía al crucero de batalla lirano encuadrado dentro del enorme monitor delantero.
Estaba ahora cayendo hacia la estela del Werewolf, pero lejos de ser olvidado. El nuevo crucero clase Mjolnir, fuertemente blindado y bien dotado de armas, era la nave de la Alianza Yggdrasil, la cual continuó su propio rumbo hacia la flotilla de naves de Descenso.

 

Alternando la mirada entre el monitor y el monumental tanque holográfico que dominaba el área de control central de la Nave de Guerra, el padre de Phelan se inclinó atentamente. Una visualización tan precisa permitía incluso a un no iniciado el seguir de cerca las complejas batallas espaciales. En el tanque, los puntos de luz coloreada y los diminutos modelos que representaban a los cazas, las naves de Descenso y las naves de Guerra permanecían dispersas sobre muchos miles de kilómetros cúbicos por encima del sistema solar de Tharkad.

 

El 1º regimiento de los Demonios de Kell, los dos regimientos de elite de los Blue Star Irregulars y el 20º ERC de la Guardia Arcturiana, todos ellos formaban la fuerza de asalto que Morgan Kell había reunido en ayuda de Peter Steiner-Davion, y que ahora flotaban casi perezosamente en el espacio. Por supuesto que las naves de Guerra de Phelan transportaban sus propias fuerzas, pero aun si, una flota de medio centenar de naves de Descenso quemaba su combustible en ruta desde el punto de salto zenith en dirección a la propia Tharkad. Y ahora la Yggdrasil se dirigía directa a ellos mientras el Werewolf daba, mucho mas lentamente, la vuelta.

 

Morgan giró su silla para encararse con su hijo, la preocupación se dibujaba en su rostro. – ¿No les perseguimos? – preguntó. Phelan negó con la cabeza. – Neg. No inmediatamente. El Almirante Estelar Shaw dará unos pocos minutos a nuestra gente de control de daños para hacer su magia. Con el harjel podemos sellar verdaderamente las secciones mas críticamente dañadas –. Phelan relajó su tenso apretón mientras el Werewolf sosegaba su vuelo. – Además, – concedió, – los Mjolnirs han cedido su capacidad de carga de Naves de Descenso en favor de un sistema y una unidad de fusión mayor. Puede dejarnos atrás fácilmente –.

 

– La Yggdrasil se dirige hacia nuestra flota –.
– No pueden hacer tanto daño a nuestras naves de Descenso como piensan, – le aseguró Phelan. Después sonrió firmemente mientras su padre captaba su frase y levantaba una ceja. Diecisiete años con los Clanes y Phelan todavía hablaba con la perezosa sintaxis de un nacido en la Esfera Interior. Sería por siempre parte de ambos mundos.
– Darán la vuelta, - dijo. – Observa –.

 

Como dos padres protegiendo a sus hijos, un crucero clase Cameron y un clase Black Lion salieron de su posición de guardia sobre la flota de invasión. Ambas naves pertenecían a los Lobos de Phelan, y entre las dos reunían casi dos millones de toneladas métricas. Mientras adoptaban una posición estacionaria protectora entre la Yggdrasil y las fuerzas aliadas, Phelan pudo fácilmente imaginarse los desafíos que se lanzaban los capitanes de ambos cruceros, cada uno peleando por entrar en la lucha. Nunca interferirían en el duelo personal de Wolfgang Shaw sin una invitación o sin ser disparados primero. Las reglas de enfrentamiento de los Clanes funcionaban como un elemento disuasorio ante este ultimo caso. La Yggdrasil debería dar la vuelta o arriesgarse frente a tres naves de Guerra.

 

Por supuesto eso fue antes de que el Werewolf se distrajera en un intento de rescate. – Central, aquí Puente, – la áspera voz del almirante estelar de Phelan sonó a través del circuito privado de comunicaciones que enlazaba ambos puestos vitales entre sí. – Khan Kell, los mercenarios tienen problemas –. Por el tono de su voz no había error en el desagrado personal de Wolfgang Shaw por los mercenarios. El que siquiera los hubiera mencionado era una medida de su preocupación por perder a la cuarta y ultima Nave de Guerra que protegía la flota aliada. – ¿Ordenes? – preguntó.

 

Los técnicos de Phelan tardaron solo unos pocos segundos en encontrar la nave de asalto clase Fredasa que los Blue Star Irrregulars habían capturado al Clan Halcones de Jade. Renombrada como Kerenskyś Blues, la habían ofrecido sin reservas como parte de la fuerza de asalto, enfrentándose al inicio de la batalla con una corveta lirana de clase Fox. Su tripulación no tenia ni la menor idea de como enfrentarse a un navío de ese tipo, aunque, finalmente, habían logrado igualar su velocidad y curso, guardar las distancias y dispararse sus armas la una a la otra.

 

Aparentemente, los liranos eran rápidos aprendices. Desde la ultima vez en que Phelan comprobara su estatus, la Fox había reducido el blindaje de la Fredasa por delante y por debajo para poder escarbar en su escasamente blindada panza.

 

– Rotad, – dijo un cercano timonel conteniendo el aliento. – Rotad y cubrios –.

 

Ni los propulsores de maniobra de la Fredasa estaban incólumes ni la tripulación mercenaria había conseguido todavía abstraerse del pensamiento en dos dimensiones. Giraron a la Fredasa en busca de una ruta de escape, pero permanecieron inmóviles en el espacio, maniobrando solo con los motores de impulso. Eso dio a los liranos tiempo extra, y sus armas navales escarbaron profundamente en el vientre de la nave de asalto. La actividad del motor de fusión descendió de intensidad durante varios largos segundos y después abruptamente se apagó, atrapando al navío en mitad de su giro, dejándolo en un giro interminable. Mientras tanto la corveta siguió golpeando.

 

– Wolfgang, vayamos a poner en fuga a esa corveta –.
– Perderemos impulso si lo hacemos –. Phelan lanzo una mirada hacia el panel de comunicaciones cercano. – Perderemos la Fredasa si no lo hacemos. Prestemos ayuda a la Kerenskyś Blues –.

 

El inmediato giro ordenado por Shaw fue mas pronunciado que el ultimo, empujando a Phelan hacia su izquierda. El nuevo impulso consumió parte de la velocidad del Werewolf, y lo orientó mas lejos aun de la flota, pero Wolfgang Shaw había planeado con antelación su regreso a la batalla principal. Incluso antes de que el Werewolf entrara dentro del alcance de las armas, él ya había usado los impulsores de maniobra para girar su acorazado y hacer que se deslizara de estribor y hacia atrás, en una deceleración a tres ges. Phelan flexionó marcadamente sus piernas para absorber el peso extra, observando a la vez en la pantalla principal mientras el almirante, con gran maestría, colocaba el acorazado por delante y por encima de los dos navíos mas pequeños.

 

La corveta clase Fox empezaba a escapar demasiado tarde. La potencia de fuego lateral de un acorazado McKenna estaba diseñada para atravesar incluso el blindaje de las mejores naves de Guerra. La Fox difícilmente podría aguantar frente a una única andanada de sus armas navales y eso sin contar el daño que previamente había recibido de la Fredasa. Dos cañones pesados de proyección de partículas abrieron largas y ennegrecidas cicatrices a lo largo del morro de la corveta y descendieron hasta su lado de babor, incinerando todo el blindaje que le quedaba a la pequeña nave. Gotas de metal fundido se desperdigaron por el espacio, solidificándose rápidamente hasta convertirse oscura y fría carbonilla.

 

Después de eso las armas principales del Werewolf martillearon y atravesaron el metal reblandecido, machacando la estructura interna de la Fox y destripando su puente de mando, las baterías de armas delanteras y seguramente la mayor parte de sus compartimentos internos. Aun así, los motores y los impulsores siguieron encendidos mientras la Fox caía en una espiral, adentrándose profundamente en el sistema orbital, obviamente fuera de control.

 

Incluso con una gravedad de tres ges, Phelan sintió la sacudida lateral producida por una Nave de Descenso al desacoplar.

– Nave de Control de Daños fuera, – informó Shaw a su Khan mientras la Werewolf cedía a su remolcador clase Elephant y su nave de reparaciones alKerenskyś Blues.
– Reunámonos con la flota, – dijo él.

 

Habiendo desacelerado casi hasta una posición estacionaria relativa frente la caída libre que mantenía la flota hacia el interior del sistema, el Werewolfaceleró de nuevo en un rumbo que le pondría otra vez en persecución de la Mjolnir

 

– No lo suficientemente pronto, – dijo Morgan, con su mano buena agarrando el brazo de su sillón. – Van a alcanzarla –.

 

Muy cierto. Mientras Phelan estaba observando la muerte de la corveta en el monitor, la atención de su padre apenas se había apartado del tanque. Phelan volvió la mirada a tiempo de ver un modelo holográfico de la Yggdrasil terminando su descarga lateral contra la eslora de su Black Lion, e intentando todavía alcanzar la flota de naves de Descenso. El fuego de las armas no se mostró en el modelo holográfico, pero Phelan podía imaginar bien la salvaje fuerza destructiva que cada navío había desencadenado. Le enfadó el pensar que los Lobos pudieran perder frente a una carga tan descabellada y el peligro que podría representar para la flota de naves de Descenso aliadas.

 

Al ordenar que la flota se diseminara, el Almirante Estelar Shaw iba muy por delante de él en esta preocupación. Como si se tratase de banco de peces plateados dispersándose frente a un predador, todas las naves de Descenso cambiaron su trayectoria directa hacia Tharkad adoptando vectores de huida. Con cada segundo contando, buscaron seguridad en la formula Sr3, creando una esfera en expansión en donde la Yggdrasil seria afortunada de perseguir a una o dos de ellas. La maniobra dejó a las solitarias Naves de Descenso expuestas al ataque de los cazas, y docenas de ellos se apartaron de la Werewolf con intención de perseguir a presas mas fáciles. Las fuerzas de asalto tendrían mejores oportunidades contra ellos que contra el crucero de guerra.

 

La rugiente potencia de la unidad de fusión del Werewolf se transmitió a lo largo de las cubiertas del acorazado conforme Shaw ordenaba el impulso máximo de la Nave de Guerra. Como si fuera el mismísimo Atlas, Phelan se dobló, lentamente, bajo su propio peso. Ser empujado contra la cubierta por una aceleración de cinco gravedades prometía huesos rotos y articulaciones dislocadas. Era mejor relajarse y dejarse llevar, sin importar la tensión inicial de sus músculos.

 

Muchos hombres se estiraron en toda su longitud sobre la inclinada cubierta, distribuyendo su nuevo peso uniformemente. Phelan se las arreglo para permanecer sobre sus rodillas, capaz todavía de observar el tanque holográfico y el monitor a pesar de su espalda inclinada. Cuando la aceleración disminuyó,primero a tres gravedades y después a dos, Phelan fue el primero en ponerse de nuevo en pie, manteniéndose una vez mas orgullosamente firme como el Khan de los Lobos que era.

 

La Yggdrasil había reclamado ya su primera victima, utilizando sus cañones gauss para inutilizar un antiguo transporte de tropas clase Triumph. Un momento después, mientras la Nave de Guerra avanzaba sin esfuerzo, los compartimentos de armas cargados con cañones automáticos convirtieron a la Triumph en cinco mil toneladas de chatarra. La Nave de Descenso quedo muerta en el éter por espacio de un único latido de corazón, después estalló en una silenciosa bola de luz cuando su unidad de fusión falló catastróficamente.

 

El efímero sol iluminó la silueta de la Yggdrasil, deslizándose a lo largo de su diseño en forma de avispa, iluminado el emblema del puño enguantado en la superficie del crucero. Cuatro pelotones de infantería, quizás cuatro compañías de blindados y una tripulaciones de quince hombres mas, todos lanzados al olvido.

 

– ¿Quiénes eran? – pregunto fríamente Phelan, observando como se atenuaba la llama.
– 20º de Guardias Arcturianos, – respondió uno de sus técnicos, estudiando los datos que flotaban en la pantalla de su consola. – Un bote salvavidas lanzado. Una,... dos cápsulas de escape –.

 

Si acaso los cazas aerospaciales liranos les permitían ser rescatados. Las manos de Phelan estaban contorsionadas formando puños apretados, y solo pudo relajarlas con un supremo esfuerzo. Su oscura mirada barrio desde el monitor hasta el tanque, e hizo un gesto a su padre.

– Esa será la única que consigan, – prometió formalmente –.

 

La Black Lion estaba teniendo dificultades para mantener un curso nivelado, pero todavía contaba con potencia y no estaba en peligro inmediato excepto por parte de una nueva oleada de cazas aerospaciales. Phelan observó mas de cerca las maniobras de su crucero clase Cameron, el cual apuntaba como un cuchillo hacia la trayectoria de la Yggdrasil. La Nave de Guerra lirana realizo su propio giro cerrado y desaceleró en un intento de evitar otra pasada a quemarropa con el crucero de los Lobos, pero el Almirante Estelar Shaw les había dejado con pocas opciones salvo la de enfrentarse con la venganza de su pequeña flota.
Mientras el Cameron la acosaba desde larga distancia, respaldada por media docena de naves de Descenso de clase asalto, el Werewolf se presentó desde el otro lado con sus armas dispuestas a máximo alcance.

 

El fuego de respuesta hizo sangrar el morro del Werewolf mientras la Yggdrasil invertía los motores hacia ellos. Los cañones gauss navales de la Mjolnir colaron un proyectil a través de una de las bahías de armas, silenciando los laseres delanteros del crucero. El capitán lirano no estaba tanto evadiendo al Cameron como lanzado su segundo ataque contra la nave insignia de los Lobos en el Exilio.

 

Incluso con el daño inicial y el fuego recibido de la Black Lion, Phelan sabia que no se podía ignorar una nave de esa clase. La Mjolnir tenia dos veces el peso de la Werewolf en blindaje e incluso una ligera ventaja en potencia de fuego a corta distancia.
Pero eso era a corta distancia, y morro contra morro. Un acorazado McKenna como el Werewolf podía ser mucho mas peligroso.

 

Phelan escucho la orden de Shaw de silenciar los motores principales y de prepararse para una descarga delantera. La rítmica potencia que había atravesado las cubiertas se transformó en un tranquilo silencio conforme la unidad principal se apagaba, y Phelan sintió el movimiento del Werewolf mientras rotaba sobre su eje central para presentar el menor blanco posible a la Yggdrasil. Los cañones de partículas y los gauss de la Nave de Guerra lirana trabajaron sobre el lado de babor del Werewolf con sus despiadados colmillos, pero estaban luchando con un Lobo, y estaban a punto de aprender lo que eso significaba.

 

Mientras la Yggdrasil se acercaba en busca de una distancia mas propicia, el Werewolf abrió fuego con media docena de cañones navales de proyección de partículas.

 

Los chorros de crepitante energía azul-plateada salieron disparados desde el Werewolf, cuatro de ellos acertaron a la Yggdrasil con su poderosa energía. Las lanzas de luz escarbaron a través del blindaje con la clase de fuerza bruta que incluso un lirano apreciaría si no fuera blanco de ellas. Largos regueros de blindaje fundido llovieron sobre el vacío, algunos se congelaron en finas laminas otros en fríos carámbanos, la mayor parte se separaron en forma de nódulos redondos antes de que el espacio finalmente los atrapara convirtiéndolos en costras negras.

 

Una segunda descarga de energía atravesó el blindaje deteriorado y se adentró en el morro del crucero lirano, silenciando el cañón gauss naval y convirtiendo la antaño majestuosa proa en una ruina retorcida y medio fundida.

 

El puente principal había quedado abierto al espacio, pero la Yggdrasil todavía debía tener a alguien al mando. Empezó a rotar como forma de presentar blindaje fresco al Werewolf y ponerle a tiro de su propia descarga de armas. Phelan sonrió abiertamente. Sabia que a la Yggdrasil le quedaba poco blindaje decente en cualquier lado, no después de las pasadas cerradas con su nave insignia y con la Black Lion, mientras que, en comparación, los equipos de control de daños del Werewolf sin duda habían hecho su trabajo.

 

Antes de que la Nave de Guerra lirana pudiera romper la quilla del acorazado, el Almirante Estelar Shaw hizo rotar su navío hasta poner a la Yggdrasil justo por encima de él. Un McKenna estaba diseñado de tal manera que toda su artillería pudiera disparar en una zona justo por encima de la nave, superponiendo sus campos de tiro con una increíble cantidad de fuego.

 

Mientras la distancia menguaba, el Werewolf añadió cañones automáticos a su cortina de fuego, dejando expuesta la garganta de la Yggdrasil y frenando mientras golpeaba al otro buque una y otra vez.

 

– Cesen el fuego, – ordenó Phelan, usando el cercando panel de comunicaciones para atraer la atención de su almirante estelar. – ¡Ya es suficiente Wolfgang! –. El fuego de las armas del Werewolf cesó como si un único interruptor hubiese sido apagado.
– ¿Vamos a dejar que se vayan? – preguntó Shaw. La voz del almirante era apenas respetuosa, cuestionando a su khan, pero cuidando de no desafiarle completamente.

 

Phelan observó durante unos pocos segundos más como su nave insignia completaba su rotación y después se detenía deslizándose sobre la Yggdrasil. El navío carecía de impulso de maniobra. Un técnico de sensores que monitorizaba los datos de la otra Nave de Guerra miró a Phelan y negó con la cabeza.

 

– La Yggdrasil no va a ir a ninguna parte Wolfgang, – dijo. – Están varados en el espacio –. Phelan permaneció en pie con una mano a cada lado del sillón de su padre, esforzándose por alejar la sed de sangre que casi le atrapa a él también. – Somos Lobos, – dijo. – Cazamos solo lo necesario para sobrevivir. No matamos por deporte, ¿Quiaff? –. El almirante estelar se guardó cualquier comentario para si mismo. – Aff, mi Khan –. El tono de su voz era a la vez tranquilo y dócil. Como debía ser. – Tenemos lecturas de una retirada general de todas las naves de Descenso y cazas lealistas. Nuestra ruta esta abierta –.
– Debemos llamar de vuelta a todas las naves de Descenso, – le recordó Morgan a su hijo, estirando el cuello para comprobar que Phelan no lo había olvidado. – Y el Kerenskyś Blues puede necesitar mas ayuda –.
– Los mercenarios vuelven a tener potencia, aunque poca de momento, –dijo Shaw, escuchando a Morgan a través del sistema de comunicaciones de Phelan. – Y ya he enviado las ordenes para que la flota se reúna de nuevo –.

 

Phelan asintió. – Excelente trabajo, Almirante Estelar Shaw. Extienda además hejira a las fuerzas lealistas en retirada –. Ese era termino entre los Clanes que permitía una retirada honorable por parte del bando defensor. – Cualquier caza o Nave de Descenso que se mueva en ayuda de la Yggdrasil o de esa Fox, o que se retire a la estación de recarga zenith será considerada no combatiente –.

 

El almirante dio por entendida la orden. – ¿Que hay de aquellos que rechacen nuestra oferta? – preguntó.

– La oferta se extiende a todos, y deja de ser valida tan pronto como una nave lealista se aproxime a menos de cincuenta mil kilómetros de la orbita de Tharkad. Dejaremos a nuestro núcleo aerospacial Fauces Rápidas detrás de nosotros con la Cameron. Ellos podrán interceptar a cualquiera lo suficientemente idiota como para seguirnos –.

 

Morgan se libero del arnés, desencajándose del asiento y girándose para encarase con Phelan. – Puede no ser cosa de tontos, – dijo. – Nondi Steiner ordenará a las fuerzas lealistas que atraviesen cualquier bloqueo que dispongas –.

– Esa decisión será suya, – dijo Phelan cruzando los brazos sobre el pecho, – pero no perjudicaré a mis guerreros para compensar el pobre juicio de Nondi. Esas fuerzas aerospaciales será mi mejor oferta –.

 

Mostrando su conformidad, Morgan preguntó prudentemente, – Peter podría ordenarte flexibilizar esa oferta –.

 

Phelan observó mientras el monitor se movía desde la arruinada Yggdrasil hasta una panorámica espacial mas tranquila, con la brillante estrella que centelleaba en el centro y que debía ser el sol de Tharkad. Bajo el tono de su voz, entablando una audiencia privada con su padre.

 

– Me pediste que protegiera a la fuerza de asalto en la ruta a Tharkad, y lo haré. Pero deberías tener también una charla con Peter, para prevenirle acerca de lo que ordena y lo que pide a mis Lobos. Hay ciertas cosas a las que no me comprometeré –.

 

Buscó la mirada de su padre, un espejo para su propia preocupación por sus Lobos exiliados.

– Obedeceremos, – prometió, – hasta donde podamos –.
– ¿Cómo un favor a tu primo? –preguntó Morgan.

Phelan negó con la cabeza. – Como un favor al hombre que será nuestro Arconte –.