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‘Los meses de Noviembre y Diciembre del 3066 fueron meses de espera mientras el llamamiento a la resistencia de Katherine nos empantanaba en multitud de desesperadas batallas defensivas. Ningún ERC o regimiento salió ileso, y perdimos dos unidades, aunque reconozco que la Guardia Ligera de Davion había sido ya prácticamente destruida en Nueva Syrtis.’ 

Causa y Efecto, Prensa de Avalon, 3067

 

Marismas de Daring, Nueva Avalon
Marca Crucis
Federación de Soles

28 de Diciembre del 3066

 

Mientras avanzaba a paso ligero a lo largo de un lecho seco, el Daishi de Víctor dejaba polvorientas huellas en la arcilla naranja, un rastro que rápidamente se convertía en un sendero bien firme tras el paso de la docena de mech que le seguían. El conocido largo y abrasador verano del interior del continente de Rostock había desecado por fin las marismas de Daring, tragándose incluso la más diminuta charca creada por las anteriores lluvias de primavera.

 

La dura y agrietada planicie se extendía a lo largo de cientos de kilómetros, desde un horizonte a otro, haciendo que fuese difícil creer en la existencia de vida nativa en Nueva Avalon. Víctor conocía la verdad. Sabia que, aunque la mayor parte de Nueva Avalon era ahora verde y acogedor, antiguamente todo había sido como lo que se veía ahora mas allá de su cabina. Un planeta alienígena. Desolado. Inhóspito. Y aun así, posiblemente el mundo más importante de toda la Esfera Interior.

 

El 10º de Guardias Liranos marchaba en pequeñas columnas, unidades de mechs con el tamaño de una compañía apoyadas por dos lanzas de vehículos blindados. Columnas independientes, entre sí que se abrían a uno y otro lado de la posición de Víctor, formando arcos irregulares que se extendían hacia el norte y el sur mientras el príncipe trataba de maniobrar para acorralar al, en retirada, 17º de Húsares de Avalon.

 

Reinhart Steiner comandaba el brazo norte de la maniobra. Kai Allard-Liao se sumaba al disminuido brazo sur de los Guardias con lo que quedaba de la Legión Extranjera. Disminuido porque Víctor había dejado a dos compañías bajo el mando del primer oficial de Reinhart, Cale Eidt, como unidad de protección para Yvonne, quien viajaba a medio día de distancia con uno de los regimientos de infantería móvil de los Espectros.

 

Las columnas de los flancos habían visto poco combate, esperando su oportunidad para caer sobre el cuerpo principal de los lealistas. Hasta el momento, los Húsares habían demostrado ser hábiles para escabullirse de los dientes de la dispuesta trampa. Víctor podía moverse, pero entonces una de sus columnas quedaba al descubierto frente a las picaduras de los cañones automáticos ligeros o las salvas concentradas de CPP, lanzadas tras los montículos de piedras aluviales, que dejaban el sendero sembrando con trozos de blindaje y charcos de metal fundido enfriándose rápidamente. En tal caso Víctor debía volver a encararse con sus atormentadores, empujándolos a escapar de nuevo pero concediéndoles un tiempo precioso.

 

La fuerza de retaguardia de los Húsares conocía bien su trabajo, y habían montado una fuerte y muy móvil oposición. Aunque no eran lo suficientes como para retenerlo completamente, si lo eran para retrasar a Víctor y a sus Espectros, frenándoles lo suficiente como para ir ya seis horas por detrás del horario establecido para enlazar con Tancred Sandoval. Pese a todo, las nubes de polvo que se elevaban en el flanco oriental le decían a Víctor que el cuerpo principal de los Húsares estaba cerca, y que casi tenia a su gente en posición. Sonrió, recordando si acaso que esta no era la primera vez.

 

En las ultimas dieciséis horas, el regimiento mixto de los Húsares se había retirado de una línea defensiva a otra, buscando alguna salida y encontrando solo dunas y bloques de piedra detrás de las cuales obtener quizás treinta minutos de descanso. Lo que quedaba de su escuadrón de helicópteros les avisaba cuando Víctor se aproximaba o cuando lanzaba alguna maniobra de flanqueo, dándoles tiempo para prepararse antes de volver a huir.

 

La infantería ya había sido sacrificada, abandonada en la Cordillera de Borge, donde la Legión Extranjera se había hecho cargo de cerca de seiscientos prisioneros. Los siguientes fueron los restos del 5º de Guardias de Donegal, y después las maquinas más lentas de los propios Húsares.

 

Los vehículos blindados y los mech iban señalando el camino de los Húsares, como la basura tirada en una autopista, conforme los regimientos lealistas iban siendo reducidos a dos batallones reforzados. Aun así, se mantenían juntos, luchando con feroz resistencia y avanzando lentamente hacia la inevitable conclusión final: no había lugar a donde huir.

 

– Víctor, les tenemos –. La voz de Kai era clara y fuerte, teñida con una ansiedad que, Víctor sabia, era la única concesión que se permitía su amigo. En la batalla, Kai normalmente era tan escueto como mortífero.
– Casi les hemos tenido durante medio día, – dijo Víctor, estirando los músculos de su cuello para darles algún descanso. Tras dieciséis horas seguidas en la cabina, el esfuerzo estaba empezando a hacer mella en él. Una fuerte sequedad persistía en su garganta, y tragar le resultaba doloroso. – Esta vez lo quiero acabado –.
– No, quiero decir que tenemos a Ardan Sortek y a algunos de los Húsares de Ceti. Sus fuerzas acaban de hacer contacto con el extremo sur –.

 

Los dolores musculares de Víctor y todas sus preocupaciones sobre la deshidratación fueron olvidadas al momento mientras comprobaba en el monitor su mapa estratégico. No había señal ni del trasnpondedor de Tancred ni del de Ardan, pero tampoco aparecía la de Kai, dada la distancia y las dunas petrificadas que les separaban a ambos.

 

Aun así tomo las buenas noticias como lo que eran. Fantásticas, de hecho. Hasta ayer Tancred había estado separado de él por el 3º de Rangers y los restos del 17º de Húsares. El que Víctor estuviera tan cerca significaba que había logrado llegar a tiempo de dar auxilio a su acosado amigo.

 

Reinhart Steiner había estado monitorizando la frecuencia de mando, y fue un paso por delante de Víctor. – ¿A que está esperando Tancred? – preguntó. – Que traiga a su gente –.
– El 3º de Rangers se encuentra todavía entre él y nosotros, y rompieron las frecuencias de seguridad del 2º hace dos semanas –. La voz de Kai había perdido parte de su entusiasmo.
– Tancred envió a Sortek para ayudarnos a coordinar los esfuerzos para coger al 3º desprevenido y aplastarlo –.

 

Víctor parpadeó. Conocía lo duro que la destrucción del 3º de Ranger de Robinson debía ser para Tancred. Aunque había sido una unidad de Katherine a capa y espada, todavía tenía fuertes lazos de unión con la Marca Draconis. La Marca Draconis de Tancred.

 

– ¿Que dice Ardan sobre el tiempo de que disponemos?¿A que distancia está el 3º? –
– Cincuenta kilómetros. Ahora quizás menos. Unos cuarenta minutos –. Víctor comprobó la localización de Reinhart y vio que su primo estaba casi en posición para
cerrarle la puerta al 17º. – En cuarenta minutos estaremos metidos de lleno en nuestra propia batalla, – estimo Víctor. – No queremos que Tancred nos los eche encima entonces –. 
– Dejemos entonces que los Húsares se larguen, – dijo la voz de Reinhart con sencillez, pese a que Víctor sabia que debía estar cociéndose.
– Si Kai inicia el asalto y mi brazo retrocede ante la presión, abrirán el cerco. Verán la salida, Víctor, la cogerán y saldrán corriendo como han hecho en todas las ocasiones, pero para entonces no podrán ir a ayudar al 3º –. 
– De acuerdo, – dijo Víctor. – Dejaremos que se vayan, pero primero démosles una buena tunda para que la recuerden cuando se retiren a Albion. Reinhart, intenta cerrar la trampa una segunda vez antes de salir en retirada. Kai, hazlo simplemente lo mejor que puedas. Y pon a esos regulares de Ceti de Ardan al frente de tu línea. Quiero que los Húsares piensen que Tancred ya ha enlazado con nosotros –.

 

Sus dos subordinados acataron sus ordenes sin mas discusiones. Su inmediata aceptación sorprendió a Víctor, quien había esperado al menos cierto debate o refinamiento del plan. 
Relegó a otro momento el preguntarse por la espontaneidad de sus planes antes de que pudiera disipar cualquier ultima duda. Había demasiadas cosas para las que uno simplemente no tenia tiempo e la cabina de un mech. Cuestionarse a sí mismo encabezaba la lista. 
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Hacia rato que Víctor se había desprendido de su neurocasco y de sus ropas sudadas de mechwarrior, cambiándolas por un mucho mas fresco uniforme de campo. Una barrita energética y una bebida deportiva con sabor a naranja era su única concesión a la alimentación, a pesar de los educados argumentos dados por un medico de los Espectros primero y por Kai y su hermana después.

 

Venia de realizar una inspección del perímetro de tiendas establecido por su 34º de Infantería Móvil justo cuando la ultima compañía del 2º de Rangers de Robinson llegaba. El Templar de Tancred guardaba la retaguardia. El nuevo mech fue el ultimo en detenerse y agacharse dentro de la improvisada área de estacionamiento, en realidad, un gran pedazo de terreno triangular dispuesto entre un montón de rocas y dos líneas de vehículos blindados aparcados.

 

No constituyó ninguna sorpresa para Víctor el que Tancred hubiera optado por traer su compañía en ultimo lugar. En una situación similar, después de haberles pedido tanto a sus hombres durante una larga y desesperada campaña, Víctor habría hecho lo mismo.

 

Alcanzó a Tancred mientras este descendía desde su cabina por medio de una escala metálica. Él saltó al suelo cuando todavía le quedaban algunos escalones y le dio un fuerte abrazo. Era la primera oportunidad que habían tenido desde la Conferencia de la Liga Estelar dos años atrás para agradecer personalmente a su amigo toda la ayuda que le había proporcionado tan desinteresadamente. Kai e Yvonne esperaron pacientemente, aunque Yvonne cambiaba su peso de un pie a otro, reprimiéndose.

 

– Estas hecho un desastre, – dijo Víctor sosteniendo a Tancred por los brazos y estudiándole.

 

Para ser sinceros, Tancred, pese a que su tez pálida era típica de todos los Sandoval se veía unos cuantos kilos más delgado. Venia además de un periodo de veintiocho horas de poco sueño y con el sudor seco todavía incrustado en la piel. Los restos de ese sudor impregnaban su traje refrigerante y sus pantalones, marcándose en sus ojos.

 

– Bien, tu tienes un aspecto fantástico, Víctor. Condenadamente bueno de hecho, si lo comparamos con los informes que obtuvimos el año pasado –. Para cualquier otro esas palabras habrían sido ofensivas, pero los ambarinos ojos de Tancred no mostraban nada salvo respeto por su amigo y antiguo soberano. 
– Sí. Estoy mejor –. Víctor hizo un gesto a Kai. – Él me dio un tirón de orejas, y lo mismo hizo Isis–.
– ¿Isis Marik está aquí? – Tancred miro alrededor. Le fue obviamente difícil apartar los ojos de Yvonne en cuanto la encontró. Pero apenas había unos pocos mechwarriors del 2º de Rangers observándolos desde una prudencial distancia, y cerca solo quedaba Ardan Sortek, descendiendo de su propio Templa r, un poco mas despacio que el joven duque.

 

Kai negó con la cabeza. – Está en Brunswick, – le dijo a Tancred incluso mientras Yvonne finalmente se lanzaba a sus brazos. Si Yvonne se preocupó por el desaliñado estado de Tancred, no lo demostró. Se enganchó a él con un desesperado alivio que a Víctor le recordó a sus reuniones con Omi. Su sonrisa palideció durante un momento, pero le era imposible estar en desacuerdo con la elección de su hermana, y seguramente no les envidiaría a ninguno de los dos este momento de felicidad. Intercambio una triste sonrisa con Kai, quien también echaba de menos a su esposa y su familia.

 

– Esta en la Isla de Mograyn, – dijo Kai, continuando. – En las instalaciones de producción de mech que hay allí. Está tratando de deshacer algo del daño que Katherine ha causado con todas sus llamadas a la desobediencia civil –.
– Tendríamos que haber estado aquí hace un mes si eso no hubiera funcionado tan bien. Solo un veinte por ciento de la población de Brunswick respondió realmente a sus peticiones de desafiar nuestra ocupación del continente, pero un veinte por ciento de la fuerza laboral dejando de repente sus trabajos fue suficiente. Nos dejó bastante malparados. Nos costó al 23º de Guardias Arcturianos antes de que lográramos ponernos de nuevo en pie –. 
– ¿Cómo de mal ha quedado el 23º? – preguntó Tancred por encima del hombro de Yvonne.

 

Un incomodo silencio fue su respuesta. El 23º de Guardias Arcturianos ya no existía. – No fueron nuestras únicas perdidas, – dijo Víctor tras un momento, – pero sí las mas graves.
También está la Guardia de Asalto, que absorbió un contraque de dos semanas que podría habernos hecho salir de Brunswick–. Agitó la cabeza. – Solo puedo imaginarme el daño que Katherine habría logrado si hubiese obtenido una respuesta cercana al cincuenta por ciento en sus llamadas a la resistencia –.

 

– No creo que jamás tuviera esa clase de apoyo, ni siquiera aquí en Nueva Avalon, – dijo Tancred. Liberó a Yvonne y después se paso la mano por sus negros cabellos. Normalmente llevaba el pelo corto, tonsurado, como era tradicional entre los hombres de Robinsón. Sin embargo en esta ocasión lucia el pelo largo y enmarañado, tras pasar horas bajo el neurocasco, y sin duda pocas áreas no le picaban irritadas después de muchos días dejando crecer la barba. 
– Oí que sus planes pudieron ser abortados en Albion, – dijo Ardan Sortek uniéndose a la conversación. Contemporáneo del padre de Víctor, Ardan alardeaba de una saludable buena forma que no había desaparecido con la edad. Su pelo, ahora blanco como la nieve, era señal de sus años, pero sus ojos mostraban la misma luz que habían tenido durante su periodo como Secretario de Defensa. – Eso sin mencionar que inspiró a una buena cantidad de la gente de Ciudad Avalon a salir a las calles a protestar por su usurpación –. 
– Solo les ha costado seis años decidirse, – dijo secamente Tancred. Víctor asintió lentamente, y después empujó a todo el mundo hacia una apresuradamente erigida tienda de campaña. – Creo que todos hemos aprendido duras lecciones últimamente. Katherine se merecía unas cuantas –. 
– Si existe una cuota, creo que todos la habéis llenado -. Yvonne sonó mas esperanzada que segura.

 

Víctor ni siquiera se hacia ilusiones. De hecho, hoy había aprendido otra lección, temiendo que algo fuera mal en la batalla, esperando, deseando, que sus amigos le corrigieran. Había sido un plan nacido de las prisas y la necesidad, pero eso no hizo que sus decisiones fueran peores o mejores de lo que podrían haber sido dos o diez años antes. Si acaso, ahora estaba haciendo uso de toda la experiencia acumulada. Víctor sabia que había llegado el momento de reconocer el hecho de que la única persona que todavía dudaba de él era él mismo. Pero entender eso y saberlo, aceptarlo sin reservas ni preguntas, eran dos cosas totalmente distintas. Todavía tenia que trabajar en ello.

 

Debería desprenderse de sus dudas antes de acercarse a la ultima defensa de Katherine en Ciudad Avalon.