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‘Recuerdo un
tiempo en el que no podía esperar para saltar a la cabina
de un mech. Y mas tarde, otro en el que mas que nada en el
mundo lo que quería era dirigir hombres a la batalla. Pienso
que este es un entusiasmo común entre aquellos de nosotros que
hemos nacido con el legado de un mechwarrior. Pero eso es
antes de que verdaderamente apreciemos cuantos hombres y
maquinas terminan hechos pedazos sobre los campos de batalla a
lo largo de nuestros años’
- Causa y Efecto, Prensa de Avalon,
3067
Cumbres de Coland,
Tikonov
Marca
Capalense
Federación de
Soles
5 de Junio del
3066
Víctor
Steiner-Davion condujo la lanza de mando de su 10º de Guardias
Liranos a través de la Cantera de Granito Cumbres de Coland,
empujando por delante a un grupo dos veces su numero en mech
medios y pesados del 1º de Republicanos.
Un puñado de
cabezas explosivas golpearon el lado izquierdo de la cadera de
su Daishi, haciendo temblar la maquina
de cien toneladas y endureciendo el mando de control
principal. Víctor relajó su presa en torno al mando, luchando
por conseguir un mejor asidero, después hizo descender el
flujo de refrigerante de su sistema de soporte vital. Tras un
momento, la aumentó de nuevo, agitando su cabeza ante su
propia idiotez. Sus sudores fríos y su tacto pegajoso tenían
poco que ver con el traje refrigerante que llevaba
puesto. Tenían mas que ver con el estar de nuevo en el sillón
de mando de un mech.
Dispersos sobre
muchos kilómetros en una larga línea de norte a sur, los Espectros
de Víctor presionaban en dirección Este, luchando cuesta
arriba hacia las aserradas cumbres de las cumbres de Coland.
Cazas aerospaciales y helicópteros de exploración barrían por
delante formando la primera oleada, estableciendo superioridad
aérea y haciendo de ojeadores para las tropas de tierra que
venían después. Los battlemech devoraban el terreno a
grandes zancadas, presionando la retaguardia de los defensores
lealistas y abriendo senderos para los tanques y los
transportes de tropas.
No había habido
grandes reveses y muy pocos contraataques enérgicos. Los
helicópteros de asalto se ocuparon ellos mismos de ir de una
tenaz bolsa de resistencia hasta la siguiente, como avispas
atormentando a un grupo de perros desechos.
Habían pasado tan
solo tres días del inicio del ataque coordinado para arrancar
Tikonov de las manos de los lealistas de Katherine, una
estrategia planeada para dos meses, y esta era la primera
refriega importante de Víctor en mas de un año. Hasta entonces todo
había salido bien. El 1º de Guardias Republicanos no pudo
mantener su posición frente a la desatada fuerza del 10º, no
después de que los Espectros hubieran estado tanto tiempo lejos de
la batalla. Solo para estar seguros, Víctor había añadido a la
lucha a la 244º División de Shakov. Los Hombres del Príncipe
se lanzaron por delante para picotear los flancos de
los Republicanos, entreteniéndoles, consiguiendo algo de
alivio ocasional para el 10º Lirano.
Víctor necesitaba
ese alivio. Con poco tiempo para planear y menos para practicar con
las simulaciones, percibía su falta de preparación y su
lentitud en los controles así como una preocupación general
por su situación.
Cualquier retraso
se media en fracciones de segundo, pero incluso eso era
potencialmente mortal en la refriega. Por lo que ahora,
alternando entre los laseres de alcance extendido y los de
tecnología de pulso, Víctor recordó tener cuidado con su curva de
calor, tratando de no hacer algo caprichoso mientras se
esforzaba a volver a la familiaridad del combate. Sentía como
si todo el poder contenido de Prometheus le impulsara a liberarse,
como un perro de presa atado con una correa. Lento y fácil, se
recordó a si mismo. Había un montón de pelea entre él y Nueva
Avalon.
Su precaución le
salvó de una trampa republicana. Un Falconer giró de repente para
lanzarle el azulado latigazo de un cañón proyector de
partículas, pero el CPP erró ampliamente y en su lugar
esculpió una cicatriz en la pared de un acantilado cercano. A pesar
de todo, Víctor se agachó a un lado. Estremecido de arriba a
abajo por el disparo, se acercó aun mas a la pared del oscuro
acantilado mientras un vehículo de asalto urbano Typhoon salía
desde detrás de una cercana pirámide de granito extraído. Su
pantalla táctica parpadeó con iconos de alarma, dándole un
segundo de advertencia antes de que el cañón automático del VAU
escupiera metal caliente sobre la pierna del Daishi y
otro Falconer se uniera al anterior para
acribillar el omnimech de Víctor con rifles gauss y cañones de
partículas.
Los dos CPP le
alcanzaron en su brazo izquierdo y su hombro, convirtiendo el
blindaje inmaculado en una ruina ennegrecida. El arnés de
cinco puntos de sujeción mantuvo a Víctor pegado a su asiento
mientras Prometheus se empotraba de lado contra la pared del
acantilado, clavando su hombro derecho en la roca azul
moteada. El blindaje se desprendió en largas tiras, pelado
limpiamente hasta dejar expuesto el actuador superior del brazo, y
lanzando peligrosos escombros a bajo sus pies.
El Daishi de cien toneladas pulverizó
la mayor parte de las rocas convirtiéndolas en polvo y grava,
pero unas pocas rodaron bajo su peso, haciendo bailar al
omnimech sobre su junta del tobillo en un bamboleo que encogía el
estomago.
– Aguanta Víctor
–. La voz del Leftenant General Reinhart Steiner era clara y
precisa, una ventaja de la tecnología de ComStar, cuyo
mejorado sistema de comunicaciones para el campo de batalla
estaba décadas por delante del resto de la Esfera Interior. – La
ayuda está en camino –.
Esa ayuda llegó
del mismo Reinhart y de su Masakari capturado a los Clanes. Un
diseño mortífero, el omnimech de ochenta y cinco toneladas era
igualmente tan letal como el mas pesado Daishi de Víctor.
Y lo que es mas, Reinhart luchaba como un mechwarrior de
los Clanes. Plantando ambos pies separados uno del otro,
gracias a su sistema de puntería, golpeó a uno de
los Falconer con cuatro CPP. La energía
destructiva envolvió el costado del largo torso
del Falconer, fundiendo el blindaje y
esparciéndolo por las rocas en forma de charcos.
La gran cantidad
de mega julios atravesó la coraza para cortar el escudo que
protegía al reactor de fusión del Falconer, obligándolo a
desconectarse o a arriesgarse a un catastrófico fallo de
contención.
El coste de esa
clase de poder destructivo se hizo notar cuando el Masakari se
sobrecalentó, su reactor de fusión elevó su actividad hasta
alcanzar su limite. La silueta del omnimech resplandecía en un
borroso blanco en la imagen termal de Víctor. Un humo gris escapaba
del miomero chamuscado y los fluidos de los actuadores se
filtraban a través de las grietas del blindaje
del Masakari. La maquina recalentada no iría
a ninguna parte deprisa, habiéndose convertido a si misma en
una plataforma de armas estática.
Víctor no estaba
dispuesto a dejar a su primo colgado haciendo de pato de feria.
Luchó con sus controles para poner a Prometheus de pie, y
después giró su torso sobre su característica cintura de
torreta para poner sus puntos de mira sobre el Typhoon agresor.
Su propio cañón automático de asalto escupió una larga lengua
de fuego mientras arrojaba munición de uranio empobrecido en
el costado del VAU. A continuación añadió sus laseres de pulso,
dardos esmeraldas que consumieron al resto del blindaje
protector del vehículo. La fuerza bruta de su ataque lanzó al
vehículo de costado sobre el suelo de granito, pero no fue
suficiente para pararlo en seco. Maldijo con el poco aliento
que le quedaba, cuidando de que el micrófono no le captara
mientras se preparaba para un segundo asalto.
Un contraataque
que nunca llegó, ya que en ese momento un Víctor, el mech tocayo
del Príncipe, incrustó un proyectil gauss a través de lo que
quedaba del costado derecho del Typhoon. La masa hipersónica gastó la
mayor parte de su energía cinética en el compartimiento de la
tripulación, dejando al VAU como un colador. A continuación, un
trío de helicópteros pesados Cyrano, pintados con los colores de la
ComGuardia, sobrevolaron el borde del acantilado y
descendieron para mantenerse sobre el centro de la larga cantera.
Las largas palas de sus rotores golpeaban el aire tan cerca
unas de otras que Víctor difícilmente podía creerse que no se
estaban rozando. Entonces empezó a recibir alarmas conforme
las sondas beagle de los Cyranos descubrían dos maquinas
más, escondidas en la emboscada y compartían su telemetría con
el 10º de Guardias Liranos.
Los Cyranos dejaron a otro VUA
escondido para los battlemech mientras sus tres laseres,
uno montado en el morro de cada aparato, se concentraban en
unNightsky republicano
y perforaban el brazo que manejaba el hacha.
El Víctor y un recién salido de
fabrican Templar combinaron su potencia de
fuego para desguazar al segundo Thypoon.
Reinhart Steiner
fijó el blanco sobre un omnimech Firestarter 9-0, seleccionando solo
un par de armas en esta ocasión y dejando disipar el calor
acumulado por las dos descargas antes de volver a soltar de
nuevo sus cuatro rayos cerúleos. Aligeró al Firestarter rebajando
su blindaje y clavando hasta el hueso un CPP justo a la altura
del actuador inferior de la pierna.
Cuando el otro
mech salió cojeando en dirección al lado mas alejado de la cantera,
se vio forzado a dejarle ir; su calor se había incrementado
hasta el punto que su Masakari se negaba a obedecer
los mandos.
Recuperado el
equilibrio, Víctor había encuadrado al segundo Falconer. Si el
mechwarrior Republicano se había envalentonado con la caída
inicial del Daishio si simplemente
estaba ignorando las diferencias entre sus sesenta y cinco
toneladas y las cien del mech de asalto, no tuvo ninguna
importancia. De igual manera se encontró con Víctor cara a cara con
las armas dispuestas. Poniendo sus cinco laseres y su cañón
automático en un solo gatillo, dejó al Falconer sin sus dos piernas,
sin un brazo y sin su giróscopo estabilizador.
Eso dejó a Víctor
igual de inmóvil que su primo, jadeando en busca de aire mientras
cada bocanada introducía carbones ardientes en sus pulmones.
Las oleadas de calor golpearon la cabina casi con una fuerza
palpable, sacando gotas de sudor de cada uno de los poros de
su cuerpo. Se mantuvo inmóvil, mirando fijamente a través del
parabrisas de ferrocristal mientras el 1º de Guardias
Republicanos, aligerado ahora de casi trescientas toneladas
de equipo, se retiraba al lado oriental de la cantera, e
interponían un pequeño bosquecillo de pinos entre ellos y la
lanza de asalto que les perseguía.
Los Cyranos giraron sobre sus
hélices para deslizarse en busca de cualquier otra
sorpresa remanente. En perfecta formación, los helicópteros
cambiaron su rumbo en un ángulo noreste y aceleraron desde la
cantera, persiguiendo a un huidizo y rápido Battle Hawk. Terminaron
de limpiar la cantera justo cuando un par de
helicópteros Yellow Jacket, estos pintados con
el azul y el blanco de los Espectros, ocupaban su lugar sobre
la posición del Príncipe.
– El Capiscol
Shakov le envía sus respetos, Alteza, – transmitió el piloto de uno
de los Cyrano por la frecuencia general de
los aliados.
Por supuesto que
lo había hecho. Víctor decidió que debería revisar con Shakov la
necesidad de mantener un corredor aéreo propio. Eso sería mas
tarde. Primero tenían que terminar de expulsar al 1º de
Republicanos de las alturas y sacarlos hasta las llanuras, donde
podrían ser rodeados y acorralados fácilmente.
Víctor trabajó
con los controles, sonsacando lentamente a Prometheus fuera de su
estupor inducido por calor.
– Aquí ya hemos
acabado, Rein –.Pasó su sistema de comunicaciones a la frecuencia
de toda la lanza, y les pidió que se reunieran todos en su
posición. – Sigamos hacia arriba, hasta pasar la cima. Hemos
perdido algo de terreno en este entreacto –. Medio kilómetro
respecto a la línea del frente según le indico un vistazo a su
pantalla táctica. El frente no quedaba muy lejos. Aun
no.
– Entendido
Víctor –. Reinhart también se estaba ya moviendo lentamente, con
su Masakari bamboleándose para ir al
lado de Prometheus.
– Aunque si no
fuera por ese monstruo de cien toneladas que tanto amas, habríamos
sido capaces de mantenernos al paso de nuestra línea mucho mas
fácilmente –.
Víctor parpadeó
mientras un fugaz recuerdo traía el rostro de Omi a su mente.
Seguramente porqué podía recordar diciéndole en el pasado
cuanto amaba el poder pilotar a Prometheus, pero diciéndoselo
solo de esa forma tan común y casual que la gente adoptaba. Con
cuidado, apartó a un lado el recuerdo, dudando que fuera capaz
alguna otra vez de volver a usar aquellas palabras tan
despreocupadamente.
– Veremos lo que
se puede hacer, – dijo, empujando su acelerador hasta el limite.
Prometheus salió en una rápida carrera, rompiendo los
cincuenta kilómetros por hora al tiempo que Víctor alcanzaba
la zona mas alejada de la cantera y se abría paso a través de los
árboles.
– ¿Tienes prisa
por ir a alguna parte? – preguntó Reinhart. Víctor asintió
para si mismo en su cabina. – Si, a Nueva Avalon, – murmuró
ferozmente.