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‘La siguiente
entrada sobre Isis Marik aparece en Heráldica de Auburn:
“Hija del actual Capitán General pero descartada como heredero
para la Liga de Mundos Libres. Recientemente rechazada por
Sun-Tzu Liao tras un cortejo de nueve años. Después de tantos
disgustos, es improbable que Isis tenga mucha influencia en
los acontecimientos políticos a corto plazo”. Nunca antes
he sabido que Misha Auburn estuviera un cien por cien mas
equivocada’.
– Causa y
Efecto, Prensa de Avalon, 3067
Mansión
Hawkins, Muphrid
Teatro de
Operaciones Libertad
Alianza
Lirana
23 de Agosto
del 3065
Isis Marik
llegó a la Mansión Hawkins sin anunciar y cerca de la hora de
cenar. Shelley Hawkin personalmente le mostró el salón,
siempre dispuesta a una charla intrascendente. Por el camino
pasaron a la galería de hologramas, donde Isis vislumbró
escenas de los Hawkins codo a codo con
holo-estrellas, barones, y un duque local. No era la clase de
compañía que generalmente frecuentaban los comerciantes de
vino, al menos no en su nativa Liga de Mundos Libres. Aparentemente
la posición social era una comodidad que podía ser comprada,
vendida e intercambiada en la Alianza Lirana. Isis solo podía
esperar que la lealtad de los Hawkins hacia Víctor no pudiera ser
puesta sobre la mesa de cambio tan fácilmente.
Encontró a
Kai en el salón, echando una ojeada a la biblioteca llena de
ediciones autografiadas, mientras esperaba la cena. Él la
sonrió y la saludo cálidamente, tomando sus manos entre las suyas.
Había conocido a Kai mas bien por su reputación durante la
invasión de los Clanes y como Campeón de Solaris; Isis siempre
había pensado que ese Kai Allard-Liao era alguien mas grande que el
de carne y hueso. Sun-Tzu en una ocasión había descartado la
mayor parte de esos logros con un movimiento airado, pero Isis
recordaba haber visto la preocupación detrás de los ojos de su ex
prometido. No le llevó mucho tiempo comprobar que Kai era un
hombre a quien incluso el Canciller de la
Confederación Capalense temía. No fue hasta hace muy poco, sin
embargo, cuando realmente había tenido la oportunidad de
conocer a Kai. En él, había encontrado un amigo igual de preocupado
por el bienestar de Víctor como ella.
Los dos se
sentaron en el sofá de piel, cuyos apretados cojines crujían
ligeramente mientras Isis se acomodaba sobre ellos. Ella
manoseó nerviosamente de cuello de su blusa púrpura decidiendo si
podía confiar a Kai sus preocupaciones.
– ¿Por qué
me esta evitando Víctor? – le preguntó suavemente. Los ojos de
Kai se abrieron por la sorpresa. – Isis, has hablado con Víctor
casi cada día de la semana. Yo no llamaría a eso exactamente
evitarte –. Pero una chispa de comprensión tras sus ojos grises
escondía que sabia a lo que se estaba refiriendo.
– No me ha
mencionado a Omi ni siquiera una sola vez –. Ella captó su mirada
de preocupación y agito su cabeza en respuesta a su pregunta
silenciosa. – Tampoco he sacado el tema, esperando que él
lo hiciera, tal como sugeriste –.
– Víctor se
esta curando, Isis. Hemos de darle el tiempo que necesita. Morgan y
yo creemos que esta en el buen camino, pero hemos de tener
paciencia suficiente para verle atravesarlo –.
– ¿Cómo
sabes que vas por buen camino si no miras de vez en cuando al
horizonte para saber a donde vas? –. Isis enderezó un apierna
bajo ella, volviendo el rostro hacia Kai. – Esta mirando fijamente
al suelo, como si estuviera preocupado de tropezar de nuevo
–. Con un gesto de frustración, Kai se recostó contra el
sofá.
– Trato de
darle un empujón siempre que puedo, – le devolvió la mirada y
sonrió, casi tímidamente, – cuando me deja. Víctor me conoce
demasiado bien –. Algo que Isis ya se había imaginado también,
el que Víctor fuera demasiado bueno esquivando las intenciones
de Kai y convenciendo a su amigo de darle mas margen.
– Bien, él
no me conoce a mi tan bien. No todavía–. Se desencajó del sofá. –
Discúlpame por favor–. Kai también se puso en pie. – ¿Qué vas
a hacer, Isis? – Él parecía preparado para seguirla, pero ella
se lo quitó de encima con una dura mirada. – Lo que
debería haberse hecho antes, – dijo. – Voy a mostrar a Víctor
los alrededores –.
Sentado en
el escritorio de su suite, Víctor se reclino sobre la silla
giratoria tanto como podía sin volcarla. Se balanceó en
círculos perezosos, mirando al techo, contando cada vuelta como si
fuera un acontecimiento merecedor de su tiempo. A las noventa
y nueve vueltas, giro en la otra dirección y empezó a contar
hacia atrás. Esperándole sobre la mesa estaban los informes
sobre Kathil, el ultimo recuento de bajas y las estimaciones
sobre material militar destruido introducidas ya en el lector
electrónico. Había también una carta de parte de su hermana
Yvonne, quien acompañaba a Tancred Sandoval de vuelta a Robinson.
Las cosas alcanzarían su punto crítico en cuanto la pareja
llegara a la capital de la Marca Draconis, y Víctor sabia que
debería estar haciendo ciertos arreglos para ello. Podía llamar al
10º de Guardias Liranos, su unidad personal, y enviarlos de
vuelta a Robinson para apoyar cualquier movimiento que Tancred
hiciera para oponerse a su padre. Podía también grabar una
nueva súplica al Duque James Sandoval, tratando de apartarle
de Katherine. Ahora mismo, era mucho mas fácil dar vueltas y
haciendo perezosos círculos sobre el techo.
– A cenar,
– llamó Isis desde la puerta abierta. Víctor detuvo el vaivén
y la miró. – Estaré abajo en breve. Pueden empezar sin mí–.
– No, –
dijo Isis firmemente, adentrándose en la habitación. – Quiero decir
que vas a sacarme fuera a cenar–. Miro alrededor, haciendo un
gesto hacia las cortinas abiertas, las cuales dejaban filtrar algo
de luz natural en la habitación. – Ahora, eso es lo mejor. Has
estado encerrado demasiado tiempo. ¿Y acaso estás
trabajando?–.
–
Intentando hacerlo. Las noticias desde Kathil son muy deprimentes.
También he estado dándole vueltas a la idea de si mandar a la
Guardia de Asalto de Davion o a mis Espectros de vuelta a Robinson
para apoyar cualquier movimiento de Tancred –.
– ¿Cuánto
tiempo llevas trabajando en ello?–.
– Cerca de
ciento ochenta vueltas, – dijo Víctor crípticamente. – ¿Por qué voy
a llevarte a cenar? –.
– Porque me
lo debes, Víctor Steiner-Davion. Estoy aquí para reclamar la deuda
que tienes conmigo desde Mogyorod –.
Un
escalofrió recorrió el cuerpo de Víctor. Mogyorod. Isis había ido
allá a visitarle a él y a Omi no mucho antes de que el asesino
hiciera su primera intentona contra la vida de Omi. El asesino se
había deslizado a través de las habitaciones hasta derribar la
puerta del dormitorio que Omi y Víctor compartían.
Afortunadamente, Víctor había enviado a Tiaret para llevar a salvo
a Omi hasta la casa aquella noche. Isis había corrido hasta el
consiguiente tiroteo poniéndole fin al clavar un abrecartas en
el pecho del asesino. Aquella valentía le había costado una
mandíbula fracturada y muchos días en el hospital. Víctor
recordaba haberle prometido....
– Cualquier
cosa que quisiese, – le recordó ella. – Dijiste que solo tenia que
pedirla. Por eso mismo. Te lo estoy pidiendo. Quiero una cena.
Esta noche –.
Víctor
pensó en suplicar, al menos un día mas. Cualquiera que fuese la
agenda de Isis, no estaba preparado para ella. Pero la dureza
de sus ojos castaños le dijo que ella no admitiría ninguna
excusa.
– Ahora, –
dijo con un gesto cortes.
Era su
única demanda real. No iba a quejarse acerca de cuanto tiempo le
llevaría estar listo y tampoco le haría prometer que se iba a
divertir. Ella tenia un coche esperando enfrente pera llevarles al
Puerto de Anthony, un restaurante del pueblo, y Víctor asumió
que se las había arreglado para perfilar el plan a través del
destacamento de seguridad dejado atrás por Morgan Kell. Cuando
llegaron, había mas comensales de los que había esperado, y es
lo ultimo que pensó acerca de los otros clientes, durante
un buen rato.
Isis pidió
salmón asado y coco relleno de gambas. Víctor estaba indeciso, por
lo que ella pidió por él fetuchini de marisco. No estaba
verdaderamente hambriento, pero cuando la comida llegó, los
mejillones eran carnosos y las gambas delicadas y deliciosas,
por no mencionar los tiernos tallarines cubiertos con salsa de
cebolla. Durante toda la cena, tomo sorbos de vino blanco
procedente de la Mansión Hawkins, por supuesto. Isis no le
acompañó durante los postres, después le observó comer con poca
gana una créme brûlée. Todavía estaba tratando de decidir si
le gustaba la crema caramelizada cuando ella cerró
su emboscada.
– Yo estaba
allí, ya lo sabes –. Él miró fijamente su plato, evitando
mirarla a ella. – ¿Dónde? –.
– En el
Palacio del Sereno Santuario, el día de la muerte de Omi–.
La créme
brûlée se volvió mas amarga en la boca de Víctor, y la cucharada se
hizo mas difícil de tragar.
– Lo sé–.
La comida súbitamente le sentó como un plomo en su estomago.
– Ellos no
me dejaron acercarme a ella al principio. Después una iniciada de
la Orden de los Cinco Pilares me franqueó el paso a través de
la seguridad. Sostuve sus manos durante sus últimos
breves minutos–. Su voz era distante, tan lejana como el mundo
de Luthien.
– Víctor,
¿Por qué nunca me has preguntado acerca de Omi? –. Él soltó un
largo suspiro. – No es que no valore tu opinión, Isis. Lo hago–.
Hizo una pausa, recapacitando durante un momento. – Nunca te
he preguntado a ti por la misma razón por la que envié a Jerry a
Luthien en vez de encargarme yo mismo. Estoy tratando no saber
demasiados detalles de los momentos finales de Omi. En verdad
no quiero conocerlos –.
Isis
asintió, aceptando pero no comprendiendo. – ¿Puedo preguntarte
porqué? –. Víctor se removió en su asiento, sintiéndose no
mucho mas animado que una estatua de jardín. Lo cual
le recordó que Omi había muerto en su jardín, y eso
súbitamente evoco un recuerdo de su rostro. Ella parecía tan
perdida, mirando fijamente al vació, murmurando ‘ Oh, Víctor.... ’
. Se estremeció con aquella imagen, probablemente extraída de
alguno de sus últimos encuentros. Su acción involuntaria
rompió el hechizo.
– No
pregunte a causa de mi madre, – se explicó. – Después de que
muriera, profundicé en su asesinato. Vi el video una y otra
vez, y estudié concienzudamente todos los informes. Me comporté
como un imbecil, estoy seguro, pero me sentía como si hubiera
algo que tuviera que hacer para ayudar a la investigación. El
problema fue que, durante muchos años después, siempre que pensaba
en ella, la veía destrozada por la explosión en lugar de como
la animada y amante mujer que había sido hasta aquel momento
–.
– No
quieres recordar a Omi de la misma forma, – dijo Isis con
delicadeza. – Quieres agarrante a aquellos últimos recuerdos
de Mogyorod –. Ella asintió y tomo un sorbo de vino, apenas lo
suficiente como para humedecer sus labios. – Víctor, podrías
haberme preguntado acerca del tiempo que pase junto a ella
antes de aquel día. O podríamos haber recordado aquellas pocas
semanas que compartimos en Mogyorod. Pero no has querido
hablar –.
– Hemos
hablado, – dijo Víctor, pero sus palabras sonaron en un tono
defensivo incluso a sus propios oídos.
– Hemos
hablado de la guerra civil, pero mas bien como si fuera algo que le
estuviera ocurriendo a alguna otra persona. Creo que es
momento de que pares de hablar de ellos y vuelvas a la lucha
–.
Eso tocó
algo en el interior de Víctor, algo que le provocaba ira, o
vergüenza. – Piensas eso, ¿De verdad?–. Ella asintió. –
Todos lo hacemos, Víctor. Estas tan encerrado en tu propia pena que
desperdicias cualquier pequeña ambición que te queda en
informes de batalla de varios mundos en lugar de
centrarte directamente en ellos. Estoy sorprendida de que te
haya quedado suficiente energía como para vestirte solo
–.
– Creo que
Omi me perdonaría el tomarme tiempo para llorar por ella, – dijo
él, con el dolor todavía fresco, – incluso si otros no lo
hicieran –.
– ¿De
verdad? Entonces explícame porque no te detuvo cuando saliste
corriendo derecho a esta guerra civil. Y dime tambien por que
no regresaste junto a ella a Tukayyid –.
Las
palabras de Isis, expresadas de forma tan casual, se clavaron en
Víctor como espadas heladas. Se incorporó lentamente,
elevándose por encima de la mesa y mirándola desde arriba con
expresión ceñida.
– ¿Qué te
da el derecho a usar a Omi contra mí de esa forma? –.
– No que,
Víctor. Quien –. Ella lanzó una mirada de soslayo. – Ellos lo hacen
–.
Víctor
siguió su mirada hasta una pareja sentada en la mesa de al lado,
quienes pretendían mantener una conversación a su aire. No
podían haber oído mucho de los que Isis y él estaba diciendo, pero
era mas que obvio que estaban pendientes de cada gesto y de
cada palabra que captaban. La familia dos mesas mas allá ni
siquiera intentaba ocultar su fascinación. El hombre asintió y la
mujer sonrió indecisa. Sus hijos miraban fijamente a Víctor
con los ojos abiertos y una expresión próxima a la adoración. De
hecho, la totalidad del restaurante, al menos la sección a la
vista, parecía estar conteniendo colectivamente la respiración
para ver que haría el príncipe a continuación.
Víctor se
preguntó si así era como se sentía un borracho cuando finalmente se
veía forzado a admitir que tenia un ‘problema’. – Detén esto,
Isis–.
– No, –
negó con la cabeza. – Lo necesitas–. Su sonrisa parecía darle
ánimos desde algún lugar entre la preocupación y la
determinación.
– Háblales,
Víctor. Ellos son tu pueblo –. Atrapado, reconociendo la
verdad en lo que decía, Víctor solo pudo hacer un gesto de saludo
hacia los pocos adultos cercanos. Sonrió a los niños y
lentamente volvió a sentarse. – No sabría que decirles, –
le dijo a ella.
Isis sonrió
de nuevo. – Es comprensible, pero harías mejor en empezar a pensar
de lleno en ello. No podrás mantener tu presencia aquí a los
lealistas de Katherine durante mucho mas
tiempo. Especialmente, – añadió con un toque de disculpa, –
después de nuestra pequeña excursión –. Lo cual significaba
que no ella no había llegado a un acuerdo con Morgan Kell o con
Seguridad. – Mas tarde o mas temprano, Víctor, tu pueblo va a
empezar a demandar algunas duras respuestas–. Ella miro
alrededor hacia los expectantes curiosos que les rodeaban. – Y
creo que será mas bien temprano –.
– No me
estas dando muchas opciones, ¿verdad? –.
– Víctor,
no has tenido opción alguna desde que declaraste la guerra en
Mogyorod. Lo sabes perfectamente. No importa que te haga
Katherine, no importa quien mas caiga en la lucha, no puedes
huir ahora –.
No, no
podía. Víctor tambien lo sabia, aunque se había resistido a creerlo
durante los pasados meses. Necesitaba tiempo para recobrar el
equilibrio, pero ahora que lo tenia, solo quedaba aquel primer
y temeroso paso que dar. Las dudas acerca de lo que podría
pasar si volvía y no estaba preparado todavía le inundaban y
minaban su confianza. Aun así, Isis había avivado la llama de un
ascua moribunda, y súbitamente se sintió mas preocupado por lo
que podría haber pasado en su ausencia o por si fallaba
en actuar a tiempo. Era un ardor frió, distinto al sentimiento
que le había impulsado a promover la guerra civil contra la
tiranía de Katherine en aquella primera ocasión. De nuevo,
había llegado el momento.
– Si me
disculpas, – dijo apartando su silla y dando media vuelta. – Debo
dirigir unas pocas palabras a nuestra audiencia –. Isis
miro hacia algunos de los expectantes y atentos rostros. – ¿Qué vas
ha decirles? –.
– Creo que
empezaré con un simple adiós, – Víctor mantuvo su voz baja y
constante. – Después de todo, vamos a dejar Muphrid –. Él
devolvió la mirada de Isis. – Mas que eso, creo, voy a dejar a Omi
atrás. Otra vez–. Cerró sus ojos y pidió perdón a su recuerdo.
– Al menos tanto como sea capaz. Como en aquella ocasión, no
puedo permitirme el llevarla conmigo –.
– Ella lo
entendería, Víctor–. Isis bajó su mirada hacia sus manos. – Te
amaba por encima de todo –.
– Lo sé, –
dijo Víctor, mas para sí mismo que para Isis. – Y justamente eso es
lo que lo hace tan difícil –.