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‘La lealtad, a pesar del dicho popular, no puede ser ganada o perdida. Se recibe en la misma medida en que se otorga. Y si en algunas ocasiones se vuelve ciega ante nuestras debilidades humanas, bien, entonces es cuando más es necesaria.’ 

– Causa y Efecto, Prensa de Avalon, 3067

 

Meseta de Sandstain, Thorin
Teatro de Operaciones Libertad
Alianza Lirana

24 de Enero del 3066

Después de correr durante medio día por delante del enérgico barrido del 1º de Jaegers de Alarion, el Capiscol en funciones Shakov no vio razón para que Morgan Kell ordenara a los Hombres del Príncipe ocupar rápidamente la Meseta de Sandstain, el más paupérrimo pedazo de Thorin que jamás hubiera visto antes. Era enorme y plano, lo cual daba todas las ventajas a la fuerza más numerosa. Los Jaegers reclamaban ese honor, con cerca de dos batallones completos de mech desplegados.
La 244º respondía con una mayor velocidad y una coordinación superior, lo cual no era poco dado que los hombres de Shakov hacían sangrar una y otra vez las narices de los lealistas antes de escabullirse lejos. Eso hacia que la fuerza lirana fuera demasiado cauta, lo cual era la única razón para explicar el cómo y el por que esta escaramuza había durado tanto tiempo como lo había hecho. Ninguno de los dos bandos quería exponerse demasiado, a sabiendas de que un error podría decidir toda la batalla.

 

Shakov no estaba dispuesto a cometer ese error. Desde su enfrentamiento con los Jaegers en York y después en Tikonov, sabia que su mejor estrategia descansaba en empantanar al oponente con su rápido despliegue de blindados e infantería mecanizada. Una vez hecho eso, deslizarían los mech pesados por los flancos o por la retaguardia, y todo estaría acabado. Hoy Shakov estaba instruyendo al oficial al mando de los Jaegers, el Coronel Hoffman, en el valor de la alta movilidad de una fuerza exploradora. Con un buen llano con el que trabajar, mantuvo una compañía de blindados rápidos alejada a cierta distancia en su flanco más distante para a acosar e inmovilizar cualquier intento de rodear sus líneas.

 

– Nuevo contacto, líneas orientales, – informó uno de sus comandantes de blindados. – Cuatro mech pesados, en dirección Oeste-Sudoeste –.

 

Shakov intercambio algunos disparos a larga distancia con un Penetrator lirano, llevándose la peor parte a medida que los laseres de largo alcance delPenetrator trabajaban sobre él.. Uno de ellos deslizo un brillante rayo escarlata a lo largo de la protección de su cabina, clavándose finalmente en su hombro izquierdo y errando en el parabrisas de ferrocristal por medio metro. Él dejó volar una nueva salva de mísiles, formando una sucia estela de humo gris que escapó de su costado izquierdo.
Después de eso, se alejo del Penetrator mientras ordenaba a un par de tanques Burke que le intimidaran con su mejor potencia de fuego.

 

– Kevin, para en seco a ese Penetrator si los Burkes no logran hacerle retroceder. Mantén la línea por mí–.

 

Shakov hizo pivotar a su Exterminator y siguió a su compañera de batalla hasta la retaguardia. Observando los gráciles saltos de Tiaret, con su armadura de combate de Elemental cubriendo docenas de metros en cada enérgico brinco, se preguntó como podían otros mechwarrior llamar a los Elementales de los Clanes ‘sapos’.

 

El Vicecapiscol Bills hizo correr a su reconstruido Raijin hasta el hueco. – No se retrase mucho, Capiscol Shakov. Los Jaegers están cogiendo fuerzas para un nuevo ataque –.

O eso querían que los Hombres del Príncipe pensaran. Parpadeando a través de su programa de frecuencias, Shakov encontró al vicecapiscol Dutchell, quien mandaba el grupo de blindados de la avanzada oriental.

 

– Dutchell, quiero que se mantenga lejos de esa lanza y les deje pasar. Encuentre a alguien con quien entretenerse durante unos pocos minutos. ¡Dejemos que su plan funcione por esta vez –.

 

Dutchell copio la orden y movió sus aerodeslizadores para enfrentarse a una compañía mixta de infantería y blindados pesados de los Jaegers. Shakov dejaría que se retrasaran solo lo justo para permitir que esos mech se adentraran en la zona de tiro. Entonces, llamaría de vuelta a los blindados para golpearles desde detrás mientras su propio equipo y unos pocos mas actuaban como yunque. Un rápido y robusto plan, excepto por el trío de armaduras de batalla Fenrir que saltaron a la refriega contra el vicecapiscol Dutchell y su columna de tanques. En un momento, la estrategia lealista estuvo a punto de funcionar, frenando a los más rápidos blindados mientras otra lanza de mechs enemigos se adentraba en el flanco de los ComGuardias.

 

– ¡ Por la Sangre de Blake, – maldijo Shakov, – ¿Qué estamos haciendo ahí fuera? –. Cargó con su lanza contra los Jaegers, haciéndoles retroceder en el flanco oriental antes de que ellos hicieran lo mismo con él. – Dadles algo de tiempo, – grito por la frecuencia general.

 

Un par de Stilettos nuevos se acercaron demasiado, y Shakov asigno los laseres y los mísiles a su gatillo principal. La descarga se abrió paso a través del blindaje del costado izquierdo de uno de los mech ligeros y a continuación uno de sus raros tanques Kanga con capacidad de salto acertó de rebote a perforar el deposito de mísiles del Stiletto. La energía destructiva desgarró todo el costado derecho de la maquina, surgiendo en forma de una gran bola de fuego por la espalda a medida que los materiales de construcción de la célula canalizaban la fuerza de la explosión lejos del reactor de fusión. Aun así, nunca es fácil escapar de tal clase de fuerza bruta. El mechwarrior perdió el control de su maquina, y esta empezó a girar dando una veloz pirueta antes de darse de bruces contra el duro suelo. Un par de Zephyrs de los ComGuardias lo remataron con sus laseres y sus mísiles de corto alcance, dando una pasada justo por encima del Stiletto caído. No se volvió a levantar.

 

– Estamos a salvo, – grito Dutchell. – Ocho maquinas listas para apoyarle en el flanco, Capiscol –. Shakov asintió. – Son demasiados para poder enfrentarles y mantener la línea, – dijo. – Prepárense para retroceder a las siguientes nuevas coordenadas –. Maldijo de nuevo, con voz silenciosa esta vez. – Morgan Kell nos quería aquí fuera por alguna razón. ¿Alguien sabe por qué? –. El silencio fue su respuesta durante un largo numero de latidos de su corazón –.

 

Entonces una nueva voz dijo, – Yo sí –.

 

Shakov no había esperado una respuesta. Especialmente no una con esa voz. Podía decir por su potencia, lo suficientemente poderosa para causar un crujido chisporroteante de estática, que la transmisión no venia directamente de mech a mech, y tampoco procedía de alguien que usase equipamiento ComStar. Debía tratarse de una señal rebotada en un satélite. O de una Nave de Descenso.

 

– Levantad la cabeza, – gritó con una súbita explosión de entusiasmo, acelerando su Exterminator hasta su velocidad punta de cerca de cien kph. – Vamos a tener compañía –.

 

Tiaret ya se había aferrado al hombro del segundo Stiletto, escarbando en su blindaje como una garrapata negra en un perro de pelo largo y gris. Shakov les persiguió, siguiendo el rastro del Stiletto de regreso a sus propias líneas a la cabeza de toda una unidad de nivel I de blindados y mechs. Nadie disparó al mech ligero, dejándoselo exclusivamente a Tiaret.

 

Una ráfaga de brillante energía alcanzó y se deslizo por el Exterminator, a la cual Shakov respondió con una salvaje puntería. Dos de sus laseres medios se clavaron en la cabeza de un cercano Falconer, dejando pasmada a la maquina de setenta y siete toneladas. Esta se inclinó sobre su lado izquierdo y cayo al suelo, con su piloto obviamente afectado.

 

La elección de Morgan acerca de la meseta adquirió mas sentido ahora. Seria fácil reconocerla en orbita y se trataba de un emplazamiento natural para el aterrizaje. Shakov elevó la mirada a través de su parabrisas blindado y descubrió dos puntos gemelos de deslumbrante luz descendiendo justamente sobre la cabeza de los Jaegers de Alarion. Y gracias a lo que debía ser un frenado a tres ges, le llevo solo unos pocos segundos a la primera estrella caída transformarse en una brillante cola de llamas que sobresalía por debajo de una Nave de Descenso clase Overlord.

 

– Desde aquí, parece como si os estuvierais desviando un poco del curso, – dijo entonces Shakov, recordando una situación similar en los primeros inicios de la guerra civil. Solo que en aquel entonces él había estado en una de aquellas naves de Descenso. – Ese es el lado de los Jaegers –. Víctor Davion aparentemente recordaba muy bien aquel día. – Lo siento, supusimos que estaríais en el lado vencedor de la batalla –.

 

Casi las mismas palabras que Shakov le había dicho a Víctor mientras los Hombres de Príncipe descendían sobre Newtown Square al inicio de la guerra. Uno de los juegos de puertas del gigantesco hangar de la Nave de Descenso se deslizó a un lado, y antes de que se abriera completamente, un Centurión había ya saltado al exterior para descender sobre sus propios propulsores. Otro trío de battlemech, todos pintados con el mismo dorado y marfil, le siguieron por detrás, uno tras otro. La enorme variedad de armas de la Overlord abrió fuego desde el cielo a sus espaldas, haciendo llover la destrucción sobre la posición de los alarianos.

 

– Les daremos con todo lo que tenemos, – dijo Víctor. – Vosotros sois el martillo y nosotros el yunque –.

 

Olvidándose de la tecnología de selección óptica puesta a su disposición, Shakov simplemente conmutó el interruptor que pasaba su sistema de comunicaciones a la frecuencia abierta de toda la 244º. Las noticias eran demasiado buenas para no compartirlas.

 

– En caso de que no hayáis prestado atención, – dijo imponiéndose en los oídos de toda la división, – El Príncipe Víctor acaba de llegar. Limpiemos este campo de aterrizaje, y gente, quiero decir ya mismo –. 
.......

 

Con un par de Overlords descendiendo detrás de ellos y los Hombres del Príncipe, empujándolos de frente, los Jaegers de Alarion no estaban dispuestos a quedarse quietos y ser atrapados por el fuego cruzado. Víctor observó desde el monitor del puente como Kai Allard-Liao hacia descender su mech en la retaguardia lealista, encabezando una lanza completa de su Caballería de Saint Ives. Hicieron poco mas que ser heraldos de su propia llegada, intercambiado unos pocos laseres a larga distancia y algunos tiros de cañón automático ligero antes de que los Jaegers rindieran el campo y escaparan hacia el noroeste.

 

Kai decidió permanecer de patrulla, dirigiéndose hacia el perímetro de seguridad que se había formado entorno a la temporal base de operaciones de Víctor. Confiando en el ‘todo despejado’ de su amigo, Víctor tomo un ascensor para descender al hangar principal de la Overlord.

 

Prometheus, el Daishi diseñado por los Clanes perteneciente a Víctor, era el único mech que quedaba para entonces en la cavernosa bahía fijado en su nicho de mantenimiento. La maquina de asalto de cien toneladas estaba tan preparada como solo seis meses de revisión podían lograr. Totalmente armado y blindado. El más moderno equipo de comunicaciones instalado. Recién pintado en azul y blanco, adornado en plata, el omnimech una vez más lucia los colores del 10º de Guardias Liranos de Víctor, los ‘Espectros’. En su pecho, un guerrero esquelético destacaba sobre un deslumbrante relámpago, era una insignia que la maquina no había llevado desde que Víctor aceptara el puesto de Capiscol Marcial de la ComGuardia.

 

– Pronto, – murmuró Víctor para sí mismo tanto como para su mech.

 

Sabia que era poco probable que Prometheus pisara Thorin, no si todo iba según los planes, pero habría otras batallas. Víctor estaba aquí para unirse al esfuerzo de guerra, para bien o para mal. Si el esfuerzo de guerra quería aceptarle.

 

Mientras alcanzaba la cabecera de la rampa de descenso, dejó descansar esa preocupación. Tiaret le esperaba embutida en su traje, en su armadura de Elemental doblaba casi dos veces su estatura. A pesar de todas las garantías de Kai, la antigua guardaespaldas de Víctor obviamente no estaba dispuesta a correr riesgos adicionales con su seguridad. Su corpulencia ocultó la rampa de los ojos de Víctor durante unos pocos pasos, entonces ella se hizo a un lado para permitirle ver el improvisado desfile que habían formado los Hombres del Príncipe. La infantería se alineaba a ambos lados del camino que descendía a tierra, con las armas dispuestas para la inspección. Al pie de la rampa, el Exterminator de Rudolf Shakov se alzaba frente a dos tanques de batalla Chalenger X. Ambas líneas alternaban entonces entre uno de los mechwarrior supervivientes de los ComGuardias y un par de vehículos, extendiéndose medio kilómetro en la meseta.

 

– Tiempo de pasar revista a tus tropas, – dijo suavemente Isis Marik, apareciendo a su lado. Vestida con la púrpura y el dorado de la Liga de Mundos Libres de la Casa Marik, llevaba puesto un mono de una sola pieza. Su pelo castaño estaba recogido en una simple y funcional coleta.
– ¿Lo has preparado tú? – le preguntó Víctor, vislumbrando a Shakov esperando al final de la rampa.
– No, aunque yo lo tomaría como una buena señal –. Víctor asintió. – Ya veremos –.

 

Isis no era mechwarrior ni había sido entrenada en los entresijos de las guerras del siglo treinta y uno. No sabia que esta clase de parada era mas adecuada para un terreno de desfiles, para los visitantes, no para un comandante de batalla. Shakov sin duda lo había hecho como un gesto de respeto, pero también de cautela.

 

Víctor e Isis recorrieron el corto descenso de la rampa, y entonces se detuvieron justo en el borde, esperando que Shakov se aproximara. Él llevaba puesto todavía el atuendo de mechwarrior, el corto chaleco refrigerante mas apropiado para una cabina que para el gélido páramo. La carne de gallina se vislumbraba por sus piernas y sus brazos mientras saludaba.

 

– El Capiscol interino Rudolf Shakov da la bienvenida al Príncipe a Thorin –.

 

Príncipe. No ‘Capiscol Marcial’, ni siquiera ‘general’, advirtió Víctor. Él devolvió el saludo y después estrechó cálidamente la mano de Shakov y la sostuvo así durante un momento. – Siento lo del Capiscol Irelon, – dijo lo primero. – Raymond era un buen hombre y un amigo –. – Y él nunca dudó que volveríais, – dijo Shakov en voz baja. Sus oscuros ojos reconfortaron a Víctor. Shakov dio un paso atrás, poniéndose firme. – Estoy preparado para ser relevado, – dijo formalmente.

 

– ¿Relevado? – Víctor estaba confuso, la palabra se le escapó incluso antes de darse cuenta de lo que Shakov estaba diciendo. Esta no era un desfile de inspección, ¡Era una ceremonia de toma del mando! Sin preguntas, sin dudas, Shakov había formado a los Hombres del Príncipe para devolverlos a la autoridad directa de Víctor. La gratitud le inundó, apartando de su lado el frió y levantando el animo de Víctor. ¿Cómo pudo alguna vez ganarse la lealtad de tales hombres?

 

Sonriendo por primera vez desde que Isis le desafiara a volver a la guerra, Víctor dio a Shakov un rápido gesto negativo con la cabeza. – No se va a escapar tan fácilmente, Capiscol –. Lo dijo en voz lo suficientemente alta para que aquellos que estaban cerca le oyeran confirmar a Shakov en el cargo. – Ha hecho un buen trabajo aquí, y todavía le quedan algunas cosas por hacer. Además todavía está a las ordenes de Morgan Kell. No le he relevado del mando en Thorin. Todavía no –.

 

Shakov frunció el ceño. – ¿No encabezareis el final de la Quinta Oleada? – No, – dijo Víctor, – pero solo a causa de que la Quinta Oleada terminará pronto. El próximo mes de hecho. La lucha está a punto de tomar una nueva dirección, y embarcarse en una gran tarea de mayor importancia. He vuelto para hacer pagar a Katherine el precio de sus juegos políticos –. Eso devolvió la sonrisa al rostro de Shakov. – Sonáis como el comandante que llegue a conocer. Así pues, ¿conduciréis la Sexta Oleada al mando de los Hombres del Príncipe? –.

 

El silencio se alargó mientras Víctor tomaba aliento para decir lo que tenia que decir. La 244º División de ComGuardias se había vuelto una renegada por su causa, salvando su vida en Newtown Square. Su decisión de apoyar su marcha para detener a Katherine les había costado su posición sus altos oficiales y demasiadas de sus vidas para tomar su sacrificio a la ligera. Habían hecho ya tanto por él que se sentía nervioso de contarle a Shakov su decisión. Pero se merecían la verdad, de sus propios labios.

 

– No puedo decirte cuan honrado me siento de haber luchado junto a la 244º, Rudolf–. Víctor lanzó una mirada sobre los infantes más cercanos. – Aunque igualáis a lo mejor que la Federación de Soles o la Alianza Lirana puedan tener, no puedo ir a Nueva Avalon a su cabeza. El 10º de Guardias Liranos está en ruta, y conduciré a mis Espectros de aquí en adelante –. Hizo una pausa, observando a Shakov mientras este se acariciaba la perilla, considerando la decisión.
– Tiene que ser de esta forma. Este es tu mando ahora. Esta es tu gente. Debes liderarlos tu –.

 

El silencio reinó durante muchos segundos, y Víctor se removió inquieto. – Si tienes algo que decirme, este es el momento, – añadió.
Shakov no mostró ningún signo de rechazo o disgusto, aunque Víctor estaba seguro que los sentía. Dio un paso adelante para extenderle una mano y aceptar otro apretón de manos, tan fácilmente como había aceptado la decisión de Víctor.

– Bienvenido de vuelta a la guerra, – dijo con entusiasmo, – Alteza –.