–– 23 ––
‘Demasiada
gente apoyó a mi hermana durante su ascenso al poder.
Ella practicó un juego maestro de intriga y política, lo
admito. Pero aquellos que me asombran son los que
permanecieron a su lado durante tanto tiempo, sin ver nunca, o
sin permitirse ver, lo que ella era en realidad. ¿En qué punto
dejaron de preocuparse por la verdad?’
- Causa y Efecto, Prensa de Avalon,
3067
Jardines Davion de la
Paz
Ciudad Avalon, Nueva
Avalon
Marca
Crucis
Federación de
Soles
20 de Noviembre del
3066
Katrina había
elegido los Jardines Davion para el discurso publico de esta
mañana. También conocidos como el Parque de la Paz, los
exuberantes terrenos limitaban con el Monte Davion y pasaban por
el campus principal del ICNA para acabar en Ciudad Avalon. Era
un popular lugar de retiro es estas primeras semanas de
primavera, cuando los brotes verdes devolvían a los esqueléticos
árboles la vida y el color arrebatados por el invierno. Un
brusco viento agitó la espesa hierba del parque, llevando consigo
el frió toque de la ultima noche de lluvias al igual que los
aromas de los recién florecidos azafranes
y narcisos.
La brisa atrapó
también un mechón del cabello dorado de Katrina, agitándolo sobre
su rostro. Ella lo quitó de en medio con una gracia natural,
sin apartar nunca la mirada de la pequeña asamblea
de periodistas y holocamaras que esperaban a su
Princesa-Arcontesa.
Avanzo
lentamente, sin prisas y quizás con un toque de tristeza. El
sendero de adoquines era uno de los muchos que se extendían
por debajo de las amplias ramas de un pequeño y espeso bosque,
conduciendo cada uno a varios jardines o estatuas que
conmemoraban acciones de heroísmo y sacrificio.
Su telón de fondo
para el breve discurso de hoy era un monumento de acero y piedra
negra, situado en el cuenco de un anfiteatro. Una llama eterna
ardía y se consumía sobre un trío de figuras. Un perro, herido
y desangrado, protegía el rescate de una niña mientas una
pantera negra, esculpida con estilo oriental, miraba
hambrienta a la niña con sus ojos de obsidiana. Una pieza
maravillosa. La había elegido con mucho cuidado, pero no sin
ciertas reservas, dado que conmemoraba el rescate de Melissa, la
madre de Katrina, por parte de los Demonios de Kell durante la
Cuarta Guerra de Sucesión y era también un monumento a la
perdida de Patrick Kell, hermano de Morgan Kell. Pese a todo, si
jugaba correctamente con los medios, mostraría cuanto habían
caído los Demonios de su antigua posición.
Ocupando su lugar
enfrente de la estatua, Katrina hizo una pausa para estudiarla. No
era que esperara encontrarle un nuevo significado en el
panorama, sino para confirmar su elección de vestuario.
Su pantalón y chaqueta blancos relucían en palta y azul,
aguantando bien frente a la piedra negra y al pulido acero.
Así lo había considerado el día anterior, sin dejar nada al
azar.
Se tomó ahora un
momento para darle a todo el mundo tiempo de recordar el origen de
la estatua. Era una maravillosa historia trágica de sacrificio
personal, algo que Katrina quería que la gente de Nueva Avalon
considerara en lo que tenia que pedirles. Con Víctor controlando ya
el continente de Brunswick y lanzando serios ataques contra
los continentes de Rocktock y Albion, necesitaba la fuerza de su
gente ahora mas que nunca.
Algo difícil de
admitir, pero cierto pese a todo.
– Pueblo de Nueva
Avalon, – empezó juntando sus manos por delante, a la altura de la
cintura. – No hay ninguna forma de aliviar el dolor que todos
sentimos mientras las brutalidades de la guerra civil de
mi hermano golpean nuestro hogar. Esta interrupción de
nuestras vidas, la amenaza a nuestra seguridad,
la incertidumbre del que nos traerá el mañana pesan sobre
todos nosotros. Nuestro único consuelo es el saber que lo que
ahora sufrimos no es nada que cientos de mundos no hayan ya sufrido
a lo largo de este desesperado enfrentamiento –.
Sostuvo la mirada
de la cámara durante un momento. – Sufrimos la rabia de Víctor por
ser incapaz de igualar las glorias militares de nuestro padre,
– dijo finalmente. – Sufrimos su falta de liderazgo,
siempre escondiéndose en la necesidad de hacer la guerra al
enemigo. A cualquier enemigo. Incluso a uno que él mismo ha
creado dentro de su propia familia. En demasiadas ocasiones hemos
extendido la mano en señal de paz y amistad, solo para ser
apartada a un lado por la paranoia de Víctor. Hemos sufrido, –
hizo otra pausa para doblar el efecto, – hemos sufrido la
impotencia de Víctor para vengarse por el asesinato de Omi
Kurita –. Bajó la mirada, como si se avergonzara al decirlo, – Su
amor –.
Rabia,
incapacidad, paranoia, e impotencia, rasgos que la gente aborrecía
en cualquier líder, especialmente en un hijo de Hanse Davion.
Y Katrina prácticamente había declarado que Víctor y
Omi habían sido amantes. Katrina sabia, lo sabia, que eso era
cierto, pero allí donde le faltaban las pruebas
las acusaciones la servían igual de bien. ¿Acaso no se lo
había recordado Víctor recientemente? La gente sacaría las
oportunas conclusiones por sí misma.
– Víctor controla
totalmente nuestro continente de Brunswick, – continuó, admitiendo
lo que los medios y noticieros habían informado días atrás. –
Con nuestras fuerzas dispersas en respuesta a los
ataques iniciales dirigidos por el renegado Tancred Sandoval,
poco podíamos hacer para detenerle. Era necesario, de hecho,
proteger Albion y salvaguardar Ciudad Avalon, sede del poder de
toda la Federación de Soles y una de las más fuertes guías de
toda la Esfera Interior –.
Cuidando siempre
de no empequeñecer a su Alianza Lirana, Katrina estaba obligada a
hilar muy fino para no declarar que Nueva Avalon era la
capital más importante. Lo era por supuesto, con ella
dentro. Pero no podía permitirse admitirlo
abiertamente.
– Es necesario
que todos nosotros resistamos este asalto a nuestros hogares de
cualquier forma posible. Por ello ahora os suplico a vosotros,
mis Primeros Ciudadanos de la Federación de Soles, que ayudéis
en este enfrentamiento, para prevenir que Víctor traiga a
Nueva Avalon la misma oscuridad que Stefan Amaris llevó en una
ocasión a Terra. Como el Gran Usurpador, el poder de Víctor
descansa en aquellos que colaboran con él –. Puso todo su odio
en esta ultima palabra, cargándola de desprecio, como si
fuera algo sucio.
– Resistidle, mis
ciudadanos, si acaso no con otra forma que la desobediencia civil.
Protegeos a vosotros mismos de la cólera de Víctor, pero a
menos que sea por al fuerza de las armas, negaos a apoyar
su campaña de sangrienta violencia. Salid de vuestros trabajos
y regresad a vuestros hogares. Ayudad a vuestros vecinos en
tiempo de necesidad, pero negad el descanso a los soldados del
enemigo –.
Suavizó su
mirada, permitiendo que el peso de sus responsabilidades alcanzará
al ciudadano medio de Nueva Avalon. – Sé que lo que os estoy
pidiendo representa el aislamiento y el colapso de la industria
en Brunswick. Sé que lo que os estoy pidiendo representa
soportar grandes privaciones. Pero el poder descansa en
vuestras manos, como siempre ha sido. Sin vuestra ayuda, – les
prometió, – la rebelión de Víctor no puede triunfar
–.
– Está en
vuestras manos. Sé que estaréis a la altura de la tarea
–.
........
Como si Katrina
planeara dejar su destino, y el destino de sus dos naciones ganadas
a pulso, en manos de ciudadanos comunes. No mientras todavía
tuviera sus ejércitos,... y sus alianzas.
Los suaves
acordes de una ligera y tranquila sinfonía llenaban su cámara
personal en el Palacio Davion, enfrentándose con su estado de
animo y perdiendo la batalla cuando rudamente apagó su sistema
de sonido. Cruzó el recibidor con pasos firmes, ignorando las
puertas que daban paso a su dormitorio y asaltando en su lugar
la sala de estar. Cruzando la habitación llegó hasta un mueble de
roble blanco situado frente a un sofá de seda marfileña. Abrió
las puertas para dejar al descubierto un pequeño proyector
holográfico y después deslizó un cristal de datos en el
lector.
Le haba sido
entregado por un correo comercial, y Katherine conocía la identidad
del remitente. La imagen inicial se lo confirmó, mostrando una
tormenta helada de estática gris. Miro dentro de su brazalete
de oro, el brazalete que Vlad había diseñado para ella, y usó sus
‘marcas de registro’ para calcular el código de seguridad del
día. Tecleó los últimos números en un pequeño teclado, y su
código liberó permanentemente el contenido. Katrina tomo nota
mental de guardar el cristal en su caja fuerte personal, o de
destruirlo inmediatamente después de visionarlo.
– Se ha lanzado
contra Arc-Royal, – murmuró Katrina para sí misma, mezclando la
expectación y la necesidad. – Los Lobos obligarán a Phelan y a
Morgan Kell a retirarse de Tharkad –.
Todo era parte de
su ultimo plan, concebido en secreto junto a su Campeón, Simón
Gallagher, poco después de la misteriosa desaparición de
Richard Dehaver. En el fondo, era poco mas que un regreso a
su esquema original. Liberar la Alianza Lirana, tras lo cual,
Nondi reuniría todas las tropas disponibles para asaltar la
Federación de Soles, como si fuera una de las avalanchas de
Tharkad. Recuperarían Tikonov y Kathil, asegurarían los puntos
de saltos en los sistemas exteriores y Víctor quedaría atrapado en
Nueva Avalon a su merced.
Por supuesto, si
la caballería llegaba demasiado tarde, Katrina simplemente podría
reunirse con ellos en el espacio de la Federación de Soles, y
ellos escoltarían a la Arcontesa de vuelta a la capital de
la Alianza. Con Nueva Avalon tan fuertemente amenazada Katrina
estaba dispuesta a buscar una posición de repliegue. Todo lo
que necesitaba era que Vlad se aceptara su oferta inicial,
liberándola y enfrentándose él mismo a los Lobos renegados en
Arc-Royal.. Katrina le había mandado un mensaje muchos meses
atrás con el cambio en su posición. Le fastidió ser obligada a
reconocer debilidad, incluso aunque fuera una pequeña, pero
encontraría una forma de compensar los esfuerzos de Vlad en
su nombre. No quedaría en deuda con ningún hombre,
especialmente no con una pareja potencial.
Pero el rostro de
Vlad no era uno de los que caldearían su corazón en esta ocasión.
Conforme la imagen holográfica llenaba la pequeña pantalla, él
le lanzó una mirada llena de fría ira.
– Katrina, –
dijo, con voz educada y fría, obsequiándola sin dar títulos ni
apellidos. – Tu petición es rechazada de plano –.
Eso no era lo que
ella había esperado.
– Cuando
implicaste a todo el Cordón de Defensa como parte de tu guerra, mi
oportunidad de atacar a los Lobos abjurados desapareció. Lo
acepte como tu igual, como había prometido. Tu... –. La miro aun
más duramente. – ¿No iras ahora a ceder ante tu enemigo
simplemente porque envidaste pobremente durante el desafió? Si
envidaste por debajo, llama a tus reservas. Si no tienes reservas,
es un pobre líder aquel que compromete todo lo que tiene
cuando sabe que aun no es suficiente. ¿De verdad creías que mis
Lobos eran tuyos para llamarles cuando los necesitases? ¿Acaso
soy yo un mercenario stravag, que se compra con monedas
políticas o personales y al que le dicen donde y cuando puede
combatir? –.
Katrina se dejo
caer sobre el sofá, sus rodillas habían cedido ante la arremetida
de Vlad. Lo que estaba diciendo no había sido, después de
todo, intención suya. De hecho, Katrina difícilmente podía seguir
el razonamiento de Vlad. Como ella no había admitido
inicialmente que le necesitara a él, ¿él no
interferiría ahora? ¿Cómo se suponía que ella iba a cimentar
su posición como igual si le daba evidencias de
su inferioridad? ¿Que clase de lógica era esa?. Lógica de
los Clanes, aparentemente.
El rostro de Vlad
había enrojecido con la rabia, su cicatriz formaba un pálido
sendero que descendía a un lado de su cara. Se calmó a
continuación con visibles esfuerzos.
– Aparentemente
todavía tienes mucho que aprender de nuestra forma de ser. Si
verdaderamente eres mi igual, Katrina, es algo que sabremos
pronto. Mis Lobos no interferirán. Tus enemigos son tuyos
para derrotarlos o no. Lo dejo en tus manos –.
Aunque Katrina
vio la ironía de la despedida de Vlad, tan parecida a la de su
propio discurso, no la encontró ni siquiera un poco divertida.
Levantándose lentamente de su asiento, llamando al orden a
sus rodillas y poniéndose recta, se acercó al lector y le
ordenó que borrara el cristal de datos. Hecho eso,
saco cuidadosamente el cristal del lector y después lo lanzo
por la habitación con una despiadada calma.
Recuperando su
asiento en el sofá, Katrina se abrazó a sus rodillas y miró a lo
largo de la habitación vacía. No era mucho lo que había
cambiado, salvo que sus ejércitos en el planeta deberían soportar
una ligeramente mayor carga. Ganarían la batalla de Nueva
Avalon para ella y después presionarían para retomar Tharkad,
o Tharkad se alzaría en su nombre y eventualmente enviaría
refuerzos en su ayuda a la Federación de Soles. Con solo un
poco de suerte, ganaría en ambos planetas, y una vez los
tuviera firmemente en la mano, nadie podría volverlos a
amenazar de nuevo.
Y para
Vlad.... Si él no estaba dispuesto a ayudarla, ella lo
conseguiría sin él. Después, cuando quisiera concederle
de nuevo un status de iguales, ella le haría pagar por este
abandono. Ocurriría tarde o temprano, lo sabia. Se habían
sentido atraídos el uno por el otro de una forma en que ninguno
podría resistir para siempre, y Katrina podía ser
paciente.
Cuando necesitaba
serlo.