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‘Demasiada gente apoyó a mi hermana durante su ascenso al poder. Ella practicó un juego maestro de intriga y política, lo admito. Pero aquellos que me asombran son los que permanecieron a su lado durante tanto tiempo, sin ver nunca, o sin permitirse ver, lo que ella era en realidad. ¿En qué punto dejaron de preocuparse por la verdad?’ 

- Causa y Efecto, Prensa de Avalon, 3067

 

Jardines Davion de la Paz
Ciudad Avalon, Nueva Avalon
Marca Crucis
Federación de Soles

20 de Noviembre del 3066

Katrina había elegido los Jardines Davion para el discurso publico de esta mañana. También conocidos como el Parque de la Paz, los exuberantes terrenos limitaban con el Monte Davion y pasaban por el campus principal del ICNA para acabar en Ciudad Avalon. Era un popular lugar de retiro es estas primeras semanas de primavera, cuando los brotes verdes devolvían a los esqueléticos árboles la vida y el color arrebatados por el invierno. Un brusco viento agitó la espesa hierba del parque, llevando consigo el frió toque de la ultima noche de lluvias al igual que los aromas de los recién florecidos azafranes y narcisos.

 

La brisa atrapó también un mechón del cabello dorado de Katrina, agitándolo sobre su rostro. Ella lo quitó de en medio con una gracia natural, sin apartar nunca la mirada de la pequeña asamblea de periodistas y holocamaras que esperaban a su Princesa-Arcontesa.

 

Avanzo lentamente, sin prisas y quizás con un toque de tristeza. El sendero de adoquines era uno de los muchos que se extendían por debajo de las amplias ramas de un pequeño y espeso bosque, conduciendo cada uno a varios jardines o estatuas que conmemoraban acciones de heroísmo y sacrificio.

 

Su telón de fondo para el breve discurso de hoy era un monumento de acero y piedra negra, situado en el cuenco de un anfiteatro. Una llama eterna ardía y se consumía sobre un trío de figuras. Un perro, herido y desangrado, protegía el rescate de una niña mientas una pantera negra, esculpida con estilo oriental, miraba hambrienta a la niña con sus ojos de obsidiana. Una pieza maravillosa. La había elegido con mucho cuidado, pero no sin ciertas reservas, dado que conmemoraba el rescate de Melissa, la madre de Katrina, por parte de los Demonios de Kell durante la Cuarta Guerra de Sucesión y era también un monumento a la perdida de Patrick Kell, hermano de Morgan Kell. Pese a todo, si jugaba correctamente con los medios, mostraría cuanto habían caído los Demonios de su antigua posición.

 

Ocupando su lugar enfrente de la estatua, Katrina hizo una pausa para estudiarla. No era que esperara encontrarle un nuevo significado en el panorama, sino para confirmar su elección de vestuario. Su pantalón y chaqueta blancos relucían en palta y azul, aguantando bien frente a la piedra negra y al pulido acero. Así lo había considerado el día anterior, sin dejar nada al azar.

 

Se tomó ahora un momento para darle a todo el mundo tiempo de recordar el origen de la estatua. Era una maravillosa historia trágica de sacrificio personal, algo que Katrina quería que la gente de Nueva Avalon considerara en lo que tenia que pedirles. Con Víctor controlando ya el continente de Brunswick y lanzando serios ataques contra los continentes de Rocktock y Albion, necesitaba la fuerza de su gente ahora mas que nunca.

 

Algo difícil de admitir, pero cierto pese a todo.

 

– Pueblo de Nueva Avalon, – empezó juntando sus manos por delante, a la altura de la cintura. – No hay ninguna forma de aliviar el dolor que todos sentimos mientras las brutalidades de la guerra civil de mi hermano golpean nuestro hogar. Esta interrupción de nuestras vidas, la amenaza a nuestra seguridad, la incertidumbre del que nos traerá el mañana pesan sobre todos nosotros. Nuestro único consuelo es el saber que lo que ahora sufrimos no es nada que cientos de mundos no hayan ya sufrido a lo largo de este desesperado enfrentamiento –.

 

Sostuvo la mirada de la cámara durante un momento. – Sufrimos la rabia de Víctor por ser incapaz de igualar las glorias militares de nuestro padre, – dijo finalmente. – Sufrimos su falta de liderazgo, siempre escondiéndose en la necesidad de hacer la guerra al enemigo. A cualquier enemigo. Incluso a uno que él mismo ha creado dentro de su propia familia. En demasiadas ocasiones hemos extendido la mano en señal de paz y amistad, solo para ser apartada a un lado por la paranoia de Víctor. Hemos sufrido, – hizo otra pausa para doblar el efecto, – hemos sufrido la impotencia de Víctor para vengarse por el asesinato de Omi Kurita –. Bajó la mirada, como si se avergonzara al decirlo, – Su amor –.

 

Rabia, incapacidad, paranoia, e impotencia, rasgos que la gente aborrecía en cualquier líder, especialmente en un hijo de Hanse Davion. Y Katrina prácticamente había declarado que Víctor y Omi habían sido amantes. Katrina sabia, lo sabia, que eso era cierto, pero allí donde le faltaban las pruebas las acusaciones la servían igual de bien. ¿Acaso no se lo había recordado Víctor recientemente? La gente sacaría las oportunas conclusiones por sí misma.

 

– Víctor controla totalmente nuestro continente de Brunswick, – continuó, admitiendo lo que los medios y noticieros habían informado días atrás. – Con nuestras fuerzas dispersas en respuesta a los ataques iniciales dirigidos por el renegado Tancred Sandoval, poco podíamos hacer para detenerle. Era necesario, de hecho, proteger Albion y salvaguardar Ciudad Avalon, sede del poder de toda la Federación de Soles y una de las más fuertes guías de toda la Esfera Interior –.

 

Cuidando siempre de no empequeñecer a su Alianza Lirana, Katrina estaba obligada a hilar muy fino para no declarar que Nueva Avalon era la capital más importante. Lo era por supuesto, con ella dentro. Pero no podía permitirse admitirlo abiertamente.

 

– Es necesario que todos nosotros resistamos este asalto a nuestros hogares de cualquier forma posible. Por ello ahora os suplico a vosotros, mis Primeros Ciudadanos de la Federación de Soles, que ayudéis en este enfrentamiento, para prevenir que Víctor traiga a Nueva Avalon la misma oscuridad que Stefan Amaris llevó en una ocasión a Terra. Como el Gran Usurpador, el poder de Víctor descansa en aquellos que colaboran con él –. Puso todo su odio en esta ultima palabra, cargándola de desprecio, como si fuera algo sucio. 
– Resistidle, mis ciudadanos, si acaso no con otra forma que la desobediencia civil. Protegeos a vosotros mismos de la cólera de Víctor, pero a menos que sea por al fuerza de las armas, negaos a apoyar su campaña de sangrienta violencia. Salid de vuestros trabajos y regresad a vuestros hogares. Ayudad a vuestros vecinos en tiempo de necesidad, pero negad el descanso a los soldados del enemigo –.

 

Suavizó su mirada, permitiendo que el peso de sus responsabilidades alcanzará al ciudadano medio de Nueva Avalon. – Sé que lo que os estoy pidiendo representa el aislamiento y el colapso de la industria en Brunswick. Sé que lo que os estoy pidiendo representa soportar grandes privaciones. Pero el poder descansa en vuestras manos, como siempre ha sido. Sin vuestra ayuda, – les prometió, – la rebelión de Víctor no puede triunfar –.

 

– Está en vuestras manos. Sé que estaréis a la altura de la tarea –. 
........

 

Como si Katrina planeara dejar su destino, y el destino de sus dos naciones ganadas a pulso, en manos de ciudadanos comunes. No mientras todavía tuviera sus ejércitos,... y sus alianzas.

 

Los suaves acordes de una ligera y tranquila sinfonía llenaban su cámara personal en el Palacio Davion, enfrentándose con su estado de animo y perdiendo la batalla cuando rudamente apagó su sistema de sonido. Cruzó el recibidor con pasos firmes, ignorando las puertas que daban paso a su dormitorio y asaltando en su lugar la sala de estar. Cruzando la habitación llegó hasta un mueble de roble blanco situado frente a un sofá de seda marfileña. Abrió las puertas para dejar al descubierto un pequeño proyector holográfico y después deslizó un cristal de datos en el lector.

 

Le haba sido entregado por un correo comercial, y Katherine conocía la identidad del remitente. La imagen inicial se lo confirmó, mostrando una tormenta helada de estática gris. Miro dentro de su brazalete de oro, el brazalete que Vlad había diseñado para ella, y usó sus ‘marcas de registro’ para calcular el código de seguridad del día. Tecleó los últimos números en un pequeño teclado, y su código liberó permanentemente el contenido. Katrina tomo nota mental de guardar el cristal en su caja fuerte personal, o de destruirlo inmediatamente después de visionarlo.

 

– Se ha lanzado contra Arc-Royal, – murmuró Katrina para sí misma, mezclando la expectación y la necesidad. – Los Lobos obligarán a Phelan y a Morgan Kell a retirarse de Tharkad –.

 

Todo era parte de su ultimo plan, concebido en secreto junto a su Campeón, Simón Gallagher, poco después de la misteriosa desaparición de Richard Dehaver. En el fondo, era poco mas que un regreso a su esquema original. Liberar la Alianza Lirana, tras lo cual, Nondi reuniría todas las tropas disponibles para asaltar la Federación de Soles, como si fuera una de las avalanchas de Tharkad. Recuperarían Tikonov y Kathil, asegurarían los puntos de saltos en los sistemas exteriores y Víctor quedaría atrapado en Nueva Avalon a su merced.

 

Por supuesto, si la caballería llegaba demasiado tarde, Katrina simplemente podría reunirse con ellos en el espacio de la Federación de Soles, y ellos escoltarían a la Arcontesa de vuelta a la capital de la Alianza. Con Nueva Avalon tan fuertemente amenazada Katrina estaba dispuesta a buscar una posición de repliegue. Todo lo que necesitaba era que Vlad se aceptara su oferta inicial, liberándola y enfrentándose él mismo a los Lobos renegados en Arc-Royal.. Katrina le había mandado un mensaje muchos meses atrás con el cambio en su posición. Le fastidió ser obligada a reconocer debilidad, incluso aunque fuera una pequeña, pero encontraría una forma de compensar los esfuerzos de Vlad en su nombre. No quedaría en deuda con ningún hombre, especialmente no con una pareja potencial.

 

Pero el rostro de Vlad no era uno de los que caldearían su corazón en esta ocasión. Conforme la imagen holográfica llenaba la pequeña pantalla, él le lanzó una mirada llena de fría ira.

 

– Katrina, – dijo, con voz educada y fría, obsequiándola sin dar títulos ni apellidos. – Tu petición es rechazada de plano –.

 

Eso no era lo que ella había esperado.

 

– Cuando implicaste a todo el Cordón de Defensa como parte de tu guerra, mi oportunidad de atacar a los Lobos abjurados desapareció. Lo acepte como tu igual, como había prometido. Tu... –. La miro aun más duramente. – ¿No iras ahora a ceder ante tu enemigo simplemente porque envidaste pobremente durante el desafió? Si envidaste por debajo, llama a tus reservas. Si no tienes reservas, es un pobre líder aquel que compromete todo lo que tiene cuando sabe que aun no es suficiente. ¿De verdad creías que mis Lobos eran tuyos para llamarles cuando los necesitases? ¿Acaso soy yo un mercenario stravag, que se compra con monedas políticas o personales y al que le dicen donde y cuando puede combatir? –.

 

Katrina se dejo caer sobre el sofá, sus rodillas habían cedido ante la arremetida de Vlad. Lo que estaba diciendo no había sido, después de todo, intención suya. De hecho, Katrina difícilmente podía seguir el razonamiento de Vlad. Como ella no había admitido inicialmente que le necesitara a él, ¿él no interferiría ahora? ¿Cómo se suponía que ella iba a cimentar su posición como igual si le daba evidencias de su inferioridad? ¿Que clase de lógica era esa?. Lógica de los Clanes, aparentemente.

 

El rostro de Vlad había enrojecido con la rabia, su cicatriz formaba un pálido sendero que descendía a un lado de su cara. Se calmó a continuación con visibles esfuerzos.

 

– Aparentemente todavía tienes mucho que aprender de nuestra forma de ser. Si verdaderamente eres mi igual, Katrina, es algo que sabremos pronto. Mis Lobos no interferirán. Tus enemigos son tuyos para derrotarlos o no. Lo dejo en tus manos –.

 

Aunque Katrina vio la ironía de la despedida de Vlad, tan parecida a la de su propio discurso, no la encontró ni siquiera un poco divertida. Levantándose lentamente de su asiento, llamando al orden a sus rodillas y poniéndose recta, se acercó al lector y le ordenó que borrara el cristal de datos. Hecho eso, saco cuidadosamente el cristal del lector y después lo lanzo por la habitación con una despiadada calma.

 

Recuperando su asiento en el sofá, Katrina se abrazó a sus rodillas y miró a lo largo de la habitación vacía. No era mucho lo que había cambiado, salvo que sus ejércitos en el planeta deberían soportar una ligeramente mayor carga. Ganarían la batalla de Nueva Avalon para ella y después presionarían para retomar Tharkad, o Tharkad se alzaría en su nombre y eventualmente enviaría refuerzos en su ayuda a la Federación de Soles. Con solo un poco de suerte, ganaría en ambos planetas, y una vez los tuviera firmemente en la mano, nadie podría volverlos a amenazar de nuevo.

 

Y para Vlad.... Si él no estaba dispuesto a ayudarla, ella lo conseguiría sin él. Después, cuando quisiera concederle de nuevo un status de iguales, ella le haría pagar por este abandono. Ocurriría tarde o temprano, lo sabia. Se habían sentido atraídos el uno por el otro de una forma en que ninguno podría resistir para siempre, y Katrina podía ser paciente. 
Cuando necesitaba serlo.