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‘Cuando
escuché que Phelan Kell habia muerto en una misión me negué
a creerlo. Ni siquiera lo creí cuando los supuestos piratas se
convirtieron en los Clanes invasores. Siempre he pensado que
mi primo era un caso de disciplina, es cierto, pero como
mechwarrior le consideraba apenas sin rivales. Creo que no se
lo he dicho nunca. Quizás porqué nunca confié lo suficiente en
que dejara de lado sus propias dudas y lo aceptara como un
cumplido en lugar de como una forma de darle mi
aprobación’
- Causa y Efecto, Prensa de Avalon,
3067
Valle Methow,
Tharkad
Provincia de
Donegal
Alianza
Lirana
13 de Octubre del
3066
Haciendo correr
su Timber
Wolf por un brusco y sinuoso sendero sobre la nieve,
Pehaln Kell evitó la mayor parte de las descargas enemigas.
Hizo descender sus puntos de mira sobre un Banshee pintado
en oro y azul y sus armas pusieron de manifiesto el desagrado
del khan de los Lobos.
La mitad superior
de su mech se estremeció cuando varias lanzaderas enemigas le
enviaron una andanada de mísiles de largo alcance y las
cabezas explosivas cayeron con un rugido ronco impulsadas sobre
sus estelas grises. Sus propios laseres de alcance extendido
hundieron después en ellos sus lanzas sangrientas, rajando al
enemigo, buscando sus gargantas.
A pesar de las
gélidas temperaturas del invierno de Tharkad, el sudor se deslizaba
libremente entre las cejas de Phelan. El Timber Wolf no era
un omnimech frío, diseñado como estaba teniendo en mente
la potencia de fuego, y tenia una fuerte dependencia del
sistema de apoyo vital. Y ahora su reactor incrementó aun mas
su actividad. El calor residual se filtraba a través del suelo de
la cabina mientras una nueva carga de liquido refrigerante
atravesaba los serpentines incorporados dentro de su
traje refrigerante. Phelan tiritó agradecidamente, hasta que
un nuevo fogonazo plateado pasó justo por delante del morro de
su Timber
Wolf. Giró de vuelta su maquina de setenta y cinco toneladas
hacia la derecha, cediendo terreno mientras un Hauptmann avanzara
para apoyar al Banshee, y evitando de paso su
rifle gauss pesado. Eso también le sacó de la línea de un par
de omnicazas Eisensturm cuyos cañones
de partículas escarbaron el suelo justo donde había estado un
momento atrás.
Era un
recordatorio, si acaso lo necesitaba, de que en realidad sus
guerreros estaban luchando dos batallas, una dentro y otra por
encima del nevado Valle de Methow. Dejó su monitor táctico para
pasar a un estudio visual del enfrentamiento aéreo, Los cazas
aerospaciales de la Guardia Real se apiñaban densamente sobre
los plomizos cielos de Tharkad, como si de bandadas migratorias se
trataran, superando a los escasos pilotos del Clan Lobo por la
mera fuerza de los números. Los que no pululaban alrededor de
los Lobos formaban parejas y mas parejas destinadas a ataques a
tierra a lo largo del amplio valle. En un lado, arrancaban
blindaje del Executioner de Ranna Kerensky. En
otro un par de Lucifers dispersaban elementales
haciendo llover MLAs sobre sus cabezas. Lanzados al suelo como si
fueran muñecas deformes, los cuerpos blindados
instantáneamente se ponían de pie y se lanzaban a por
la maquina mas cercana, con las garras dispuestas ya para
clavarse en su pellejo blindado.
Seleccionó su
frecuencia privada con Ranna Kerensky, coronel estelar del 4º de
Guardias de los Lobos.
– ¿Que piensas
Ranna? –.
– Creo que
deberíamos llamar al resto del núcleo Fauces Rápidas, – dijo,
nombrando a las fuerzas aerospaciales de los Lobos que se
habían quedado atrás para proteger sus naves de Guerra, – y al
infierno con Peter Steiner si protesta –.
Por su tono,
Phelan podía imaginar la feroz expresión de sus ojos azules, esa
mirada de vete-al-infierno que venia incluida con sus mas
inspiradas opiniones. Era un rasgo heredado de una de sus
antecesoras genéticas, y no había duda de cual. Ranna
pertenecía al sibko de descendientes de Natasha Kerensky,
la mismísima Viuda Negra.
Phelan no estaba
totalmente en desacuerdo con su punto de vista, pero sabia que
debía mirar mas allá de su papel como khan. Formaba también
parte de la coalición lirana de Peter, representando a los Lobos
en el Exilio, al igual que los Lobos de Kell representaban al
CDAR y el 20º de Guardias Arcturianos al Ejercito Regular
lirano. No importaban cuanto el guerrero, el lobo, que había en él
se irritase con esas restricciones, entendía la necesidad de
trabajar en esta ocasión dentro del sistema. Su padre había
puesto sobre la mesa serios y convincentes argumentos para
ello después de respaldar la postura de Phelan respecto a
comprometer un cordón espacial entorno a Tharkad.
Aun así no se
podía negar que los Lobos estaban en una posición expuesta. El
Valle de Methow era una extensión abierta que corría entre las
estribaciones montañosas cercanas y los impresionantes árboles
del Bosque de Stahlwurzel. Su instinto le decía que se
volviera y lanzara un mordisco, la reacción natural de un
lobo. Su cabeza le prevenía del precio que sus guerreros tendrían
que pagar contra la lealista y veterana brigada aerospacial y
de como dañaría la autoridad de Peter el tener a los Lobos jugando
su propio juego dentro de la coalición.
Phelan gastó
parte de su furia contra su panel de comunicaciones, golpeando el
interruptor que le unía con su piloto aerospacial líder. –
Lobo uno a Líder Cielo. ¡Carew! Ya has pasado suficiente tiempo
como blanco hoy. Quiero que os disperséis y escapéis. Llévate
a tus pilotos a casa –.
–¿Estas seguro? –
preguntó Carew, usaba palabras entrecortadas que le decían a Phelan
que estaba aguantando esta lucha por escasísimo margen. La
‘casa’ era actualmente la instalación-satélite de producción
de las industrias locales TherHes, tomada por los Demonios e Kell
para tener una fuente dentro del planeta de blindaje fresco y
munición. Estaba lo suficientemente lejos para que los aparatos
no pudieran fácilmente ser llamados a apoyar cualquier acción
en tierra.
– ¿No necesitas
cobertura área? –.
– Ahora mismo
estoy pensando en otro tipo de cobertura, – prometió Phelan, y
después cambio a la frecuencia general de combate. – Aquí Lobo
Uno. Preparados para un giro escalonado sobre la izquierda en
dirección oeste. Trinaría de mando, abran la marcha a mi señal.
Guardias Lobos, sigan las ordenes de Ranna –. Ocupó pronto su
posición en el diseño irregular, dirigiendo al Timber Wolf hacia
el punto mas cercano al Stahlwurzel. – Nos vamos al bosque.
¡Adelante! –.
Dos estrellas de
omnimechs y veinte hombres y mujeres de su mejor infantería
elemental súbitamente giraron su marcha y se lanzaron hacia
una afianzada línea de blindados, cubriendo el terreno con
largas zancadas y fenomenales saltos respectivamente. Los mech
se abrieron paso a patadas a través de unos pocos y ligeros
ventisqueros, golpeando primeros la línea lealista gracias al
superior alcance de las armas de los Clanes. Los elementales
saltaron a la grupa de muchos de los omnis, ganándose un paseo
gratis.
Phelan frenó su
propia maquina solo lo suficiente para que un punto completo de
cinco elementales pudiera subir a bordo y ocupar sus
agarraderos. Cerca de él, el Executioner de Ranna cargaba un
numero igual de infantes blindados. Estaba ejerciendo su
prerrogativa como comandante de unirse al
primer asalto.
– La línea de
blindados se está atrincherando, – dijo Ranna, indicando la
enérgica resolución de los blindados enemigos. No se habían
roto ante el asalto del Clan, incluso cuando ella añadió a sus
Guardias por detrás. Ahora la cosa se convertía en una
carrera, con un batallón de asalto lirano acercándose por
la retaguardia mientras los Lobos buscaban alcanzar el
bosque. Phelan asintió. – No quieren que lleguemos allá
–.
El Timber Wolf no hizo caso del
fuego de dos cañones de partículas. Mientras tanto Phelan alcanzó
la distancia adecuada para disparar sus mísiles, encuadrando
una vieja cañonera CPP Schrek y perforando su
blindaje con casi cincuenta mísiles. La maquina perseguida empezó
una lenta retirada a lo largo del limite del bosque, siendo
demasiado difícil de manejar como para maniobrar entre los
gigantescos árboles. Los mísiles perdidos también alcanzaron a
un par de infantes con trajes blindados Fenrir que habían estado
escondidos, preparando una emboscada. Un láser de largo alcance
dirigido a cada uno les partió en dos antes de que pudieran
apuntarle con sus armas.
Un mayor numero
de estos soldados con sus trajes blindados de cuatro patas salieron
ahora desde sus escondites, apoyando a los vehículos liranos
hasta que estos finalmente salieron del camino de la
trinaria de asalto de Phelan. Él tuvo pocos problemas para
alcanzar el limite del oscuro bosque, avanzando sobre la
espesa cubierta de raíces y hojas de roble y secuoya. Con cada
pisada, montones de nieve caían de entre las ramas que
formaban una bóveda muy por encima de sus cabezas. Los árboles eran
enormes. Empequeñecían a su omni, obligándole a esquivarlos en
lugar de tomar el acostumbrado camino directo de un mech
consistente simplemente en ir tronchándolos a su paso.
Estos árboles
también le proporcionarían protección frente a la Guardia Real si
acaso eran tan tontos de seguir a sus Lobos. Phelan dejó
escapar un satisfecho suspiro, que se convirtió en un grito de
alarma para su trinaria cuando sus sensores identificaron una
nueva amenaza en su monitor táctico al mismo tiempo que un
proyectil da gauss pesado impactaba en su
pectoral. Un Barghest le esperaba un poco
adentrado en el bosque, con sus cuatro patas preparadas
para compensar el retroceso de su cañón gauss
pesado.
Mientras Phelan
luchaba por mantener el control de su Timber Wolf pudo vislumbrar
también los iconos de un Stiletto y un Hatchetman. Nuevas
oleadas de calor inundaron su cabina procedentes del
dañado escudo del motor. Su mano sudorosa resbaló por encima
del acelerador y su omni rozó una alta secuoya, arrancando
toda su rugosa corteza, después avanzó aun mas hacia la penumbra,
hacia el impaciente Barghest. Eso fue lo mejor que pudo
haber hecho. Los rifles gauss pesados no operaban bien a
distancia de quemarropa, y el siguiente proyectil acelerado
por imanes impactó contra el grueso tronco de una cercana
secuoya en lugar de sobre él. El árbol se vino abajo con un
crujido, cayendo entre Phelan y las nuevas maquinas enemigas,
permitiéndole un breve momento de respiro.
– De acuerdo, –
dijo, luchando por mantener cualquier temblor lejos de su voz, –
así que de verdad no quieren que vengamos aquí –. Era un plan
sólido. Usa una línea de blindados para mantener a las
fuerzas del Clan en el valle, después machácales con cazas
aerospaciales hasta que las fuerzas adicionales de mech se
abran paso a través del bosque para reforzar el flanco oeste. De
esa manera atraparían a la gente de Phelan en una pinza. –
Algún oficial de la Guardia Real debe haberse entrenado en una
academia Davion –.
Pero nadie
sacudía a los Lobos durante mucho tiempo, y en esta ocasión el
darse la vuelta y soltar un mordisco funcionó bien. Los
elementales saltaron libres desde su Timber Wolf y desde
el Executioner de Ranna,
abriéndose paso entre las ramas del arbol caído y apelotonándose
sobre los mech enemigos mientras Phelan se abría camino por
otro lado. Algunos de sus otros guerreros informaron de
contactos enemigos en el interior del bosque, pero no se
trataba de mas de una compañía o dos. No lo suficiente para
detenerles.
Ningún elemental
había tocado al Barghest, dejándoselo a su khan. Phelan
apreciaba esa muestra de confianza, aunque también habría
apreciado a un punto o dos de infantes blindados desguazando el
rifle gauss pesado de ese mech de cuatro patas. Sus propios
mísiles no eran rivales y además eran difíciles de disparar a
través de los árboles, por lo que los separó de su gatillo
principal y en su lugar colocó sus laseres medios. Plantando
sus puntos de mira sobre el lealista, colocó los laseres justo
encima de la insignia del 2º de Guardias Reales. – Siempre
dispuestos a ser imbeciles, – murmuró Phelan, recordando aquel
viejo insulto de sus días de cadete en el Nagelring, antes de ser
capturado y adoptado por el Clan Lobo.
Un insulto que el
otro guerrero probó ser cierto al siguiente instante, cuando eligió
disparar sobre el Exterminator que se movía detrás de
Phelan. Las reglas de honor del Clan normalmente disponían
que los guerreros involucrados en un combate singular
respetaran ese enfrentamiento. Si alguno de ellos disparaba a
un blanco externo permitía que ese guerrero entrara también en la
liza. Obedecer esa tradición en la carrera del valle no había
sido posible. Aquí, sin embargo, a la sombra del bosque,
Ranna habría esperado que Phelan se enfrentara con
el Barghest él mismo. Pero ahora no.
Lanzó todo lo que tenia sobre el mech ofensor, uniendo su
potencia de fuego a la de Phelan. Entre los dos, el Barghest perdió
las dos patas derechas y sufrió una ruptura del compartimiento del
giroscopio. Se vino abajo, cayendo sobre un
derribado Stiletto. Los elementales saltaron justo
a tiempo de evitar que los dos mech los atraparan en una
maraña de metal inútil.
El Hatchetman trato de huir,
adentrándose en la protección del bosque profundo con tres
infantes blindados todavía pegados a su espalda. Su cañón
automático arrancó blindaje del hombro del omnimech de Phelan,
y le dio la excusa perfecta para considerar al Hatchetman su
siguiente presa. – Presionadles, – gritó a sus guerreros. –
Conducidles al bosque y derribadles –. Cuidando de no dar a
sus elementales, Phelan disparó sus laseres sobre una de las patas
delHatchetman, quemando el actuador
inferior de la pierna. Un momento después la pierna cayó al
suelo cuando un elemental usó su láser para cortar la junta de
la cadera.
Dejando aquel
indefenso mech a su infantería, Phelan movió su Timber Wolf para
reunirse con Ranna mientras ella orientaba a los Guardias en
una línea defensiva. Cualquiera de los batallones
perseguidores que decidiera adentrarse en el bosque se
encontraría con la misma recepción que había sido
planeada para sus Lobos.
– Deja que
vengan, – gruñó Phelan, aunque dudaba que lo hicieran. Los cielos y
el valle podían pertenecer a los lealistas. Por ahora. Pero el
bosque... El bosque pertenecía a los Lobos.