–– 21 ––

 

‘Cuando escuché que Phelan Kell habia muerto en una misión me negué a creerlo. Ni siquiera lo creí cuando los supuestos piratas se convirtieron en los Clanes invasores. Siempre he pensado que mi primo era un caso de disciplina, es cierto, pero como mechwarrior le consideraba apenas sin rivales. Creo que no se lo he dicho nunca. Quizás porqué nunca confié lo suficiente en que dejara de lado sus propias dudas y lo aceptara como un cumplido en lugar de como una forma de darle mi aprobación’ 

Causa y Efecto, Prensa de Avalon, 3067

 

Valle Methow, Tharkad
Provincia de Donegal
Alianza Lirana

13 de Octubre del 3066

Haciendo correr su Timber Wolf por un brusco y sinuoso sendero sobre la nieve, Pehaln Kell evitó la mayor parte de las descargas enemigas. Hizo descender sus puntos de mira sobre un Banshee pintado en oro y azul y sus armas pusieron de manifiesto el desagrado del khan de los Lobos. 
La mitad superior de su mech se estremeció cuando varias lanzaderas enemigas le enviaron una andanada de mísiles de largo alcance y las cabezas explosivas cayeron con un rugido ronco impulsadas sobre sus estelas grises. Sus propios laseres de alcance extendido hundieron después en ellos sus lanzas sangrientas, rajando al enemigo, buscando sus gargantas.

 

A pesar de las gélidas temperaturas del invierno de Tharkad, el sudor se deslizaba libremente entre las cejas de Phelan. El Timber Wolf no era un omnimech frío, diseñado como estaba teniendo en mente la potencia de fuego, y tenia una fuerte dependencia del sistema de apoyo vital. Y ahora su reactor incrementó aun mas su actividad. El calor residual se filtraba a través del suelo de la cabina mientras una nueva carga de liquido refrigerante atravesaba los serpentines incorporados dentro de su traje refrigerante. Phelan tiritó agradecidamente, hasta que un nuevo fogonazo plateado pasó justo por delante del morro de su Timber Wolf. Giró de vuelta su maquina de setenta y cinco toneladas hacia la derecha, cediendo terreno mientras un Hauptmann avanzara para apoyar al Banshee, y evitando de paso su rifle gauss pesado. Eso también le sacó de la línea de un par de omnicazas Eisensturm cuyos cañones de partículas escarbaron el suelo justo donde había estado un momento atrás.

 

Era un recordatorio, si acaso lo necesitaba, de que en realidad sus guerreros estaban luchando dos batallas, una dentro y otra por encima del nevado Valle de Methow. Dejó su monitor táctico para pasar a un estudio visual del enfrentamiento aéreo, Los cazas aerospaciales de la Guardia Real se apiñaban densamente sobre los plomizos cielos de Tharkad, como si de bandadas migratorias se trataran, superando a los escasos pilotos del Clan Lobo por la mera fuerza de los números. Los que no pululaban alrededor de los Lobos formaban parejas y mas parejas destinadas a ataques a tierra a lo largo del amplio valle. En un lado, arrancaban blindaje del Executioner de Ranna Kerensky. En otro un par de Lucifers dispersaban elementales haciendo llover MLAs sobre sus cabezas. Lanzados al suelo como si fueran muñecas deformes, los cuerpos blindados instantáneamente se ponían de pie y se lanzaban a por la maquina mas cercana, con las garras dispuestas ya para clavarse en su pellejo blindado.

 

Seleccionó su frecuencia privada con Ranna Kerensky, coronel estelar del 4º de Guardias de los Lobos. 

– ¿Que piensas Ranna? –. 
– Creo que deberíamos llamar al resto del núcleo Fauces Rápidas, – dijo, nombrando a las fuerzas aerospaciales de los Lobos que se habían quedado atrás para proteger sus naves de Guerra, – y al infierno con Peter Steiner si protesta –.

 

Por su tono, Phelan podía imaginar la feroz expresión de sus ojos azules, esa mirada de vete-al-infierno que venia incluida con sus mas inspiradas opiniones. Era un rasgo heredado de una de sus antecesoras genéticas, y no había duda de cual. Ranna pertenecía al sibko de descendientes de Natasha Kerensky, la mismísima Viuda Negra.

 

Phelan no estaba totalmente en desacuerdo con su punto de vista, pero sabia que debía mirar mas allá de su papel como khan. Formaba también parte de la coalición lirana de Peter, representando a los Lobos en el Exilio, al igual que los Lobos de Kell representaban al CDAR y el 20º de Guardias Arcturianos al Ejercito Regular lirano. No importaban cuanto el guerrero, el lobo, que había en él se irritase con esas restricciones, entendía la necesidad de trabajar en esta ocasión dentro del sistema. Su padre había puesto sobre la mesa serios y convincentes argumentos para ello después de respaldar la postura de Phelan respecto a comprometer un cordón espacial entorno a Tharkad.

 

Aun así no se podía negar que los Lobos estaban en una posición expuesta. El Valle de Methow era una extensión abierta que corría entre las estribaciones montañosas cercanas y los impresionantes árboles del Bosque de Stahlwurzel. Su instinto le decía que se volviera y lanzara un mordisco, la reacción natural de un lobo. Su cabeza le prevenía del precio que sus guerreros tendrían que pagar contra la lealista y veterana brigada aerospacial y de como dañaría la autoridad de Peter el tener a los Lobos jugando su propio juego dentro de la coalición.

 

Phelan gastó parte de su furia contra su panel de comunicaciones, golpeando el interruptor que le unía con su piloto aerospacial líder. – Lobo uno a Líder Cielo. ¡Carew! Ya has pasado suficiente tiempo como blanco hoy. Quiero que os disperséis y escapéis. Llévate a tus pilotos a casa –.

–¿Estas seguro? – preguntó Carew, usaba palabras entrecortadas que le decían a Phelan que estaba aguantando esta lucha por escasísimo margen. La ‘casa’ era actualmente la instalación-satélite de producción de las industrias locales TherHes, tomada por los Demonios e Kell para tener una fuente dentro del planeta de blindaje fresco y munición. Estaba lo suficientemente lejos para que los aparatos no pudieran fácilmente ser llamados a apoyar cualquier acción en tierra. 
– ¿No necesitas cobertura área? –.
– Ahora mismo estoy pensando en otro tipo de cobertura, – prometió Phelan, y después cambio a la frecuencia general de combate. – Aquí Lobo Uno. Preparados para un giro escalonado sobre la izquierda en dirección oeste. Trinaría de mando, abran la marcha a mi señal. Guardias Lobos, sigan las ordenes de Ranna –. Ocupó pronto su posición en el diseño irregular, dirigiendo al Timber Wolf hacia el punto mas cercano al Stahlwurzel. – Nos vamos al bosque. ¡Adelante! –.

 

Dos estrellas de omnimechs y veinte hombres y mujeres de su mejor infantería elemental súbitamente giraron su marcha y se lanzaron hacia una afianzada línea de blindados, cubriendo el terreno con largas zancadas y fenomenales saltos respectivamente. Los mech se abrieron paso a patadas a través de unos pocos y ligeros ventisqueros, golpeando primeros la línea lealista gracias al superior alcance de las armas de los Clanes. Los elementales saltaron a la grupa de muchos de los omnis, ganándose un paseo gratis.

 

Phelan frenó su propia maquina solo lo suficiente para que un punto completo de cinco elementales pudiera subir a bordo y ocupar sus agarraderos. Cerca de él, el Executioner de Ranna cargaba un numero igual de infantes blindados. Estaba ejerciendo su prerrogativa como comandante de unirse al primer asalto.

 

– La línea de blindados se está atrincherando, – dijo Ranna, indicando la enérgica resolución de los blindados enemigos. No se habían roto ante el asalto del Clan, incluso cuando ella añadió a sus Guardias por detrás. Ahora la cosa se convertía en una carrera, con un batallón de asalto lirano acercándose por la retaguardia mientras los Lobos buscaban alcanzar el bosque. Phelan asintió. – No quieren que lleguemos allá –.

 

El Timber Wolf no hizo caso del fuego de dos cañones de partículas. Mientras tanto Phelan alcanzó la distancia adecuada para disparar sus mísiles, encuadrando una vieja cañonera CPP Schrek y perforando su blindaje con casi cincuenta mísiles. La maquina perseguida empezó una lenta retirada a lo largo del limite del bosque, siendo demasiado difícil de manejar como para maniobrar entre los gigantescos árboles. Los mísiles perdidos también alcanzaron a un par de infantes con trajes blindados Fenrir que habían estado escondidos, preparando una emboscada. Un láser de largo alcance dirigido a cada uno les partió en dos antes de que pudieran apuntarle con sus armas.

 

Un mayor numero de estos soldados con sus trajes blindados de cuatro patas salieron ahora desde sus escondites, apoyando a los vehículos liranos hasta que estos finalmente salieron del camino de la trinaria de asalto de Phelan. Él tuvo pocos problemas para alcanzar el limite del oscuro bosque, avanzando sobre la espesa cubierta de raíces y hojas de roble y secuoya. Con cada pisada, montones de nieve caían de entre las ramas que formaban una bóveda muy por encima de sus cabezas. Los árboles eran enormes. Empequeñecían a su omni, obligándole a esquivarlos en lugar de tomar el acostumbrado camino directo de un mech consistente simplemente en ir tronchándolos a su paso.

 

Estos árboles también le proporcionarían protección frente a la Guardia Real si acaso eran tan tontos de seguir a sus Lobos. Phelan dejó escapar un satisfecho suspiro, que se convirtió en un grito de alarma para su trinaria cuando sus sensores identificaron una nueva amenaza en su monitor táctico al mismo tiempo que un proyectil da gauss pesado impactaba en su pectoral. Un Barghest le esperaba un poco adentrado en el bosque, con sus cuatro patas preparadas para compensar el retroceso de su cañón gauss pesado.

 

Mientras Phelan luchaba por mantener el control de su Timber Wolf pudo vislumbrar también los iconos de un Stiletto y un Hatchetman. Nuevas oleadas de calor inundaron su cabina procedentes del dañado escudo del motor. Su mano sudorosa resbaló por encima del acelerador y su omni rozó una alta secuoya, arrancando toda su rugosa corteza, después avanzó aun mas hacia la penumbra, hacia el impaciente Barghest. Eso fue lo mejor que pudo haber hecho. Los rifles gauss pesados no operaban bien a distancia de quemarropa, y el siguiente proyectil acelerado por imanes impactó contra el grueso tronco de una cercana secuoya en lugar de sobre él. El árbol se vino abajo con un crujido, cayendo entre Phelan y las nuevas maquinas enemigas, permitiéndole un breve momento de respiro.

 

– De acuerdo, – dijo, luchando por mantener cualquier temblor lejos de su voz, – así que de verdad no quieren que vengamos aquí –. Era un plan sólido. Usa una línea de blindados para mantener a las fuerzas del Clan en el valle, después machácales con cazas aerospaciales hasta que las fuerzas adicionales de mech se abran paso a través del bosque para reforzar el flanco oeste. De esa manera atraparían a la gente de Phelan en una pinza. – Algún oficial de la Guardia Real debe haberse entrenado en una academia Davion –.

 

Pero nadie sacudía a los Lobos durante mucho tiempo, y en esta ocasión el darse la vuelta y soltar un mordisco funcionó bien. Los elementales saltaron libres desde su Timber Wolf y desde el Executioner de Ranna, abriéndose paso entre las ramas del arbol caído y apelotonándose sobre los mech enemigos mientras Phelan se abría camino por otro lado. Algunos de sus otros guerreros informaron de contactos enemigos en el interior del bosque, pero no se trataba de mas de una compañía o dos. No lo suficiente para detenerles.

 

Ningún elemental había tocado al Barghest, dejándoselo a su khan. Phelan apreciaba esa muestra de confianza, aunque también habría apreciado a un punto o dos de infantes blindados desguazando el rifle gauss pesado de ese mech de cuatro patas. Sus propios mísiles no eran rivales y además eran difíciles de disparar a través de los árboles, por lo que los separó de su gatillo principal y en su lugar colocó sus laseres medios. Plantando sus puntos de mira sobre el lealista, colocó los laseres justo encima de la insignia del 2º de Guardias Reales. – Siempre dispuestos a ser imbeciles, – murmuró Phelan, recordando aquel viejo insulto de sus días de cadete en el Nagelring, antes de ser capturado y adoptado por el Clan Lobo.

 

Un insulto que el otro guerrero probó ser cierto al siguiente instante, cuando eligió disparar sobre el Exterminator que se movía detrás de Phelan. Las reglas de honor del Clan normalmente disponían que los guerreros involucrados en un combate singular respetaran ese enfrentamiento. Si alguno de ellos disparaba a un blanco externo permitía que ese guerrero entrara también en la liza. Obedecer esa tradición en la carrera del valle no había sido posible. Aquí, sin embargo, a la sombra del bosque, Ranna habría esperado que Phelan se enfrentara con el Barghest él mismo. Pero ahora no. Lanzó todo lo que tenia sobre el mech ofensor, uniendo su potencia de fuego a la de Phelan. Entre los dos, el Barghest perdió las dos patas derechas y sufrió una ruptura del compartimiento del giroscopio. Se vino abajo, cayendo sobre un derribado Stiletto. Los elementales saltaron justo a tiempo de evitar que los dos mech los atraparan en una maraña de metal inútil.

 

El Hatchetman trato de huir, adentrándose en la protección del bosque profundo con tres infantes blindados todavía pegados a su espalda. Su cañón automático arrancó blindaje del hombro del omnimech de Phelan, y le dio la excusa perfecta para considerar al Hatchetman su siguiente presa. – Presionadles, – gritó a sus guerreros. – Conducidles al bosque y derribadles –. Cuidando de no dar a sus elementales, Phelan disparó sus laseres sobre una de las patas delHatchetman, quemando el actuador inferior de la pierna. Un momento después la pierna cayó al suelo cuando un elemental usó su láser para cortar la junta de la cadera.

 

Dejando aquel indefenso mech a su infantería, Phelan movió su Timber Wolf para reunirse con Ranna mientras ella orientaba a los Guardias en una línea defensiva. Cualquiera de los batallones perseguidores que decidiera adentrarse en el bosque se encontraría con la misma recepción que había sido planeada para sus Lobos.

 

– Deja que vengan, – gruñó Phelan, aunque dudaba que lo hicieran. Los cielos y el valle podían pertenecer a los lealistas. Por ahora. Pero el bosque... El bosque pertenecía a los Lobos.