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Parada delante de la Septa Julia, desde el lado del río, miré hacia el otro lado de la amplia calzada principal, que discurría directamente desde las puertas de la ciudad hasta el Foro. Era la vía Triunfal, la vía Flaminia, llamada vía Lata en aquel tramo. Vi los templos de Isis y Serpis, recientemente reconstruidos, y detrás de ellos el altar a Minerva de Domiciano. Más allá se alzaban las cimas del Quirinal. Ninguna de aquellas colinas del norte era tan empinada como los dos picos del Aventino, aunque sabía que te dejaban sin resuello al ascender sus cuestas. A Roma la llamaban la ciudad de las siete colinas porque eran accidentes geográficos que debían tenerse en cuenta.

Quería saber adónde me dirigía, no andar dando vueltas sin sentido. También quería estar segura de la situación en la que me iba a meter. Por esa razón, me encaminé primero al cuartel de los vigiles.

La Primera Cohorte se acuartelaba casi enfrente, un poco al sur del arco de Claudio donde cruza la vía Flaminia. Tenían a su cargo la vigilancia de una parte importante de Roma; sus dos distritos administrativos eran el Séptimo, que recibía el nombre de la vía Lata, y el Octavo, el Foro Romano. Naturalmente su investigador principal, un hombre enérgico llamado Escorpio, utilizaba las exigencias del Foro como excusa para no ahondar en incidentes domésticos ocurridos más arriba, en la vía Lata. Si lo asediaban ricachones togados quejándose de los rateros de la escalinata de la basílica, o de los vagabundos que dormían en el pórtico de la curia, difícilmente podía dedicar mucho tiempo a absurdas historias sobre filtros de amor. O eso afirmaba él.

Escorpio era de lo más típico: un individuo lascivo, vulgar, al que yo consideraba más o menos aceptable para su trabajo. Era lo mejor que podía encontrarse en una organización de antiguos esclavos que realizaban un trabajo peligroso con escasa recompensa. Los vigiles eran tipos duros. Sus oficiales eran o cínicos o corruptos. Muchos eran ambas cosas. Si hubieran sido hombres delicados, se habrían hecho floristas.

Escorpio era un hombre bajo y ancho con la cabeza afeitada que claramente tenía un pasado: tenía una cojera que podía haber adquirido durante un difícil arresto, o bien en un accidente luchando contra un incendio. O en una pelea tabernaria. O a manos de una novia furiosa. Con los vigiles, a menos que se jactaran de sus hazañas, nunca se sabía. Este en particular no se molestó en intentar impresionar, puesto que su intención era librarse de mí.

No obstante, recordaba a la familia de la disputa.

—Los Volumnia, en la calle del Albaricoque. —Me fijé en que no emitía juicio alguno sobre ellos. No era un hombre chismoso. Su jurisdicción en el Quirinal incluía las elegantes casas de los miembros de la familia imperial, o al menos de todos los parientes a los que Domiciano había permitido seguir vivos, por no mencionar a los cónsules retirados y los senadores en activo. Imaginé que Escorpio procuraba acercarse a ellos lo menos posible; si alguna vez ellos requerían su presencia, se mostraría cortés, pero seguramente sin deferencia. En el caso de los Volumnia, aunque mentalmente los hubiera tachado de arrogantes que le hacían perder el tiempo, ellos no se habrían dado cuenta de lo que pensaba. Sabía fingir. Yo no necesitaba que él me los describiera; ya los juzgaría yo por mí misma. Creo que él se dio cuenta. Suelo parecer muy segura de mí misma cuando trabajo.

En una veintena de palabras, Escorpio me espetó una historia que más o menos concordaba con lo que me había contado Laia. Dejé caer el nombre de Falco, lo que lo ablandó un poco, pero no me sirvió para obtener más detalles. Le iban los informes escuetos. Pensé en mencionar a mi tío, Petronio Longo, que durante muchos años había realizado el mismo trabajo que Escorpio en la Cuarta Cohorte, pero sospechaba que los de la Primera opinaban que los de la Cuarta eran unos haraganes descerebrados, igual que los de la Cuarta tildaban a los de la Primera de babosas que se dejaban sobornar, así que no me favorecería en nada. Era mejor hacer ver simplemente a Escorpio que estaba familiarizada con los métodos de los vigiles y que comprendía sus problemas. Para ser justos con él, aunque no tenía tiempo para informantes (la actitud tradicional), me estaba tratando de manera profesional.

Llegó incluso a decir que podía ir a ver al escribiente de la cohorte. Si el escribiente lograba encontrar el informe sobre el incidente de los Volumnia, no podría tocarlo ni llevármelo, pero me lo podrían leer en voz alta. Escorpio me condujo hasta el cuchitril del escribiente, donde me dejó sin molestarse en presentarme. Él se alejó a grandes zancadas para atender a lo que describió como asuntos más importantes.

El escribiente era un esclavo repugnante, pálido y abúlico, que seguramente no tenía una moneda de cobre para la lavandería, así que no podía ir a por su túnica limpia. A juzgar por el estado de la que llevaba puesta, hacía semanas que debería haber ido a recogerla. O bien intentaba dejarse barba para ocultar los granos, o su barbero tenía una cuchilla roma que propagaba una infección. No obstante, como tantos otros escribientes, le sorprendió tanto que alguien mostrara interés, que se levantó para ir en busca de una tablilla (nada tan espléndido como un rollo de pergamino, entonces), en la que Escorpio había anotado los detalles de su visita a los Volumnia. Los garabatos eran tan difíciles de descifrar que el escribiente dejó la tablilla sobre su diminuta mesa para leerla detenidamente; aunque se suponía que yo no debía mirar, la leí del revés.

Padre: Aulo Volumnio Firmo, bonus vir. agresivo. Sin antecedentes en I Vig.

Madre: Sentia [garabato imposible de leer]. Más agresiva aún.

Abuelas: [seguramente tachado porque Escorpio había dejado de tomarse la molestia, me dijo el escribiente, levantando la vista; conocía las costumbres de su jefe].

Difunta: Clodia Volumnia, XV, soltera, sin amantes —supuestamente—. Cadáver: en la cama, ropa de dormir, sin marcas, sin color extraño. Sin vómito/diarrea. Sin frasco vacío/pastillas. Vaso de agua usado —sin olor: sin color/gotas sin sabor—. Aceptado cuerpo puede enterrar. [Mentalmente corregí la frase a «cuerpo podía ser enterrado», aunque el significado estaba bastante claro].

Médico: Menenio, XII años de práctica, nada en su contra. Confirmado: no hay delito. No hay embarazo evidente. Se la supone virg. Sin historial de mala salud.

Enterrador: no se ha llamado.

Alegaciones: contra Pandora. Niega al interrogar [doble garabato]. Según p.

Novio: Cestino, lo había dejado. Niega implicación.

Evasivo —normal—. Desconocido para I Vig.

CC Sin seguimiento.

—¿«Gotas sin sabor»? ¿Escorpio se bebió el agua del vaso? —Estaba asombrada—. ¿Habiendo rumores de envenenamiento?

—Es muy concienzudo —dijo el escribiente, defendiendo su comportamiento demente.

—¿Y clasifica a las personas por su moralidad? ¿Por qué dice que el padre de la chica es un bonus vir, un buen hombre? —El escribiente se mostró vago. A todos los escribientes les enseñan a hacerlo el primer día de trabajo. Este tenía un talento natural, pero no era tan bueno como Dromo—. De acuerdo, ¿y qué significan estos extraños garabatos?

—Un garabato es una abreviación de «horrible arpía», para avisar a cualquier otro que pudiera ir a interrogar a la sospechosa.

—¿No querrás decir a la testigo? —le corregí amablemente—. Si sospechan de la madre, debería haber algo más anotado… ¿Y qué significan dos garabatos? —El escribiente volvió a mostrarse esquivo. Afirmó que no podía decírmelo. Le di la réplica acostumbrada: ¿eso significaba que no tenía ni idea, o que no se le permitía revelar el secreto? Se encogió de hombros; supuse que era lo segundo. Deduje también que la «Pandora» contra la que se habían presentado acusaciones podía muy bien ser una vieja conocida de los vigiles, sobre todo porque Escorpio no decía que no lo fuera—. ¿Y qué significa «según p.»?

—Que se comportó igual que en interrogatorios previos.

—¿Otros interrogatorios? ¿La conocéis entonces? —Volvió a encogerse de hombros—. ¿Y tu oficial sugiere que se mostró difícil?

—Podría ser.

—¿O incluso imposible?

—Seguro.

—¡Ya! ¿Qué es «CC»?

—Caso cerrado. «El caso sigue en revisión», les decimos a ellos.

—Bueno, hay que tener contentos a los ciudadanos… ¿Pero no se va a emprender ninguna otra acción? —pregunté, reprimiendo un resoplido de burla.

—Ninguna. ¡Tú has trabajado antes con los vigiles! —El escribiente aplaudió.

Me indicó dónde vivían los Volumnia, lo que hubo de buscar en la agenda de domicilios visitados de Escorpio. Señaló la calle en un mapa del distrito colgado de la pared, una piel de bordes enrollados, tan viejo que apenas era legible. Por propia iniciativa, me dio también la dirección de Pandora. Esa la sabía sin buscarla, lo que me indicó que los «interrogatorios previos» debían de ser en realidad un acoso constante. A Pandora la consideraban un problema social.

Manteniendo la vista baja mientras añadía detalles a mi propia tablilla de notas, pregunté en tono casual:

—¿Y en cuál de vuestras listas de personas vigiladas está Pandora?

A aquel escribiente debían de haberle enseñado mejor que a otros: se negó a decírmelo.