CAPÍTULO 24

Abby paseaba por el piso de su dormitorio, abrazando su chal de lana favorito contra su pecho. Eran las tres de la mañana y James aún no había regresado. Ella lo imaginaba desnudo tendido sobre la cama con Peter, ambos riéndose de sus infantiles demandas femeninas de amor y seguridad y... ¡malditos los dos que se vayan al infierno! Se detuvo en medio de la alfombra de la chimenea y miró el reloj.

James obviamente había fallado en lograr su objetivo o estaría en casa ahora. Estaba demasiado ocupado disfrutando de su última noche con Peter para pensar en ella o bebiendo para ahogar sus penas. Casi esperaba que fuera lo último. Su estúpida confabulación de usar el sexo para engañar a un hombre que tenía una maestría en las artes sexuales iba más allá del absurdo.

Ella apretó los dientes. ¿Tenía que hacer todo ella misma? Se apresuró a su armario, ubicó el atuendo masculino que había llevado durante sus alocadas aventuras con Peter y James y se vistió. La casa de Peter estaba a pocas cuadras de distancia. Ella encontraría su camino y simplemente comprobaría dónde estaba su marido.

Por supuesto, no podía hacer más que eso. Si Peter estaba allí, estaba dispuesta a ofrecerle cualquier cosa si se quedaba. Ella hizo un nudo en la corbata y metió sus pies en las botas. Tal vez era una tonta, pero había arriesgado todo una vez por este hombre y estaba más que dispuesta a hacerlo de nuevo.

Para ella, el amor, evidentemente, no iba a ser simple y sin complicaciones. Si ella quería eso, debería haber dejado que las cosas con James siguen siendo las mismas. Pero ella quería más, ¿no? Y "más" significaba experimentar una serie de emociones que nunca había creído posible. ¿Estaba dispuesta a renunciar a todo eso simplemente porque la sociedad dijera que deberían conformarse con menos?

Abby bajó en puntillas por la escalera de servicio, se detuvo en la desierta cocina para recuperar el aliento y salió por la puerta de atrás. Por encima de ella, el cielo era un renegrido mosaico de estrellas y nubes de color púrpura. La luna llena era lo suficientemente brillante para guiar sus pasos.

No es que ella incluso pudiera regresar a su estado adormilado. Era demasiado tarde para eso. La única forma era seguir hacia adelante. James debería conocerla lo suficiente como para entender que ella se negaría a conformarse con medias tintas. Ella corrió hacia arriba por las escaleras del sótano y salió a la calle. Incluso si James estaba con Peter, por lo menos podían resolver esto juntos.

—Voy a volver a tu casa —anunció James. —Vamos a ir a hablar con Abby mañana juntos.

—Cobarde. —Peter murmuró mientras buscaba a tientas su llave de la puerta delantera. Una sola vela ardía en el pasillo, la luz parpadeaba cuando James cerró cuidadosamente la puerta.

—De acuerdo. —James le sonrió. —Yo también necesito un baño. Apesto de sexo.

—¿Y crees que voy a despertar a mis criados para pedirles que empiecen a acarrear tinas con agua caliente, verdad?

—No, en absoluto. Simplemente compartiremos tu baño en la mañana si se me lo permites.

—Estoy seguro de que no llegaremos a eso. Ahora date prisa. Necesito dormir un poco si queremos hacerle frente a Abigail en la mañana.

James lo siguió escaleras arriba. Peter lo llevó a la habitación contigua a la suya y encendió la vela al lado del a cama con la que llevaba.

—Creo que tienes todo lo que necesitas.

James le tocó la mejilla.

—¿Y tú? ¿No puedo tenerte a ti?

—Yo hubiera pensado que tuviste suficiente polla esta noche.

James acarició la parte delantera del pantalón de Peter.

—Pero tú no. Tú no follaste a nadie. Déjame tocarte. —Él se puso serio. —Podría ser la última vez.

—Mentiroso. Volverás.

James lo besó, el empuje de su lengua sorprendentemente dulce.

—Déjame.

Peter cerró los ojos, permitiéndole a James deslizar su mano dentro de sus pantalones y trabajar su ya sobre-estimulada polla. Se movió con él, desabrochando el pantalón de James para poder sentir el resbaladizo peso de la erección de James frotando contra la suya.

Gimió cuando la humedad brotó de su polla y recubrió los dedos de James, haciendo su trabajo más fácil con cada flexión de su mano. Él se quitó los pantalones y las botas y se recostó en la parte alta de la cama, mientras James lo penetraba con su lengua y sus dedos.

—Déjame amarte, Peter.

James le murmuró al oído cuando giró a Peter de frente a la cama y se situó detrás de él, su dura, caliente polla deslizándose entre las nalgas de Peter. Ambos gimieron cuando James entró en él y empezó a moverse. Sus movimientos largos y controlados, una mano guiaba la cadera de Peter, la otra envuelta alrededor de su polla, animándolo.

Peter se entregó a las sensaciones y giró su cabeza para que James pudiera besarlo. Su orgasmo se construyó junto con el de James, y pronto los dos estaban jadeando y empujándose uno contra el otro en una desesperada necesidad de realización, de complacerse, de amarse.

Peter se corrió primero, su semen brotando a lo largo del bombeador puño de James y mojando la colcha. James dio un último empuje y embistió contra él, llenándolo hasta que no pudo moverse más. Se relajaron juntos, Peter rodeó con sus brazos a James, sus cuerpos en perfecta alineación.

—¿Estás seguro que necesitas todo ese dolor y humillación, James?

James se rió entre dientes mientras se retiraba luego de un último beso en la nuca del cuello de Peter.

—Desafortunadamente sí. Nunca le digas al Sr. Hodges que puedo hacer el amor de esta manera.

Peter se volvió para estudiar a James.

—¿Vas a traerlo para que nos visite, entonces?

James se encogió de hombros.

—Si él lo desea. No estoy seguro de si incluso lo encontraré de nuevo.

—¿Estás seguro de que quieres intentarlo, entonces?

—Sí. Es importante para mí. —James sonrió. —Ahora déjame dormir un poco, hombre. Tenemos un largo día en la mañana.

Peter se acercó a él y puso sus manos sobre sus hombros.

—Gracias, James. Gracias por todo.

—No me des las gracias todavía. Habrá que esperar para ver lo que Abby tiene que decir en la mañana.

Peter recogió su ropa y se dirigió a su habitación. Dios, estaba cansado. La tarde en la casa de Madame se había prolongado durante demasiado tiempo. Estaba agotado tanto emocional como físicamente. Necesitaba dormir y aclarar la cabeza antes de la mañana para enfrentar a Abigail con sus frágiles esperanzas por un futuro juntos.

Su habitación estaba a oscuras, sólo el anaranjado resplandor del fuego añadía un matiz de calidez a las penumbras. Retiró la colcha, encontrándose con una piel mucho más fina que sus sábanas de seda y un olor que jamás olvidaría. Dio un paso atrás, chocó contra algo duro, y aprovechó la chispa para encender una vela junto a la cama.

—Abigail, ¿qué estás haciendo? ¿No se supone que me odias?

Ella se incorporó de golpe y lo miró, sus brazos cruzados sobre sus pechos desnudos.

—Yo te odio. ¿Dónde has estado? He estado esperando durante horas y me ha costado una considerable cantidad de tiempo convencer al señor Adams para que me permita pasar.

—Estoy aquí ahora. ¿Qué quieres?

Ella lo miró, con la barbilla en alto.

—Me niego a permitir que te vayas.

—¿Tú te niegas?

—Es bastante simple. Voy a hablar con James. Podemos aclarar esto juntos.

Luchó con una sonrisa, impresionado por la mezcla de coraje y desesperación en su voz. Emociones que él pensaba que había tenido esta última terrible semana. Parecía que ninguno de ellos estaba dispuesto a renunciar a su única relación sin una lucha.

—Yo tenía la intención de irme mañana.

—Me dijo Adams. Nunca pensé en ti como un cobarde.

—Tal vez pensaba que estaba haciendo lo mejor para todos.

—Para todos excepto tú, tal vez. ¿Qué pasa si no quiero establecerme y ser de la misma forma que era? ¿Y si quiero más y me importa un comino lo que el mundo bien educado piensa de mí? —Ella se encogió de hombros. —No es como si la alta sociedad supiera mucho acerca de mí de todos modos. Ya soy considerada una excéntrica don nadie del campo.

Peter suspiró.

—Pero yo quería visitar a mi nueva familia.

—Nada te detiene para que los visites, siempre y cuando regreses y no decidas mudarte de aquí o algo igualmente ridículo.

Luchó con una sonrisa.

—Pero yo quería ser el mártir. Quería dejarlo todo por amor.

Su expresión cambió.

—¿Por qué, tú...

Ella se lanzó hacia él, golpeando los puños contra su pecho. Él la giró y le permitió que lo empuje hacia abajo sobre la cama. Ella se cernía sobre él, su pecho peligrosamente cerca de su boca.

—¿Te estás riendo de mí?

—No, ma’am, yo nunca haría eso.

Él lamió su pezón, intentó morderlo y ella se apartó. Él simplemente volvió la cabeza y succionó el otro. Ella gimió profundamente en su garganta, permitiendo que su cuerpo descanse contra el suyo, su núcleo húmedo contra su estómago. Él enroscó los dedos por su pelo corto y llevó su cabeza hacia abajo para encontrarse con la suya, la besó con fuerza hasta que ella ya no podía hablar, sólo respirar.

Él liberó su boca, mirándola a los ojos.

—Te amo, Abigail. No quiero dejarte nunca.

Ella se echó hacia atrás. Su polla saltó libre y se deslizó contra su sexo.

—Entonces, ¿por qué no lo dijiste?

—¿Porque soy un tonto?

Su suspiro de satisfacción fue un bálsamo para su alma.

—Si sólo James escuchara, así como tú, mi vida sería mucho más fácil.

—En realidad James es un excelente oyente. Él ha venido con una solución para nuestros problemas por sí mismo.

—¿James lo hizo?

—Si tú lo apruebas, por supuesto.

—Bueno, dime entonces.

—Él desea volver a Jamaica y encontrar a su Sr. Hodges. Valentín y yo tenemos un montón de barcos que recorren ese camino y él está invitado a hacer un viaje en uno de ellos. Por supuesto, eso lo deja con un dilema. Él no quiere que pienses que te ha abandonado.

—Supongo que es donde tú intervienes.

—Exactamente. Como su buen amigo, yo garantizaré mantener un ojo sobre ti mientras él está de viaje.

Ella lo miró durante tanto tiempo que empezó a dudar de sí mismo.

—¿Abigail? ¿Hay algo mal?

—¿Estás seguro de esto?

—Absolutamente seguro.

Él le sonrió, esperando que ella vea su profundo amor y el agradecimiento por su segunda oportunidad.

—Tomará un largo tiempo para que James prepare su viaje y averigüe alguna nueva información sobre el Sr. Hodges. En el momento en que él se marche, esperamos que puedas estar notablemente embarazada, y nadie va a pensar nada en absoluto sobre nuestra amistad después de que se vaya.

—¿De verdad crees que podría funcionar?

Le tomó la mano, la llevó a los labios.

—Si todos lo queremos, Abigail, y nos amamos lo suficiente, ¿por qué no?

Ella se inclinó hacia delante, sus manos ahuecándole la cara.

—Yo te amo. Amo a James también, pero tú eres el único a quién extrañaría con toda mi alma.

Él la miró, viéndole la cara borrosa mientras luchaba con sus emociones. Con un movimiento rápido, la hizo rodar por debajo de él y empujó su polla profundamente. Abandonó la delicadeza cuando bombeó en ella, decidido a poseerla a algún instintivo nivel que exigía más que técnica o artificio, sólo su cuerpo unido al suyo de la forma más primitiva, su semilla en su interior, y la marca de sus dientes en su piel. Él gemía con cada duro empuje y golpeaba duramente en su acogedora carne.

Ella no lo detuvo. Simplemente envolvió sus brazos y piernas a su alrededor y se aferró, las uñas clavándose en su carne, sus gritos devorados por su boca mientras él la besaba. Esto era lo que quería y necesitaba, no el dinero o poder, sino una mujer que lo recibiera en su cuerpo y en su vida, que lo sostuviera como si nunca lo dejaría irse.

Su semen se reunió en la base de su polla y se balanceó más duro, ondulando sus caderas contra su hueso púbico, machacando él mismo contra su clítoris. Empujó una mano en su cabello, tratando de mirarla a la cara.

—Córrete conmigo, ahora.

Sus palabras terminaron en un gruñido cuando él llegó a su clímax, rápidamente seguido por el de ella. Su cuerpo lo apretó con toda la fuerza de un puño de hierro y lo ordeñó hasta secarlo. Se desplomó sobre ella, su respiración entrecortada, sus emociones esparcidas sobre la colcha junto con su corazón. ¿Tendría ella la fortaleza para satisfacer sus necesidades y amarlo de todos modos?

Ella le besó la oreja, los labios calientes en su carne.

—Te amo, Peter. Vamos a hacer que esto funcione.

Él cerró los ojos, aspiró su olor y se dio cuenta... él le creía.