CAPÍTULO 23

—Pero pensé que íbamos a encontrarnos en la casa de Madame.

Peter levantó las cejas a James, quien lo fulminaba con la mirada desde el pavimento exterior. No había entrado a la casa para no encontrarse con Abigail antes de que sus planes estuvieran terminados. Peter tragó saliva. Era muy sencillo. Tenía que convencer a James que él no era el hombre adecuado para él, y hacerle considerar lo que realmente quería. Cuando él y James tuvieran clara su relación, Peter podría dirigir su atención para persuadir a Abigail que vuelva.

—Lord Beecham, ¿vas a venir o no? Vamos a terminar en lo de Madame Helene, de todos modos.

—Muy bien, entonces. —James subió al coche y cerró la puerta. A medida que se alejaba, Peter deliberadamente empujó hacia atrás a James en el asiento.

—¿Qué diablos estás haciendo?

Peter lo miró fijamente.

—Lo que tú querías, sospecho. ¿No es de esto de lo que se trata tu cita? Un último encuentro sexual antes de que me vaya. —Él se acercó. —Un encuentro en el que harás exactamente lo que yo digo.

—¿Esperas que esté de acuerdo con esto, después de todos los problemas que le has causado a Abby?

—No se trata de Abigail. Esto es acerca de tú y yo.

Peter se acercó a James y adaptó su postura al balanceo del transporte. Él puso sus manos en la parte posterior del asiento y enjauló a James entre ellos.

—Tú estarás de acuerdo, y si no, te obligaré.

James se mordió el labio, su respiración irregular, sus ojos castaños fijos en el rostro de Peter.

—Sólo yo y todo lo que se me antoje hacer para que nuestra última noche juntos sea memorable. Pon tus manos en la parte posterior del asiento y déjalas allí.

James obedeció, el bulto en su ingle creciendo notablemente más grande. Peter apartó las piernas de James hasta que las costuras de sus pantalones ajustados de satén estuvieron imposiblemente estiradas. Él palmeó la polla de James y la frotó con fuerza.

—Me gusta tu polla. Es grande y gruesa, y lo mejor de todo, tu tiempo de recuperación es casi tan rápido como el mío. —James no respondió, su mirada fija en la mano en movimiento de Peter. —Me gusta el hecho de que puedo tomarte duro y rápido también.

Peter estrujó sus bolas, y las caderas de James se levantaron del asiento. —Yo sé que te gusta rudo, y ahora entiendo por qué. El hombre que te follaba en Jamaica te entendía mejor de lo que yo nunca lo haré.

James se pasó la lengua por los labios cuando Peter continuó su meticuloso manoseo. Él tocó con el pulgar la corona de la polla de James hasta que sus pantalones estaban húmedos con su líquido pre-seminal y se mantuvo haciéndolo hasta que James gemía con cada caricia deliberada.

—Si sigues así, me correré.

Peter no sonrió.

—Esa es la idea, James.

—No he hecho esto desde que estuve en Jamaica.

—Vas a correrte para mí ahora y entrarás a la casa de Madame Helene cubierto con tu propia semilla y todo el que te vea lo sabrá.

James lo miró fijamente, su respiración entrecortada.

—Peter...

—¿Sí, James?

Él incrementó las caricias, sintió a James estremecerse cuando se corrió empapando sus pantalones blancos. Peter se recostó en su asiento y admiró el ahora transparente raso que revelaba el oscuro vello de la ingle de James y la forma de su flácido pene.

—Espero que hayas disfrutado de eso, James, porque pasarás un largo rato antes de que te permita correrte otra vez.

—Quítate la ropa.

James no discutió esta vez. Se desvistió, haciendo una mueca mientras empujaba hacia abajo sus pantalones empapados y se quitaba sus zapatos. Su polla ya estaba lista de nuevo en espera de la atención de Peter. Peter admiró los lisos músculos de su amante y el grueso empuje de su miembro. Apretó las nalgas de James y lo sintió estremecerse.

—Esta noche, eres mío para hacer lo que quiera. Hablarás solamente cuando yo te lo diga y harás todo lo que digo o serás castigado. ¿Entiendes?

James frunció el ceño. —Pero hay algo que me gustaría discutir contigo. Se refiere a Abby.

Peter cerró de golpe la mano sobre la boca de James. Qué interesante. ¿James estaba tan deseoso de encontrar una solución a sus problemas como Peter? Una esperanza renovada creció en el corazón de Peter.

—Ahora no. Si deseas hablar de Abigail más tarde, podrás hacerlo, pero no hasta que yo te de permiso y no si no haces lo que te digo.

James asintió con la cabeza, su expresión seria, la mirada baja. A pesar de su postrada apariencia Peter pudo medir su entusiasmo cada vez mayor por su endurecida, chorreante polla.

Se volvió y abrió varios cajones en la zona ensombrecida de la habitación, sacó las cosas que necesitaba y las colocó cuidadosamente sobre la cama donde James pudiera verlas.

—En primer lugar, tu collar. Voy a sujetar una correa a él luego.

Abrochó el grueso collar de cuero alrededor del cuello de James. La garganta del otro hombre se tensó cuando Peter sujetó la pesada hebilla.

—Junta las manos detrás de tu espalda y no las pongas a mi vista otra vez a menos que yo te diga.

Un músculo se movió en la mejilla de James y Peter se detuvo.

—¿Está pensando en desobedecerme?

Peter lo miró fijamente durante un largo momento hasta que James bajó la mirada al suelo y se llevó las manos a la espalda.

Peter sacó una botella de aceite con aroma a jazmín y lo frotó en el pecho y los brazos de James. La polla de James rozaba su ropa, pero él lo ignoró. Continuó aceitando a James, por los muslos, las rodillas y los pies, su apretado culo y espalda musculosa.

Dio un paso atrás para admirar su obra. James brillaba como una estatua viviente, un testamento a su buena crianza y su vivir bien.

—Muy bonito, James. Ahora tengo que embellecerte.

Se acercó, utilizó sus dedos pulgar e índice para pellizcar los pezones erectos de James. James gruñó y dio un paso hacia él. Peter lo empujó hacia atrás.

—No se supone que hagas ningún sonido o movimiento. Voy a tener que castigarte.

Se volvió hacia la cama, cogió el delgado látigo que había dejado preparado e hizo círculos alrededor de James. Cinco golpes a cada una de sus nalgas. Esta vez, James no emitió ningún sonido, aunque sus músculos se apretaban contra el aguijón de la fusta.

Peter regresó a los pezones de James y jugó con ellos hasta que estuvieron erguidos. Deslizó la primera pinza en el pezón y la apretó. James silbó una maldición cuando Peter agregó la segunda.

—Estás siendo deliberadamente desobediente. Te dije que no hables. Ahora voy a tener que amordazarte.

Deslizó la bola mordaza en la boca de James y la ató con fuerza detrás de su cabeza, dejó caer su mano para acariciar las calientes nalgas de James haciéndole estremecerse.

—Cinco golpes más por insultarme, creo.

Después de dejar el látigo sobre la cama, Peter ubicó una silla en frente de James y se sentó en ella.

—Usa tus manos en tu polla, pero no te corras. Para cuando yo te diga.

James se acarició el pene, empujando la gruesa, húmeda varilla a través del apretado asimiento de sus dedos, manoseando y apretando sus testículos mientras él mismo se complacía. Empezó a jadear, sus dedos herméticamente cerrados, su expresión agonizante.

—Detente y pon tus manos detrás de tu espalda.

James hizo lo que le dijo, su polla se irguió hasta su ombligo, como desesperada por la liberación. Una liberación que Peter sabía que se demoraría un largo tiempo. Esperó hasta que la respiración de James se equilibrase y se puso de pie.

—Ahora el resto de tu atuendo.

Deslizó el arnés de cuero grueso entre las piernas de James, sujetó las bandas en torno a sus bolas y a su pene y luego le mostró las estrechas hebras de cuero. —Voy a envolverlas alrededor de tu polla. No te muevas.

James hizo un sonido ahogado detrás de la mordaza, que Peter decidió ignorar. Envolvió las tiras de cuero arriba y debajo de la polla de James, cubriéndola por completo y atando los extremos firmemente en la base del anillo de la polla. Alargó la mano detrás de él para el siguiente instrumento que necesitaba. Le mostró a James el elegantemente tallado consolador de jade de ocho centímetros. Era corto y gordo, y diseñado con sofisticadas incrustaciones doradas y plateadas.

—Esto va en el culo.

Él derramó aceite sobre el jade hasta que brilló y lentamente lo deslizó en el interior de James, observando su reacción por el espejo. Cuando el jade se insertó plenamente, juntó las correas restantes del arnés de cuero y llevó una entre las nalgas de James para mantener estable el consolador. Las otras dos correas daban la vuelta en un círculo debajo de las caderas de James y se abrochaban por detrás de su polla cubierta de cuero.

—Ahora te ves como un esclavo adecuado.

Peter guió a James para pararse frente al gran espejo junto a la cama. Agregó una cadena a la correa del cuello y un ligero taparrabos de seda, que apenas cubría las nalgas de James. Temblores corrieron a través de James como si tuviera una conmoción febril, y sus ojos brillaban de emoción. Peter añadió una media máscara para ocultar la identidad de James.

Inconscientemente, Peter se frotó su propia polla. Estos extremos realmente no lo excitaban. Le recordaban demasiado al burdel turco. Por suerte, él sabía que había hombres que verían con agrado a James y sus peculiaridades aquí mismo, en la casa de Madame.

Él tiró de la correa.

—¿Estás listo?

Todo el cuerpo de James se puso rígido y no se movió, sus músculos apretados como si estuviera listo para huir. Peter jaló con fuerza de la cadena, casi tirando a James. Él podría no disfrutar de esto, pero sabía exactamente cómo tratar a James. Puso su voz fría. —Esto no es una sugerencia. Vamos ahora o tendré que castigarte.

El conjunto de habitaciones donde llevó a James estaba en el piso superior de la casa del placer. Para entrar se requería el conocimiento de una contraseña, una llave de la puerta especial y el reconocimiento visual de uno de los guardaespaldas contratados por Helene. Peter asintió con la cabeza al gigante al final de la puerta y entró al primer salón.

Las paredes eran negras al igual que las muy pocas velas. Rojo era el otro color dominante, en las sábanas de la enorme cama, los cojines y el sofá reclinable. Una pared estaba cubierta de látigos, cadenas y cada juguete sexual que un hombre pudiera desear para usar en sí mismo o en otro.

Cerca de una docena de hombres se movían a través de las dos habitaciones conectadas. Otras tres personas estaban vestidas de manera similar a James, collares alrededor de sus cuellos y casi desprovistos de ropas. Peter chasqueó los dedos en la cara de James.

—Ve a buscarme un vaso de vino en el buffet de la otra sala. Si alguien quiere tocarte, debes dejarlo. Yo te estaré mirando.

James hizo una reverencia y se dio la vuelta. Se puso rígido cuando un hombre vestido de negro y rojo, como haciendo juego con el cuarto, le cerró el camino.

—Sr. Howard. No creo jamás haberte visto en una de nuestras pequeñas reuniones antes.

Peter hizo una reverencia.

—Buenas noches, Lord Minshom. Está en lo cierto. Esto no es realmente lo que me gusta. —Deliberadamente, arrastró la espalda de James contra su cuerpo y le tocó su pezón sujeto con la pinza. —Pero mi esclavo quiso venir.

Los azules ojos de Lord Minshom brillaron mientras él acariciaba el pecho y los costados de James. Era de la edad de Peter, su fortuna enorme, sus gustos sexuales supuestamente tan profundos e insondables como su bolsillo.

—Es una pieza de carne de primera. ¿Dónde lo encontraste?

—Lamentablemente, él sólo está visitando nuestro país. Por supuesto, puedes disfrutar de él esta noche, pero él saldrá de viaje de nuevo mañana.

Lord Minshom asintió con la cabeza, la mano arrastrándose bajo el taparrabos de fina seda que cubría la ingle de James. Sus ojos se agrandaron cuando él agarró la polla de James y luego deslizó sus dedos en torno a sus bolas y a su culo.

—Vaya, lo has atado tan apretado como una virgen en un cinturón de castidad.

—Él todavía está aprendiendo. Insiste en que necesita la disciplina.

James se estremeció como Lord Minshom terminó su deliberada obscena exploración. Peter le dio unas palmaditas en el brazo.

—Ve a buscar mi vino. Traed uno para Lord Minshom también.

James se puso en marcha. No llegó muy lejos antes de que otros dos hombres se le acercaran, sus manos sobre su cuerpo y sus ávidos rostros muy cerca. Se quedó parado pacientemente, dejándose tocar. Su piel brillaba con el aceite y sus músculos se ondulaban y respondían a cada indecorosa caricia.

Lord Minshom se aclaró la garganta.

—Me gustaría ver a mi esclavo mamársela. ¿Podrías permitirlo?

Peter se volvió hacia Lord Minshom, que también estaba mirando a James.

—Estoy seguro de que podría arreglarse. Por eso lo traje aquí, para que aprenda, después de todo.

—Pero no para que se lo follen. Me he dado cuenta que ya está relleno con un consolador.

—Eso es correcto. Soy la única persona por quien logrará ser follado y eso sólo si se comporta bien aquí esta noche.

La risa burlona de Lord Minshom se hizo más pronunciada.

—Dices que no disfrutas de este tipo de excesos sexuales, pero sin duda sabes cómo manejar a un esclavo.

Peter le dirigió su sonrisa más encantadora.

—Tal vez tengo una ventaja, al haber sido uno de ellos.

—Por supuesto. Me había olvidado de eso. —Lord Minshom suspiró. —Maldición. ¿Tengo que pedir disculpas?

—No, sucedió hace mucho tiempo. Tal vez debería ser yo quien se disculpase por invocarlo, simplemente para tener un punto sobre ti.

Lord Minshom se aclaró la garganta y dirigió su mirada al otro lado del salón. —Voy a llamar a mi esclavo tan pronto como el tuyo regrese con el vino. Está siendo acariciado en la cama. ¿Quieres ver?

Peter siguió a Lord Minshom a la enorme cama cubierta de seda. Un joven rubio estaba tendido boca arriba en el centro, desnudo excepto por un collar plateado y brazaletes en los brazos haciendo juego. Dos hombres estaban inclinados sobre él, jugando con sus perforados pezones y su erecto pene. A pesar de que gemía y se retorcía bajo sus toques, Peter se dio cuenta de que no se estaba divirtiendo. Por un momento captó la aburrida mirada del hombre, se imaginó a sí mismo allí y tuvo que apartar la mirada.

Lord Minshom se aclaró la garganta. —Tu esclavo está de vuelta. —James había regresado de hecho, su tez ruborizada, dos vasos de vino sostenidos cuidadosamente en sus manos. Peter tomó los vasos y le entregó uno a Lord Minshom. Tocó el brazo de James.

—Ve y ponte allí.

James obedientemente se alejó y se colocó contra la pared pintada de negro. Peter agarró las muñecas y las encadenó sobre su cabeza. Lord Minshom se acercó y estudió a James antes de deleitarse con su vino.

—Adonis, ven aquí. —Minshom habló en voz baja, pero el hombre rubio de la cama al instante vino a arrodillarse a sus pies.

—¿Sí, amo?

—Chúpale la polla. —Minshom señaló a James. Él esperó impacientemente, dando golpecitos con el pie hasta que el rubio tomó su posición delante de James. —¿Es aceptable si lo hace correr o deseas hacerlo esperar?

Peter estudió a James sin inmutarse.

—Hazlo correrse. El cuero se pondrá rígido alrededor de su polla.

—Absolutamente, y si lo deseas, uno de los otros esclavos puede ponerlo más duro otra vez.

Peter asintió con la cabeza, su atención en el hombre rubio que ya estaba lamiéndose los labios mientras contemplaba la polla de James. Lord Minshom le dio un golpe a Adonis con su bota.

—Chúpalo y que sea rápido.

Incluso a través de la mordaza, Peter oyó gemir a James cuando Adonis tomó su polla vestida de cuero en su boca. Sus caderas se sacudieron hacia adelante invitando a Adonis a que lo tome más profundo, metiéndole la polla hasta su garganta con duros, ásperos empujes. Mientras Adonis chupaba, Lord Minshom utilizaba la punta de la bota para profundizar entre sus nalgas rubias, animándolo.

El olor a sexo llenaba el aire, y varios de los otros hombres se reunieron alrededor para observar. Peter quería mirar a otro lado, atrapado entre la excitación y el disgusto. Se obligó a mirar a James, a quien, por los sonidos saliendo de detrás de la mordaza, le encantaba cada minuto de la erótica experiencia.

James empujó hacia delante por última vez y todo su cuerpo se arqueó como un arco iris. Los músculos de la garganta de Adonis trabajaban duro, tragando el semen de James, tanto que casi se atragantaba. Cuando se retiró, permaneció de rodillas, la cabeza baja, jadeando.

Lord Minshom acariciaba su pelo rubio.

—Muy bonito. —Levantó la vista hacia Peter. —Creo que tu esclavo lo disfrutó demasiado. ¿Tal vez podría devolvérselo?

Peter hizo una reverencia. —Estoy seguro que él estará encantado.

—Vamos a conseguir que se excite de nuevo, y luego los pondremos a ambos en la cama.

Varias horas más tarde, Peter se sentó y se fumaba un cigarrillo observando a James siendo acariciado por Lord Minshom. Había visto a su amante satisfecho en cada posible forma y estaba dispuesto a marcharse. Bostezó discretamente detrás de su mano y un ligero movimiento en el rincón más alejado de la sala llamó su atención. En las sombras más profundas, el destello de un collar de metal y la piel pálida de un hombre desnudo lo inquietó. Le dio un codazo a Lord Minshom.

—¿Quién es el que está en el rincón?

—¿En el rincón del castigo?

—Si así es como se llama, entonces sí.

Lord Minshom sonrió mientras raspaba sus uñas hacia abajo por las estrechas correas de cuero que rodeaban la polla de James.

—A veces un hombre es puesto en ese lugar como castigo por su amo. En otras ocasiones, un hombre se pone él mismo allí, si entiendes lo que quiero decir.

—Porque quiere ser castigado.

—Sí, y al final de la noche, todo el que quiera hacerlo tiene la oportunidad, por la frecuencia y el tiempo que quieran. No hay excepciones.

Peter entornó los ojos más cerca en la penumbra. Por alguna razón, la postura del cuerpo del hombre le recordaba a Valentín en su momento más vulnerable. Parpadeó cuando el hombre volvió la cabeza, alcanzó a ver unos oscuros ojos azules y un rostro tan familiar que se le heló la sangre.

No era Valentín. Anthony. ¿Qué demonios estaba haciendo ofreciéndose a sí mismo de esta manera? Peter empezó a levantarse y luego volvió a sentarse. Anthony era un hombre adulto y esto no era asunto de Peter. Tenía tanto derecho a elegir sus propios gustos sexuales como Peter. Dios, ¿sabría Valentín?

—¿Tienes la intención de quedarte después de todo?

Peter reclamó la correa de James de Minshom y sonrió.

—Lamentablemente, no. Tengo que conseguir que mi esclavo llegue a su casa de Ámsterdam en una sola pieza por la mañana o su mujer sospechará.

Lord Minshom suspiró y retiró la mano de la polla de James. —Si realmente tienes que irte. Gracias por una noche tan agradable y tráelo contigo nuevamente otra noche.

—Realmente lo voy a considerar.

Peter hizo una reverencia y se dirigió hacia la puerta más cercana, James detrás de él. No tenía ninguna intención de accidentalmente llamar la atención de Anthony Sokorvsky cuando salía. Llevó a James de vuelta a su habitación original, le quitó el arnés de cuero y los anillos de los pezones y le sacó la pelota mordaza. James tosió y se aclaró la garganta.

Peter le dio una copa de vino, esperó hasta que la terminó.

—¿Te gustó eso? — James lo miraba con recelo. Peter hizo un gesto con la mano. —Puede hablar tanto como quieras ahora.

—¿No podrías decirlo tú?

—A juzgar por tus gemidos y la forma en que tu pene estuvo erecto y goteando semen constantemente, entonces sí. —Peter sostenía la mirada de James. —Te amo, pero no puedo hacer esto por ti.

James tragó saliva.

—Lo sé. Yo también te amo y no espero que lo hagas.

—Esta noche fue para mostrarte mis límites y lo diferentes que son a los tuyos. Es otra razón por la que no puedo estar contigo y con Abigail.

—Abby no quiere esto de ti.

—Abigail quiere lo que quieren la mayoría de las mujeres. Un hombre que la quiera y la posibilidad de un niño.

—Y así como tú no puedes darme lo que quiero, realmente yo no puedo darle eso.

—Sí, puedes.

James sonrió.

—Pero tú lo haces mucho mejor y ella lo sabe.

Peter suspiró y se apoyó contra el poste de la cama mientras James lentamente se ponía su ropa.

—Entonces, ¿dónde nos deja eso? Tú quieres algo de mí que yo no puedo darte. Abigail quiere algo de ti que tú insistes que no puedes darle, y yo...

—Podrías darle todo.

—James... —Peter miró hacia otro lado; la angustia apretó su garganta, haciendo imposible las palabras. James se acercó más.

—Escúchame. Abby te ama. Los dos sabemos que sería mucho más feliz casada contigo. No puedo cambiar esto sin crear el tipo de escándalo que todos queremos evitar, pero puedo hacer que sea más fácil para ustedes estar juntos.

—No entiendo.

James se encontró con su mirada, sus ojos marrones seguros.

—Quiero volver a Jamaica. Quiero ver si puedo encontrar al Sr. Hodges.

—¿Tomaste esta decisión debido a lo que te hice pasar esta noche?

—No del todo. Yo ya había decidido ir a buscar a Robert. Esta noche sólo me convenció de que tenía razón. — James vaciló. —Tú no disfrutaste de esta noche, ¿verdad?

Peter se encogió de hombros.

—Fue interesante, pero en realidad no es mi forma preferida de expresarme sexualmente. Lo hice por ti.

—Lo entiendo. Hacer el amor con Abby no es mi forma preferida de expresarme tampoco.

Peter se armó de valor. —Es la mía.

James sonrió.

—Lo sé, y creo que deberías quedarte y disfrutar de ella.

—¿Estás preparado para vivir de esta manera?

—¿De qué manera?

—¿En un matrimonio donde sabes que tu mujer ama a otro hombre?

—¿Por qué no? Abby tiene que vivir con el conocimiento de que yo amo a otros hombres también.

Peter tomó el hombro de James con un agarre apretado, su voz ronca.

—Seré bueno con ella. Tú nunca tendrás que preocuparte otra vez.

—Espero que sí, y aún espero un lugar en tu cama cuando lo desee.

Peter le tendió la mano.

—Hecho.

James se la estrechó, su sonrisa torcida.

—Ahora todo lo que tenemos que hacer es convencer a Abby.