19

Tenel Ka se abría paso a través de las lianas y los espesos arbustos espinosos en la oscuridad de la noche de la jungla, esperando que los reptiles voladores no fuesen capaces de seguirla. Estaba jadeando a causa del esfuerzo y el aliento ardía en sus pulmones, pero no gritó.

Todavía podía oír el subir y bajar de las grandes alas coriáceas de los reptiles muy cerca detrás de ella mientras atacaban con sus garras afiladas como navajas para matar a su presa. Los roncos gritos de sus espantosas cabezas gemelas le helaban la sangre. Recordó haber oído decir que una de aquellas bestias había estado a punto de matar al Maestro Skywalker muchos años antes. Tenel Ka se preguntó cómo se las arreglaban los monstruos para moverse por aquella jungla repleta de obstáculos. ¿Por qué no conseguía despistarlos?

Los arbustos crujieron y silbaron junto a ella, y una cola terminada en un aguijón falló su brazo por muy poco. Eso quería decir que uno de los monstruos alados estaba directamente encima de ella. ¿Qué podía hacer?

Avanzó por un espacio más angosto entre dos árboles, y un instante después oyó un golpe ahogado sobre ella cuando la criatura voladora quedó atascada en la abertura entre los dos árboles. «Bien», pensó. El resto tendría que dar un rodeo. Eso le proporcionaría algo de tiempo.

Tenel Ka cruzó a la carrera un claro yendo hacia la sombra de lo que esperaba fuese otra extensión de maleza, pero había subestimado la velocidad con que las criaturas reptilescas eran capaces de superar los obstáculos de la jungla. Pudo sentir el viento amenazador de sus alas cuando una de ellas se lanzó en picado directamente sobre el camino que estaba siguiendo.

Percibió más que vio las garras extendidas e intentó desviarse hacia un lado, pero resbaló sobre la vegetación podrida y cayó, chocando con un tronco recubierto de hongos. Notó cómo un segundo par de garras hendía el aire allí donde su estómago había estado hacía tan sólo unos segundos. Tenel Ka se estremeció mientras las cabezas gemelas aullaban su rabia y su frustración encima de ella, lanzando mordiscos contra las ramas que se enredaban en la maleza.

¿Por qué no podía recordar sus técnicas de relajación Jedi cuando las necesitaba? ¿Por qué no se había esforzado más en practicarlas? Tenel Ka cerró los ojos y percibió todo lo que había a su alrededor, y rodó a un lado mientras el monstruo alado descendía para lanzar un nuevo ataque.

El sonido de docenas de alas sobre su cabeza la puso nuevamente en movimiento. Tenel Ka rodó sobre sus manos y sus rodillas, se metió por entre unos matorrales espinosos, se levantó y siguió corriendo.

«Percibe —se dijo a sí misma—. Utiliza la Fuerza.»

De repente cambió de dirección, como impulsada por un reflejo. No sabía por qué lo había hecho, pues la noche era tan negra que no podía ver hacia dónde iba, pero sí sabía que había hecho lo correcto. Tenel Ka esquivó una y otra vez las garras y los golpes de las colas terminadas en aguijones hasta que acabó llegando a un macizo de árboles massassi. Su ruidosa aproximación hizo que un coro de graznidos y chillidos enfurecidos estallara repentinamente en los troncos que se alzaban sobre ella.

Eran salamandras peludas, y a juzgar por el estrépito había toda una manada de ellas. Probablemente había perturbado su sueño comunal. Tal vez serían una distracción suficiente.

Tenel Ka se agazapó y se lanzó hacia el refugio que le ofrecían aquellos árboles que crecían muy cerca unos de otros. Sorprendentemente, ni un solo monstruo alado la siguió. Tenel Ka oyó sus gritos mientras trazaban círculos en las alturas y, privados de su presa inicial, decidían perseguir a las salamandras peludas. Las criaturas aladas lanzaron aullidos llenos de sed de sangre y las voces de las aterradas salamandras peludas se volvieron repentinamente feroces y desafiantes mientras la batalla hacía estragos entre las ramas por encima de la cabeza de Tenel Ka.

Su cabellera dorado rojiza estaba llena de sudor, ramitas, hojas y granitos de tierra adheridos. Tenel Ka meneó la cabeza para limpiársela. Estaba casi segura de que había oído una débil voz familiar entre todo aquel estrépito.

—Oh, por favor, tengan mucho cuidado. Mis circuitos son extremadamente complejos y bajo ninguna circunstancia deberían...

La voz se interrumpió un momento después con un gemido estridente. Luego hubo un golpe ahogado cuando algo pesado cayó a los pies de Tenel Ka.

—¿Eres tú, Teemedós? —preguntó.

Tenel Ka buscó a tientas en el suelo y acabó encontrando la forma metálica de contornos redondeados.

—¡Oh, ama Tenel Ka, es usted! —gritó el pequeño androide—. Le estaré eternamente agradecido por este rescate. Vaya, no tiene ni idea de las terribles experiencias por las que he pasado... —gimió Teemedós—. Los meneos, las sacudidas, los golpes, los toqueteos y lanzamientos de un lado a otro... Ah, y lo más horrible fue...

—Mi noche ha sido tan poco agradable como la tuya —le interrumpió secamente Tenel Ka.

—¡Escuche! —exclamó Teemedós—. ¡Oh, qué suerte! Esas horrendas criaturas se están marchando.

Tenel Ka no sabía si Teemedós se estaba refiriendo a las salamandras peludas o a los reptiles voladores gigantes, pero enseguida se dio cuenta de que los sonidos de la batalla librada en las alturas se iban alejando cada vez más por el dosel arbóreo.

—Debemos escapar inmediatamente, ama Tenel Ka.

—No podemos. Tendremos que esperar hasta que amanezca. ¿Puedes montar guardia esta noche mientras duermo?

—Me encantaría montar guardia para usted, ama, pero... Bueno, ¿realmente tenemos que pasar la noche aquí?

—Sí, tenemos que hacerlo —dijo secamente Tenel Ka, poniéndose a la defensiva al haber pasado el peligro más inmediato—. Necesito esperar hasta que haya luz de día para poder trepar a un árbol y averiguar dónde estamos.

—Oh —dijo Teemedós—. Pero ¿por qué razón quiere hacer eso?

—Porque estamos perdidos en la jungla —gruñó Tenel Ka—. Es un hecho comprobado.

—Oh, cielos... ¿Y eso es todo lo que la preocupa? —preguntó Teemedós—. ¿Por qué no me lo había dicho antes? Después de todo, domino con fluidez seis formas distintas de comunicación y estoy equipado con toda clase de sensores: foto-ópticos, olfativos, direccionales, auditivos...

—¿Direccionales? —le interrumpió Tenel Ka—. ¿Quieres decir que sabes dónde estamos?

—Oh, sí, ama Tenel Ka, con toda exactitud y certeza. ¿No acabo de decírselo?

Tenel Ka dejó escapar un gemido y meneó la cabeza.

—Muy bien, Teemedós, adelante. Guíame.

El estado de ánimo de Tenel Ka había dejado de ser sombrío y, de hecho, podía competir en claridad con los dos haces luminosos que brotaban de los ojos de Teemedós e iluminaban su avance por el suelo del bosque. Por muy irritante que pudiera llegar a ser el pequeño androide, se alegraba de su compañía. Teemedós parecía genuinamente interesado en enterarse de todo lo que le había ocurrido desde que el piloto del caza TIE había intentado capturarles aquella tarde. A su vez, Tenel Ka se encontró disfrutando con sus descripciones de la caída del T-23 y sus aventuras con las salamandras peludas. Se preguntó qué habría sido de Bajocca y de los gemelos.

Sólo se detuvieron unas pocas veces para que Tenel Ka pudiera beber o inspeccionar los vendajes de sus pequeñas heridas. Había utilizado el rudimentario equipo de primeros auxilios que guardaba en su cinturón para vendar los arañazos de su brazo y el corte de su pierna. Las heridas palpitaban y ardían, pero eso no la frenó. Tenel Ka hizo la mayor parte del camino corriendo, y procuró no aflojar la marcha ni siquiera cuando necesitaba descansar.

El lejano sol blanco de Yavin brillaba en el cielo matinal cuando Tenel Ka y Teemedós por fin salieron del último macizo de árboles y entraron en el claro que servía como pista de descenso. Las piedras calentadas por el sol del Gran Templo brillaban como un faro que les diera la bienvenida desde lejos.

—¡Oh, lo hemos conseguido! —exclamó alegremente Teemedós.

Tenel Ka miró a su alrededor y vio que en el centro del claro había una nave que reconoció sin ninguna dificultad: era el Halcón Milenario.

Corriendo hacia el carguero ligero modificado tan deprisa como podían llevarles sus piernas había dos wookies, uno muy grande y corpulento y otro más pequeño, y Han Solo, el padre de Jacen y Jaina. Tenel Ka adivinó al instante qué misión se disponían a emprender y cambió de dirección para ir hacia el Halcón Milenario, gritando y agitando las manos mientras corría.

Tenel Ka oyó el aterrador aullido de un caza TIE que se aproximaba a toda velocidad por el cielo, y siguió corriendo desesperadamente hacia la nave.

Pero Solo y los wookies no la vieron. Tenían tanta prisa por rescatar a Jacen y Jaina que subieron corriendo por la rampa del Halcón Milenario. Tenel Ka supuso que debían de haber mantenido los motores en marcha para que no se enfriaran, pues podía oír su estridente gemido.

Tenel Ka quería rescatar a los gemelos. No quería volver a fallarles.

—Llámales, Teemedós —dijo, intentando correr lo más deprisa posible a pesar de que las piernas le temblaban de agotamiento.

—¿Debo suponer que desea comunicarse con ellos? —preguntó Teemedós con voz pensativa.

—Sí, es un hecho comprobado.

—Por supuesto, ama. Me encantará hacerlo, pero me pregunto qué debo...

—¡Limítate a hacerlo!

Tenel Ka apretó los dientes y siguió corriendo todo lo deprisa que podía.

La voz de Teemedós, puesta a máximo volumen, retumbó repentinamente por el claro.

—Atención, Halcón Milenario. Rogamos retrasen la partida durante unos momentos para aceptar a dos pasajeros adicionales a bordo.

Ver bajar de nuevo la rampa del Halcón Milenario hizo que ni siquiera le importase el zumbido de sus oídos. Tenel Ka subió corriendo por la rampa.

—Muy bien —jadeó, derrumbándose sobre el suelo del compartimento de carga—. ¡Vamos!

Han Solo y los dos wookies la contemplaron con asombro durante un instante, pero ninguno de los tres necesitaba que les incitaran a actuar. Las compuertas se cerraron antes de que Tenel Ka hubiese acabado de hablar, y el Halcón Milenario emprendió el vuelo con un desafiante estallido de velocidad.