5
Jacen y Jaina no consiguieron reunirse con su padre, Chewbacca y su sobrino Bajocca hasta finales de la mañana. Los gemelos, que habían pasado varias horas ocupados con sus diversas obligaciones y sus ejercicios de adiestramiento Jedi, volvieron a los alojamientos de los estudiantes justo a tiempo de ver cómo el trío salía de un cuarto que había estado vacío hasta su llegada.
—¡Hola! —gritó Jacen, corriendo hacia Bajocca con su hermana detrás de él—. ¿Estás cansado por el viaje? Si no lo estás, podría enseñarte mi habitación. Tengo unas cuantas mascotas de lo más raro. Casi todas las he encontrado en las junglas de esta luna y Jaina ha construido unas cuantas jaulas para ellas. Tendrías que ver esas jaulas, ¿sabes? Ah, y Jaina también debería enseñarte su habitación... Tiene toda clase de equipo roto y averiado que utiliza para construir cosas con él.
Jacen estaba tan entusiasmado que no se paró ni una sola vez para tragar aire.
Bajocca, que era mucho más alto que el muchacho humano, le contempló desde arriba mientras Jacen seguía parloteando.
—¿Te gustan los animales? ¿Te gusta construir cosas? ¿Has traído alguna mascota o equipo contigo desde Kashyyyk? ¿Te gusta...?
Su padre interrumpió el torrente de preguntas con una risita.
—Ya habrá tiempo de sobras para eso luego, chico. Hemos pasado la mayor parte de la mañana con Luke, y después acompañamos a Bajocca a su habitación para que se instalara. ¿Queréis llevarle a dar una vuelta por la academia para que se vaya familiarizando con el lugar? A estas alturas probablemente sabréis orientaros por aquí mejor que Chewie o que yo, así que...
—Nos encantaría —respondió Jaina antes de que su padre hubiera acabado de hablar.
—Somos los guías ideales para hacer ese recorrido —añadió Jacen con un encogimiento de hombros lleno de seguridad en sí mismo—. Jaina y yo vinimos a la Academia Jedi por primera vez cuando sólo teníamos dos años.
El muchacho sonrió con una sonrisa torcida llena de fanfarronería, la misma que su madre siempre decía que lo convertía en el vivo retrato de su padre.
Bajocca soltó un gruñido interrogativo.
—Ha preguntado cuántas veces habéis hecho este recorrido —tradujo Han.
—Bueno... Eh... —balbuceó Jacen, enrojeciendo ligeramente—, si se refiere de una manera oficial en vez de... Ejem... Oh...
Jacen acabó callándose.
—Lo que Jacen quiere decir es que es la primera vez que lo hacemos —intervino Jaina con voz firme.
Bajocca intercambió una mirada con su tío. Chewbacca alzó un puño cubierto de pelos marrones, señaló un largo pasillo con un revoloteo de la mano y dejó escapar un corto gruñido.
—Muy bien —dijo Han—. Vamos.
Los gemelos guiaron al grupo por un tramo de escalones resquebrajados y cubiertos de musgo que llevaba al nivel principal y hasta el claro lleno de hierba que se extendía delante del Gran Templo. Jacen estaba decidido a demostrar que era un buen guía turístico, y fue señalando cada uno de los niveles en forma de cuadrado de la gigantesca pirámide mientras hablaba.
—Arriba de todo hay una plataforma de observación desde la que se tiene uno de los mejores panoramas del planeta Yavin..., a menos que trepes por uno de esos viejos y enormes árboles massassi de la jungla, claro —explicó con una carcajada—. El nivel superior de la pirámide sólo contiene una enorme sala, la gran cámara de audiencias, en la que caben millares de personas.
—Allí es donde se reúnen los estudiantes Jedi cuando el tío Luke..., quiero decir el Maestro Skywalker, da sus lecciones —dijo Jaina.
Jacen pasó a explicarles que los niveles inferiores habían sido remodelados durante los últimos años. El nivel más grande situado directamente debajo de la gran cámara de audiencias albergaba a los que vivían en la academia —los estudiantes, el personal de la academia y el Maestro Skywalker—, y también contenía almacenes y habitaciones para la meditación, así como estancias para invitados y dignatarios de visita.
El gigantesco nivel inferior de la pirámide contenía el Centro de Comunicaciones, los ordenadores principales, zonas de reunión y despachos y salas donde se preparaban las comidas y eran consumidas. También contenía el Centro de Estrategia, la cámara que había sido conocida con el nombre de Sala de Guerra en los días en que el templo había acogido la base secreta de la Alianza. Debajo del nivel del suelo, y totalmente invisible desde donde se encontraban, había un enorme hangar en el que se guardaban lanzaderas, cazas, deslizadores y otros aparatos.
En dos lados del Gran Templo y a lo largo de la pista de descenso fluían caudalosos ríos, y más allá de ellos se extendían las exuberantes y en su mayor parte inexploradas junglas de la cuarta luna de Yavin.
—Los templos fueron construidos por los massassi, una misteriosa raza antigua. De hecho, hay montones de estructuras esparcidas por las junglas —dijo Jacen—. Algunas de ellas realmente no son más que ruinas..., como el Palacio de la Salamandra Peluda, que está al otro lado de ese río.
Describió la central generadora de energía que se encontraba al lado del templo principal, una serie de ruedas de paletas con forma de bandejas que tenían dos veces la altura de Jacen colocadas en posición vertical y unidas por el centro mediante un largo eje.
—Con la central de energía, el río y las junglas, la Academia Jedi es prácticamente autosuficiente —dijo Jaina, retomando el hilo de la explicación allí donde lo había dejado su hermano—. Venid, entremos.
El recorrido concluyó en las habitaciones de los gemelos, donde Jacen y Jaina disfrutaron enormemente enseñando a su padre y a los dos wookies sus respectivos tesoros de mascotas y maquinarias reconstruidas. Han Solo irradiaba orgullo paterno. Bajocca mostró un satisfactorio aunque callado interés hacia las criaturas que formaban el zoo de Jacen.
Cuando el grupo fue a la habitación de su hermana, Jacen se apresuró a meter la serpiente de cristal que había estado enseñando dentro de su jaula y se apresuró a seguirles. Cruzó el umbral de un salto, y se encontró con que Bajocca ya estaba absorto en un surtido de piezas y cables que había esparcido sobre el suelo del cuarto de Jaina. La electrónica parecía interesarle mucho más que los animales salvajes de la jungla.
—¿Te gusta trabajar con las máquinas, Chewie..., quiero decir Bajocca? —preguntó Jaina, inclinándose junto al desgarbado wookie.
La peluda criatura expresó su fascinación con una serie de gruñidos, rugidos y gemidos tan larga que Jacen no consiguió entender cómo una simple pregunta del tipo sí-o—no podía producir una respuesta tan llena de animación.
Como de costumbre, su padre se encargó de traducírsela.
—En primer lugar, Bajocca consideraría como una gran señal de amistad que le llamarais Bajie.
Jacen asintió, visiblemente complacido.
—Bajie, ¿eh? Me gusta.
—Y en cuanto a lo demás... —siguió diciendo Han—. Bueno, no estoy seguro de haberlo entendido todo. Lo principal es que lo que realmente le vuelve loco son los ordenadores.
Jaina le dio una palmadita en el hombro al joven wookie.
—Entonces podemos hacer muchas cosas juntos, Bajie —dijo.
Chewbacca gruñó, indicando que estaba de acuerdo con ella.
Pero entonces una arruga de repentina preocupación se extendió por la frente de Jaina.
—Oye, papá, resulta obvio que Bajie ha estudiado nuestro lenguaje y nos entiende tan bien como Chewie —dijo—. Pero nosotros no podemos entenderle a él. Después de todo, tú necesitaste años para aprender el lenguaje de los wookies. ¿Cómo se las va a arreglar Bajie en la Academia Jedi, donde nadie puede entenderle?
Jacen miró al joven wookie y asintió.
—¿Quién nos hará de traductor?
Un ladrido triunfante de Chewbacca les interrumpió en ese momento.
—Tenemos la respuesta perfecta a esa pregunta tuya —dijo Han, dando una palmada y frotándose las manos—. Es algo que se les ocurrió a Chewbacca y Cetrespeó.
Chewbacca se dio la vuelta y alzó un reluciente artefacto metálico para que todos pudieran verlo. Visto de lado el aparato tenía forma ovoidal y era de color plateado, ligeramente más largo que la mano de Bajie y de unos cuatro dedos de grosor, liso por la parte de atrás y redondeado por delante. Parecía una cara, con dos sensores ópticos amarillos colocados cerca de la punta, una protuberancia más o menos triangular hacia el centro y un oblongo perforado en la sección inferior que Jacen supuso sería un altavoz.
Chewbacca manipuló algo oculto en la parte de atrás del artilugio y los ojos amarillos cobraron vida con un parpadeo luminoso. Una débil voz metálica que articulaba las palabras con meticulosa precisión brotó del diminuto altavoz.
—Saludos —dijo—. Soy un Androide Traductor Miniaturizado del Tipo Dos, Teemedós en forma abreviada, especializado en las relaciones entre wookies y humanos. Domino con fluidez más de seis formas de comunicación. Mi función primaria programada es traducir el lenguaje wookie a otros lenguajes humanoides. —El artilugio hizo una pausa expectante—. ¿Puedo ayudarles en algo? —añadió después.
Jacen se echó a reír.
—¡No puede ser!
Jaina estaba boquiabierta.
—¡Pero si habla igual que Cetrespeó!
—Casi —replicó su padre con los labios curvados en una sonrisa llena de diversión, y se rascó perezosamente debajo del cuello de la camisa con la punta de un dedo—. La verdad es que me recuerda demasiado a Cetrespeó, si he de decir la verdad. Pero como se encargó de la mayor parte de la programación de Teemedós, no pude convencerle de que habríamos preferido otra personalidad —explicó.
Han les pidió disculpas con un encogimiento de hombros.
—¿Por qué no lo probáis durante el almuerzo? Chewbacca y yo todavía tenemos que hablar de algunos asuntos con Luke, y después nos iremos en el Halcón Milenario por la tarde. Hemos de reunimos con Lando en su estación minera.
La sala que los estudiantes Jedi utilizaban como comedor estaba llena de mesas de madera de distintas alturas. Los asientos —sillas, bancos, nidos, repisas, almohadones y taburetes— abarcaban una amplia variedad de formas y tamaños para adaptarse a las distintas costumbres y anatomías de los estudiantes humanos y alienígenas.
Los miembros de aspecto vegetal de la Academia Jedi habían salido a los peldaños bañados por el sol del Gran Templo, donde podían absorber la luz del sol blanco de Yavin y fotosintetizar las sustancias nutritivas, añadiéndoles pequeños paquetes de minerales que echaban dentro de sus orificios digestivos. Pero en el comedor había representantes de docenas de extrañas especies sentados unos al lado de otros y consumiendo los alimentos exóticos preferidos de cada una.
Jacen se había quedado un poco rezagado y seguía hablando de los viejos templos massassi mientras Jaina encontraba una mesa a un extremo de la gran sala en la que había un asiento adecuado para Bajocca. Hasta el momento Jacen no había conseguido obtener más que unos cuantos gestos e inclinaciones de cabeza del wookie, que parecía sumido en sus pensamientos y muy concentrado en asimilar los sonidos, imágenes y olores que le rodeaban.
Jacen estaba decidido a iniciar una auténtica conversación con el nuevo estudiante, y se devanó los sesos buscando una buena pregunta. «Bueno, Bajie, ¿tienes que meter muchas cosas en tu habitación?» No, era una pregunta estúpida.
¿Qué tal «¿Cuántos años tienes?». No, con eso sólo conseguiría una respuesta muy corta. Y de todas maneras a primera hora de esa mañana su padre les había dicho que Bajie tenía diecinueve años, con lo que para los wookies apenas si era un adolescente. Tal vez algo del estilo de «¿Cómo supiste que querías llegar a ser un Jedi?» serviría. Sí, era una buena pregunta.
Pero antes de que pudiera formularla, la sólida y musculosa silueta de Tenel Ka se instaló en el asiento contiguo al de Jacen, quedando enfrente de Bajie.
—Un estudiante nuevo —dijo, reconociendo la presencia de Bajocca de aquella forma breve y directa que resultaba tan típica de ella.
—Bajie, ésta es nuestra amiga Tenel Ka, del planeta Dathomir —dijo Jacen.
—Y éste es Bajocca, sobrino de Chewbacca, de Kashyyyk, el mundo natal de los wookies —añadió Jaina, haciendo las presentaciones para su lado de la mesa.
Tenel Ka se levantó e inclinó la cabeza, haciendo oscilar su melena dorado rojiza.
—Te saludo, Bajocca de Kashyyyk —dijo, y volvió a sentarse.
Bajocca devolvió el saludo con una inclinación de cabeza y tres cortos gruñidos.
Jacen esperó en silencio durante un momento con los ojos clavados en el pequeño androide traductor sujeto al cinturón de Bajie, pero no ocurrió nada.
—¿Y bien? —exclamó Jaina con impaciencia—. ¿Vas a traducir o no, Teemedós?
—Oh, cielos. Lo lamento muchísimo, ama Jaina —replicó el diminuto androide con una temblorosa voz mecánica llena de preocupación—. ¡Oh, qué espantoso! Mi primera oportunidad de llevar a cabo mi función primaria al servicio del amo Bajocca, y le he fallado... Amos y amas en general, les aseguro que a partir de ahora me esforzaré para ofrecer cada traducción de la manera más rápida y elocuente posible, y que...
Bajocca interrumpió los reproches que el androide traductor se estaba dirigiendo a sí mismo con un seco gruñido.
—¿Traducir? —replicó el pequeño androide—. ¿Traducir qué? ¡Oh! Oh, ya veo. Sí. Inmediatamente. —Teemedós emitió un ruido increíblemente parecido a un carraspeo y empezó a hablar—. El amo Bajocca dice: «Que ningún sol salga sobre un día y que ninguna luna se alce sobre una noche en los que no se sienta honrado de veros, y de estar en vuestra presencia, tanto como se siente en este mismo instante».
Jaina alzó los ojos hacia el techo. Jacen meneó la cabeza con incredulidad. Pero el rostro de Tenel Ka permaneció totalmente inexpresivo.
Jacen vio por el rabillo del ojo a Raynar, el joven estudiante que siempre estaba creando problemas. Raynar, que iba vestido con una elegancia tan abigarrada como de costumbre, les estaba observando desde una mesa cercana y sonreía burlonamente. Sirvientes automáticos sacaron cuencos generosamente llenos de comida de la cocina y los fueron colocando delante de cada estudiante.
Pero la atención de Jacen volvió a ser atraída hacia su mesa cuando Bajie se inclinó sobre los sensores ópticos del androide traductor y les soltó un gruñido.
—Bueno, ¿y qué más da que lo haya adornado un poco? —preguntó el androide, poniéndose a la defensiva mientras un sirviente automático»colocaba un plato lleno de humeante carne color rojo sangre delante del wookie—. Sólo estaba intentando conseguir que sonaras más civilizado.
El gruñido amenazador de Bajocca no dejó ninguna duda.
—Muy bien —dijo secamente Teemedós—. Es posible que una traducción más fiel de las palabras del amo Bajocca hubiera sido: «El sol nunca ha brillado con tanta intensidad para este humilde wookie como el día en que nos conocimos».
Jacen aceptó el tazón de sopa caliente que su hermana le pasó desde el otro lado de la mesa. Lanzó una mirada interrogativa a Bajie, que volvió a dirigir otro gruñido a Teemedós.
—De acuerdo, lo haremos a tu manera —dijo el androide, con altivez pero en un tono de voz más bajo—. Pero te aseguro que mis traducciones eran mucho más refinadas. Ejem, ejem... Lo que el amo Bajocca ha dicho en realidad es lo siguiente: «Estoy encantado de conoceros».
—Es un placer compartido, Bajocca —dijo Tenel Ka con voz muy seria y solemne después de que el wookie por fin hubiera dejado escapar un gruñido de satisfacción, hablando como si no hubiera oído ninguna de las traducciones anteriores.
Una bandeja automatizada pasó junto a la mesa en la que estaba sentado Raynar, y Tenel Ka alargó la mano y cogió la última jarra de zumo recién exprimido que quedaba en ella. Vertió el líquido color rojo rubí en cada uno de sus vasos y después dejó la jarra sobre la mesa delante de ellos con un suave tintineo de cristal. Tenel Ka parpadeó, contemplándoles con sus ojos gris acero, y alzó solemnemente su vaso.
—Jacen y Jaina ya son mis amigos —dijo—. Te ofrezco la amistad, Bajocca de Kashyyyk.
El wookie titubeó, no muy seguro de lo que debía hacer. Jaina le metió el vaso entre los dedos.
—Amistad —dijo Jacen, alzando su vaso.
—Amistad —repitió Jaina.
Bajie asintió y alzó su vaso. Después echó la cabeza hacia atrás y soltó un rugido que resonó por todo el comedor.
La vocecita de Teemedós interrumpió el silencio que siguió a su rugido.
—El amo Bajocca acepta con un énfasis considerable su oferta de amistad, y corresponde a ella ofreciéndoles la suya.
Para gran sorpresa de todos, el wookie no corrigió al androide traductor.
—Queda aceptada —dijo Tenel Ka, y tomó un sorbo de su vaso—. Y ahora somos amigos —añadió cuando todo el mundo la hubo imitado.
—Eso quiere decir que ahora puedes llamarle Bajie —dijo Jaina.
Tenel Ka se lo pensó durante un momento.
—Escojo honrarle utilizando su nombre completo —dijo por fin.
En otra mesa tres cha'as, unos alienígenas no muy altos con aspecto de reptiles, estaban sentados alrededor de una bandeja llena de huevos calientes que temblaban, y mantenían los ojos clavados en ellos como los depredadores que eran. Cuando las cáscaras se agrietaron y rompieron, los cha'as se lanzaron sobre los polluelos cubiertos de plumón rosado que surgieron de ellas.
Dos criaturas que parecían pájaros enormes y se comunicaban mediante silbidos y siseos estaban compartiendo un plato lleno de gusanos-hebra que no paraban de retorcerse, gruesas orugas de pelaje azulado que iban sorbiendo una por una con sus angostos picos córneos.
Mientras iba tomando cucharadas de su sopa e intentaba que se le ocurriese algo divertido que decir a Tenel Ka o, por lo menos, para poder continuar la conversación con Bajie, Jacen percibió un movimiento por el rabillo del ojo y vio que algo se deslizaba hacia la mesa junto a ellos. Era un destello vidrioso, un relucir que serpenteaba.
Jacen sintió que se le formaba un nudo en la garganta, y de repente se preguntó si había cerrado el recipiente de la serpiente de cristal cuando su padre y los wookies habían acabado de ver sus habitaciones.
—Eh-dijo Raynar, inclinándose sobre la mesa junto a ellos con sus chillonas ropas tan llenas de colores que Jacen sintió que le dolían los ojos—, ¿os importaría devolvernos nuestra jarra de zumo? —Raynar utilizó sus poderes Jedi para levantar la jarra de su mesa y llevarla por los aires hasta él—. La próxima vez os rogaría que pidierais permiso antes de cogerla.
Raynar se echó hacia atrás y cruzó los brazos delante del pecho, pareciendo muy satisfecho de sí mismo.
Y justo entonces un rayo de luz cayó sobre la serpiente de cristal y Jacen pudo verla con toda claridad. La serpiente se irguió sobre el regazo de Raynar y le silbó, y su chata cabeza triangular se levantó para clavar su mirada directamente en el rostro del chico.
Raynar la vio y chilló, perdiendo su concentración sobre la Fuerza. La jarra se bamboleó y acabó cayendo, esparciendo el zumo rojo oscuro por encima de sus ropas multicolores.
Jacen se levantó y se lanzó sobre la serpiente. Tenía que capturarla antes de que creara más problemas. Jacen cayó sobre Raynar e intentó agarrar a la serpiente, que seguía sobre el regazo del chico. Raynar, creyendo que estaba siendo atacado simultáneamente por todos lados, lanzó un alarido de terror empleando toda la potencia de sus pulmones.
Mientras él y Jacen se debatían, toda la mesa se volcó derramando pudín marrón oscuro, esparciendo otros recipientes de bebida a derecha e izquierda y lanzando un diluvio de comida sobre los compañeros de Raynar.
Tenel Ka, que no entendía el problema pero siempre estaba dispuesta a defender a sus amigos, se unió a la contienda. Agarró la sopa caliente de Jacen y la lanzó contra los compañeros de Raynar, que optaron por tomar represalias al verse sometidos a aquel ataque procedente de un nuevo frente.
Una bandeja llena de fideos con miel cruzó el comedor yendo hacia Jaina, pero se agachó y logró esquivarla. Los fideos saltaron por los aires y se adhirieron al abundante y encrespado pelaje blanco de un talz, una criatura con aspecto de oso que se levantó y trompeteó una nota musical llena de consternación. Cuando Jaina vio los fideos pegados al pelaje blanco del alienígena no pudo contener la risa.
La serpiente de cristal se escurrió entre los dedos de Jacen mientras éste reptaba sobre el regazo de Raynar, que no paraba de retorcerse. El joven Jedi gritaba como si le estuvieran asesinando, pero Jacen no le hizo caso y se metió por debajo de las mesas del comedor para perseguir a su serpiente. Se lanzó hacia adelante para agarrarla, con lo que tiró una mesa, y sintió el roce seco y liso de unas escamas en las yemas de sus dedos..., pero la serpiente se deslizó por entre ellos y Jacen no pudo retenerla.
Otra mesa fue volcada cuando Bajie se lanzó en su ayuda. Las criaturas pajariles se pusieron a chillar entre una agitación de plumas, y empezaron a pelearse por el plato de convulsos gusanos-hebra recubiertos de pelaje azul.
Más comida voló por los aires, levitada mediante los poderes Jedi, y fue arrojada de una mesa a otra. Los estudiantes Jedi estaban riendo, y parecían considerar que la pelea era una buena forma de liberar la tensión acumulada durante los duros estudios y la profunda concentración que se les exigía para su adiestramiento.
Una masa de hojas hervidas chocó con los rostros de los cha'as, interrumpiendo su trance de depredadores. Los tres se levantaron al instante y giraron sobre sí mismos para enfrentarse al ataque, colocándose espalda contra espalda en una formación de estrella de tres puntas mientras lanzaban siseos y miradas amenazadoras. Los huevos de un marrón lechoso de su bandeja siguieron rompiéndose, y los polluelos cubiertos de plumón rosado decidieron que era el mejor momento para escapar.
Bajie emitió un rugido wookie capaz de hacer temblar las piedras, y Teemedós soltó un grito estridente lleno de alarma.
—¡No puedo ver nada, amo Bajocca! Los comestibles están oscureciendo mis sensores ópticos. ¡Le ruego que tenga la bondad de limpiarlos!
Erredós entró en el comedor y lanzó un gemido electrónico, pero sus gritos de androide quedaron ahogados por las carcajadas y el tumulto de la comida que volaba en todas direcciones. Antes de que Erredós pudiera girar sobre sus ruedas y hacer sonar la alarma, una gran bandeja llena de pastelillos con crema esparció su contenido por encima de su cúpula. El androide astromecánico se apresuró a batirse en retirada con un zumbido de servomotores.
La serpiente de cristal se deslizó hacia las grietas de la pared de piedra para huir por alguna de ellas, y Jacen se lanzó desesperadamente sobre ella. Extendió una mano y la agarró por la cola. La serpiente onduló, dando la vuelta a su cuerpo invisible en un solo y fluido movimiento, y dirigió sus colmillos hacia Jacen preparándose para morder la mano que la agarraba. Pero Jacen extendió la otra mano, señalando a la serpiente con un dedo y con la Fuerza y estableciendo contacto con el diminuto cerebro del reptil.
—¡Eh! No te atrevas a hacerlo —dijo en voz alta.
La serpiente de cristal titubeó, y Jacen la agarró por el cuello y la levantó en el aire. La parte inferior del largo cuerpo de la serpiente empezó a retorcerse locamente. Jacen se enroscó la serpiente alrededor del brazo y envió pensamientos tranquilizadores a su mente. Después se levantó, sonriendo y sintiéndose lleno de alivio.
—¡La tengo! —gritó con voz triunfal..., en el mismo instante en que tres frutos muy maduros se estrellaban contra su rostro y su pecho.
El impacto reventó las delgadas pieles de los frutos y derramó la espesa pulpa por encima de todo su cuerpo, Jacen tosió y se atragantó, y después se permitió reírse sin soltar a la serpiente de cristal que tenía firmemente agarrada.
—¡Basta!
Una voz atronadora amplificada mediante la Fuerza resonó por todo el comedor.
Todo quedó repentinamente inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido. Toda la comida que estaba volando por los aires quedó suspendida donde se encontraba, y cada gota de líquido colgó sin moverse sobre las mesas. Todos los sonidos cesaron, salvo los jadeos y murmullos ahogados de los estudiantes.
El Maestro Luke Skywalker acababa de aparecer en la entrada del comedor, y contemplaba la pelea de alimentos suspendida con el rostro muy serio y sombrío. Jacen observó la expresión de su tío y creyó ver ira, pero también una cierta diversión oculta.
—¿Ésta es la mejor manera que habéis podido encontrar de utilizar vuestros poderes? —preguntó Luke—. ¿No se os ha ocurrido otro desafío más digno?
Movió la mano en un gesto que abarcó toda la comida inmóvil, y durante un momento pareció sentirse muy triste. Después giró sobre sí mismo para marcharse, pero no antes de que Jacen pudiera ver cómo una sonrisa iba curvando sus labios.
—Bien, tal vez podríais utilizar vuestros poderes Jedi... para limpiar todo este estropicio —dijo Luke antes de irse.
Su mano derecha se movió en un gesto casi imperceptible, y todas las bandejas de comida, cuencos de sopa, postres, fruta y complicados platos suspendidos en el aire quedaron liberados del poder de la Fuerza y se desplomaron como una avalancha. Prácticamente todo el mundo volvió a quedar cubierto de manchas cuando los fragmentos pegajosos y los líquidos salieron volando por los aires.
Jacen contempló el final de la guerra de la comida y se quitó un poco de crema de la nariz, sin soltar a la serpiente de cristal que seguía sosteniendo en la mano.
Los otros estudiantes Jedi empezaron a lanzar débiles risitas de alivio, y después se concentraron en la limpieza del comedor.