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—¿Estás segura de que este sitio no es peligroso? —preguntó Jacen mientras intentaba meterse en el compartimento de carga detrás del asiento de pasaje del T-23.
—Claro que no —replicó automáticamente su hermana mientras se sentaba delante de él—. Y de todas maneras siempre te ha gustado deslizarte por lugares estrechos, ¿no?
—Sólo para capturar bichos —gruñó Jacen—. Este hueco no está acolchado.
El compartimento de carga era demasiado pequeño para poder acoger a Tenel Ka, que era más alta y de constitución más robusta que los gemelos. Jacen tenía que conformarse con la parte de atrás o quedarse en tierra, y su hermana ocuparía el compartimento de carga durante el viaje de vuelta. Jacen se removió e intentó ponerse lo más cómodo posible mientras los motores del T-23 se ponían en marcha con una mezcla de rugido y ronroneo.
Bajie gritó una orden por encima del ruido de los haces repulsores, que se estaban activando.
—El amo Bajocca solicita que tengan la bondad de asegurarse de que los arneses de sujeción están bien cerrados —dijo Teemedos—. Siente el máximo interés por su seguridad. Partiremos dentro de un momento.
Bajocca soltó otro seco ladrido, y el androide corrigió su traducción.
—En realidad, el amo Bajocca podría haber dicho algo del estilo de «Agarraros bien. ¡Allá vamos!».
—Oh, por todos los rayos desintegradores... Tampoco hay tiras anticolisión —observó Jacen mientras Jaina y Tenel Ka se ponían los arneses delante de él.
El T-23 reconstruido despegó con una leve sacudida. El viento pasó aullando junto a las ventanillas que temblaban y crujían cuando adquirieron altura y velocidad. Jacen sintió la emoción de estar viajando por los aires, y oyó cómo los quemadores iónicos tosían detrás de ellos. Se alegraba de no haberse quedado en tierra, aunque tuviera que viajar incómodamente apretado en el compartimento trasero.
Echó un vistazo por el cristal lleno de señales y arañazos mientras Bajocca dejaba que el saltacielos se deslizara por encima de las copas de los árboles, alejándose a toda velocidad de la Academia Jedi para adentrarse en el territorio inexplorado. Poco después lo único que Jacen podía ver a través de la vieja ventanilla rayada eran árboles y más árboles, un frondoso telón cuyo verde era tan intenso como el azul del cielo que tenía encima.
La hermosa vegetación que se extendía debajo de él era magnífica, pero Jacen estaba empezando a sentir calambres en las piernas. Cuando el T-23 descendió y acabó posándose en un pequeño claro, Jacen ya llevaba un rato pudiendo sentir las vibraciones del motor incluso en los dientes.
Jaina y Tenel Ka se quitaron los arneses y saltaron ágilmente de la carlinga del T-23. Jacen salió del compartimento de carga con bastantes dificultades, y estiró las piernas envaradas apenas puso los pies sobre la abundante maleza. Después se frotó enérgicamente el fondillo del mono con las dos manos para normalizar la circulación en esa zona.
—¡Creo que en estos momentos no podría levantar nada que pesara más que una hoja!
Bajie fue corriendo hasta el borde del claro, y movió una mano indicándoles que se reunieran con él.
—El amo Bajocca dice que el árbol donde está el artefacto queda por allí —explicó Teemedós—. Tiene varias ramas rotas, y eso le ha permitido localizarlo fácilmente desde el aire.
Jaina volvió la mirada hacia la dirección que estaba señalando Bajocca.
—Bueno, ¿a qué estamos esperando? —preguntó.
Tenel Ka fue hacia el joven wookie, avanzando con un paso tan firme y decidido como si estuviera dispuesta a abrir un camino por la jungla. Jacen lanzó una larga y melancólica mirada a todas las extrañas plantas nuevas que veía a su alrededor, pero siguió a los demás hacia las profundas sombras verdes.
Bajocca alzó un brazo y señaló las lejanas ramas de un enorme árbol massassi. El tronco parecía tan grande como uno de los rascacielos de Coruscant, el planeta cubierto de ciudades, e incluso las ramas más bajas quedaban fuera del alcance de Jacen. ¡Pero Bajie quería que treparan detrás de él!
—Oh —dijo Jaina, poniendo cara de abatimiento—. Si he de subir por ahí, me temo que nunca llegaré muy lejos.
Bajocca les aseguró a través de Teemedós que la escalada era muy fácil para un wookie. Se ofreció a hacer la primera investigación en solitario e informarles luego de lo que descubriera para que pudiesen decidir cuál sería su próximo paso.
—Podemos explorar el suelo —sugirió Jacen—. Podríamos encontrar otros trozos de..., de lo que sea eso.
«O tal vez encontremos algunos animales, hongos o insectos interesantes», pensó esperanzadamente.
Jaina y Tenel Ka enseguida se mostraron de acuerdo con él. Bajocca deslizó una mano peluda por encima de la gruesa franja negra que atravesaba su pelaje sobre su ceja izquierda. Después empezó a subir por el tronco, llegó a las primeras ramas y no tardó en desaparecer.
El estómago de Jacen estaba empezando a gruñir de hambre, y esperó que Bajocca se diera prisa. Los tres jóvenes estudiantes Jedi examinaron la vegetación, moviéndose en una espiral que se alejaba del T-23 para llevar a cabo una búsqueda metódica. Se fueron turnando en la tarea de levitar hojas que se les había asignado, lanzando hojas hacia la maleza y levantando restos secos del bosque del suelo húmedo y lleno de musgo.
Bajocca se abrió paso por entre las frondosas ramas inferiores antes de que hubiera transcurrido mucho tiempo. Se dejó caer al suelo cerca de ellos y soltó un potente grito wookie.
Jaina corrió hacia él, impaciente y llena de interés.
—¿Lo encontraste, Bajie?
Bajocca asintió vigorosamente.
—¿Qué era? —preguntó Jaina—. ¿Puedes describirlo?
—El amo Bajocca cree que era alguna clase de panel solar —tradujo Teemedós mientras el wookie contestaba a la pregunta de Jaina, y después se embarcó en una descripción completa.
Jaina sintió que se le ponía la piel de gallina.
—Hmmmm —dijo—. Si tengo razón, entonces tendría que haber mucho más de lo que ha visto Bajie. Sigamos buscando.
Tenel Ka metió la mano en una pequeña bolsa de suministros que llevaba consigo y sacó de ella un paquete de galletas de carboproteínas.
—Tomad —dijo—. Podemos alimentarnos mientras buscamos.
Jacen mordió su galleta con gran apetito.
—¿Qué buscamos exactamente, Jaina? —preguntó, hablando con la boca llena de migajas.
—Trozos de metal, maquinaria, otro panel solar. —Jaina se hizo sombra en los ojos con una mano y escrutó la espesa jungla que los rodeaba por todas partes—. Seguiremos ampliando el círculo de nuestra búsqueda hasta que encontremos algo. Lo que estamos buscando no debería de estar muy lejos.
Jacen cogió una cantimplora de agua del T-23, tomó un sorbo y se la pasó a su hermana. Jaina bebió unos cuantos tragos de agua y luego le pasó la cantimplora a Bajocca. Después fue trotando hasta la base del gran árbol. Jaina no miró hacia atrás para ver si los demás la seguían y se mordió el labio, sintiendo una fugaz punzada de culpabilidad.
En momentos como aquéllos Jaina siempre parecía asumir el liderazgo, igual que hacía su madre. Pero ¿cómo podía evitarlo? Sus padres habían educado a sus tres hijos para que evaluaran una situación, sopesaran las alternativas y tomaran decisiones.
—Despleguémonos —dijo.
—¡Estupendo! —exclamó Jacen, rodeando el enorme tronco para dirigirse hacia un espeso macizo de vegetación.
Jaina sonrió, sabiendo muy bien que la excitación de su hermano no surgía del deseo de encontrar el artefacto misterioso, sino de tener la oportunidad de explorar la jungla y poder examinar más de cerca a sus criaturas.
Se disponía a internarse por la maleza cuando Bajocca la detuvo con un gruñido interrogativo. Teemedós se encargó de traducirlo.
—El amo Bajocca dice, y personalmente me siento inclinado a estar de acuerdo con él, que el suelo de la jungla no es un sitio lo bastante seguro para poder separarse de los demás. Ni siquiera para acelerar una búsqueda.
Jaina ardía en deseos de seguir buscando, pero aun así se quedó inmóvil y lo pensó durante unos momentos.
Tenel Ka la miró, se puso las manos en las caderas y asintió.
—Es un hecho comprobado.
Jaina se mordisqueó el labio inferior, volvió a pensar durante unos momentos y acabó tomando una decisión.
—De acuerdo. Nos desplegaremos, pero no lo suficiente para que dejemos de vernos los unos a los otros ¿Os parece bien?
Los murmullos de asentimiento de los demás fueron interrumpidos por un estridente estallido de graznidos cuando una bandada de aves-reptiles emprendió el vuelo desde los arbustos cercanos al sitio en el que Jacen había estado explorando. Un instante después Jacen salió de entre los arbustos moviéndose sobre las manos y las rodillas, pareciendo un poco sorprendido pero no disgustado.
—No he hecho grandes descubrimientos, pero he encontrado esto —les informó.
Extendió la mano hacia Jaina. En su palma había una criatura regordeta cubierta de pelaje grisáceo que temblaba sobre un pequeño nido de fibras de aspecto lustroso.
Otro animal. Jaina soltó un suspiro de resignación. Tendría que haberlo adivinado.
—Ah. Aja —dijo Tenel Ka.
Bajocca se inclinó hacia adelante para deslizar un dedo sobre la espalda de la diminuta criatura.
—Mira, Jaina —dijo Jacen.
Hizo girar el nido en su mano y señaló un aro de metal mate que estaba firmemente unido a la masa de fibras.
—¿Una... hebilla? —preguntó Jaina, comprendiendo por fin.
Su hermano asintió.
—Como las de las redes anticolisiones.
—Buen trabajo —dijo Tenel Ka con solemne aprobación.
—Bien, ¿a qué estamos esperando? —preguntó Jaina—. Sigamos buscando.
Pero a media tarde Jaina empezó a desanimarse. Jacen, en cambio, quedaba fascinado por cada criatura reptante o insecto que encontraban.
—¡Le ruego que intente tener un poco más de cuidado! —podía oír Jaina que estaba diciendo Teemedós—. Ésta es la tercera abolladura de hoy, y ya he perdido la cuenta de los arañazos que he sufrido mientras estabais explorando. Si prestara un poco más de atención a...
Las admoniciones de Teemedós quedaron ahogadas de repente cuando Bajocca dejó escapar un seco ladrido de sorpresa desde detrás de un amasijo de lianas y ramas.
—¡Oh! Oh, cielos. ¡Ama Jaina, amo Jacen, ama Tenel Ka! —Teemedós habló en un tono de voz lo suficientemente alto para sobresaltar no sólo a Jaina, sino también a un gran número de criaturas aladas y trepadoras—. Vengan deprisa. El amo Bajocca ha hecho un descubrimiento.
Ninguno de los tres necesitó más estímulos para ir corriendo a ver qué había encontrado Bajocca. Jaina podía sentir cómo el corazón le palpitaba dentro del pecho, sabiendo y temiendo lo que encontrarían.
Trabajaron muy deprisa, llenándose las manos de cortes y arañazos mientras apartaban la frondosa capa de vegetación que había crecido sobre el montón de restos metálicos. Jaina dejó escapar un jadeo ahogado cuando por fin pusieron al descubierto una carlinga redondeada y que había perdido el brillo en la que sólo cabía un piloto, y el cuadrado negro de un panel solar entrecruzado por remaches de sostén. El otro panel faltaba, y estaba atascado entre las ramas del árbol donde lo había encontrado Bajie. Pero aun así la nave era inconfundible.
Era un caza TIE imperial que se había estrellado en la jungla.